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La dulce cálidez de sus braguitas

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Ella era demasiado bella para mí y el dulce olor de su sexo se diluía entre los brazos de otro hombre, odiaba tender la ropa pero era la única excusa que tenia para ver de cerca esas nalgas carnosas que pedían a gritos mi semen.

Desde mi perspectiva y ayudado por sus falditas cortas podía distinguir perfectamente sus blancas braguitas, siempre estaban bien colocadas pero yo esperaba el día en el que por algún accidente aquella morbosa tela dejara al descubierto unos labios que en mi calenturienta imaginación se abrirían invitándome a un festín de sexo.

Cada vez que se agachaba a recoger una prenda yo descubría alguna arruga sinuosa, un nuevo camino para perderme en su calido volcán, casi podría decirse que conocía su salvaje cuerpo mas que su propio marido, dado que había dibujado el mapa de su piel cual satélite de reconocimiento.

Sabía perfectamente que no la molestaba que mis ojos se fijaran en ella y me gustaba pensar que después de exhibirse frente a mí se pajeaba a gusto que era justo lo que hacia yo.

Sus pechos eran más bien grandes y sumamente carnosos, le colgaban siempre sin sujetador y yo podía comprobar su grado de calidez ayudado por la erección de sus pezones.

Aquel día estaba más guapa que nunca, recuerdo que fue un mes de mayo extraordinariamente caluroso, yo estaba asomado al balcón con un minimalista bañador por el que casi se me escapaban los resbaladizos testículos y ella yacía reclinada en una hamaca, al principio el golpe de vista no me dijo nada nuevo pero tras una nueva pasada observe con regocijo que por única vestimenta tenia unas minúsculas braguitas, deliciosamente recogidas en su rajita; me comenzaron a temblar las piernas por lo que me senté en una silla estratégicamente situada para la ocasión. Ella tenia los muslos entreabiertos y gracias a ello se podía ver maravillosamente como en su monte de Venus se iniciaba una especie de vereda por la que si no fuera por la distancia descendería mi semen como un torrente

No sé si seria el calor o la emoción del momento pero me sorprendí a mi mismo con una terrible erección que me delató al instante pues mi pene se escapó libre del bañador, buscando sin duda la dulce calidez de sus bragas, al principio me azoré bastante, era imposible que mi vecina no se hubiera dado cuenta de todo, pues, aunque a pesar de la distancia, su punto de vista era inmejorable.

Hoy cuando rememoro todo esto sigo preguntándome con curiosidad porqué jamás nos sonreímos, daba igual que nos cruzáramos en el ascensor o los pasillos, únicamente nos mirábamos, yo no sabia que aquella era la ultima vez que la vería, eso lo descubrí mas tarde, pero ella se despidió de mi con una fanfarria de fuegos artificiales, lo primero que hizo fue abrirse de piernas, lo justo para que una burbuja le abriera un de las esquinas de su braguita dejando ver una sonrosada vagina llena de calidos jugos, ella entonces introdujo sus dedos para acariciarse pero no de forma ordinaria sino con un movimiento pícaro, su dedito a veces se hundía entre sus labios, yo mientras tanto estaba intentando ocultar mi pene pues al tenerla tan idealizada me parecía una situación poco sutil, mis huevos chorreaban y solo de pensar en sus bragas ardiendo bajo el sol tuve una explosión incontrolada de leche, ella al verlo se quito con suavidad las braguitas y al principio traviesamente me dio la espalda, estaba lindísima con su lindo culo enrojecido, comprendo que puede parecer extraño pero a pesar de la distancia yo podía recoger del viento su aroma.

Ella se dio vuelta con sus muslos completamente abiertos, la piel de su coño estaba completamente empapada y sus labios de un rojo encendido temblaban provocándome el dolor de tenerla lejos sin poder perforarla con mi rabo, ya libre de cualquier tipo de recato agarré con fuerza mi mango, oprimiendo las marcadas venas hasta producirme dolor, ella mientras tanto navegaba con sus dedos en las blandas cordilleras de su sexo, el resto es historia, yo tuve una corrida de tal magnitud que supe que a partir de ella mi sexo iría a menos, ella que supongo que también gozó, se levantó como si no hubiera pasado nada y justo antes de adentrarse en su casa se volvió y me lanzo un beso que hoy muchos años después aun retiene mi memoria.

Ese mismo día al anochecer vi el camión de la mudanza, puede parecer raro pero en mi interior ya sabia que sé iba, y así era, en una esquina bajo la vieja farola que había acompañado mi juventud la vi junto a su marido, nunca había caído pero su aura era triste, nos miramos por un eterno segundo, me di media vuelta y entré en mi portal prometiéndome a mi mismo que conservaría su recuerdo para el resto de mi vida.

Al abrir la puerta había un sobre tirado en el suelo, no llevaba remitente, lo abrí y.... Bueno ya da igual lo que ponía en aquella carta pero si la hubiera pedido permiso mi leche hubiera dormido con ella aquella calurosa noche de mayo que jamás olvidaré.

"CARPE DÍEM"(vive el momento)

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