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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 45)

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Capítulo 45

Tenía un disgusto enorme, y la frustración me sobrepasaba. ¡Qué sería lo que mi recordada Margarita me contaba!

La entrevista que tenía concertada con mi buen amigo Celso dentro de media hora, (unos de los mejores abogados de Madrid, y mejor cliente de antaño de "mi Casa"), me sacó de esa preocupación. Ya vería la forma de ponerme en contacto con Marga.

Pretendía camuflar la mayor parte de mi patrimonio a través de un testaferro; y sólo quedarme con dos propiedades que me proporcionaran las rentas justas para vivir; sin duda, sabría la mejor forma de hacerlo.

Salí muy satisfecha de la reunión, ya que las propuestas que me hizo, me parecieron mucho mejor que la del suplantar mi fortuna a nombre de otros. Me aseguró, que, el momento político financiero que atravesaba España, era el idóneo para invertir en diversas actividades.

También me ratificó, que por veinticinco millones de pesetas, convertiría en efectivo todas mis propiedades y situaría el dinero en el País apropiado, pero no me lo aconsejaba.

La cantidad a pagar es enorme, pero era para comprar voluntades. Le entendí a la primera.

--Ten en cuenta Manolita, que esos 25 millones, son calderilla, comparado con los impuestos que te evitas.

Quedé en llevarle todos los títulos de propiedad, acciones, bonos, etc. etc. Una vez hecha una relación verbal de todo, a groso modo calculó mi fortuna, valor de hoy, en algo más de mil millones de pesetas.

 

 Mismo día. 12:25 horas

 Sonia se hallaba sentada junto a la barra de la cafetería del Hotel Emperatriz. Se le veía emocionada, eso de jugar a los espías parece que le excitaba.

Dirigió su mirada hacia la puerta que le une con el salón del Hotel; en ese mismo momento accedía a la misma un tío guapísimo; en un segundo supo que era Ernesto, el amigo que le dije que quería esquivar.

Pero dejemos que lo cuente ella, ya que fue la protagonista de este pasaje de mis memorias.

--Buenos días señorita. ¡Usted sí qué sabe!

--Buenos días caballero. ¿Qué es lo que dice que sé?

--Por ese Martini seco mezclado, no agitado que está tomando.

--¡Vaya! ya me ha descubierto. Dije sonriendo.     ¡Joder! Manolita se había quedado corta en su descripción, porque el tío está de bueno como un queso.

Al verme receptiva a sus intentos de seducirme se le notó en su rostro el signo de la victoria.

--Permita que me presente; soy Ernesto, a su servicio permanente.

--Yo, Bond, James Bond, al servicio de S.M. la Reina.

Reímos los dos de mi ocurrencia, ¡Pero leche! ¿Qué me estaba gustando la farsa? ¡Pero el tío más! Me lo imaginé encima de mí, y ya me estaba empezado "a escurrir".

--Sonia Lozano. Encantada.

--Más encantado estoy yo. Y si le digo la verdad, me dolería mucho que su estancia aquí, sea debido a la espera de algún varón.

--No sufra galán, que una servidora nunca espera a ningún hombre. Ellos me esperan a mí.

--No es de extrañar, a una mujer bandera como tú, yo le esperaría toda esta vida y en la venidera.

--¡No me digas! ¿De qué vas a nacer en la otra vida?

--De peluche, para que me tengas siempre encima de la almohada de tu cama.

¡Joder con el Ernestito! "pico" no le falta. Lo que no me explico, es como Manolita va a "dar puerta" a un tío como este.

--¡Uy no! en la cabecera de mi cama no tengo peluches.

--¿Qué es lo que tienes?

--Tigres y leones, monada.

--Pues no se te ven muchos moratones de los bocados. ¿No serán gays?

Sonia quiso acabar con este diálogo más propios de besugos que de personas, y cambió el tercio adoptando un gesto más serio

La verdad, es que deseaba llevárselo a la cama. Cualquier mujer que no conociera la catadura moral de Ernesto, se prendaba de él "en menos que se cuece un espárrago".

--Ahora en serio Ernesto, no quiero dar la imagen de una niña frívola; espero a una compañera de trabajo.

--Estoy completamente seguro que esa compañera, entenderá, que, has preferido comer conmigo.

Comprendí a Sonia. A los veinticinco años, se cometen muchas locuras, y echar "un polvete" con un tipo como Ernesto era casi una necesidad, no una locura.    Pero sigamos dejando que sea ella la que nos relate lo que ocurrió después.

--Sí, sí... creo que mi amiga Manolit.... Me quedé cortada, y esta pausa puso en guardia a Ernesto.

Pero que torpe soy, habrá en Madrid miles de Manolitas.

--¿Cómo dices que se llama tú amiga?

--Manolita. ¿Por...?

--No por nada, es que por un momento me has hecho recordar a una Manolita.

--¿Alguna novia, o un ligue? Porque tú, no tienes pinta de tener novia formal.

--No, no.… nada de eso; es una que cuando le vea, tengo que ajustarle algunas cuentas.

Algo había (y al parecer algo gordo) entre Manolita y Ernesto. Tendré mucho cuidado en lo sucesivo, para no meter la pata.

--Voy al lavabo Ernesto, ahora vuelvo.

Se me ocurrió una idea genial. Llamé a mi amiga Silvia desde el teléfono público que había en el tocador de señoras. ¡Menos mal que la pillé en casa!

--Silvia, soy Sonia, Escucha y no preguntes nada, ven corriendo a la cafetería del Hotel Emperatriz, y te vas a los dos minutos.

--¡Pero que dices, loca!

--Por favor ahora no preguntes nada, luego te daré pelos y señales de todo.

--¿No me meterás en un ningún lío de los tuyos?

--¡Qué no, joder! Escucha y no me falles.

--Llamas ahora mismo a este teléfono, di que te llamas Manolita, que digan a la señorita Sonia que te vas retrasar unos minutos; vienes dentro de un rato, te presento a un tío como mi amiga Manolita, y te pierdes. ¿Vale?

--Vale, pero menos mal que me has pillado en casa, porque ya me iba.

--Venga, no te retrases.

--Pero luego me cuentas, ¡Eh!

--¡Qué sí coño, que sí! ¡Pero venga ya!

--Disculpa Ernesto, ¡para las mujeres...! ya sabes que el baño es nuestra segunda residencia.

--Disculpada niña, disculpada.

Justo al minuto el camarero pregunta en voz alta:

--Señorita Sonia, señorita Sonia.

--Soy yo, ¿qué quieres?

--Que su amiga Manolita se retrasará unos minutos, te pide que la esperes. Ha colgado para no perder más tiempo.

--Gracias majo.

--¡Cómo sois las mujeres! Hasta entre vosotras os hacéis esperar. Dijo Ernesto como de coña.

--Alguna caravana le habrá pillado, Manolita suele ser muy puntual. ¿Te importa? Te la presento y le damos "aire" ¿vale?

--Ya te he dicho que estoy para tus caprichos.

Efectivamente, a los quince minutos llegó Silvia, (La supuesta Manolita) simulando sofocos.

--¡Jo... Sonia! No sabes como está el tráfico en Madrid, a esta hora.

--Tranquila Manolita, tranquila. Mira, aquí Ernesto, un buen amigo.

--Hola Ernesto, ¿Qué tal?

--Muy bien Manolita. Encantado de conocerte.

Guiñé un ojo a Silvia a la vez que le decía:

--Si te hubieras puesto al teléfono, en vez de dar el recado al camarero, te hubieras ahorrado el viaje.

-¡Cómooooo!

--Sí, que Ernesto me ha invitado a comer, y...

--Jolín Sonia, vaya putadita que me haces. Pero te comprendo, por un tío como Ernesto, daba plantón hasta a Richard Gere. Me dijo devolviéndome el guiño del ojo.

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