Nuevos relatos publicados: 13

Un lindo recuerdo

  • 5
  • 12.890
  • 8,63 (38 Val.)
  • 11

Toqué a tu puerta y saliste a recibirme con esa sonrisa pícara y la mirada brillante. Casi no me dejaste saludarte porque te colgaste de mi cuello y, literalmente, me comiste la boca con tu beso, diciéndome así de tu deseo.

Te abracé sujetándote por debajo de las nalgas y cruzaste tus piernas por mi cintura. Así llegamos al sofá donde, ya sentado separé mi boca de la tuya pero solo para buscar tus párpados cerrados y besarlos con suaves toquecitos de mi lengua. Así besé tu rostro, tu cuello hasta que me detuve en cada una de tus orejas, haciendo que te estremezcas al sentir como mi lengua las exploraba.

Retrocediste un par de pasos y comenzaste a quitarte la ropa, quedando tan solo con esa tenue lencería que tan bien te sienta y tanto me gusta.

Estiré mi brazo y tomando mi mano te fuiste acercando como una gatita en busca de una caricia; te sentaste sobre mis piernas apoyando tus rodillas a cada lado, mientras mis manos desprendían tu corpiño, dejando en libertad tus hermosos pechos, ya con los pezones erectos, duros por la excitación y demandando una atención que no demoré en darles con mi boca, mi lengua y algún que otro pequeño y suave mordisco.

Te sentí temblar y mi excitación fue creciendo al ver tus ojos cerrados y boca abierta respirando agitada, presa del placer que te provocaban mis caricias.

Deslicé mi mano por tu espalda hasta llegar a tu trasero por dentro de tu tanga, siguiendo la hendidura entre tus nalgas me detuve un instante en tu ano jugando un poco con mis dedos, antes de continuar y sentir la tibia humedad que brotaba de tu sexo, como así también la dureza de tu clítoris que, al acariciarlo con mis dedos, hizo que me regales tu primer orgasmo.

Te recosté sobre el sofá, te quité la tanga y hundí mi rostro entre tus piernas buscando con mi boca y mi lengua los jugos que aún manaban de tu vagina, para saborearlos como tanto me gusta.

Introduje mi lengua en tu sexo haciendo que te arquees por el goce, pero no me quedé ahí, busqué tu ano apoyando mis labios, al mismo tiempo que mi lengua se abría paso buscando su interior, lubricándolo con mi saliva para luego, muy despacito introducir un dedo y, al no encontrar resistencia, me atreví con dos mientras que mi lengua volvía a tu clítoris que rodeé con mis labios y chupé hasta que no pudiste contener un nuevo orgasmo que, mi boca y mi lengua recibieron con deleite.

Me separé para mirarte y disfrutar recorriendo tu cuerpo con mis ojos hasta encontrar los tuyos y la sonrisa de tu bella boca.

Caíste en cuenta que aún estaba vestido, por lo que comenzaste a quitarme la camisa mientras tus labios besaban mi pecho y con tu lengua lamías mis tetillas que reaccionaron al sentir su calor y su humedad; bajaste hasta mi ombligo dándole el mismo trato, mientras me desprendías el pantalón que, al bajarlo, viste como mi verga pugnaba por salir de su prisión y, con tus ojos clavados en los míos, le diste un beso a través de la tela del bóxer, el que me quitaste junto con el pantalón.

Tus ojos tenían la turbidez de la lujuria cuando tus manos acariciaron mi pija y mis testículos; tus labios, que humedecían tu lengua, se posaron sobre la cabecita roja, inflamada por el deseo, recogiendo las primeras gotas del líquido pre seminal.

Mi verga se perdió en tu boca húmeda y, en un sube y baja de tu cabeza, con tus ojos fijos en los míos, me llevaste al cielo del placer. Te atraje y tomé tu rostro entre mis manos buscando tu boca con la mía, para que nuestras lenguas se enlacen y unan nuestros sabores en un cóctel afrodisíaco.

Mis manos acariciaron tus senos y luego bajaron hasta tus nalgas; así te elevé hasta sentarte sobre mi sexo, erecto y palpitante, que se deslizó en tu vagina caliente y húmeda, lo que hizo soltases un suspiro largo y sensual al tiempo que comenzabas a mover tus caderas en círculos, haciendo que mi verga roce tu interior en cada movimiento provocando oleadas de placer.

Acaricié tus pechos, jugué con tus pezones apretándolos con mis dedos, besé tu cuello sintiendo que el orgasmo estaba al llegar; fue en ese momento sublime que juntamos nuestras bocas, enlazamos nuestras lenguas y tus uñas se clavaron en mi espalda cuando sentiste la descarga de mi semen en tu interior. Tu orgasmo llegó acompañado de hermosos espasmos que hizo a tu vagina contraerse, como queriendo exprimir el falo que tanto placer te daba.

Así, todavía dentro tuyo te recostaste sobre mi pecho y, mientras que acariciaba tus cabellos y tu espalda, me miraste y casi en un susurro me dijiste: te quiero cielo.

(8,63)