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La batería

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Luis tomó a Nathaly de las manos y la llevó a su cuarto.

 

—Voy a tener que castigarte por esto —le dijo.

 

Nathaly sintió un leve escalofrío que le recorrió el cuerpo. ¿Había dicho “castigarte”? ¿Qué pensaba hacerle? No pensaría en un castigo físico, seguramente… ¿o sí? 

 

Nathaly se dejó llevar hasta la recámara de su amo. Como era verano, sólo llevaba unos shorts de algodón, una playera de tirantes sin mangas y unas sandalias. 

 

Luis se sentó en la cama king size de su recámara y tomando a Nathaly de las muñecas la obligó a acostarse boca abajo sobre su regazo. 

 

—Esto me va a doler más a mí que a ti —le dijo— pero es mi deber corregirte. ¿Cuántas veces te he dicho que no debes tocar mi batería?

 

Nathaly guardó silencio. Estaba un poco asustada pensando en cuál iba a ser su castigo. De pronto, sin previo aviso, sintió un golpe seco en las posaderas. La sorpresa la dejó inmóvil. ¿Le iba a dar unas nalgadas por haber roto su batería? No lo podía creer. Estaba perpleja, ¿quién se creía Luis que era ella para darle unas nalgadas? Era el colmo. Iba a decir algo, pero el segundo golpe, un poco más fuerte que el anterior, se lo impidió. Esta vez sintió con claridad la palma de la mano de su amo golpeando con firmeza su glúteo derecho. No era un golpe muy fuerte, ni tampoco le dolió realmente, pero sentía una mezcla de vergüenza y de incredulidad mezclada con asombro. Su padre jamás le había dado una nalgada, nunca, ¿y ahora su amo se disponía a darle una azotaina? No podía creerlo. Quería protestar pero pensó que todo terminaría pronto. Quizá un par de nalgadas más y eso sería todo.

 

Luis siguió golpeando los glúteos de Nathaly con la palma abierta de una mano mientras la sujetaba de las muñecas con la otra. A sus dieciocho años Nathaly tenía unas nalgas muy bonitas y bien formadas y un culito redondo y firme. Sus muslos desnudos y morenos se veían hermosos bajo los pantaloncillos cortos que llevaba. 

 

Nathaly sintió que Luis estaba golpeando con más ímpetu cada vez, y empezó a sentir un poco adolorida la zona de las asentaderas; de pronto, sin que ella lo esperara, sintió un golpe seco, recio, con toda la mano en una de sus nalgas. Esta vez le dolió verdaderamente y no pudo evitar soltar un gemido de dolor. 

 

—¡Ay, duele! —dijo ella con un quejido.

 

—Se supone que es un castigo, no es para que te guste —contestó Luis.

 

Sin llegar a ser violentos, cada vez los golpes eran más intensos. Nathaly empezaba a sentir las nalgas adoloridas. Instintivamente logró zafar una mano y la colocó sobre su culo tratando de cubrirse de los golpes. 

 

El acto de rebeldía pareció enfurecer a Luis.

 

—Así que no te gusta, ¿eh? Pues bien, yo decido cuándo es suficiente. Esto no ha terminado aún. De hecho apenas está empezando. Creo que necesitas un correctivo más fuerte aún. Voy a tener que bajarte los shorts.

 

Nathaly trató inútilmente de suplicarle a su amo que le levantara el castigo, pero al parecer él estaba demasiado enojado para hacerle caso. Con las dos manos le desabrochó los shorts y se los bajó hasta la mitad de las bonitas piernas de la chica. Nathaly llevaba una tanguita muy breve de hilo dental que dejaba al descubierto sus hermosas nalgas. El hilo dental de la tanga apenas le cubría el surco que separaba los dos cachetes firmes de sus nalgas. 

 

Luis comenzó a golpear directamente las nalgas de Nathaly con la palma de la mano abierta. Las nalgas eran redondas y firmes pero la piel de Nathaly era suave y acariciable. Los golpes producían un sonido seco y fuerte que dejaba la zona de la carne morena de la chica enrojecida y adolorida.

 

Luis le pegaba primero en una nalga y luego en la otra. La carne de Nathaly se mecía al compás de cada nalgada, recobrando enseguida su forma. Luis le separó las nalgas con una mano e hizo a un lado el hilo dental de la tanga. El surco de la muchacha quedó expuesto a la mirada de su amo. Era una raya morena de carne que separaba bellamente los dos redondos hemisferios del culo virgen de la moza. Luis comenzó a darle unos golpecitos suaves en la hendidura morena que enseguida se puso de un hermoso color encendido. Luis le separó los cachetes y pudo ver en todo su esplendor la rutilante y hermosa entrada del pequeño orificio del ano de Nathaly.

 

El ojete de la chiquilla era de un hermoso color marrón oscuro, y estaba circundado por varios rayos concéntricos de piel morena que enmarcaban la entrada apretadita de la colita de atrás de Nathaly.

 

Luis contempló el bello cuerpo de la muchacha, con su culo moreno redondo y firme, el surco de sus nalgas y la entrada de su cuevita de atrás y quedó embelesado. Era el culo más hermoso y más prieto que había contemplado. Ninguna virgen, por más hermosa que fuera, podía tener un culo más bello.

 

Luis siguió dándo palmadas sobre el enrojecido culito de Nathaly, que sollozaba quedito. Luis podía ver sus lagrimitas escurriéndole por las mejillas. Pero al mismo tiempo Nathaly paraba las nalguitas levantando el culito para recibir el castigo.

 

--Tus nalgas están calientes --dijo Luis.

 

--Me arden --dijo ella sollozando.

 

--Voy a tener que quitarte las bragas --dijo él.

 

Ella alzó el culo con docilidad para que la desnudara. Luis la abrazó y comenzó a acariciarle las nalgas sobando la carne amoratada.

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