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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 46)

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Capítulo 46

Mismo día. 14:00 horas

Me extrañaba que Sonia no estuviera en el apartamento; quedó muy claro que a las dos llegaría para comer juntas; y que dejaría todo si fuera preciso.

Ni por la cabeza se me pasó que pudiera haberse prendado de Ernesto, ¡Pero sí, sí!

Dejemos que siga siendo ella la que nos relate que hizo después de despedir a su amiga que se hizo pasar por mí. Que por cierto, ahí estuvo sembrada con la idea de suplantarme, y despejó las dudas de Ernesto de que fuera yo, la amiga de Sonia.

Mismo día: 17:00 horas

Estábamos en los postres; comíamos en el restaurante La Paella de la Reina , una de las arrocerías más famosas de Madrid.

Aromas del Mediterráneo, en pleno corazón de la capital, según reza en su publicidad. Y es cierto; el arroz de Calasparra, y el aceite puro de oliva, son los ingredientes básicos para las paellas tan exquisitas que preparan con inmenso amor su equipo de cocina.

--¡Qué! ¿Te ha gustado el arroz con bogavante?

--Exquisito Ernesto, simplemente exquisito. ¡Y qué bogavante más hermoso!

--Pues tengo yo otro "bogavante", que seguro que te va a gustar más; y bastante más sabroso.

--¡No me digas! pues habrá que probarlo cuanto antes.

Seguía "goteando" cada vez con más intensidad; ¡le miraba que me lo comía!

Tomamos un taxi y nos dirigimos al hotel. El sobeo que me estaba infringiendo durante el trayecto "me calaba", cosa que debió percatarse, porque me dijo al oído.

--Hueles a hembra en celo, a hembra caliente. Pronto voy a aplacar tus ardores. ¡Paloma mía!

Debo confesar para ser sincera, que aunque soy bisexual, en este momento me sentía la mujer más mujer que vivía en mí. Estaba sentada al borde de la cama y pensaba. Ernesto en el servicio haciendo alguna necesidad.

--¡Joder! es que Ernesto está más bueno que un queso...

Ver su pelo negro plateado en sienes...

Sus ojos...sus labios... su mentón...

Su... su... su... pecho de atleta,,, 

¡Y su enorme pene!

Salía del servicio en "pelota picada"; "aquella cosa" era descomunal, nunca en mi vida había visto algo así de hermoso. ¿Pero cabrá eso...?

--Bueno cariño, aquí me tienes a tu servicio completo, tal como te prometí. Pero mañana abandono Madrid; así que vamos a aprovechar a tope lo que nos queda de esta tarde y noche febril.

Me repuse de la impresión; Ernesto no que es sea un superdotado, es que además tiene un cuerpo que conmueve. Por lo que pasé del susto al morbo en segundos. Sentir ese pedazo de tranca metida hasta el fondo, me estremecía.

Se tumbó en la cama, boca arriba, con su enorme falo apuntando al techo; por lo que estaba muy claro que no hacía falta ponerle cachondo.

Me acosté a su lado, a su diestra. Daba impresión ver aquello. El glande casi pegado a la altura de su estómago, por lo que al sobrepasar el ombligo en unos diez centímetros, daba golpes sobre la piel, y parecía que quería salirse del cuerpo.

Enormes venas recorrían la superficie serpenteando cual enramada que trepa por las paredes.

La piel muy morena, lo que contrastaba con la del resto de su cuerpo.

Su "capullo", de un rosa casi encarnado parecía que iba a eclosionar de un momento a otro, para convertirse en un clavel reventón.

 Ernesto se daba cuenta de mi ensimismamiento ante la contemplación de su falo, por lo que me dijo.

--Bueno niña, cuando termines "de adorar al santo", échale una limosnita.

Me hizo gracia la salida, además de ser oportuna, porque dijo la verdad: su miembro viril, desde luego que es para adorarle.

Mi mano derecha bajaba cual barquichuela por aguas turbulentas hacia "ese tronco" para asirse allí como tabla de salvación.

"El tronco",  al sentir el húmedo pero cálido calor de mi mano, dio un respingo que se transmitió hasta el culo de su dueño.

Mi mano derecha se perdía por aquella vereda, por lo que la izquierda tuvo que ir en su auxilio. Las dos manos abrazadas en aquel "tallo", no lo cubrían en la totalidad; por lo que mi boca también tuvo que ir en socorro de aquellas que no conseguían dominar las ansias "del monstruo".

Mi lengua, mis labios y toda la boca, lamían y sorbían de "aquel tallo",  como el choto mama del pezón de la teta de su madre la vaca.

No podía entender como Manolita despreciaba tan suculenta exquisitez. Fornicar con Ernesto, es un privilegio que millones de mujeres se irán de este mundo sin tener la dicha de saborear tal delicado manjar.

 

¡Qué bien Sonia..! 

Tu lengua insidiosa,

que parece de diosa,

me da un inmenso placer...

¡Sigue... sigue... mi amor...!

Qué mi goce llegue al amanecer.

 

¡Goza, goza... Ernesto...!

¡Qué te llevará al extremo del placer

mi inspiración y mi estro!

 

!Ay Paloma... mi Paloma..!

de altos vuelos... mi sisella...

¡Qué tu boca siempre "me la coma"!

¡Devora con pasión toda ella..!

 

Este polvo en verso me transpone

 a una nirvana maravillosa.

¡Ay Ernesto mío...! ¡Cómo me pones..!

¡Me muero por "tu cosa"!

 

No desfallezcas Sonia de mis placeres...

¡Sigue mamando...sigue...

debajo de los caireles!

Tu boca y lengua me persigue

¡liba...liba... mis mieles...!

Pero no te atosigues.

 

Cesé aquella felación en verso, ya no podía aguantar más. El clítoris quería salirse de su capuchón; esperaba ansioso su ración.

 

Ernesto... ¡Mi corazón, mi vida...!

Mi vulva suspira por una gran lamida...

Qué de tu jugosa boca, será bien recibida...

 

Sonia de mi alma...

Tu ansia me conmueve.

Mejor hacemos el sesenta y nueve...

Pero ten calma.

 

¡Sí... sí... mi hermoso efebo...

Ahora te voy a chupar un huevo...

 

Planté mi hermoso culo en su boca, no se le veía la cabeza, pues mi tafanario se la envolvía.

 

¡Ummmm! Sonia...

Qué olor más refinado...

Aroma de violetas, aloe, vera,

jazmines y orinados...

Mixtura de aromas de primavera...

¡Otra vez al cielo me traslado..!

 

Pues el sabor y el olor de tu clavel,

es un placer saborear y oler...

Dulce como el requesón con miel.

Yo también voy a ese edén.

 

Mi clítoris se apaciguó...

Al sentir los besos

de los labios de Ernesto.

¡Qué alivio...qué consuelo...!

Mi vulva se recuperó presto.

 

Chorreaba como el surtidor de La Cibeles. Cesé de libar aquella miel, y me dispuse a meter aquel tallo hasta lo mas profundo de mis pliegues.

 

¡Qué emoción más sublime!

¡Qué hermosas sensaciones...!

Sentir dentro de tus entrañas, me redime...

hasta los mismísimos cojo...

 

Allí quedamos los dos...

rendidos, sublimados,

ante este polvo poético...

 

... Su pene quedó famélico...

 mi rosa, patética...

fue un polvo fantástico...

 

Me sentía como una angélica. 

(9,15)