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Mis cuentos inmorales. (Entrega 14) Capítulo 6

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Capítulo 6

 Mi vuelta a Madrid. (mayo de 1961)

Volví al Madrid de mi alma con cierto sabor agridulce de aquella localidad alavesa en donde fui destinado; y que en tan sólo cinco meses viví dos aventuras tan intensas que me hizo ver el mundo femenino tal como es, no tal yo creía que era. Tenía la creencia (como he repetido muchas veces) que para la mujer el sexo era consustancial con el amor; es decir, que la mujer sólo ama, hace el amor. No folla.

Pero ¡Sí! Sí! Estibaliz sabía muy bien antes de entrar en mi alcoba que me marchaba para siempre de allí. ¿Qué es lo que la motivó a que un joven diez años más joven que ella la desvirgara?

Estaba muy claro, que fue la llamada del sexo lo que le motivó, ¿O quizás la desesperación? Evidentemente unido a la elección del hombre que tuviera ese honor; no creo que se hubiera ido con cualquiera. Pero con 30 años, una mujer que no ha sido desvirgada todavía, debe ver su futuro con cierta hipocondría, y le llegará el momento que rompa con sus conceptos morales y haga lo que hizo Estibaliz conmigo.

Lo de Sara si que fue algo insólito. ¿Cómo una mujer con seis años de novia de un alto ejecutivo, pudo perder la cabeza por un chiquillo de 20 años por muy guapo que fuera?

Esas dos experiencias sexuales me habían hecho reflexionar sobre la conducta femenina; pero la de Estibaliz mucho más. No sentí ningún deseo sexual por ella durante todos los días que me servía la comida y la cena en la fonda de su padre; sin embargo, le amé, Sí, hice el amor con ella la última noche. ¿O quizás fue un simulacro del amor? No lo sé, la verdad.

Allá donde estés, te mando un cariñoso beso, y ¡ojalá! hayas encontrado el amor verdadero. Lo mismo te deseo a ti, Sara.

Aquellas chachas de la calle Amador de los Ríos

Vine destinado al destacamento del Ministerio de la Gobernación, ubicado a la sazón en esta calle Amador de los Ríos.

Justamente frente a la puerta principal se hallaba (y se sigue hallando) uno de los restaurantes más famosos de Madrid, y en los pisos superiores viviendas de lujo.

Cada vez que me tocaba hacer el servicio en mencionada puerta, observaba como desde una de las ventanas de la finca de enfrente dos chicas de servir (chachas) me hacían señas y se reían. Pero mi mentalidad con respecto a la mujer estaba por encima de aquellas chicas, por lo que no les hacía caso, ya que en mis días libres me dedicaba a ligar a otras de mi agrado.

Pero resulta, que, con ninguna de las que ligaba en los sitios que frecuentaba conseguía pasar más allá del beso y algún toqueteo indirecto; y como no quería compromenterme con ninguna para llegar a mayores, no tenía un chochito donde meterla sin más compromiso que el placer mutuo.

Y después de conocer intesamente los goces que concede el contacto carnal con mujeres como con Sara y Estibaliz, eso de "meneármela" ya no me satisfacía.

-¡Joder! Vengo de un pueblo pequeño y me he follado a dos tías. Y aquí en Madrid no "me como un colín". Pensaba. Así que me plantee el hacer caso a aquellas dos chachas que me provocaban desde la ventana; al fin y al cabo, también tendrían dos chochitos jugosos, y no parecían feas.

 Tenía tres o cuatro servicios de guardia a la semana en la puerta ya mencionada; por lo que me propuse "estar al loro". Pero seguro que ellas estaban "más al loro" que yo.

¡Efectivamente! Nada más hacer el relevo al compañero, y plantar mi metro ochenta y mis setenta y cinco kilos de peso en la esquina derecha de la puerta del Ministerio, ya estaban las doshaciéndome las señitas con las manos y las caras.

Obvio que tenía que mantener una postura circunspecta y estar pendiente del personal que entraba y salía, por lo que no debía abandonarla y mantenerme firme; así que opté por mirarlas directamente, y levemente movía el cuello de izquierda a derecha y viceversa para decir que si; y de arriba abajo y viceversa para decir no.  Entendieron a la primera mis gestos.

Me dijo una de ellas por señas, que a las doce de la noche me esperaba en el portal de su casa; le dije que sí con la cabeza.

El portal, como dije antes estaba justamente frente al Ministerio, por lo que sólo bastaba cruzar la calle. A la sazón existía en Madrid la figura del sereno; una especie de vigilante nocturno que se encargaba de cerrar los portales de la finca a las diez de la noche; y naturalmente de atender a los vecinos que llegaban después del cierre de los mismos, con la consiguiente propina preceptiva. Y también de mantener el orden en su distrito durante toda la noche.

Hacía una noche fresquita, por lo que me puse la capa y me dirigí al lugar del encuentro; allí estaba la que dijo llamarse Celia, detrás de la verja con cristales del portal de la finca; en la penumbra y con la luz apagada.

Me abrió la puerta y me llevó a un cuarto trastero que se hallaba en los bajos del edificio.

-Aquí nadie puede vernos a estas horas, porque este cuarto solamente lo utilizamos la cocinera y yo. Disculpa, me llamo Celia.

-Encantado Celia. Me llamo Félix.

-Encantada Félix, ¿Sabes que eres más guapo de cerca que desde mi ventana?

-Yo sólo te veía medio cuerpo, pero ahora al verte entera, maldigo la hora en que no te conocí antes.

-Pues las veces que me insinuaba desde la ventana, y tú ni caso.

-¡Bueno! Comprende que mi situación es delicada, estando de guardia no podemos hacer estas cosas. Le dije para salir del paso.

Estaba maciza la tía, de unos treinta y cinco años aproximadamente, sobre todo de tetas, eran descomunales, por lo menos, un contorno de 120 centímetros de pecho.

En el trastero, de unos doce metros cuadrados había un sillón que estaba pendiente de que se lo llevara el chatarrero, pero que en ese momento me vino de perlas, ya que follar de pie es incomodísimo.

Me quité la capa que dejé encima de unas cajas. Los ojos de Celia estaban encendidos y me miraba con unos deseos reprimidos. Mis ojos no se apartaban de sus pechos.

-¿Te gustan? Me dijo al darse cuenta lo que mis ojos contemplaban atónitos.

-Toma mi amor, son tuyos. Me dijo a la vez que se abría la blusa y se desabrochaba el sujetador.

Emergieron dos enormes tetas, que al verse liberadas del opresor sostén parecían que querían dominar aquella pequeña estancia con su exultante tamaño. ¡Joder! que dos tetas, por poco me mandan contra la pared al liberarse del sujetador. Pero lo que me dejó estupefacto fueron los pedúnculos ¡Madre mía, que par de pezones! Parecían dos cerezas del Valle del Jerte. *

-¡Chupa, mi amor! ¡Mama!

Y Félix mamaba de aquellos botones con la misma ansia que un choto mama de la ubre de su mamá vaca.

Se sentó en aquel sillón, y adoptó una postura parecida a la que ponen las mujeres cuando las ausculta el ginecólogo: el culo en el borde, y las piernas cada una bordeando los brazos del mismo.

-Uffff. ¿Se imagina el lector/a donde quedaba el coño?

Me bajé hacia aquel manantial con el ansia del sediento ante la fuente de agua cristalina.

Quizás sea mi sentido del olfato el más desarrollado a la hora de hacer el amor. Desde luego que la vista y el tacto se subliman ante la contemplación de un cuerpo femenino Pero el olfato, me arrebata. El aroma de la vulva, me exalta. Ya he dicho, (página 27) "El chichi de la otra Carmencita" despué de libar de su fuente del amor, que no concebiría hacer el amor sin antes haber disfrutado y llenado mi olfato de los aromas de mujer en celo.

El olor natural que desprende una hembra caliente, me enajena, me transfiere a otro mundo, me traslada al "Valle de los Aromas Divinos". No sé como todavía no se ha comercializado el "aroma de coño". Y lo que sería el summun, que las famosas actrices igual que prestan sus rostros y cuerpos para la publicidad, prestaran sus exudados naturales para venderlos en frasquitos pequeños. Por ejemplo: "aroma del coño Ava Gadner" o: "Perfume del coño de Marilyn Monroe".

Yo hoy compraría la "fragancia del coño de Sharon Stone", el de Angelina Jolie, o Julia Roberts. Las evocaciones que transportarían a la mente serían sublimes. Hacerse "un pajote" oliendo el aroma del chumino de tu actriz preferida, sería una pasada.

-Como iba relatando: al ver a Celia de la guisa que se pueden imaginar debido a la postura en que se hallaba, me causó una escalofriante impresión debido a que como las mujeres de aquellos años sesenta no se afeitaban el pubis y aledaños, "aquello" parecía un bosque; no se veía por ningún lado "la raja".

Se dio cuenta de mi incertidumbre, y con los dedos medio e índice de ambas manos, se separó los pelitos y se lo abrió.

-¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! que pedazo de chocho. Rojo como el carmesí y el fuego.

-Por aquí la puedes meter, cariño, para que no te pierdas.

-Gracias Celia, porque la verdad, encontrar el camino entre esa espesura, no es nada fácil.

Me arrodille hasta situar mi miembro viril a la altura adecuada, perpendicular a la entrada de su vagina; me la apuntó con su mano derecha, y yo sólo tuve que empujar para que entrara hasta los mismísimos testículos, que se balanceaban como un péndulo de reloj de pared debido a la posición, ya que quedaban colgando por la postura adquirida.

Me estaba resultando un polvo desagradable, ya que el follar para mí es un rito en el que hay que rodearse del marco adecuado; no necesariamente entre sábanas de satén y alfombras persas ¡Pero coño! si al menos en una habitación limpia y con una cama de sábanas blancas.

El caso es, que, al sentirme ridículo en aquel cuarto trastero, con una bombilla colgando de un cable desde el techo, unido a que me dolían los riñones por aquella posturita tan atípica, se me bajó.

-¿Qué te pasa cariño? ¿Es que me vas a dejar a medias?

-Lo siento Celia, pero no puedo.

-¿Es que de repente te he dejado de gustar?

-No-cariño, es que me supera el ambiente. ¿No podíamos subir a tu habitación?

-Es que duermo con Josefa, la cocinera, y no sé si ella...

-Seguro que, si le propones hacer un trío, acepta.

-Eso es lo malo, que la muy puta tambiénanda detrás de ti.

-¿Eres celosa, Celia?

-No, no, pero lo que jode es que no me jodas ahora.

-Comprende cariño, que tú te mereces una noche de amor mejor que esta Le dije para conformarla, y añadí.

-Mira mi amor, el día que libremos los dos, te llevo al mejor hotel de Madrid, (mentira y gorda) y lo pasamos de lujuria.

-¿De veras mi amor, que no se te ha bajado porque no te gusto?

-Al contrario, cariño, se me ha bajado porque tú te mereces que te folle como a una princesa. Me gustas con locura.

Parece que se conformó. Se subió las bragas y yo los calzoncillos y quedamos para otro día follar como Dios manda.

 

* Valle del Jerte, Valle de la provincia de Cáceres, cerca de Plasencia, famoso por sus cerezas.

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