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Mis cuentos inmorales. (Entrega 8)

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Anécdotas sicalípticas de aquellos de la Dictadura

Este relato no pretende ser un fiel reflejo de lo que representaba la sexualidad para aquella sociedad regida por una dictadura, pero que era machista nadie lo puede negar; y que la hipocresíaante el sexo, fue el denominador común en aquellos que pretendían formar a los jóvenes sobre los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia.

Fue una constante que dio sus frutos en las mentes estrechas de aquellos años cuarenta, cincuenta, e incluso los sesenta. Por lo tanto, no es extrañar, que, al advenimiento de la Democracia a mediados de los años setenta, esta sociedad reprimida, pasara de ser "la reserva espiritual", a la más disoluta de Europa.

Viví de niño, de púber, de jovencito y de casado, aquellos años de la Dictadura en donde la represión sexual fue tan enorme y absurda, que era como pretender ponerle puertas al campo. Pero la Iglesia Católica Apostólica y Romana en sus mandamientos decía que fornicar fuera del matrimonio, y desear a la mujer de tu prójimo, eran pecados mortales. Lo que me choca es que no hubiera otro mandamiento que dijera: "no desearás al hombre de tu prójima". Lo que evidenciaba como digo antes que era una sociedad machista cien por cien.

El ir a misa, confesar y comulgar con regularidad, era como una asignatura, ya que los niños y niñas de las escuelas públicas o privadas que no cumplieran con estos preceptos, mermaban sus notas o calificaciones.

Una de las preguntas que se hacían a los que se sospechaba que no habían asistido a la Santa Misa, era sobre el color de la casulla que llevaba el oficiante. Los más listillos, los que solían escaquearse de asistir, ya se habían informado del color que llevaba el cura. ¡Por si las moscas!

Cuando me confesaba, lo primero que me preguntaba el cura inmediatamente después del Ave María Purísima, preceptivo, era:

-¿Cuántas "pajitas" te has hecho desde la última confesión? Y como mentir era un pecado más grave que la masturbación, le decías la verdad.

-Padre, sólo me hecho seis.

-¡Hijo mío! ¡Esa mano! ¿Pero tan malos pensamientos tienes?

-No padre, es que todos los días me levanto con la pililla tiesa, y no lo puedo remediar. ¿Qué quiere que haga?

-Duchas de agua fría hijo. Mucha agua fría para que se te baje la calentura.

-¿Y has jugado a tocamientos con alguna niña?

-Verá padre, no sé muy bien a que se refiere.

-Que si has jugado con alguna niña a los papás y las mamás, o a los médicos.

-Sí, padre, alguna vez he jugado con unas vecinitas a eso que dice. -¿Qué si les has tocado? -¡Pues! ¡Pues! Algunas veces he llegado hasta tocarles el chichi por debajo de las braguitas.

-Hijo mío, eso está muy feo, estás en pecado mortal.

Y te ponía una penitencia tremenda: rezar seis rosarios por lo menos.

Entonces no me daba cuenta de las cosas, porque mis catorce años fueron los de un niño temeroso de Dios y creía en el Infierno; creencia que teníamos la mayoría de los niños y niñas de la época.

Creo que las niñas lo pasaron peor que los niños. Primero, porque se hacen mujeres antes que el niño hombre. Y segundo, porque el peso de los pecados sexuales se fundamentaban en ellas; ya que la mujer fue, es, y será siempre el motivo sexual del hombre. (Menos de los gays, ¡claro!)

La mujer por lo visto había nacido para ser madre y fiel esposa, y la sexualidad era ajena a su cuerpo y a su mente. Digo que las mujeres tenían más represión que los hombres porque la mentalidad del "macho ibérico" era: "la esposa en casa, y con la pata quebrada". Pero, ¡sí! ¡sí! Sentían más deseos que los niños a esas edades, porque eran ya casi mujeres. Una amiguita me decía:

-Yo me consuelo restregando la entrepierna con el pico de la mesa. Y me demostraba "in situ" como lo hacía.

Lo recuerdo como si hubiera sucedido hace un rato. ¡Palabra! Y uno cándido como una amapola, no captaba que lo que me estaba pidiendo era que se lo restregara yo. Era aquella mentalidad infantil incapaz de entender las pasiones de la mujer, a la que creía pura y casta y pura (como mi madre y mi hermana), y exenta de esos pensamientos impuros.

Puedo contar tantas anécdotas cargadas de sexo, que uno no conseguía captarlas por su educación sexual tan restrictiva. Hasta tal punto, que aquella represión me supuso un grave problema de mayor. Un psiquiatra que consulté inmediatamente después de licenciarme del Ejército, determinó que los problemas de erección que tenía cuando iba con una mujer, provenían de mi niñez.

Mi dificultad no es que no me empalmara, ¡no! ¡no! Todos los días me levantaba con el pene más tieso que el "el pan de ayer". El problema era, que con las chicas que bailaba o ligaba no podía, algo me lo impedía. Luego al tiempo, cuando había una cierta confianza si conseguía erecciones completas y larguísimas bailando. Por eso no iba de putas, porque sabía que por muy buena que estuviera, no conseguía la erección.

Los amigos decían:

-En cuanto una tía se me arrima bailando, se me pone "el pijo" "como la mojama". Y lo que más me jode, es que en cuanto le "restriego la cebolleta" un par de veces, "me corro como un loco".

Y yo pensaba: -Qué suerte, ¡coño! A mi las titis se me pagan como lapas, "y se me esconde". ¡Cierto! Lo digo sin presunción: cuántas mozas tuvieron que desencantarse de mí, porque a este morenazo de un metro ochenta no se lo ponía en condiciones bailando con ellas.

Sin embargo, cuando me eché mi primera novia formal si que se me ponía tiesa hasta reventar, sobre todo cuando estábamos solos en el parque haciendo manitas; o la trincaba en aquella tapia del un solar sin iluminación.

Sin duda, eran los efectos de la represión sexual en un alma cándida como la mía. Afortunadamente superé ese trauma a los veinticinco años, y tía que me gustaba le sacaba a bailar, y nada más abrazarle por la cintura, ya estaba empalmado. ¡La de calzoncillos que mojé bailando! Pobre madre que era quien me los lavaba.

Sin embargo, la doble moral era normal en aquellos que disponían de recursos económicos. La figura de la "querida mantenida", era consecuencia de aquella situación. Miles de mujeres vivían gracias a la financiación de sus gastos por aquellos ricachones, la mayoría paletos que hicieron millones y millones con el estraperlo.

Todos se compraban el coche más grande que "aiga". De aquí proviene la denominación popular de "aiga"; aquellos coches americanos que deslumbraban a los pobres por sus dimensiones y lujo. Sobre todo aquel Cadillac con colas.

Fui testigo durante los años cincuenta y parte de los sesenta, de numerosos casos de prostitución, infidelidades y demás golferías. Y digo que fui testigo porque esto que voy a relatar, sucedía en un finca de una calle de Madrid, (página 54) finca famosa por los taxistas, ya que el "puterío" que allí vivía era popular entre los del gremio. Y porque un servidor vivió en ella con sus padres y hermanos durante quince años. 

Moraban más de 400 personas distribuidas en más de setenta viviendas en siete plantas más sótano; pero también hay que decir que vivían familias muy honestas y virtuosas.

No me arrepiento de no haberme follado por lo menos a 20 ¡o más! mujeres de aquellas. ¡Lo juro por mi honor! Aunque la verdad, tonto si que fui a mis 18 esplendorosos años.

¡Joder! y mira que estaban buenas la mayoría de aquellas "querindongas". Pero que inocente era el chaval de aquellos años. Al menos yo, si que lo era.

 

 Las dos hermanas de Alcazar de San Juan

 Más tarde ligué con dos hermanas naturales de un pueblo de Ciudad Real, y que estaban trabajando en Madrid;  y fue porque sólo les faltaron ponerme sus coños en mis narices para hacerles caso. Pero es que uno, y lo vuelvo a repetir, no sé si por instinto o por vergüenza, a esa edad era un chico muy selectivo a la hora de entablar amistad con una chica; me gustaba la mujer cuyos valores espirituales sobresalieran sobre los materiales.

Por eso no me follé "como Dios manda", a aquellas dos hermanas de la calle Francisco de Icaza esquina a la avenida de Oporto de Madrid. Vivían en la misma finca que mi hermano José Antonio de casado. Las llamaremos Lola y Pepa.

A la mayor, Lola si la llevé al "catre" un sábado de verano, lo recuerdo perfectamente. A Pepa en el coche hicimos lo que pudimos. Ya lo contaré después.

En San Martín de Valdeiglesias encontré la casa de una señora que alquilaba habitaciones; la idea era pasar la noche, y el domingo ir al Pantano de San Juán a bañarnos, y que se halla en los aledaños del pueblo.

Fue la primera vez que hice el "sesenta y nueve", y digo sin vergüenza que a pesar de hacerlo con una chica de mi edad que no estaba nada mal, no me desagradó.

La muy puñetera me dijo que todo lo que quisiera menos penetrarla, le pregunté:

-¿Eres virgen?

-Sí Félix. Sólo te pido que por "ahí no", lo demás, todo lo que quieras.

Me acordé del virgo de Estíbaliz y como la desvirgué, y volví a sentir curiosidad por saber si todos los virgos son iguales, por lo que le dije.

-No me lo tomes a mal Lola, ni pienses que no te creo, pero... ¿Te importa que te vea el virgo?

¿Es que nunca has visto un coño?

-Sí, coños si he visto algunos, pero virgos ninguno (mentira y gorda) y siento mucha curiosidad por saber como son.

-Bueno, si sólo es eso, mira.

Ver este himen fue más fácil, ya que Lola lo tenía depilado casi en su totalidad, sólo se habia dejado una matita de vellos en el pubis, y ambos lados del chumino totalmente afeitados. Se abrió de piernas todo lo que pudo y sólo me dijo.

-Anda mira, y satisface tu curiosidad.

Aquella actitud no dejaba lugar para la duda de que era verdad su virginidad, de lo contrario habría se hubiera negado.

Con los dedos pulgares de ambas manos separé los labios mayores, que por cierto no le sobresalían como a Estíbaliz. Exteriormente parecía el chichi de una niña, sólo se le veía la rajita. Los labios mayores, ninfas y clítoris estan inmersos.

Acerqué mis ojos para contemplar el espectáculo que me consta que muchos hombres no han contemplado en sus vidas

Efectivamente, la vagina de Lola estaba tabicada por esa telita rosácea que le llaman vulgarmente virgo.

-Ves como no te mentía, Félix.

-¡Coño Lola! Que te he creído desde un principio. Ya te dije que era pura curiosidad.

-¿Y que te ha parecido?

-Muy rico, lo que me da rabia no ser yo el que te desvirgue.

-Lo siento Félix, pero eso queda reservado para el que me lleve al altar.

-¿Y si no te casas?

-Si así sucediera, ya viese en su momento que decisión tomaría al respecto. Pero si te apetece me puedes desvirgar por atrás.

¡Hostias! Con esto si que no contaba.

Habían pasado como una hora desde que hicimos el sesenta y nueve; que por cierto me corri en su boca, cosa que me causó un poco de extrañeza que no me avisara o retirara la suya al ver "que me venía", por lo que le pregunté.

-¿A que sabe mi semen?

-Como verás no me lo ha tragado, lo he escupido en el lavabo.

-Sí, ya lo he visto, pero el sabor si que lo habrás notado.

-No sé como explicarte, entre un sabor dulzón y amargo.

En esto de dio la vuelta, se puso con el culo en pompa a la vez que me decía. -Por aquí si que me la puede meter. Se notaba que quería cambiar de tema, y tenía los ojillos chispeantes y con ganas de más juerga.

Debería ser verdad que también era virgen por esa parte, ya que se veía perfectante los pliegues como cerraban completamente el ano. Y como estaba otra vez empalmado a tope, me dispuso a darle por el culo.

Pero me fue imposible, ya que los flujos naturales de mi polla y los de su coño, no fueron suficientes para que pudiera entrar con facilidad y sin dolor. Al primer empujón pegó un grito y quitó "el ojete" de la posión que estaba a toda prisa.

-¡Uffff! Cómo duele!

-Es que sin vaselina no creo que pueda entrar.

-Entonces lo dejamos para otro día. -¡Ay! que escozor. Me dijo poniendo una carita de dolor.

Me hizo otra "mamada", esta vez si reciprocidad en la caricia. (no tenía ganas de "comer más coño")

Y nos quedamos dormidos hasta la nueve de la mañama de aquel domingo. Y entre baño y baño y algún achuchón dentro del agua del Pantano de San Juán, después de comer una paella en un chiringuito, nos volvimos para Madrid

 

Mi aventura con Pepa, la hermana menor de Lola.

 Pepa, es algo mayor que su hermana Lola, por lo menos cinco años. Y bastante más atractiva, sin que fuera fea Lola, pero Pepa era un  bombón de mujer. Si yo tenía 25 años a la sazón, ella tendría unos 20 o 21. Lola me confesó tener 26 años, uno más que yo.

Aunque yo vivía en casa de mis padres, en la calle de Marcelino Alvarez, entre Carmen y Quintana de la calle de Alcalá, pasaba mucho tiempo en casa de mi hermano, ya que allí hice una pandilla de amiguetes y jugámos a la cartas en el bar de Paulino, o al fútbol en un descampado que existía cerca de su casa, en la Avenida de Oporto.

Nunca sabré si Lola le contó a su hermana la aventura que tuvo conmigo en San Martín de Valdeiglesias, porque ni se lo pregunté ni nada me comentó Pepa. El caso que un día le propuse salir con ella y aceptó a las primeras de cambio.

Trabaja en Valdivielso, S.A. (Página 142) por lo que tenía un Citröen 2CV de la Casa a mi disposición para las tareas comerciales que tenía asignadas. Y en el "dos caballos" en un descampado en las cercanías del barrio, allí hicimos mil y una (como dice Chiquito de la Calzada) "guarreridas españolas".

Con Pepa, descubrí la diferencia de los aromas del coño y culo de las mujeres, que aunque me figuro que no todos olerán igual, "la fórmula" será la misma; ya que ambos "perfumes" son genuinos en todos "los fondillos" de las damas.

En el asiento de atrás del coche es donde hacíamos las orgías. Lo que más me gustaba era aquella bendita incomodidad que en aquel estrecho habitáculo poder maniobrar. Pero era tan grande la emoción que sentías, que, parecía que estaba en la mejor habitación del hotel Ritz. Y al final la mano la metías hasta el corvejón.

Como su hermana Lola, no consintió la penetración vaginal, me dijo lo mismo: que "eso" estaba destinado para el hombre que la llevara al altar. Pero las "mamadas" que me hizo fueron de antología. Lo malo, es que un servidor debido a la posición obligada del asiento, no pude "comerla el potorro" como Dios manda; pero olerlo y sobarlo todo lo que quise. Pero me qudé con las ganas de degustar aquel coñito que olía a hembra en celo.

Digo que aquí descubrí que las fragancias de chichi y culo de dama difieren, pero las dos son igual de excitantes. Resulta que después de una de las sesiones de magreo, y dejar a Pepa en su casa, tomé el volante del "dos caballos" con dirección a mi casa; y al picarme la nariz en un momento y rascarme con uno de los dedos, me sobrevino el olorcillo de Pepa, lo que la pasa que no sabía si era del ojete o del chichi. Me olí el otro dedo y olía igual de excitante pero con otra "esencia".

-¡Vaya! cual será el aroma correspondiente a cada "frasquito". Me pregunté.

Me figuraba que todos los ojetes deben oler de forma similar, (pues la verdad, un servidor no se dedica ni se dedicaba a ir oliendo culos por ahí) y como obviamente yo no tengo coño; ahuequé un poco el mío, y con un dedo de la otra mano anduve entre las costuras de mi pantalón colindantes a mi oroficio anal, para extraer las misturas allí depositadas.

Por esa pista pude saber cual de mis dedos había manipulado el ano de Pepa. Lo que se deduce que es el cerebro el que controla todas las reacciones del ser humano; porque aunque el dedo que rascó mi culo olía muy parecido al que rascó el de Pepa, no me producía la mismas emociones.

 Total, que no recuerdo los motivos, pero dejé de salir con las dos hermanas manchegas que tantas satisfacciones dieron a mi cuerpo. Porque la verdad, a mi alma no le dieron ninguna.

 

Mi aventura en Benidorm con Karin y Kristen

 Los años sesenta cambiaron un poco las cosas del sexo, pero fue debido principalmente al turismo. España se convirtió en uno de los países más importantes de cara al turismo mundial, con aquel eslogan de: "España es diferente".

Las costas españolas se llenaban de turistas, sobre todo de los países del norte de Europa. El bikini estaba de moda, y el Régimen tuvo que tolerarlo porque de no hacerlo hubiera ido en contra del desarrollo turístico español.

Los españoles creíamos que las alemanas, suecas, holandesas, danesas y demás, venían a follar con los "Machos Ibéricos". Pero a lo que de verdad venían era a gozar de nuestro sol, a comer tortilla y paella, y sobre todo por los precios. El cambio de marcos, libras, florines y otras divisas con la peseta, les salían quince días en España, mucho más barato que en sus países.

Y como casi todos éramos unos salidos buscando coños desesperadamente, porque los autóctonos eran muy difícil de encontrar fuera del matrimonio, pensábamos que los de de las vikingas y alemanas se nos iban a regalar. ¡Sí! ¡Sí! Follar si que follaban, pero con quien ellas querían, y cuando querían. Por eso, millones de españolitos se quedaron sin catar "chocho foráneo". Aparte que el idioma era una barrera insalvable.

Un servidor, en los años sesenta, (era la década de mis veinte años) una vez que recorría el Levante Español en labores comerciales con mi cochecito Citröen 2CV, me sucedió lo siguiente: ¡Qué 20 años, más primorosos, madre mía! A esa edad, a uno le revienta lo que está dentro de la bragueta.         

Estaba tomando una horchata (célebre bebida valencia extraída del néctar de las chufas) en una de las cafeterías del Paseo de la Playa de Levante; serían sobre las doce del mediodía. Se acercó a mi mesa una pareja despampanante: él de unos treinta años más o menos, algo más alto que yo, sobre un metro noventa, rubio como la cerveza y guapísimo. Ella de unos veinte años. De un metro setenta, o quizás algo más. Una muñeca rubia; espectacular. Él, se dirigió a mí:

-Do you speak English ? -¿Habla usted inglés?

-Just a little and if I speak slowly. –Un poco, pero hábleme despacio.

-Could tell me a good restaurant? -¿Podría decirnos algún buen restaurante?

-I know several very good. -Conozco varios muy buenos.

Mientras me hablaba, ella me miraba descaradamente y sonreía. Como no conocía la idiosincrasia de los extranjeros, no sabía de que narices se reía, y empecé a mosquearme un poco. Pero luego me di cuenta, que aquella risa, era para atraerme a lo que poco después me propusieron.

Medio chapurreando el inglés, y ellos el español, y sobre todo con señas, nos medio entendíamos.

-We want to eat paella – Nos gustaría comer paella.

-I will take you to where you eat the best paella. -Yo os llevaré un donde se come la mejor paella.

Después de las oportunas presentaciones, supe que eran una pareja danesa, de Odense; que habían elegido España para pasar estas vacaciones, que llevaban casados un año, y que se llamaban Kristen y Karin.

Me invitaron a comer, y me ofrecí a hacer de guía turístico. Cosa que aceptaron con mucho gusto, pero a condición de que ellos pagaban todo los gastos, lo cual me vino muy bien porque mis dietas no daban más que para manutención y hotel.

Sobre las nueve de la noche, me dirigí al hotel Delfín. Pregunté en recepción por el señor y la señora de la habitación 229. Al momento me dijo el recepcionista que subiera, que me estaban esperando.

Llamé a la puerta, Karin me abrió como su madre le había traído al mundo. O sea, ¡en pelotas! Y con toda la naturalidad del mundo me invitó a entrar. Se dio la vuelta para avisar a Kristen y vi el cuerpo más maravilloso que había percibido en mi vida.

 

Aquel no era cuerpo de mujer.

Era algo tan extraordinario...

Algo tan maravilloso de ver,

que aquel poderoso tafanario

sólo de una diosa, pudiera ser.

 

Kristen salía en ese momento del baño también en pelotas.

-Sorry Arturo for the reception. –Disculpa Arturo por el recibimiento

Me quedé mudo, quieto y más parado que el "caballo de un fotógrafo". Al ver la entrepierna de Kristen mi corazón no pudo evitar pegar un sobresalto. Recuerdo perfectamente que la tenía en posición de reposo, ligeramente inclinada hacia la izquierda; pero lo que más me llamó la atención fueron las venas como se le marcaban por la superficie de la piel, y su tamaño; le medía por lo menos 25 cm.  ya que le llegaba hasta casi la mitad del muslo. De piel blanquísima, y se le apreciaban al trasluz unos vellos rubios que le daban el aspecto de un Apolo del Olimpo.

Karin al otro lado de la cama se estaba poniendo las bragas y el sujetador, y a pesar de haber descrito su cuerpo de diosa; mis ojos la ignoraron y se clavaron en el cuerpo (sobre todo en el pene) de Kristen. La contemplación del "cuerpo de ese dios" llenaba todos mis sentimientos sexuales, y entonces me di perfecta cuenta, que, aunque me gustaban las mujeres, hombres como Kristen rompían todas mis barreras hacia el culto de la hembra; emergiendo sobre mis meollos la idolatría al macho.

Y ahí mismo, sentí un irrefrenable deseo de ser Karin, para ser poseída hasta la extenuación por tan "maravilloso dios". No sentía en ese momento deseos de follar con aquel monumento de mujer; sentía unos terribles deseos de ser poseído por ese macho que rompía todas mis expectativas sexuales hacia lo femenino.

Kristen se dio perfecta cuenta de mi ensimismamiento, Karin no, porque seguía de espaldas. Me dijo en un entendible español.

-"Agtugo": ¿Gustar a ti Karin and mí, verdad?

No sabía que decir. Para un español joven de a pie en aquellos años, la situación que estaba viviendo era más un sueño que una realidad.

-"Agtugo". Si tú querer, luego de la discoteque, hacer trío. Me dijo Kristen con cara de complicidad.

Me acordé del trío con Celia y Josefa, (página 130) pero esta vez iba a ser al revés, y la verdad, casi me seducía más una para dos, que dos para una. El trabajo iba a ser más tranquilo y de menos responsabilidad. Pero como no quiero mentir, el pene de Kristen me tenía totalmente subyugado, y podría someterme a todas las varientes que el sexo brinda, podría ser mujer y hombre a la vez.

 -Pogque tú "Agtugo" español, guapo, "mogueno y toguego". You latin Lover, and to mi you, too much like.

-But.-¡Vaya! Hay un pero. Pensé

-But. Tú for mi and for Kristen. Tú fuck with mi and with Kristen. ¿Understand?

Ya lo creo que comprendía. Es que uno en los temas del folleteo espabila rápido. Por lo que una vez repuesto de la emoción que me creó esa situación, dije muy convencido:.

-Ok. Ok. I fuck and yoy and Kristen. Very like... Very like. ¡Ya lo creo que quiero follar con los dos!

Estuvimos bailando en las discotecas, KU Benidorm y en Penélope hasta las tantas de la madrugada. Al llegar al hotel el recepcionista de noche me miró de forma sospechosa. He de aclarar que a partir de las doce de la noche había una severa vigilancia por la policía en los hoteles, y pedir la ficha de los clientes alojados era bastante más frecuente que lo normal. Saqué 200 pesetas y se las pasé al vigilante, a la vez que le decía bajito al oído: soy muy amigo de los señores. Es que 200 pesetas de año 1965 abrían cualquier puerta.

Lo que aconteció en la habitación 229 del hotel Delfín de Benidorm la noche del mes de Agosto del año 1965, las paredes lo contarían mejor que yo, porque seguro que se estremecieron, ya que fueron testigos directos de lo que sucedió. Yo intentaré contarlo de la forma más real, pero si me permiten dando un toque celestial al relato, ya que hice el amor "con un dios y una diosa".

Tenía la ventaja de que ya conocía los cuerpos de "los dioses"; en las discotecas ya había notado la turgencia de los senos y el trasero de Karin, y eso me salvó de la impresión que hubiera recibido en caso de no haberles conocido antes. Seguro que la emoción no me hubiera permitido una erección, al menos durante un buen rato.

Karin me tomó de la mano y me llevó al baño. Kristen se lavaba los dientes en uno de los dos lavabos.

-Toma. A la vez que me daba un paño higiénico.

-¿Para qué? Pregunté algo confuso.

-Tú, cuando yo acabe, tú limpiarme.

No entendía los motivos, si Karin no era manca y se podía limpiar ella solita; pero la idea me ponía a cien. Nunca en mi vida había visto a una mujer mear, excepto a mi hermana cuando éramos pequeños. Y eso de limpiarle "la chirla" después de la micción a una mujer como ella no me producía ningún asco. La verdad que ni me molesté en averiguar los motivos de ese capricho, y un servidor con el paño higiénico en la mano derecha esperando que Karin acabara de mear.

No se sentó, lo hizo medio agachada. El sonido de su meada que hacía al caer en chorro hacia el fondo de la taza enervó mis neuronas.

-Ya. Me dijo.

Se abrió de piernas, y un servidor como un vulgar mucamo pasando el paño por su chichi, procurando dejarlo sin una gota de pis. A la vez que ella me decía

-¿Tú querer que yo lavar en bidé..? ¿Or like taste of woman?

-No, no. Do not wash, I like the taste of women. Me acordé del chichi de la otra Carmencita (página 27), mi primera "comida de coño", desde entonces no había vuelto "a catarlo", pero el de Karin me invitaba "a degustarlo", y me dispuse a ello.

Al momento, pendiente "del chirri" de Karin me había olvidado de Kristen, sentí un brazo en mi hombro y una cosa muy dura entre mis dos nalgas que me hizo dar un respingo. Me había colocado su "precioso rabo" entre las cachas. Juro que sentí una emoción tan fuerte ante aquel contacto que me estremeció, y me dispuse a ser junto a Karin, otra "mujercita" para Kristen.

Salimos del baño de una forma que me pareció algo grotesca. Karin pegó su culo a mi polla empalmada a tope, y Kristen pegada la suya al mío. O sea: como bailando la conga, pero pegados y sin mover las piernas de un lado para otro; y así llegamos a la cama de matrimonio.

Karin apoyada en la almohada de la cabecera de la cama se abrió de piernas en el máximo ángulo que dan: unos 180 grados. Me hizo una seña inequívoca: se llevé su dedo índice de su mano a la boca, y acto seguido con el mismo dedo se señalaba el coño. Más claro agua: me pedía que "se lo comiera".

¡Qué emoción! Una mano en cada cacha de Karin, y mi lengua y labios en el mismo centro. Karin aupaba sus nalgas para que su pubis quedara más al alcance de mis belfos; suspiraba y gemía de una forma que me parecían las "cantigas de una reina". Lamía, mordisqueaba y succionaba de "aquel panal de rica miel como las moscas" . ¡Qué manjar más rico! Pero que fino estuvo Dios cuando recreó el sexo de la mujer.

De pronto sentí que mi ano estaba siendo lubrificado, un dedo de la mano de Kristen lo untaba de "aceites celestiales" hasta sus profundidades. Si ese dedo me daba un placer exquisito, supuse que su polla sería el summum del placer. Y así fue; cuando me quise dar cuenta, la tenía  metida hasta sus mismísimos testículos.

Y así, mientras yo "comía" los labios, ninfas y clítoris de Karin, Kristen follaba mi culo con tanta saña que me hacía enloquecer. Los orgasmos fueron bestiales: Karin parecía que quería meter en mi boca todo su sexo, con movimientos de vientre de arriba abajo convulsivos, a la vez que gritaba de forma desaforada. Kristen derramaba en las simas de mis intestinos todo su esperma; le sentía tan caliente que me quemaba. Y yo, derramé "mis alegrías" en aquellas sábanas blancas.

Descorchamos la botella de champagne que habíamos subido para celebrar el encuentro, y entre cigarrillo y cigarrillo hablamos de mil cosas, entre otras que a Kristen sólo le gusta penetrar a los hombres, pero a él no le gustaba ser penetrado.

Al cabo de buen rato, me la puso en la boca para que se la chupara. Aquí si que dudé algo más, pero al final me lancé a ella con la boca abierta y se la mamé a placer.     Confieso que me gustó tanto o más que el coño de Karin. Ya no tenía dudas, era bisexual, con la diferencia, que me podía follar muchas tías, pero tíos pocos. Como Kristen por lo menos, pero feos ni uno. 

A principios de los años setenta, el Régimen había abierto la mano en temas del sexo. Funcionan aquellas películas llamadas de "Arte y ensayo" en salas especiales, y cuya finalidad era demostrar la tolerancia del Sistema, pero que no las entendía nadie. Las playas se llenaban de bikinis y las discotecas funcionaban a tope.

Predominaba una gran clase media (uno de los éxitos del Gobierno), y España estaba de moda en el mundo. Aquella célebre canción: ¡Qué viva España! Se escuchaba en todas partes, y los españolitos cruzaban la frontera francesa hacia Perpigñan o Biarritz para ver como Marlon Brando sodomizaba a María Schneider en "El último tango en Paris".

Se respiraban aires de libertad. Lo bueno de la Dictadura Franquista, es que no prohibía salir a los españoles de España. Podían viajar por todos los países del Orbe, excepto Rusia y sus países satélites; de modo, que el que más y que el que menos, se enteraba de lo que pasaba por el mundo.

Pero la mujer de la época todavía pensaba que el matrimonio era la solución a su vida. Encontrar a un hombre bueno, honrado y trabajador para ser esa esposa y madre abnegada de sus hijos.

Por lo que a la hora de "meter", no había alcanzado su plena liberación. Por lo que el follar como se folla hoy: "polvo" y adiós, y si te he visto no me acuerdo no existía. Todavía la mujer media española guardaba "su tesoro" para el hombre que Dios (o San Antonio) le destinara para esposo.

Por eso era muy normal, que el hombre se casara entre los 25 y 30 años, y las mujeres alrededor de los 20. ¡Eso sí! Por la Iglesia y con las bendiciones del cura.

Y como un servidor ya estaba casado en esos años, no voy a relatar mis aventuras extramatrimoniales, no sea que mi mujer se entere y me pida el divorcio

(9,50)