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Lo que la Naturaleza confundió. (Capítulo 1º)

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CAPÍTULO I

Soy un hombre de 45 años, alto, moreno y bastante atractivo a juzgar por el éxito que tengo con las damas. Me casé a los 30 años y fui al matrimonio muy enamorado, por lo que hallé la diferencia entre hacer el amor y fornicar.

Mi vida heterosexual era tan agotadora que harto de tanto fornicar llegué a perder la sensibilidad, pues “mis polvos” eran tan mecánicos que se convirtieron en rutina, pero eso sí, juro que mi comportamiento con las señoras y señoritas fue exquisito tanto en la cama como fuera de ella, y a todas dejé un grato recuerdo; y seguro que más de una, seguirá llevando mi aroma.

Me enamoré de mi mujer porque vi en ella un halo de ternura que me cautivó, no sé, fue (y que me perdone Dios) como la Anunciación. Y en ella quedó rendido y preso mi corazón.

Hacíamos el amor cómo los ángeles. ¡Bueno! No sé cómo hacen el amor los ángeles, y hasta dicen que no tienen sexo, pero como para mí, las relaciones sexuales con mi mujer me parecen angelicales, de ahí la comparación. Pero un buen día…

… No sé cómo vino ni de qué manera llegó… Pero llegó.  Y mi mente se confundió. De repente me sentí mujer y mujer quiso ser. Empezó a subyugarme la idea de tal forma, que de creer que sería una confusión, se convirtió en una obsesión  hasta tal punto, que decidí consultarlo con mi doctora de cabecera

Mi doctora es una mujer muy simpática y abierta a todos los problemas de sus pacientes, por lo que me dio la confianza de consultarle mi problema sin ambages ni rodeos.

-Buenos días doctora.

-Hola Felipe. (Me llama por mi nombre y me tutea, ya que nos conocemos desde hace tiempo y nos une una especie de confianza oculta tras el telón del respeto y de la cortesía) ¿Qué te trae por aquí?

-Algo muy sorprendente y delicado, que no sé de que manera consultártelo.

-¡Vaya Felipe! ¿No será la crisis de los cuarenta?

-Pues ahora que lo dices, pudiera ser. Pero estoy cerca de los cincuenta, y va a más “la crisis”.

-¡Bueno Felipe! Dime cual es ese problema y trataré de resolverlo.

-¡Jo, doctora! Es que el tema “tiene tela”.

-¡Venga Felipe! Qué tú ya estás “curado de espanto”.

-¡Ya…ya..! Pero es un problema sexual que me supera.

-¡Qué a ti te supera el sexo! ¡Oye, oye..! ¿No será una enfermedad venérea? Me dijo la doctora algo alarmada.

-No ¡por Dios! Es más psíquico que físico. Dije balbuceando. Verás Laura (la doctora se llama Laura) me asaltan fantasías que jamás pensé que me acontecerían.

-¡Menos mal que son fantasías! Felipe… En el sexo todo está permitido siempre que se haga entre adultos y con pleno consentimiento y conciencia de los que lo practiquen. ¡Venga! Dime que fantasías te asaltan.

-¡Qué deseo ser mujer! Dije de sopetón y de un tirón.

-¡Hosti tú! (es catalana) eso de ti no me lo esperaba ni de coña. ¿Y desde cuando tienes esas quimeras?

-Desde hace unos cinco años aproximadamente.

-Pues sí, parece que la fantasía tiene más visos de realidad. Y dime Felipe ¿Te preocupa?

-Todo lo contrario, me fascina, pero ahí radica el problema. ¿Cómo doy rienda suelta a esta entelequia?

-Muy fácil… Busca un hombre que te guste y hazlo realidad. Y una vez consumada sabrás si era sólo un ensueño o sólo una figuración. No existe otra prescripción Felipe. Da rienda suelta a esa fantasía y después sabrás la realidad de la misma. Y cuanto más tardes, más grande se hará y más difícil de abordar.

Salí totalmente convencido que no había otra solución, y decidí llevarla a la práctica, pero había que salvar otro escollo: mi mujer. Jamás haría algo de esta naturaleza a sus espaldas, por lo que decidí no hacerlo sin que ella lo supiera. Así que decidí hablar con ella con total sinceridad.

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