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Beatriz, me enseñó lo que una mujer madura puede dar.

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Un día más en la oficina, regresando en mi auto tarde a casa, luego de un evento de mercadeo en un hotel.  Súbitamente suena mi teléfono móvil.  Era Beatriz, compañera del trabajo. 

Empezamos a conversar, ella iba hacia su casa y venia por la autopista detrás de mi auto, y le pareció divertido llamarme para preguntarme: Miguel hacia dónde vas?  Le respondí, ya sabés, para mi casa, y vos para dónde vas?  Soltamos la risa los dos.  Luego de pararon las risas, Beatriz  me dice quiere pedirme una cosa, pero que no me ofenda o asuste.  Le digo: tranquila, dime ¿Qué es lo que necesitás?, a lo que Beatriz responde:   quiero que me des un beso, hace mucho tiempo que lo deseo, y no quiero quedarme con las ganas de probar, a mi edad ya no quiero dejar de hacer lo que deseo, y quiero que nos besemos.

Beatriz es una mujer madura, divorciada, 2  hijos, y me lleva 15 años de edad, ronda los 45 años.  Una señora madurita bastante atractiva, blanca, labios pintados de carmín, bajita, muy buena figura, proporcionada sin ser despampanante.  Lleva el cabello corto, usa un perfume fuerte y siempre viste muy elegante en la oficina.   Tiene una pancita, que la verdad le luce, como mujer madura que es.  Me encantan sus piernas, pues son gruesitas y tiene un buen tono muscular, se ve que entrena en el gimnasio.

 He de ser honesto, llevamos varios meses de coquetear uno con el otro en la oficina, pero yo nunca me había imaginado que esos coqueteos pasaran a más, para mí era una especie de juego,  insinuaciones de doble sentido durante el almuerzo, pero nada muy pasado.  En el fondo, yo sentía una fuerte atracción por Beatriz, pero claro, estando siendo una mujer mucho mayor que yo (yo tengo 30 años), no pensaba que pasaría a más… al menos eso creía, pero Beatriz me provocaba  con esa piernas bien torneadas y sus zapatos de tacón. Creo que siendo ella una mujer madura y experimentada,  sabía el efecto que tenía en mí.

Beatriz  y yo trabajábamos en varios proyectos de la oficina en conjunto, por lo cual pasaba mucho tiempo con ella en horario laboral.  Recuerdo que mi atracción hacia ella fue creciendo poco a poco, pero el día que algo hizo clic en mí, fue la vez que ella andaba un vestido que le llegaba justo arriba de sus rodillas, tacones altos.  El vestido era de color celeste, con una tela algo transparente, y al atardecer en su oficina, con el sol entrando por un gran ventanal, ella se paró justo en esa ventana, mirando hacia afuera, y pude apreciar a contraluz toda su figura al transparentarse por completo su vestido, lo cual realmente me estremeció, pues pude apreciar el arco que formaban sus piernas y un poco más…¡cosas que nos pasan a los hombres y nos ponen nerviosos!

Beatriz me ha pedido un beso mientras cada uno conducía camino a sus respectivas casas, y propone que nos estacionemos en algún lugar, ya no quiere seguir con ese deseo e intriga de besarnos, ya han sido meses de indirectas.  Si no sentimos nada al besarnos el asunto quedaría ahí y se olvidaría, según sus palabras, sin compromisos.

Dudando un poco (se me aceleró el pulso), acepte estacionar, para lo cual le dije a Beatriz me siguiera, y yo seleccionaría algún lugar discreto para aparcar con tranquilidad.  Aparcamos los coches en un sitio no muy transitado, y me pasé yo al coche de Beatriz, algo nervioso, movido por la curiosidad y la exitación.

Al entrar a su coche ella me toma de una mano, y me dice: tranquilo, es solo un beso…. se me acercó lentamente, a lo cual yo correspondí.  Al irme acercando pude percibir su perfume,  el mismo que me agitaba el pulso todos los días, y ella muy segura de si misma me termina de halar y me planta un beso, primero suavemente, casi inocente, pero poco a poco sentí como subía la intensidad y no se en que momento ya nuestras lenguas estaban chocando una contra la otra.  Ahí perdí el control, y la tome de la cintura.  Yo sentía como se hinchaba mi pene, mi corazón palpitaba fuertemente.  Ella andaba en enagua, no pude evitar pasar de mi mano de su cadera a meterla bajo su falda, y tanteando poco a poco, subí mi mano cada vez más, hasta que llegué a tocar sus bragas.  Acaricié su sexo por sobre las bragas, y ella me detuvo suavemente, espera un momento, me dijo, no sigamos aquí, vamos a un motel.  Yo ya había perdido la cabeza, así que no puse objeción.  Ella encendió su coche y nos fuimos a un motel cercano, durante el recorrido ella acariciaba mi pene sobre el pantalón, y yo le había levantado lo más posible su falda y acariciaba sus piernas, por suerte el motel no estaba muy lejos.

Llegamos al motel.  Entramos, y sin perder el tiempo nos besamos de nuevo.  Estando de pie, ella me empezó a abrir la bragueta del pantalón, soltando mi faja también, dejo resbalar su mano de uñas largas y pintadas dentro de mis calzoncillos.  Mientras tanto, yo le quitaba el vestido, dejándola solo con  sus zapatos de tacón y su ropa interior.  Yo me alejé un poco hacía atrás para admirar por completo  su cuerpo.  Ella estaba de pie, tenía joyería de oro en sus manos, cuello y orejas.  Usaba un liguero para sostener sus pantimedias.  Era todo un espectáculo de sensualidad verla.  Pude notar una manchita en sus bragas, ella estaba ya bien húmeda.

Con semejante vista, me terminé de desvestir, y me acerqué a besar su cuello, el sabor de su perfume impregno mi boca. Ella empezó a besarme en el pecho y fue bajando poco a poco con sus besos hasta quedar de rodillas frente a mi erecto pene, el cual empezó a chupar poco a poco, tomándolo de la base con una mano, mientras que con la otra mano tiraba algo fuerte de mis huevos hacia abajo, era una sensación casi orgásmica, más aún cuando pasaba sus largas uñas sobre mis huevos, como arañándolos suavemente.

Ella sin dejar de mamar me acercó a la cama y yo la tome suavemente de los hombros para que ella subiera y se acostara en la cama.  Pero antes que se acostara, le quité el liguero, su sostén y sus bragas, dejándola desnuda con su joyería y sus tacones altos de color negro.  Ella se recostó de lado en la cama, y abriendo bien sus piernas me ofreció su sexo para que le hiciera sexo oral.  Yo empecé a besar sus muslos, y subí poco a poco hasta encontrar su vulva, que  olía a sexo y perfume, era embriagante. 

Con mucha suavidad empecé a besar su húmeda vulva, y poco a poco fui lamiendo alrededor de su clítoris, sin tocarlo aún.  Subí a besar, chupar y succionar sus pezones, con lo cual ella se estremeció.  Empecé a bajar poco a poco besando su abdomen, ombligo para regresar a trabajar con mi lengua suavemente su clítoris.  Beatriz se estremecía y gemía con todo esto.

Poco a poco fui buscando posarme sobre ella y la monté, y empecé a introducir mi pene en su cálida y húmeda vagina, entró casi sin resistencia resbalando con suavidad.  Beatriz me susurra: Miguelito…podes correrte dentro de mí sin miedo, dale que no voy a quedar embarazada.  Esto me excitó aún más, y empecé a bombearla seriamente, ella me ayudaba con los movimientos de su cadera, y me acariciaba el cuello y los hombros.  Yo la besaba en la boca de vez y cuando, y también apretaba sus ricas y tetas, que cabían muy bien en mi mano.

Antes de casi llegar al clímax, Beatriz me hace señas, quiere montar sobre mí.  Yo me recosté de espaldas, y Beatriz me monto al revés, dejándome la vista de su espalda y sus nalgas.  Vi como sostenía mi pene con una mano mientras se lo introducía en la vagina, ya para ese momento yo estaba bien duro, y ella empezó a moverse.  Cuando mi pene salía de su vagina, podía ver sus labios vaginales succionar alrededor de mi pene, pues a pesar de sus 2 hijos, su vagina seguía bien apretadita, era maravilloso sentir como entraba y salía de ella.

Sus nalgas iban y venían con los movimientos de cadera, podía ver su ano,  eran las nalgas de una mujer madura, para mí eran nalgas perfectas, eran divinas.  Beatriz cambió de un movimiento mete-saca, a un movimiento que parecía querer mi pene lo más dentro de ella sin que se saliera, era algo así como  mecerse de atrás para adelante, yo sentía mi pene muy dentro de ella.  Yo sentía que era cabalgado por una amazona.

Beatriz intentaba mirar hacia atrás girando su cabeza para verme, y pude ver la expresión de placer y lujuria de su rostro.  Eso ya fue demasiado para mí, y sentí que venía un orgasmo.  Ella también lo percibió y empezó a gemir fuertemente y aumentó su ritmo de caderas, gemía cada vez más alto, que más daba, estábamos en un motel, con muchas parejas haciendo lo mismo en ese instante.

Creo que llegamos al mismo tiempo al orgasmo, yo estaba tan excitado que no perdí la erección inmediatamente, y pude sentir los chorros de semen caliente dentro de la vagina de Beatriz, luego de unos segundos, mi leche empezó a escurrir de su vagina y caía sobre mis huevos.   

Beatriz que seguía con sus movimientos de cadera y se quedó quieta y arqueó su espalda, ella tenía su orgasmo.   Luego de un momento Beatriz se tumbó a mi lado en la cama. 

Yo estaba sumamente excitado y caliente, necesitaba más.  La tumbe boca abajo, y empecé a acariciar su espada, le daba besos en los hombros y su cuello, Beatriz hacia pequeños gemidos de complacencia.  Acaricié sus nalgas, y se me ocurrió mordelas un poco,  Beatriz salto como una leona en celo!, y me dice, Miguel no me hagas eso, que siento que pierdo el control.  Eso no hizo sino que excitarme más, y empecé a recuperar la erección.  Empecé a pasar mi pene entre sus nalgas, subiéndolo y bajándolo sobre su ano, que estaba mojado en sus jugos y mi semen. 

Ella empezó a susurrar en vos baja, rogando: Por favor Miguelito, por el culito no, por favor no…, pero se quedaba inmóvil mientras yo frotaba mi pene sobre su ano.  Poseído por el deseo de encularla, empecé a intentar meter la cabeza de mi pene en su culito, ella empezó a rogar en vos baja, que no se la metiera por su culito, pero a la vez me ayudaba en mi intento de penetrarla por detrás, levantando su cola para alinearla con mi pene.  Poco a poco mi pene entró, y Beatriz se dejó coger suavemente, mientras gemía y se movía de adelante hacia atrás… le encantaba el sexo anal, pero le daba pena admitirlo de buenas a primeras.   Yo la penetraba y le agarraba sus nalgas y su pancita.

Llegué al orgasmo, y Beatriz gritó no sé si de dolor o placer, supongo que fue esto último, pues al terminar de sacar mi pene, ella se giró me dio un gran beso mojado en los labios.

Mientras nos vestíamos, Beatriz me dice: Has visto Miguelito, esto pasa por culpa de tus bromas e indirectas, me has tenido caliente varias semanas ya, y la verdad me ha gustado tirarme a alguien menor que yo.  Ha sido más que un beso, pero yo sabía que iba a ser así, y sé que te ha gustado  tirarte a una mujer madura.  Este será nuestro secreto, y  seguiré acudiendo a ti cuando tenga ganas de una buena follada.

En la oficina nadie supo de lo nuestro, y Beatriz cada vez que se sentía caliente y con ganas, me citaba para una noche de locura.

Me fue difícil tener sexo con mujeres más jóvenes que yo luego de esas aventuras con Beatriz, pues sentía les faltaba ese fuego y esa seguridad que tienen las mujeres maduras, que disfrutan del sexo y su cuerpo sin hipocresías, gracias a Beatriz por enseñarme eso, no lo olvidaré.

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