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Recordando al primer amor (Capítulo 14)

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CAPITULO XIV

 

A las seis en punto de la tarde, otra vez en la verja la esperaba. (por la parte de afuera porque entrar a la casa su abuelo no me dejaba)

-Te veo un poco colorada. ¿Algún problema?

-Es que temo que me tomes por una desahogada.

-¡Desahogada! ¿Por qué?

-Por lo del domingo en el embarcadero.

-Te juro que para mí fue muy placentero; pues gracias a tu esmero me dejaste el cuerpo nuevo.

-Pero yo, luego de pensarlo casi me muero.

-No es justo cariño. ¿O ya no te acuerdas del sábado antepasado en el cine Canciller?

-Claro que me acuerdo. ¡Y cuántas veces lo soñé!

-Entonces... ¿Por qué esa penitencia?

-Porque una chica decente, eso a un chico no le debe hacer, y me remuerde la conciencia.

-¡Vaya! Esa sí que es buena. Una chica debe ser decente, y con su novio ser prudente. Una prudencia muy bien entendida... el novio que le satisfaga a la novia "la higa"; pero ella en nombre de recato, no se la puede "menear al novio un rato".

-Parece mentira que no conozcas a la mujer. Una chica decente no se la debe tocar ni a su novio, y de ninguna de las maneras, porque corre el riesgo de que la llamen "pajillera". Que los hombres sois muy cotillas y entre vosotros alardeáis que fulana de tal os ha hecho "una pajilla".

-Pero cariño... le dije poniendo carita de bueno.  ¡Cómo puedes pensar eso de mí!

-Y si mañana me dejaras... ¡Qué!

Te juro, que jamás diría a nadie que tan bien "me la menearas".  Yo no alardeo de las cosas del amor; pues, aunque soy un conquistador, siempre antepongo mi honor ante la intimidad de dos. Nuestros devaneos para nosotros quedan, eso cariño... te lo puedo jurar ante Dios.

-Por cierto, ¿vas a misa? No hemos quedado ningún domingo por la mañana... ¿Eres creyente? Porque si fueras religioso sabrías muy bien que lo que hemos hecho es indecoroso.

Quede indeciso, porque la verdad si sentía temor a lo que nos decían los curas sobre el alma, el Infierno y el Cielo. Por otra parte, normal en aquella época, donde la moral y las sanas costumbres eran la base de la educación. Y que pecar contra el Sexto Mandamiento es pecado mortal.

Pero a pesar de mis temores tenía mis dudas, porque me costaba aceptar, que, el sexo de soltero fuera un pecado del mismo rango que el no robar o no matar. Yo juro que jamás pensé en robar y menos matar a nadie... pero ganas de ... a cada momento.

-Ese tema quería abordar, cariño. Y si antes no lo he tocado es porque creo que es un tema muy delicado, y no quería ahondar en algo tan reservado. Sí, Cristina: soy creyente muy profundo y abnegado, y a mi confesor le he contado nuestros pecados.

-¡Cómo que nuestros pecados..! Serán los tuyos.

-¡Bueno! me refería a los pecados que contigo se han desarrollado.

-¿Los del cine y el embarcadero?

-Sí, cariño, aquellos que nos hicimos con los dedos.

-¡No habrá sido en la parroquia de Covadonga! ¿Verdad? - Exclamó algo asustada.

-Claro cariño, es donde confieso y la Santa Misa oigo, y además con escapulario.

-¡No te confesará el párroco don Hilario!

-No, no, con el párroco no. Dije al ver la cara que ponía. Pero... ¿que es lo que te angustia? Porque has puesto una cara muy mustia.

-Es que don Hilario es mi confesor, y el que me bautizó, y muy amigo de mi abuelo...

-Vaya... dije sorprendido, no conocía esa circunstancia.

-Me aconseja don Hilario... y siempre en primera instancia.

-¿Te aconseja o te confiesa...?

-No me interrumpas. - En casa, (cuando viene a comer) y en el confesionario, siempre me dice lo mismo:

-Cristina hija. Abstente del pecado de la carne. Y por mucho que te tiente el demonio, procura que tu integridad de mujer casta y pura no desarme...

-¿Y tú que le respondes? -Le pregunté con curiosidad

-Le prometo padre, que de soltera no perderé mi virginidad, pues para el hombre que me envíe el Señor, será.

-Y así debe ser Cristina. Pero ¡ojo! en la noche de bodas la perderás, antes no. Y si ese hombre te pide un anticipo, ten presente que Dios no te ha enviado a "ese tipo"; es un farsante, un picaruelo, que seguro irá detrás del dinero de tu abuelo. Ya sabes: nada de anticipos de amores insanos hasta al altar, cogiditos de la mano... Y una vez bendecido ese amor, ya podéis llevar las manos, a todos los tramos.

-¿Sólo la mano? -Pregunté con cierta inquina añadiendo. ¿Y por dónde se orina?

-Calla, calla Amador, que "esa cosa" me da grima, que desde que la tuve en la mano me la nota babosa; y ni aún lavándola con añil, se va esa sensación de allí.

-Eso son manías, Cristina, pues te juro por mi santa madre, que la tengo siempre muy limpia y cristalina...

-¿El qué?

-Pues que va a ser: "la minina".

Cómo sigamos con esta tesitura, se nos va el domingo. Le dije con bastante premura. -Así que vamos a pensar que hacemos, que son más de las siete, y se nos va la tarde en un periquete.

-¿Adónde me vas a llevar?

-A una cafetería de la calle de Alcalá.

 

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