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Cuando salí de cuba

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Mi madre me tuvo siendo muy joven. Creo que con 15 años.

Pasé muy poco tiempo con ella en la isla. La recuerdo vagamente. A los cinco años me marché y me quedé con mi abuelo viviendo en Florida.

Diez años después este abuelo murió y me quedé solo. Éste fue el motivo por el que mi madre se decidió a marcharse de la isla para siempre para venirse conmigo.

Mi madre era una mujer todavía muy joven, de 30 años. Siempre había estado soltera. Yo era entonces un adolescente. Callejeaba mucho y era muy gamberro. Ya había tenido novias y bastantes, por no decir muchas experiencias sexuales.

Nada más llegar mi madre me dio un fuerte abrazo.

―Creía que no te iba a reconocer- me dijo.

―Yo era alto y musculoso.

―¡Qué cambiado estás!

―Mi madre era muy atractiva, sensual y tenía dos pechos muy abundantes.

Me dio un beso en el rostro y me embriagó con su perfume. Llevaba un vestido negro precioso.

La verdad es que mi madre y yo éramos dos desconocidos. En todo caso nuestra relación se parecía más a la de un sobrino y una tía que hubiese conocido en mi infancia. Nos unía el que los dos éramos morenos. Llevábamos muchas sangres diferentes.

Una vez instalada mostraba su preocupación por mí.

―No me gusta verte con esas pandillas con las que vas- me dijo.

―No debes preocuparte tanto por mí.

―Pero soy tu madre.

―Eres una desconocida.

―¿Vas a la escuela?

―Si. Claro que voy.

―¿Vas con chicas?

―Sí.

―¿Con una o con varias?

―Con varias.

―¿Y te acuestas con ellas?

En ese momento me quedé sin saber contestar. La pregunta me había dejado avergonzado.

―Callas, eh, eso demuestra que sigo siendo tu madre.

―Sí me acuesto- le dije.

―Esto no la sorprendió porque ella también había hecho el amor desde muy joven.

Como había pasado solo varios meses solía traer chicas a casa pero a mi madre no le gustaba.

―Acuérdate de lo que me pasó a mí- me decía.

También me olvidaba de dejar la puerta del baño cerrada. Así en una ocasión mi madre me encontró desnudo. Y daba la casualidad de que estaba empalmado. Ella no pudo evitar ver mi cuerpo musculoso y mi polla de 19 centímetros. Creo que se puso bizca cuando la miró.

Un día me estaba bañando y se me olvido de nuevo poner la cerradura. Oí abrir la puerta y dije:

―No mama estoy aquí- le dije.

Oí cerrar la puerta. Y de pronto unos pasos y un descorrerse la cortinilla de la ducha. No me sorprendió porque lo había intuido. Sabía que se había quedado dentro.

Mi corazón se aceleró asustado al ver como ella se metía en el espacioso baño, frente a frente. Estaba desnuda y pude ver sus tetones. Eran más grandes que los de cualquiera de mis novias.

―Márchate mama déjame- le dije.

―¿Te masturbas mucho?

―No me quitaba los ojos de mi polla.

―No me hagas esas preguntas por Dios.

―¿Cuántas veces lo haces?

―Entonces me cogió con fuerza de los brazos y me dijo:

―Has de saber que me he sentido muy sola en la isla. Me he encontrado con hombres malos que abusaban de mí o que no sabían darme lo que les pedía. Cariño, ternura, deseo.

Cuando dijo deseo los ojos se le entornaron.

―Déjate hacer, déjate. Sólo es por esta vez- me dijo.

No sabía que hacer. Mi pene estaba en erección a punto de explotar por lo joven que era entonces. No era capaz de resistirme. Y era lo suficientemente inmaduro para hacer cualquier locura.

Metí mi dedo índice en su coño y ella pego un respingo. Estaba mojadísima y loca.

Para corresponderme ella se puso a pajearme mi polla con los pies. Era toda una experta. Me pareció que mi madre era puta. Le metí el dedo índice de la otra mano en su culo. A ella le encanto. Esto se lo solía hacer siempre a mis compañeras.

Se puso a hacerme un pajote fenomenal con las dos manos y echándole gel. Estuve a punto de correrme.

Así sin más se levantó y yo también y se la metí por el culo, ayudado por el gel. Yo ya era un experto y ella también. Por eso entro tan fácilmente. Nos enloqueció a los dos.

Sin embargo nos sentíamos reprimidos. No nos decíamos nada. Y procuramos controlar nuestro gemidos o jadeos de deseo. Se escuchaba el agua.

Se la saqué y le comí a besos y lengüetazo las tetas.

Al tiempo su mano parecía estar pegada a mi polla y no me la dejaba en paz, especialmente mi capullo. Comenzó a jadear con fuerza hasta que se corrió. Después se puso a chupármela, haciéndolo hasta el fondo y con la lengua. Era mucho mejor que todas mis amigas. Intercambiaba sus succiones con el pajeo con las dos manos. Yo cerraba los ojos del gustazo que me estaba dando. Con la mano izquierda me apretó los huevos con suavidad.

Me hizo algo que no me habían hecho antes y que sé que les gusta a varones mayores que yo. Me metió un dedo en el culo. Me encantó.

Me obligo a sentarme en la bañera y colocó su coño para que se lo chupase. Cuando lo hice se volvió a correr.

Se dio la vuelta y me la follé así. Por fin mi polla dentro de su coño. Era húmedo y calentito. No pude aguantar mucho y me corrí dando un alarido y con un espasmo. Jamás he vuelto a sentir algo así en mi vida. Me pareció eyacular tres veces seguidas.

Mi madre se levantó, me beso en la cara y me dijo:

―Esto no lo volvemos a hacer más. Te lo juro.

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