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Mis cuentos inmorales. (Entrega 13)

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Capítulo 4

 

Lo que pasó después

Quedé tan conmovido después de aquella tarde con Sara, que me sobrevinieron grandes dudas.

-Si no estaba enamorado de ella, ¿por qué no la apartaba de mi pensamiento?

Con veinte años, y creyendo que el mundo femenino es inmaculado y blanco como la Virgen María; pues como ya he apuntado, creía que las mujeres vienen al mundo para se esposas ejemplares y madres abnegadas, la actitud de Sara me sobrepasaban.

-¿Seis años de novia, y folla conmigo que me acaba de conocer? -¡Pero si es un chica muy decente!

No es de extrañar que, a esa edad, y educado en un sistema represivo sexual en donde la pureza y la castidad decían que eran virtudes imperecederas de la mujer española, me asaltara muchas dudas respecto a ellas; pues no podía asumir el hecho que en el sexo tuvieran los mismos deseos que los hombres.

Como ya he dicho antes comía en la fonda del tío Nicasio, que estaba en las proximidades del cuartel. Y que tenía dos hijas, y que la pequeña. Estibaliz, me miraba con buenos ojos; pero era feilla y con un cuerpo que parecía un armario, y la cara siempre colorada.

Debería estar pendiente de mi llegada, porque nada más entrar por la puerta, salió a recibirme.

-¡Hola Félix! Te he preparado un estofado de carne que te vas a chupar los dedos.

Más tarde entendí, porque no me avergüenza decirlo, que era (y sigo siendo torpe para descifrar lo que piensan las mujeres), que Estíbaliz trataba de conseguirme a través del estómago, ya que evidentemente a través de su físico era imposible; porque estaba a años luz del tipo de mi mujer ideal.

-Te lo agradezco Estibaliz, porque vengo de hacer un servicio y traigo más hambre que un perro flaco.

Pasé al comedor; había una mesa alargada rodeada de sillas donde todos los comensales comía juntos, como en familia.

El señor Nicasio me miraba desde la esquina de la mesa donde se sentaba habitualmente. Seguro que sospechaba la actitud de su hija hacia mí, y la madre seguro que más; pero como yo iba a zampar no me entera de nada; hasta el punto que mis miradas eran sólo para el aquel plato de estofado, ignorando el mundo que me rodeaba en ese momento.

Cada vez que Estibaliz pasaba por mi lado me rozaba con su culo gordo, pero yo a lo mío: al estofado de carne. La verdad que ni me planteaba follar con ella. Sara estaba incrustada en mi mente, y no sabía como quitármela.

Luego contaré lo que me pasó con ella. (Con Estibaliz)

 

La actitud de Sara después de aquello

Lo que me extrañó es que seguía con su novio, al que veía casi todos los días, y me ignoraba. Pensé que había satisfecho conmigo un deseo pasajero, y una vez realizado ¡Hasta luego Lucas!

La verdad, que lesionó mi orgullo; el pensar que una mujer me hubiera utilizado sexualmente no entraba en aquellos parámetros míos de medir el amor puro y verdadero.    Una mujer decente es incapaz de hacer lo que hizo Sara. Pero como vivíamos en la misma casa, eso de verla a cada momento me llevaban los demonios.

Un día, a la hora de la siesta en donde el silencio era el rey del cuartel, llamó a la puerta de mi pabellón.

-¡Cariño! ¡Mi amor! Me dijo echándose a mis brazos. No sabes lo que estoy sufriendo.

-Más sufro yo con tu actitud tan distante.

-Calla, calla... amor mío... qué no sabes lo que pasa.

-No me asustes... ¿Qué es lo que pasa?

-Mi madre, que está muy mosqueada, se huele algo entre nosotros, y no me quita ojo. Vamos a dejar pasar un tiempo hasta que deje de vigilarme.

-¿Pero no me dijiste que estabas dispuesta a todo por mí?

-Sí, mi amor lo estoy, pero tenemos que esperar a que yo vea el momento oportuno, llevas muy poco tiempo aquí. Debemos esperar, ten paciencia mi amor. Y ahora me voy, que no me fío de mi madre.

-¡Pero no vamos a hacer el amor!

-No cariño, ahora no puedo, además estoy con la regla.

Me tumbé sobre mi catre pensando en ella, y al final no puede evitar masturbarme rumiando sobre todo en su coñito tan jugoso y en sus tetitas pequeñas de pezón tipo cereza, ya que cuando me lo metía en la boca me parecía eso: una guinda.

Llegó la primavera, y si la sangre altera la mía hervía; necesitaba una mujer pero no sólo para follar, la necesitaba para que llenara con sus besos de amor mi alma lastimada.

 

Aquellas mocitas de la localidad

Pido otra vez disculpas a mis lectoras por mi petulancia, pero de verdad, el uniforme me sentaba tan bien que las nenas de aquella pequeña localidad me miraban con disimulo, y algunas mamás también.

Sara seguía viéndose a diario con su novio, y ya no hacía por verme como al principio; lo cual me demostraba que si aquel día se jugó el tipo por follar conmigo, es que ya no le inspiraba el deseo de estar eternamente a mi lado, tal como me juró aquella tarde cuando estaba entre sus muslos.

El problema de estar con Sara se complicó, ya que a finales de marzo se incorporó al cuartel otro guardia soltero; por lo que tuve que compartir el pabellón con él. Se llamaba Timoteo, y era algo mayor que yo, calculo que unos cinco años.

Después de las presentaciones de rigor me preguntó por la vida en general de la localidad.

-¿Qué tal la vida aquí?

-Muy tranquila Teo; (le llamábamos así) del cuartel al servicio y del servicio al cuartel; y a comer y cenar al Mesón de Nicasio.

-¿Y de chavalas, que tan anda el pueblo?

-¿Llevo poco más de dos meses aquí, y la verdad, que no me he preocupado mucho de ese tema?

-¿Es que tienes novia en donde vives?

-Vivo en Madrid, y no tengo novia.

-¿Y aguantas "sin meter"?

-Ya me dirás que voy a hacer.

-Mira, mañana es domingo, y si te parece después del servicio nos damos una vuelta por el pueblo.

-Me parece muy bien. Pensé en ligarme a una chavala para darle celos a Sara. Y así fue; no nos fue difícil ligar dos chavalillas preciosas y jovencitas que estaban sentadas en un banco de la plaza, no tendrían más de dieciocho años.

-Disculpad nuestra tardanza. Dijo Teo dirigiéndose a las mozas.

Ellas y yo, nos quedamos un tanto extrañados de su salida. Éste mirándome me dijo.

-Félix, ¿pero no eran las mozas con las que habíamos quedado?

Comprendí, y las chicas también, y se rieron.

-Pues ya hemos llegado, siguió con la broma.

Obviamente les caímos muy bien a las chicas porque nos invitaron a sentarnos en el banco después de las obligadas presentaciones. Instintivamente me senté al lado de Silvia, la más jovencita; una preciosidad de niña.

Mi intención era pasear por las inmediaciones del cuartel para que Sara me viera paseando con ella, y así fue.   Estaba conversando con su novio en la misma puerta; con ellos sus padres (el brigada y su madre) y como es preceptivo hicimos el saludo de rigor.

Sara, me pareció que no le afectaba para nada verme con una chica bastante más joven que ella, pues no observé ninguna reacción en su rostro. Pero en el de su madre si me pareció observar un gesto de animadversión; o me lo pareció. No sé, pero me dio que pensar.

 

Al día siguiente.

-¡Vaya, vaya, Félix! Ligando a las mocitas del pueblo. Me dijo Sara aprovechando que ese día estaba de servicio de puertas.

-Bueno, le dije con cierta indiferencia. Ya que me has olvidado, que para ti sólo fui un capricho, he de buscarme una amiga al menos para pasear;

-Ahora no puedo hablar, y estás de servicio. Después de comer te espero en la arboleda detrás del cuartel, y te cuento.

Justamente detrás del cuartel había un frondoso bosque. Sentado en la base de un árbol y apoyado en su tronco esperaba la llegada de Sara. No me hizo esperar mucho, ya que se presentó enseguida. Se sentó junto a mí, a mi derecha.

-Mi amor, ¡qué ganas tenía de estar contigo! Me dijo con los ojos húmedos.

-Pues la verdad Sara, no me lo parecía.

-Cariño compréndeme. Llevo más de seis años con mi novio, estoy a punto de casarme, y romper con todo esto necesito tiempo, y sobre todo que tu estés decidido a casarte conmigo.

Reconozco que se me pusieron los pelos de punta; eso de casarme a los veinte años me parecía algo totalmente fuera de lugar; y en los ojos de Sara vi que estaba decidida a dejar todo por mí. Pero como tenía unas ganas terribles de follar, reconozco que fue un canalla. Le dije.

-Mi vida, estoy loco por ti, a la vez que juntaba mis labios a los suyos.

Me abrazó de una manera apasionada y casi llorando. Comprendí que estaba viviendo un drama, y que era sincera. Pero en ese momento a mí lo que me importaba era follar. ¡Qué inconscientes son los 20 años!

Introduje mi mano izquierda entre sus piernas buscando sus humedales, a la vez que se me ocurrió una terrible maldad para ganar sus favores.

-Mi amor, creo que tengo la solución para solucionar los problemas que nos impiden estar juntos.

-¿Cual? Me dijo con un brillo de esperanza en sus ojos.

-Dejarte embarazada.

Quedó perpleja, pues no esperaba esa solución, pero después de pensarlo unos segundos, me dijo.

-Pero Félix, ¿Estás seguro de lo que dices?

-Creo Sara que es la mejor solución. Tu novio te dejará, y tus padres no tendrán más remedio que aceptar al padre, que evidentemente soy yo.

Calló, y algo raro me olí, ya que apartó los ojos de los míos. Y cosa rara en mí entendí su silencio. Pero que ingenuo soy. Si Sara follaba con su novio casi todos los días, pues casi todos los días se veían... ¡Cómo iba a demostrar que yo fui el que le dejé embarazada!

Me leyó el pensamiento, y me dijo con la voz entrecortada.

-Mi vida, es que... me acuesto con mi novio... ¿Comprendes?

-Ya, o sea ¿Qué lo más lógico es que tu novio fuera el padre?

Y aquí se acabó la conversación, pues perdí el conocimiento; pero no fue de la impresión de lo que me dijo Sara, fue del terrible batacazo que me dio su madre con una estaca y que me abrió la cabeza.

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