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Mis cuentos inmorales (Entrega 21)

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Cómo y donde tiré mi último "cohete

 

PRIMERA PARTE

Durante los años del 2000 al 2005 fui uno de los "reyes de los chats"; habitual en las salas de más de cincuenta, ya que por mi edad eran las más apropiadas; y además, nunca me ha gustado entrar en otras en donde tenía que falsificar mi identidad para estar a altura de las circunstancias.

Jamás he mentido a una señora cuando pasábamos a un privado o al Messenger; siempre he ido con la verdad por delante de mis intenciones: Eso de:

"Prometer hasta meter, y una vez metido nada de lo prometido"

Nunca ha sido mi técnica para seducir a una dama y llevarle al tálamo.

Por eso las señoras que me han invitado a compartir su lecho, lo han hecho totalmente convencidas de que invitaban a un señor serio, y que no había recurrido a subterfugios ni martingalas para conseguir sus favores sexuales. Posiblemente esa actitud formal y sincera para llegar al "folleteo", me privó de follar con más de una, pero precisamente por eso, nunca se me plantearon problemas de conciencia.

Sucedió en el año 2005. Era sin duda, uno de los más atractivos chateros por mi forma de escribir. Todo lo escribía en rima versada, y siempre con frases oportunas al caso suscitado. ¡Vamos! Que tenía el don de decir siempre aquellas palabras que encandilan a un mujer, y en el momento oportuno.  También es muy cierto que a otras les cabreaba mis formas de decir, y más de una enemiga me surgió.

La mujer por lo general admira al hombre que sabe tocar sus fibras sensoriales a través de la semántica. Por eso los chats para mí, son el mejor vehículo para expresarme y ligar en la virtualidad.

Crean ustedes que más de una y más de dos me seguían por la Red, bien a través de mi E-Mail, el Messenger o las salas de chats, buscando quizás "un bálsamo" a su soledad, ya que obviamente estas damas eran viudas o divorciadas que buscaban sexo virtual, y mucha veces real, como me ocurrió con una señora de Valencia que llamaremos Amparo.

Amparo me buscaba a todas horas por la Red. Nuestra amistad virtual se consolidó cuando nos conocimos a través de la Webcam. Ella vio en mí, aparte de un señor culto y educado, un hombre de un metro ochenta y cinco de estatura y bastante guapetón. Y yo vi en ella una dama de mucha clase además de atractivo físico para su edad. Me confesó tener 55 años.

Varias veces me propuso hacer cibersexo, pero yo me negué alegando que un día lo probé y no me excitó para nada, es más, lo vi algo absurdo; pero la verdad era, porque soy impotente y no quería que ella lo supiera. Pero el negarme no fue obstáculo para seguir siendo muy buenos amigos.

Amparo me había invitado a su casa de Valencia, y aunque vivía con dos hijas casi siempre estaba sola, y los fines de semana casi todos, ya que sus hijas los aprovechaban para viajar con sus novios a otros sitios. Pero yo le daba largas, ya que no quería pegar un"gatillazo".

 Un día me dijo:

-Félix: -¿Sabes qué es lo que creo?

-Pues no sé.  Respondí algo mosqueado.

-Qué si no aceptas mi invitación de pasar en mi casa un "finde", es porque no te gusto.

Quedé un tanto perplejo, ya que no era cierto; pero ¡claro! Amparo no sabía que no "se me empinaba". Y yo tampoco tenía porque decirle esa circunstancia personal.      Pero había llegado el momento de aclarar que estaba muy equivocada, que si no me atrevía a acostarme con ella, era por ese motivo. Por lo tanto le dije muy serio. A través de la webcam:

-Te equivocas Amparo, me gustas y mucho.

-Entonces no lo entiendo, y menos sabiendo porque tú me lo has dicho, que por tu trabajo te puedes escaquear sin que tu mujer sospeche.

-Mira Amparo. Te voy a ser sincero. Tengo un problema de erección, y estar con una mujer como tú, y no poder penetrarla me supone un trauma.

Amparo se rió de una forma descarada, y dijo a continuación:

-Pero que estúpidos sois los hombres. No pensáis nada más que en "meter y meter", e ignoráis que una mujer se puede sentir inmensamente feliz en los brazos del que ama, sentir sus labios en los suyos, y una mirada de amor.

Quedé un tanto abstraído por sus palabras. Además, siguió diciendo:

-¿Sabes que soy enfermera, y "tu problema" tiene solución?

-No, biagra, no. Salté como un resorte. Tengo problemas cardiacos, y está contraindicado.

-Te aseguro Félix, que hay un remedio local que no hace falta injerir ninguna sustancia química que afecte al corazón.

-Si es la ventosa por succión, respondí, no sirve, en cuanto deja de succionar, "se me baja".

-Tú ven, y te convencerás.

-¿Y si falla conmigo?

-Pues no pasa nada. Nos abrazamos, nos besamos, nos lamemos, y tan felices.

Quedé tranquilo y satisfecho. Amparo ya sabía mi problema eréctil, y si iba a su casa no podría llamarse a engaño. Por lo tanto, un buen fin de semana, decidí ir a verla.

 

SEGUNDA PARTE

Llegue a Valencia el tren Talgo que hacía su entrada a las 14:00 horas en la estación de la calle Játiva. En casa había puesto la excusa de un seminario de fin de semana. Bastante habitual para la empresa que colaboraba como Jefe Nacional de Ventas.

Vivía en la calle de la Paz, vía muy céntrica cerca de la plaza de la Encarnación. Allí estaba esperándome; en el balcón del segundo piso de la finca. Un leve saludo con la mano, y una expresión de regocijo. Era la primera vez que me veía en persona, y por el gesto de su rostro comprendí que le daba como mínimo sobresaliente a mi aspecto físico en la realidad.

Subí las escaleras que conducían a su vivienda. No había ascensor, es una finca antigua de cuatro plantas. El corazón me latía más deprisa que lo normal, pues la emoción me embarga al pensar que si era verdad que Amparo tenía un remedio infalible; y que mis 18 centímetros iban a sentir la delicia de alojarse en su cálida y húmeda vagina. Porque me decía en nuestras charlas por messenger que "se empapaba" cuando hablaba conmigo. ¿Qué pensaría? Si yo evitaba el tema.

Ni me acordaba cuando fue la última vez que pude penetrar a una mujer, por eso, la emoción me embargaba.

Abrió la puerta, y allí estaba. Como esperando "al guerrero" que busca la paz del hogar después de la batalla.     La atracción fue tan potente como el imán. Allí mismo, en el recibidor (con la puerta de la entrada cerrada, ¡claro!) nos dimos tal beso que "que temblaron las paredes y el techo". ¡Joder! que beso. Fue apoteósico, pero no me empalmé, cuando lo normal es que ese beso hubiera "ensamblado hasta un muerto". Y me preocupó hasta el punto que ella se dio cuenta, y dijo:

-Tranquilo Félix, tranquilo. Que aunque no he notado la contundencia de tu miembro viril en mi vientre, si he notado los latidos de tu corazón.

Esas palabras fueron como un bálsamo para mis angustias. Pues no estaba totalmente convencido todavía del remedio de Amparo para que "aquello" volviera a renacer. Eran exactamente las 14:15 horas.

-Tengo reservada paras las tres una paella en una de las mejores arrocerías de Valencia. ¿Te gusta la paella?

-Me chifla, es uno de mis platos preferidos. Mi suegra es de Oliva, y hace unas que te chupas los dedos. ¡Ah! Y el socarraet  me encanta.

-Espera que me arregle y nos vamos. Si quieres asearte un poco, ahí tienes el servicio principal.

Amparo no dejaba de sorprenderme, porque lo que vi en el baño seguro que lo había preparado. Estaba más limpio que la patena, y la combinación de azulejos color malva con el suelo de linoleum anaranjado, te invitaba a hacer tus necesidades eternamente. En un rincón, una cesta entreabierta, y asomando los tirantes de un sujetador.

No pude resistir la tentación, la abrí, y allí estaba una de sus braguitas para ser lavadas. No era ni tanga ni de "cuello alto", era el tipo de braga que me gusta bajar muy lentamente de las "columnas del templo más maravilloso que hizo la Naturaleza". De las que quedan debajo del ombligo, y por la parte de atrás cubren la mitad de los glúteos.

Llevé aquella prenda tan delicada a mis fosas nasales con la intención de llenarlas del efluvio de los flujos de Amparo. Quedó un tanto decepcionado, ya que olían más a desodorante íntimo que a sus exudados. Pero pensé que después, en el "fragor de las batallas" emanarían de su "fuente del amor" su aroma natural, y podría saborearlos con delectación.

-¡Va, Félix! Que se nos hace tarde, y la paella no espera, el arroz se pasa.

Salí de mi ensimismamiento con aquella llamada de aviso, y no s fuimos hacia la arrocería.

 

 TERCERA PARTE

 Lo que pasó después es digno de ser cantado por los poetas en verso, porque la prosa queda paralítica ante la magnitud de lo acontecido. Si de verdad existe vida en los paraísos, aquello fue sin duda el reflejo de ella.

 

De rodillas le pedía al Señor

Fuerzas para ganar esa batalla,

¡Dios! soy hombre de honor,

no me dejes en la estacada,

te lo pido con infinito fervor.

 

Entre las pilastras de Morfeo

surgía una druida, o diosa,

portando una joya o camafeo.

¿Qué es eso, mujer preciosa?

De ella me sentí como un reo.

 

Aunque preguntar este feo,

pregunté que era aquella cosa.

No sufras, mi Galán Maduro,

son aceites y aguas de rosas,

para que "el nardo" se "ponga duro".

 

Con una delicadeza extrema,

la sílfide escaló aquel muro;

posó suavemente sus yemas,

en lo que brotar le daba apuro,

¡Zas! se liberó de aquella trena.

 

¡Aquel nardo daba gracias al cielo!

Le había redimido aquella sisella,

que no podía remontar el vuelo.

Y esa espada se torno en lanza;

hoja que vencía en todos los duelos.

 

Y del Galán su gran esperanza;

luego de trenzar mil y una danzas

a la que por el Bello fue sometida,

quedó allí, con la gran templanza

de haber sido plenamente servida.

 

Gracias, muchas gracias, Amparo.

Diste a mi alma paz y al vigor, vida,

hoy te recuerdo con enorme agrado.

Y aunque no vuelva más la recidiva,

Fui "en tu cielo", infinitamente amado.

(9,14)