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Continuó algo cargado y tosiendo, nada insoportable pero molesto, a lo largo de la mañana me voy despejando, tengo ganas de encontrarme con Nico, le he querido y aún le quiero, es inevitable sentir ese sentimiento de inmenso cariño hacia él.

Ray no se encuentra en el lugar y sé que ha estado porque ha cambiado las flores, no me preocupa ya que él tiene llave de mi casa, dejo la del coche encima de la mesa para que la recoja cuando quiera.

Cuando salgo dispuesto para marchar a la estación llega él, me alegra un montón ya que puede llevarme en un momento. Nos saludamos y vuelvo a entrar para buscar la llave, Ray tiene mucho cuidado de no mostrar en la calle nuestra amistad para que los vecinos no puedan murmurar, aunque creo que no les importa en absoluto lo pueda pasar en la casa del al lado.

Al despedirnos en la estación nos abrazamos, como amigos que somos y me besa, con más sentimiento e intensidad que lo que pueda ser una mera amistad.

Bajó del tren al andén para venir a buscarme, fui caminando rápido hacía él y nos fundimos en un abrazo, después de dos semanas le veía guapo de verdad y se había puesto ropa que no le vi usar nunca antes.

-Qué sexy se te ve.  –le gustó lo que le dije y volvió a besarme.

-Vamos a preguntar si podemos sentarnos juntos, hay lugares vacios sin pasajeros. –no hubo problema y después de entregar mi maleta pudimos hablar tranquilamente sentados. Tuve la impresión de verle feliz, más que cuando le encontré en París la última vez.

A pesar de que es delgado su cuerpo impone, en mi análisis no pude pasar por alto el paquete que marcaba estando sentado y sentí un temblor en mis manos, sus facciones conocidas y besadas tantas veces no dejaban de atraerme. Hablamos de la fiesta a la que acudieron invitados por Tommy, están empezando a relacionarse con sus círculos de amigos y algunas veces se encuentran con Alan cuando salen a correr.

El tiempo del viaje transcurrió rápido, no dejó de coger mis manos y no lo evité, me gustaba sentir mis manos entre las suyas cálidas, huesudas, sin carne, grandes y fuertes con sus uñas perfectas y sus pelos en las falanges que le hacen lucir tan varonil.

Cuando llegamos al hotel nos estaban esperando en recepción, a Amadeo le veía un poco cansado, su sonrisa era tierna y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en un año, Carlos como siempre, esperando que se le preste atención, distraído a veces y envuelto de su enorme timidez, alto, seco y ligeramente encorvado. El tiempo no le ha cambiado y el abrazo que me da es cohibido pero emotivo a la vez. El año que pasamos juntos en Cranfield no había conseguido hacerle más abierto.

Hemos llegado con tiempo para podernos duchar, llevo aún la ropa del trabajo, luego vamos a cenar con ellos. Nos despedimos hasta llamarnos para bajar a recepción cuando estemos preparados.

En el momento de entrar en la habitación me abrazo a Nico y sin preámbulos le pido lo que llevo deseando desde que le vi en el andén.

-Tenemos tiempo, hazme el amor, por favor.  –me elevo colocándome de puntillas para llegar a sus labios y bajo mi mano hasta su miembro viril, se ha reducido la erección que presentaba en el tren, la froto y comienza a crecer.

-Te deseo Nico, la quiero tener bien gorda dentro de mi.  –mi voz suena pícara y con descaro, la sobaba con deseo, me mira sorprendido de mi desfachatez y sonríe empezando a retirarse la ropa.

-Si me dices estas cosas me va a crecer el doble.  –reímos los dos, está de espaldas a mí, inclinado retirándose su boxer, me agacho y beso su baja espalda cubierta de negros vellos mientras acaricio su redondo y duro culo. Le abrazo por detrás y llevo mis manos a su verga que está cogiendo consistencia, mi polla se sitúa entre sus piernas y la nota a pesar de mi pantalón que se interpone.

-¿Quieres metérmela tú?  –habla tirando su culo hacía mi ofreciéndomelo y lo mueve en círculos sobre mi vientre, mientras se gira lo pienso, y tomo la decisión cuando veo su verga en toda su magnificencia.

-Quiero que seas tú quien me la meta, la deseo para mí en este momento.  –se la sujeto rodeándola con mis dedos que no llegan a contenerla, está caliente y la imagino escarbando en mi tripa.

Comienza a desnudarme y mis ansiosas manos recorren su pecho poblado de espesos vellos, no le dejaba quitarme la ropa y le besaba como un loco, prendido de tus tetillas mamándolas, queriendo levantar sus brazos para embriagarme con el olor de sus axilas. Su barba me encantaba, me había olvidado de ella y se la arañaba con mis dientes.

Iba retirando mi ropa con dificultad y riendo satisfecho al ver como su cuerpo despertaba mis deseos, bajé yo mismo mi slip para estar desnudo igual que él y le empujé para que cayera en la cama entre juegos y risas.

Me acerqué curioso a su polla, esperando quizá que algo hubiera cambiado, su verga y sus testículos eran los mismos y los veía diferentes, todo me parecía más grande y más turgente, repleta su polla de sangre y sus huevos llenos de semen.

Lamía y mordía su estómago marcado y sus pectorales plenos y henchidos y cargados de carne y músculo, sus manos querían llevar mis posaderas hacia él y tiraba de mis caderas. Me llegó el olor de su entrepierna, voy apreciando la diferencia de olores, el olor corporal de Nico es diferente al de Rayhan y entre ellos diferente al de Rafael, pero los tres extravían mis sentidos, huelo y me lleno de él, se la mamo como a él le gusta y me ha enseñado, sin tocarla con mis manos, lamo las gotas que salen de él y me esfuerzo por meter mi lengua en su pellejo para encontrar su glande escondido, no resulta muy fácil pero tiene más mérito, con mi boca voy apartando su prepucio, ayudado a veces con mis dientes, hasta que sale húmedo y granate, con colores que brillan a la luz.

Lo voy metiendo en mi garganta y lo saco para respirar. Su respiración se agita como signo de que no lo estoy haciendo mal, me estoy convirtiendo en un mamón de primera y lo disfruto al máximo. Me siento pleno de dicha con su verga llenando mi boca y saboreando lo que sale de él.

Consigue llegar con su boca a la entrada de mi ano y se apodera de él. Le escucho como lame y el ruido que hace su boca pegada a mi culo.

-Joder que trasero tienes, me gusta.  –habla y vuelve a su trabajo, después de decir alguna palabra ataca con más saña mi agujero.

Siempre, después de bañarme, me aplico una crema para que mi trasero aparezca suave, blanco y fino, para hacerlo deseable y lo cierto es que se le ve apetecible y envidiable.

Cada vez que metía su lengua me hacía jadear de gusto y placer, su lengua jugaba en mi ano y la mía en su verga sin descansar las dos, acariciaba su ano con mi mano y masajeaba su escroto hasta que tuve que dejarlo por nuestra tremenda excitación.

Voy a  buscar su boca y la beso, jadea de placer y mientras nos besamos sigue con sus dedos dentro de mi ano, jugando y estirando mis esfínteres, unimos nuestras lenguas, ¡jolines!, como extrañaba el sabor de su saliva que ahora llena su boca con el sabor de mi culo y el beso dura interminables minutos, me maravillan las sensaciones que nuestras lenguas nos producen.

Su mano abandona mi culo, se coloca sobre mí, pasa un brazo debajo de mi cuello y el otro en al principio de mis nalgas y arrastra mi cuerpo hacía él, abro mis piernas al máximo para darle su lugar, mi amante amigo ya no tiene nada de tierno, su verga está intentando entrar, me toma con fuerza y chupa mi cuello.

Su polla entra hasta el final sin parar hasta que hace tope con sus huevos, apoya su pecho sobre el mío y muerde con fuerza su labio mirándome fiero de la lujuria que le llena.

-¡Te voy a preñar!  -vaya subidón en mi nivel de excitación que me producen sus palabras, me estremezco sintiendo su fuerza que me inunda, la barra de carne tan caliente que me llena.

-Sí, lléname con tu leche, préñame.  –me siento humillado por mis propias palabras pero me excitan al máximo y comienzo a mover mis caderas, lo que me permite su cuerpo, llevo mi culo hacia él y lo alejo empujando con mis manos sobre sus piernas, soy yo mismo el que mete y saca su verga.

Mis gemidos se tienen que escuchar en el pasillo y en la habitación de al lado.

-Dame fuerte.  -le hablo y no sé lo que digo, pero ahora entra y sale sin parar, lo hace con mucha fuerza y a pesar de apretar mi ano no le consigo detener.

Debo parecer un muñeco de trapo, acunado por el vaivén de sus embestidas tan fuertes que mueve mi cuerpo sobre la sábana, y después de unos minutos.

-¡Me corro, me voy Daniel!  -acelera sus embates y consigo murmurar.

-Yo también.  –entonces metió su polla hasta el fondo la enterró en mi vientre y se corrió, eyaculó en un enorme orgasmo temblando sobre mí.

Salían mis chorros de semen a la vez que sentía como me iba llenando, preñando como él decía.

Nos quedamos un rato en silencio mirándonos, la venida había sido brutal, retiré el sudor de su frente y acaricié su cara.

-¿Nicolás?  -acaricia mi pecho con los restos de semen que tengo en él.

-Dime, precioso, ¡qué lindo y bueno estas! –sonríe mientras habla y me mira con amor.

-No te rías de lo que te voy a decir, por favor, es una cosa muy seria.

-Venga no te apures que no me reiré, habla. –dejó de acariciarme y prestó atención a lo que le decía.

-Si yo fuera mujer, ¿querrías tener un bebé conmigo?, ¿hacerme un niño?  -enarca sus cejas y me mira sorprendido.

-Eso es imposible, ¿por qué me preguntas esto?

-Tu dime si estarías dispuesto a tener un bebe, ya sé que es imposible y no me puedes preñar, pero es lo que desearía que sucediera.  –acaricia mi cara y se inclina para besar mis labios.

-¡Claro que sí!, no solamente un bebé te haría diez, sería la mejor forma de conseguir que no me abandonaras.  –hablaba sin dejar de besarme.

-Si algún día te pidiera tu semen, ¿estarías dispuesto a donarlo?

-¿Pero a qué vienen todas estas preguntas si sabes que no es posible?

-Me gustaría tener un bebé tuyo, nada más, ¿es tan extraño?

-¿Tanto me quieres, como para desear un hijo mío? –la sonrisa revolotea en su boca.

-Sí, hasta ese punto te quiero. Sería una forma de tener algo de ti.

-Puedes tenerme a mí para siempre en todo momento.  –calló y miró al techo.

 –Pero no me amas.  –lo dice con tal tristeza que me montó encima de él y comienzo a comerle la cara a besos.

-Te quiero Nico, te quiero muchísimo, te adoro, eres un hombre increíble, el mejor.  –estoy un momento escuchando su agitada respiración con mi pecho pegado al suyo, siendo acariciado por su vello.

-Vamos a ducharnos Carlos y Amadeo estarán para bajar. –vuelve la sonrisa a su cara y eso me pone contento.

Decidimos utilizar el restaurante del hotel para ir pronto a la cama, ha sido un día de trabajo para todos y Amadeo parece que se ha esforzado demasiado.

Hablamos entre los cuatro y en un momento dado Nico y Carlos están comentando sobre sus cosas de trabajo, Amadeo me cuenta sus experiencias, sus interminables viajes y que a pesar de vivir ahora en México con sus padres, les sigue viendo tan poco como cuando de pequeño vivía con su abuela en España. Le veo desilusionado de su trabajo y del tiempo familiar que éste le roba para poder estar con Carlos o sus padres.

Después de la cena nos sentamos en una de las cafeterías del hotel, en un lugar apartado y tranquilo, solamente escuchamos las bromas de unos chicos que juegan al billar, deben haberse escapado de la fiesta que celebran en uno de los salones, van vestidos de etiqueta y no pasarán de los veinte años.

Nos sirven las bebidas, mi agua tónica con limón y unas gotas de gin está refrescante y las burbujas salpican mis labios. Miro con seriedad a Carlos.

-Carlos, ¿qué sucede con Ál?  -su reacción a mi repentina pregunta es de susto, se mueve nervioso y desvía la mirada.

-¿Por qué yo no puedo saberlo? Nadie quiere decirme lo que está pasando, María no quiere responder a mis preguntas y eso me desespera, me induce a pensar que es algo grave. ¡Por favor! Carlos, creo que tengo derecho a conocer lo que está sucediendo.   –Amadeo parece asombrado de lo que escucha.

-No me aclaro Carlos, ¿Qué es lo que quiere saber Daniel?  -parece que le vamos a hacer llorar con nuestro interrogatorio, Nico está también con la boca abierta y parece que el único que conoce de que va el asunto es Carlos.

-No quieren que lo sepáis y que lo paséis mal.

-¿Quién no quiere? Vamos Carlos habla, nos tienes con el alma en vilo.  –Amadeo sujeta del brazo a Carlos para que le mire y le sacude estirando de la manga de su chaqueta.

-Es por Ál que ha empeorado, ellos no quieren que haya más gente sufriendo, por eso nos han pedido que no lo divulguemos, no es por otro motivo.

-¡Pero qué tontería es esa! Carlos, Daniel y yo tenemos el mismo derecho a conocer lo que les pasa a nuestros amigos, igual que tú, ¿es que sois estúpidos y os habéis vuelto todos locos de repente? Explícate de una puñetera vez.  –el tono de la voz de Amadeo es de un cabreo supino y su cara dice todo el enfado que siente en este momento con su novio. Las lágrimas comienzan a salir de los ojos de Carlos, y le acerco un kleenes.

-Tiene cáncer de páncreas.  –nos ha dejado como si hubiera estallado una bomba delante de nosotros y estuviéramos atontados por la detonación sin poder reaccionar, sordos, ciegos y alelados.

-No puede ser, hace menos de un mes que hemos estado con el abrazándole, ¿no lo recuerdas? Está bien, no puede ser verdad.  –creo que no estoy asimilando lo que escucho.

-Pero eso que quiere decir.  –Amadeo  tarda en reaccionar y su voz se quiebra.

Carlos comienza a llorar, ahora las lágrimas son torrentes que surcan sus mejillas imposibles de parar.

-¡Que se muere joder!, que se va, ¡mierda!, ¡mierda!, ¡mierda!  -llora desconsolado mientras Amadeo le abraza

**********

 

Sábado

Cuando despierto tengo la sensación de haber sufrido una pesadilla, la más terrible que alguien pueda soportar. Los recuerdos llegan a mí y sin terminar de despertar el llanto me acongoja y me puede. ¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

El recuerdo de las palabas de Carlos arrasan mi corazón, metástasis extendida, no hay solución ni un remedio, un mes de vida, ¡Dios mío que crueldad!

Nico me acaricia tierno y limpia mis lágrimas, fue el único que pudo mantener su entereza después de escuchar a Carlos confesar lo que tenía que haber supuesto. No lo supe ver, preocupado por mis tonterías en Navidad no había percibido, notado lo que tuvo que ser evidente.

La noche transcurrió lenta y el dolor y la pena me arrasaban, nos despedimos sin poder dejar de llorar, Amadeo se abrazó a mí, lloraba desconsolado y no quería separarse, era la caricatura de lo que solía ser siempre él.

No terminábamos de entender que solamente le quedara un mes de vida, no podía ser verdad, su felicidad no les había durado tres años.

En ese momento les odié por no haberme dicho la verdad, por dejarme vivir en la vaciedad de mi vida, me maldije a mi mismo por los dos años perdidos viviendo lejos de ellos.

Nos reunimos para desayunar y el dolor seguía latente.

Salimos a pasear, hacía mucho frío y algunas veces caían gotas de agua nieve,  en lugar de resultar un problema era una incitación a caminar más deprisa, como si quisiéramos dejar los pensamientos tristes atrás y olvidarnos de ellos. Dejamos Novotel no sin antes pedir un plano de la ciudad, lo primero que hicimos fue comprarnos unos paraguas baratos, el único que conocía relativamente la ciudad era Amadeo, el resto no conocíamos más que lo que habíamos visto por fotografías. Nos encaminamos para ir a ver el Atomium, una disculpara cualquiera para ir tomando contacto con la ciudad.

El paseo nos llevó más de dos horas, la ciudad era bonita pero nuestros ánimos no estaban para disfrutar plenamente de la visita, además aunque a veces las nubes permitían ver el cielo, resultaba bastante tristona, comimos en un restaurante cercano al canal de Charleroi, no muy agradable por cierto. Nico pidió vino para la comida y se lo agradecí, era una de las ocasiones en que necesitaba algo de calor, alegría aunque resultara ficticia y provocada.

Poco a poco nos íbamos animando y llegando a la conclusión, o quizá era lo que deseábamos pensar, que lo de Ál no podía ser tan grave y que al final no se cumplirían los pronósticos de los médicos, también se equivocan a veces.

La visita de la tarde a la ciudad resultó más agradable y cuando nos detuvimos para tomar una consumición y descansar, lo que veíamos nos había ayudado a olvidar o atemperar el sentimiento.

Después de la mala experiencia con el restaurante a la hora de la comida, decidimos cenar en el hotel y no volvimos a hablar de nuestros amigos, centrando la conversación en nuestros trabajos y actividades, rehuyéndolos como si fueran apestados.

Volvimos al lugar de la noche pasada, estábamos tranquilos y hablando mientras tomábamos nuestra consumición, en está ocasión le pedí al camarero que en lugar de  ponerme unas gotas de gin fuera algo más y como la mesa de billar estaba libre nos pusimos a jugar, hicimos parejas, Carlos y yo contra Nico y Amadeo. Perdimos nosotros porque en realidad ninguno de los dos somos buenos.

Nos metimos en la cama, Nico como siempre sin ropa y desnudo, apagó la luz y me abrazó, metí mis dedos entre el vello de su pecho acariciándolo y besé su brazo, el estaba boca arriba y yo de costado mirando su perfil.

Mis labios no se despegaban de su hombro dándole besitos y llevé mis dedos a su tetilla que cogió rigidez con mi toque.

-Necesito que me abraces y me des calor.  –se volvió hacía mí y me recogió en sus fuertes brazos, acariciaba mi espalda besando mi frente. Lentamente fui quedándome tranquilo sostenido entre sus brazos y recibiendo el calor de su cuerpo.

Estuvimos mucho tiempo de esta manera, sin hablar, queriéndonos; de mi garganta salió una risita cuando su mano acarició mi culo queriendo meterla en el canal, los tensé para evitarlo y él seguía intentándolo. Relajé mi trasero y permití que la punta de sus dedos llegaran a mi entrada, aparte mi pelvis de su cuerpo y tiré mi culo hacía atrás dejándolo a su total disposición.

Quise meter mi mano en su axila para acariciar sus vellos y apartó su mano momentáneamente de mi culo para elevar ligeramente su brazo. Encerró mi mano en su sobaco y retornó a lo que estaba haciendo, llevé mi otra mano a su entrepierna y separé su verga ya totalmente tiesa de mi vientre, la tenía muy caliente y mi ombligo estaba húmedo de su precum.

Estuvo un rato jugando con mi ano y metía sus dedos moviéndolos en mi interior, yo emitía susurros de placer acariciando los pelos de su axila y moviendo suavemente su verga, todo sin prisas mientras olía su piel y lamía los vellos de su pecho.

Me coloqué sobre él, montándole a caballito, mis rodillas apretaban sus costados y mis huevos y culo eran acariciados por los vellos de su abdomen, las sensaciones eran extremadamente placenteras y agradables. Su verga estaba en la separación de mi culo acariciando mi ano, creo que me llegaba a media espalda, cuando me ponía recto notaba su capullo en mi cintura. Me agaché para unir nuestros pechos y me acerqué a su cara para comérmela en tiernos besos.

El tallo de su miembro se apretaba muy fuerte contra mi ano que palpitaba deseoso y movía sus caderas para pasarlo por mi raya, como si me estuviera follando.

-¿Quieres meterla así?  -susurré en su oído mordiendo su oreja.

-Sí, espera, ahora voy.  –hizo intención de llevar sus manos a su pene para apuntarlo a mi entrada.

-No, ya lo hago yo.  –Me enderecé quedando sentado sobre su vientre, elevé mis rodillas al máximo y giré mi torso para llevar mi mano derecha y sujetar su falo.

Palpitaba ansioso por entrar en mí y la punta la tenía resbaladiza de su precum, moví mi mano sobre su tallo varias veces y lo dirigí a mi ano, lo distendí para recibirle y me fui dejando caer. Sentía un poco de dolor cuando su capullo rompió la primer barrera y mordí mi labio, continuaba sosteniendo su verga con mi mano, notaba como iba entrando en mi y como mi mano bajaba por su tallo mientras iba desapareciendo absorbida por mi cuerpo.

Cuando llegue a la parte gruesa aspiré fuerte y relajé mis piernas para caer hasta notar que estaba sentado sobre sus testículos y los pelos de su pubis, suspiré tranquilo y sonreí para mi satisfecho, me había empalado yo solito y notaba su virilidad en lo más profundo de mi ser.

Me dejé caer sobre su pecho y se escaparon unos centímetros de su polla, recogió sus piernas ofreciéndome su apoyo como si fuera un respaldo y volvió a entrar todo.

-Está todo dentro.  –mi voz era de satisfacción profunda mientras mordía sus labios y lamía sus dientes.

-Parece que estoy en el paraíso, que bien se está dentro de ti.  –le miré pero todo eran sombras, solo veía el brillo de sus ojos que reflejaban la poca luz que había en la habitación.

-Estoy muy feliz Nico, me llenas de gozo y lujuria, lo tienes todo exquisito.  –para demostrárselo me levanté  sentándome ensartado como estaba, y acaricié su pecho pasando mis manos por él, y por sus abdominales tan bellos, y  por sus fuertes brazos que sujetaban mis caderas y cintura que casi cabía toda ella entre sus manos, y se tensaron para indicarme que quería que me moviera.

Flexioné mis rodillas y comencé a subir y bajar el anillo de mi ano por su verga, no la sacaba mucho, unos siete u ocho centímetros hasta notar la parte gruesa, ya había calculado el recorrido e iba incrementando mi velocidad.

Sentía palpitar todo mi recto acariciado por su glande, llevé mi mano derecha hacia atrás para acariciar sus testículos y palpar como entraba y salía su polla estirando mi ano.  Apoyé las palmas de mis manos en su pecho y flexione mis rodillas para elevar mi culo de su ingle y le dejé que trabajara él a partir de ahora.

Comenzó a elevar y bajar su pelvis, movía sus caderas con fuerza golpeando con sus huevos en mi entrada y sacaba casi todo su pene, y lo volvía a meter elevando su cuerpo, estaba que no aguantaba más y no quería tocar mi polla que se bamboleaba con sus embestidas tan fuertes, o me correría de inmediato.

Tampoco quería inclinarme demasiado para no rozar mi verga con el vello de sus abdominales que se contraían y se ponían rígidos cuando impulsaba sus caderas hacia arriba para meter la verga.

Estaba realizando un titánico esfuerzo y sudaba como un condenado a galeras, bufando por su boca, ligeramente abiertos los labios y apretados sus dientes.

-Me corro Daniel, ya va.  -incrementó la velocidad de sus movimientos y me incliné cambiando el ángulo de entrada a mi ano, ahora sin moverse tanto trayecto, podía penetrarme más rápido aunque menos profundo, pero mi pene rozaba con su vello y apreté mi ano cuando comencé a descargar mi esperma sobre sus abdominales y pecho, elevó en ese momento sus caderas, tirando al mismo tiempo de las mías hacia él, entró en lo más hondo y allí se quedó estremecido, soltando un alarido seco y profundo y llenando de su semen mi intestino, luego cayó sobre la cama y subió y bajo unas cuantas veces hasta que se fue serenando y quedó rígido, rendido por la fuerza de su orgasmo.

Estuvimos un tiempo así, con mi cuerpo sobre el suyo, con su verga en mi interior hasta que sentí calambres en mis piernas, le bese la boca y volví a limpiar su frente del sudor que no terminaba de aparecer.

-Vamos a la ducha.  –subí mi cuerpo y su polla me abandonó, cayó un chorro de su semen sobre su pubis y testículos.

**********

 

Domingo

Nos levantamos un poco tarde, llamé a Carlos y también ellos iban retrasados, mientras Nico se duchaba contesté un par de correos que creí necesario responder.

Preferí que la ducha la hiciéramos por separado, no quería sucumbir a los deseos de Nico y pasarnos la mañana bajo el agua, me costó controlarme pero lo conseguí, otra cosa hubiera sucedido si hubiéramos estado solos.

Hoy al menos no llovía y había algunas nubes, el tiempo no estaba asegurado aunque el sol aparecía tímido con sus rayos sin calor.

Comenzamos a caminar sin rumbo guiados por Amadeo, pasamos por delante de la mezquita y recordé a Ray, no se veía a nadie en sus alrededores, los acontecimientos de la semana pasada en Bélgica no resultaban gratificantes.

No nos alejamos mucho del hotel, habíamos dejado preparadas nuestras maletas los tres, Amadeo seguiría con su trabajo, lo importante era que estábamos juntos los cuatro, intentando decir la tontería adecuada para que los demás rieran, lo pasaran bien y olvidaran lo que aparecía inmisericorde en nuestra mente y queríamos evitar.

La estación está cerca del hotel, les dejamos allí ya que Amadeo acompañaría un poco más tarde a Carlos al aeropuerto, no nos dijimos una palabra aparte de los abrazos y besos porque la pena nos podía, resultaría más fácil por teléfono. Durante el trayecto Nicolás no permitió que pensara en nada y sacó conversación de donde no había, hablaba de Jaime y Lucía, sus hermanos, como nunca lo había hecho y sus anécdotas de pequeños.

Fueron dos terribles días y solamente la templanza de Nico, sus besos y abrazos, la compañía cercana, sin invadir la privacidad de mis pensamientos, paliaron mi desesperación, quería morir y todo me lo reprochaba.

Cuando el Eurostar me deja en Lille el domingo a la tarde, el frío del viento acompaña a mi no menos helado corazón.

No sabía qué hacer y después del mal trago pasado llegué a la determinación de que debía callar, no decir nada, respetar sus deseos y que creyeran que no sabíamos lo que sucedía, así no se tendrían que preocupar del dolor de los demás.

En Marzo tengo como previsión ir a Inglaterra, para pasar una semana con mis compañeros de postgraduate, en unos días de convivencia que la empresa tiene decididos en su programa de formación. ¿Podré llegar a verle con vida? Si lo que Carlos decía era cierto no llegaré a tiempo y no tengo una disculpa creíble para ir a visitarles sin decirles la verdad.

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