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Lo que la Naturaleza confundió. (Capítulo 2º)

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CAPÍTULO II

Una noche de esas tranquilas que estábamos los dos solos en casa, vi la ocasión propicia para abordar el problema. Ella viendo la tele y yo simulando que leía un libro, pero lo que hacía era buscar las formas de cómo explicarle tan arduo problema.

-Isa (se llama Isabel)

-Dime Felipe

-Tengo que consultarte una cosa que me atormenta desde hace años y ya no puedo ocultarla más. Me miró con una expresión un tanto irónica que me sorprendió. ¡Coño! ¡Es qué sabrá de mi problema! Pensé. Mi mujer sabe más por lo que calla que por lo que habla.

-Tú me dirás Felipe.

Al ver que no me salían las palabras, que estaba más colorado que un tomate y que balbuceaba, me dijo.

-Tranquilo Felipe, que me imagino lo que es.

Ahora si que se me “cayeron todos los palos del sombrajo”. ¡Mi mujer sabe lo mío! Quedé agilipollado.

-Sí cariño, sí. Aunque lo has llevado en secreto no has podido evitar que la expresión de tu cara y tus actos te delataran.

-¡Coño Isa! ¿De qué actos hablas?  -Dije airado

-¿Quién anda en mi armario? ¿Quién se pone mis braguitas y mis sostenes? ¿Quién se mete zanahorias por el culete?

Quedé petrificado, totalmente anonadado ¡Tierra trágame! Pero cómo cojones sabían mi mujer eso. Y además era cierto ¿de alguna manera lo averiguó?  Al verme al “borde de un infarto” me tomó de las manos y me dijo con su “carita de virgen”:

-Tranquilo mi amor, que yo te ayudaré a realizar tu fantasía.

-¡Dios, que grande eres! Dije mirando al techo. (A falta de cielo) ¿Y cómo, cariño…? ¡Cómo!

Cuando nos acostemos lo sabrás. Me dijo muy convencida y sabiendo lo que decía.

Me suelo acostar como media hora antes que Isa. Mientras ella “se quita los potingues” de la cara yo leo algo. Al llegar a la habitación me encuentro una braguita rosa mona y un sujetador a juego marca “Cacharel” encima de la colcha y una nota que pone: “Póntelas vengo enseguida”. El corazón se me salía de la caja.

Al rato llega, pero en vez con uno de sus picardías, viste con uno de mis pijamas. Y lo que me alucina: “se notaba un bulto en la bragueta”. -¡Hostias! ¿Pero qué coño es esto? (Bueno, lo que parecía no era precisamente un coño)

-Prepárate “puta mía” que te voy a follar como jamás te han follado. Me dice a la vez que se baja los pantalones del pijama, y porta un arnés bien sujeto a su cintura con una verga rosada que parecía de verdad. De unos 22 cm calculé a simple vista.

No daba crédito a mis ojos; “mi santa”, la pureza, la virtud de todas las virtudes, la decencia y la moralidad; la que me pedía que apagara la luz cuando hacíamos el amor porque le daba vergüenza que viera su cara en el orgasmo… en un momento se había convertido en la hacedora de mis sueños.

-¿Cómo te gustaría que te llamara, puta mía? Me dijo susurrándome al oído. Esas palabras desbordaron mis sentidos y me sentí “la hembra” más feliz del Mundo.

-“Sonia”, llámame “Sonia”.

-¡Ummm! Sonia precioso nombre de mujer. ¿Y sabes cómo me llamo yo?

-Me gustaría llamarte “Sergio”.

-Pues soy “Sergio”. Tu “Sergio”.

¡Joder, joder, joder con mi mujer! Jamás hubiera pensado que se podría comportar sexualmente de esta manera. Apagó la leve luz rosada de la mesilla de noche y me entregué a ella como la adolescente que la van a desflorar.

Me abrazó y posó sus labios sobre los míos, y me sobresalté al notar un suave cosquilleo en mi boca, y exclamé algo extrañado.

-¿Qué es esto? ¿Qué te has puesto en la boca que pincha?

-¿No querrás que te besen los labios de una mujer, verdad?

-¡Joder, joder y mil veces joder! ¡Pero que tía! ¡La madre que la parió! ¡Pero si todo lo tenía previsto! ¡Cómo sabía la muy lagarta que tarde o temprano llegaría este día! Cuando apagó la luz se colocó un bigote casi real, pues al besarme sentí los labios de un tío. Ese bigote circundando mi boca… Esas cosquillitas… ¡Qué rico! Pero que puta me sentía… ¡Y qué feliz!

Me aferré más a su boca, quería sentir ese bigote… y me creí como Vivien Leigh estrujada por aquel beso enorme que le dio Clark Gable en la película “Lo que el viento se llevó”. Ni el más macho de todos los machos me estaba haciéndome sentir hembra como me hacía sentir mi mujer. Estaba en la cima de la locura; en el pináculo de las sensaciones placenteras; al borde de la locura; en el pórtico de la Gloria; en el éxtasis de los sentidos.  Y entonces comprendí, que ser mujer es lo más sublime de la creación. Fue el beso interminable.

-Te voy a penetrar “Sonia”, pero no sientas temor, que voy desvirgar "el chochito" de una forma que sólo vas a sentir placer.

-Entregada estaba; el hombre que vivía en mí desde hacía 45 años se esfumó de mi mente. Era una mujer, una hembra en celo; una puta de lujo que seguía el juego con el “macho” que se había convertido Isabel

Me situé boca abajo: no sé, pero instintivamente alcé el culete como presintiendo la penetración inminente, y alcé las nalgas un poco más para quedar en la posición ideal para a quien le van a sodomizar. Algo blando y viscoso circundaba mi esfínter. ¡Dios… no! Toque aquello con mi mano… ¡Y era su lengua … que me estaba lamiendo el ano...!

¡Qué placer más inusitado! ¡Qué gusto más refinado! ¡Repicaba en mi ojete como un cascabel...! Y por los adentros me pregunté ¿Dónde habrá aprendido esto Isabel? Me dejé hacer… su lengua lamía “mi miel”  ..Y cuando  ya no sentía nada más que placer, algo me estremeció…  No sentía dolor, pero sí una extraña sensación; ese bombeo del pene de “Sergio” (recuerden que es el nombre que le he puesto a Isabel) me confundía… ¡Pero ¡cómo lo sentía! -¿Disfrutas “Sonia”? Sólo te tengo metida la mitad ¿quieres que te la meta toda?

-Si “Sergio”, amor mío, chulo mío, penetra mis entrañas, taladra “mi vagina”, rompe las paredes que la confinan, métela hasta el fondo, que no se salga. Quiero sentir tus testículos pegados a mis nalgas.

Los míos reventaban y mi pene casi sangraba… y mientras “Sergio” sin parar mis entrañas bombeaba, yo me la restregaba con la almohada que me la había colocado como sostén para que estuviera bien atrapada. De pronto noté como un líquido caliente mis intestinos inundaban…Era el “semen” simulado que a través de un bombeo en el artilugio todo mi vientre se inundaba.

Y allí quedé, lasa, desfallecida, abatida… Después de una bestial corrida.

(8,93)