Nuevos relatos publicados: 18

Recordando al primer amor (Capítulo 9)

  • 11
  • 4.633
  • 9,33 (9 Val.)
  • 0

CAPITULO IX

Se me hicieron eternos estos cinco días, aunque hablaba con Cristina todas las noches a las diez, el no sentirla a mi lado me consternaba, y me preguntaba:

 ¡Jo! cómo es el amor.

Te retiene, acapara,

da ansiedad y dolor,

te cambia hasta la cara

del calor, del fulgor;

las ansias acibaran

y al cuerpo da furor.

¡Jo! cómo es el amor.

 A las siete de la tarde (que eran las cinco por el sol) la esperaba en el portal. La ansiedad me devoraba recordando aquellos besos que con tanta pasión me daba...

 Besos que llevaba tan clavados

como los dardos del dios Cupido;

y los tenía tan reservados,

ni por la boca había expelido

para no fueran evaporados.

 Bajaba mi diosa por la escalera (la veía desde el portal por la parte de afuera) ¡Qué portento! ¡Que maravilla! ¡Hasta la Virgen ya quisiera ser de esa manera...!

La quise tomar de la mano, pero no me lo permitió.

-No cariño, de la mano por aquí no. Ya sabes cómo son los vecinos; si me tomas de la mano, piensan que también me tomas el pie. Además, cómo es verano y aunque no me sudan las manos, ir sueltos es más sano. Cuando doblemos el primer tramo, ya nada me compromete y te cogeré del bracete.

-Cómo tú me digas ángel mío.

-¿Adónde vamos hoy? Me preguntó con su palmito.

-Me han hablado de un club en la calle de Leganitos, ideal para parejas, pues hay como una especie de reservados en donde estaremos los dos solitos, "y sin rejas".

-No me fío, no me fío. Que si estamos los dos solitos igual nos metemos en un lío.

-¡Cristina!

-Dime Amador.

-Ye juro por mi honor, que antes "me la corto" que hacerte un crío. Te prometo que la sangre no llegará al río. Además, tiene aire acondicionado para combatir los calores del estío.

- ¿Y quién te lo ha recomendado?

-Mi amigo Manolo, es quién la seña me ha dado.

- ¿Y tu amigo es de fiar? Mira que no me fío, que igual es un lupanar, y de nadie me quisiera acordar...

-Antes me mato, que a mi novia faltar. Vamos, entramos (no hay que pagar entrada) lo vemos; si nos piramos.

-Así, sí. Si nos gusta nos quedamos, y de lo contrario, nos vamos.

-¿Acaso todavía no crees en mí?

-Comprende que es la primera vez que soy novia, y aunque a tu lado me siento contenta y segura, si esa sala está tan oscura... mi razón es obvia.

-Tranquila mi amor, que no te haré pagar ninguna factura. Porque serás mi esposa futura, y si al mundo hemos de traer alguna criatura, la traeremos como Dios manda, sin amarguras.

-No esperaba menos de ti. Anda entremos a esta sala, que a tu lado ya no tengo ningún temor. Y aunque soy mujer, y me puede entrar "algún picor" por tus besos y el calor, sé que controlarás tu ardor, y no llegaremos a la culminación del amor.

Entramos tanteando, porque el contraste con la luz exterior nos cegó. Gracias al camarero que con una linterna nos alumbró.

-Buenas tardes. ¿Dónde les gustaría que les ubicara Acabamos de abrir y hay varios reservados disponibles?

-Sobre todo que sea cómodo.

-Todos nuestros reservados son espaciosos y muy cómodos, ya lo comprobarán.

Cristina me hizo una seña, se estaba haciendo pis.

Le indicó el servicio de señoras, por lo que aproveché para informarme de varias cosas que me preocupaban.

-Oiga señor.

-Diga, diga.

-Esto... ¿no hay ningún peligro de redada? qué somos una pareja muy formal, y vernos en comisaría algo terrible sería.

-No se preocupe caballero, que la policía avisa antes de llegar, ya nos cuesta nuestro buen dinero. Damos la luz, hacen el paripé, se van, otra vez apagamos la luz y las parejas a jod... ¡Bueno! a lo que sea.

¡Caray! ¡Qué aquí se puede chingar! ¡No me diga!

-¡Qué quiere que le diga! Por nosotros no hay inconveniente, son normas de la dirección no aguar a nadie la función, siempre que lo hagan con discreción.

-Gracias por la información. Le di veinte duros por recomendación de mi amigo Manolo.

-Dale cien pesetas al camarero, y "tate tranquilo", que, aunque os quedéis en pelotas, no os pondrá ningún, pero.

-Menos mal que Cristina no había escuchado nada, de lo contrario se habría marchado todo cabreada. Pues, aunque moza ardorosa (cómo todas a esa edad) ponen reparos a los líos que de derivan de los indecentes amoríos.

Los veinte duritos que le di al camarero hicieron efecto, ya que nos ubico en el reservado perfecto.

Un sofá donde por lo menos cabían cuatro, o sea, que te podías tumbar.

Dos mesitas en cada lateral para las copas dejar.

Dos ceniceros por si querías fumar.

Una alfombra de hilo en el suelo, y un tabique que no llegaba al techo.

Dos lámparas de metal con dos fanales de escasas bujías; (seguramente para no ver otros lo que allí se hacía) una en cada mesilla...

...Y todo ello en unos cuatro metros por dos, o sea: que no estaba nada mal.

Cristina estaba un poco intimidada, ya que aquello ni por lo más remoto se imaginaba que allí su novio (o sea un servidor) la llevaba. Y cómo observé su mosqueo ante aquello que le parecía propio para el "folleteo", opté yo por dar el "queo". Y con cara muy circunspecta (para que me creyera) le dije poniendo cara de susto:

-Nos vamos Cristina. Que este local no es apropiado para un chico formal. Y no quisiera tener un disgusto.

-Te equivocas Amador. Un local puede ser limpio o sucio, grande o pequeño, acogedor o incómodo; pero la formalidad se les supone a quien los ocupan, no al local.

- ¡Coño! Su reflexión me dejó anonadado. Así, dicho de sopetón ni me la había imaginado. Y para reforzar más mi teoría de que allí nada malo pasaría, le volvía a decir más serio todavía.

-Cristina...

-Dime.

-Soy un hombre y tú una mujer, y este lugar es el apropiado para la lujuria y el pecado. Y si el Demonio de la Carne nos tentara, de ninguna de las maneras de lascivo quisiera ser juzgado. Salgamos de este lugar insano, y vayamos a una cafetería decente que hay aquí al lado. Que ya tendremos tiempo de disfrutar de nuestro amor cuando te lleve al Ara.      (No me lo creía ni yo porque a las chicas de la década de los años sesenta, había que demostrarles formalidad para con el tiempo de ellas poder disfrutar)

-Gracias Amador; ahora si que me siento segura, me has demostrado ser un señor, no un caradura. Ignoremos el entorno que nos provoca, con que me des un beso en la boca me conformo, y nos comportemos de una forma normal, no loca. 

(9,33)