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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 47)

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Capítulo 47

Al día siguiente por la mañana

Dormí sola. No hacía falta ser muy lista para pensar que Sonia había pasado la noche con Ernesto.

Por un lado lo comprendía; Ernesto es capaz de subyugar a cualquier mujer, y si tiene furor uterino, con más motivo. Por eso no me preocupé. Ya aparecería.

Sentí como se abría la puerta de la entrada; le había dado un juego de llaves para que el tiempo que estuviera conmigo, pudiera entrar y salir libremente. Sólo podía ser ella.

--¡Vaya, vaya con mi "agente secreto"! Le encargo la misión de vigilar al malo, y al final le camela, y le "echa un par de palos".

--Lo siento Manolita, lo siento muy de veras. Pero comprende; es que Ernesto es capaz de llevar a la ruina a cualquier mujer.

--Venga, te perdono. Ven a mi lado y cuéntame como ha resultado la cosa.

--¿Cómo follamos?

--¡No, mujer, no! Si le sonsacaste alguna cosa que me pudiera relacionar.

--Nada, o casi nada, nada más contactar conmigo, se dedicó a cortejarme.

--¿Pero no te dijo nada sobre si iba a seguir en Madrid?

--¡Mira sí! Esta mañana nada más desayunar, ha pagado la cuenta del hotel y se ha marchado para el aeropuerto de Barajas. Al menos ese es el destino que le ha indicado al taxista.

--¿Llevaba muchas maletas?

--Sí, por lo menos cuatro grandes y una cartera de mano.

--Claro, el muy cabrón como pensaba estar conmigo por lo menos un año viviendo a cuerpo de rey.

--¿Dices algo, Manolita?

--No, nada, nada, hablaba conmigo misma. ¿Le has dejado algún teléfono?

--Bueno sí, el de mi apartamento.

--¿Y él a ti, te ha dejado alguna forma de contacto?

--Me ha dejado un teléfono.

Sacó del bolso una servilleta de papel con la propaganda de la Cafetería del Hotel, el número apuntado era de Barcelona o provincia, el prefijo lo evidenciaba.

--Dámelo, que a ti no te va a hacer falta para nada.

--Manolita, no quisiera ser indiscreta; pero ¿Quién este tal Ernesto?

--Un estafador, Sonia, un estafador, si te llama, aléjate de él como la peste, pues no te puede traer nada más que complicaciones.

--¡Qué pena! Con lo bien que lo hace...

--¿Te habrá dejado a gusto con el pedazo de rabo que tiene verdad?

--¡Ah! ¡Pero tú se lo conoces!

--Corramos un tupido velo al tema, niña, y olvidemos el asunto. Por cierto, ya nada me retiene aquí, mañana vuelvo a Los Alcores.

 * * *

 

 Decidí volver otra vez al pueblo para pensar tranquilamente que es lo que debería hacer en el futuro.  Al no estar Sergio en la Iglesia me tranquilizaba, hubiera sido insoportable su presencia. Además tenía que preparar toda la documentación para que mi amigo Celso hiciera un balance de mi patrimonio, y ver la mejor forma de invertirlo.

Llegué por la tarde del día siguiente. Sonia insistió en acompañarme, y hasta se ofreció ser como una especie de secretaria para todo. Pero tenía que dilucidar mi futuro de una vez. La jugarreta que me habían preparado Sergio, había roto todas mis expectativas, y en ella no podía basar todo el peso de mi vida. Era una niña, una ilusión, el sueño de una noche de verano.

--Señora.

--Dime Conchi.

--El señor Lopetegui le ha llamado varias veces.

--¿Ha dejado algún recado?

--No señora, ha dicho que es un tema personal.

--¿Qué querrá Lope? Luego le llamaré.

Al rato, marqué el número que me dio Conchi.

--Dígame.

--Hola Lope... Soy Manolita.

--Eres inconfundible, niña. ¿Qué tal te van las cosas?

--Acabo de regresar de Madrid, ultimando los detalles según tus consejos.

--Sobre eso te quería comentar. He tenido acceso a la documentación reservada de "tu curita".

--¿De Sergio?

--Sí, de Sergio de la Flor Campillo.

--¿Qué es lo que me puedes decir?

--Que aunque no es un pez gordo de la sotana,  es un obispable a corto plazo, y un protegido de la Curia Romana.

--¿Y eso qué es?

--Para que lo pilles, son los que parten el bacalao en la Iglesia.Además es un fuera de serie.

Lo será por el cipote que tiene... Farfullé entre los labios.

--¿Cómo dices?

--No nada, cosas mías

--¿No tienes nada firmado con él, verdad?

--No, no. Absolutamente nada.

--Mucho mejor, así no tienes ningún compromiso.

--Me alegra saberlo.

--Pero ándate con mucho ojo, que igual te busca las vueltas cuando se percate de que le has chafado los mil millones.

--¿Y sobre el hermano gemelo, el tal Ernesto, sabes algo?

--Un truhán. Proxeneta, pendenciero, y sin ocupación estable. Vive de las mujeres, y sin domicilio fijo; últimamente se le ubica en Barcelona, en un piso de alquiler.

--Gracias Lope...

--Otra cosa, Manolita.

--Dime.

--He adelantado la jubilación; el mes que viene, me voy a vivir a mi casa de Gandía. Toma nota de la dirección y teléfono.

-Ya me la diste la otra vez que hablamos. Gracias Lope, eres un sol. No sé que haría yo sin ti.

--Oye...

--Dime.

--Que no hace falta que te diga, que tienes tu casa en mi nueva dirección. Cuando vengas te invito a una mariscada en el As de Oros. (Famosa marisquería)

--Otra vez gracias Lope. Un beso.

--Un beso, y hasta cuando quieras.

Quedé algo preocupada; nada me unía a Sergio salvo "los polvos" que echamos en mi cama, y creo que no sería tan cretino de utilizarlos en mi contra.

Lo que me preocupaba, es que yo si sabía demasiado de él y su obispo; y aunque no tenía ni la más remota intención de esgrimir nada en contra de ellos, quizás creyeran lo contrario.

La vida tranquila y serena que a mis 51 años, espera hallar al lado de un gran hombre, otra vez al traste.

¿Pero es que estaba condenada a no encontrar esa estabilidad emocional para el resto de mis días...?

La esperanza de concebir a un hijo, la había perdido, ya que desde hace un año, dejé de menstruar; y la estrógenos los tenía por los suelos; por lo que el apetito sexual me desminuía de una forma progresiva, hasta el punto que: se me estaba quedando más seco que el "ojo de una tuerta".

 

Pasaron quince días

A los pocos días me vino a visitar un señor llamado José Antonio Barderas. Su tarjeta decía:

José Antonio Barderas Basaldúa

Intendente Mercantil

Construcciones Barderas y Cía.

Gestor inmobiliario

 De unos cincuenta años, o quizás algunos más, de porte distinguido, pero sobre todo guapísimo; era lo que se dice todo un gentleman. Y una no puede evitar, a pesar de mis bajos estrógenos, un leve picor en donde a las mujeres nos pica cuando vemos a un caballero que nos hace tilín. Porque a una servidora, los tíos guapos me "tocan en el sitio".

Me hizo una propuesta que jamás había contemplado como posible, y sin embargo me agradó; y como venía recomendado por Celso, mi abogado, le recibí sin ninguna reserva.

Después de las presentaciones de rigor, empezó a exponerme una operación que cada vez me iba encandilando más.

--Doña Manolita: nuestro común amigo Celso, me ha comentado algo sobre sus proyectos.

Al ver que hice un mohín de desagrado, dijo.

--Nada que temer Manolita, yo también estoy en "la pomada" así que nada que recelar.

--¡Ah! Ya me extrañaba que Celso se fuera de la lengua sobre lo que le conté en mi último viaje a Madrid.

--¿No me recuerdas? Dijo, cambiando de tema.

--Pues la verdad que no, don José Antonio.

--Apéeme el don por favor. Si no te importa, nos tuteamos.

--Mejor tutearnos, sí, además somos de la misma edad.

--Eso quiera yo, Pero tú casi puedes pasar por mi hija.

--Anda, anda, ¡Cómo seas tan buen negociante como adulador..!

--Hace unos veinte años fui a "tu Casa"; era tanta la fama que tenía Manolita en España, que con mis treinta y dos años, vine a Madrid para ultimar unos negocios; a la sazón vivía en Zaragoza; y me propuse conocer a la célebre Manolita. Pero me dijeron que no hacías servicios, que eras materia exclusiva de no se que ministro.

--¡Cierto! No te engañaron, me tenían acaparada dos altísimos cargos del Gobierno. ¿Con cuál de mis niñas entraste? Si puede saberse. Le pregunté porque (aparte de lo otro) también me empezaba a picar la curiosidad.

--La verdad Manolita, y no te enfades, cualquiera de tus niñas, te podían hacer sombra, eran verdaderas monadas.

--Por eso "mi Casa" tenía tan buena fama en toda España.

--Al final, después de tomar la copa que dabas a todos los clientes. ¡Por cierto Manolita! ¿Le echabas algún afrodisíaco a las bebidas?

--No... no... Eso hubiera sido un desprestigio, en caso de haberse sabido. ¿Por qué lo preguntas?

--Porque yo soy tardo en la erección; pero recuerdo que yendo por el pasillo detrás de Raquel...

--¡Ah! Entraste con Raquel..

--¡Joder sí,  qué buena estaba!

--¿Qué pasó cuando ibas por el pasillo?

--Pues que le iba mirando el culo, y se me puso más tiesa y gorda que un picaporte. Cosa rara en mí, porque hasta que no entro en faena... no se me pone...

--Es que Raquel era un bombón. Y lo seguirá siendo, me figuro. O sea, que te lo pasaste bien.

--Muy bien, muy bien, pero en Zaragoza no pude presumir de haberme acostado con Manolita.

--No te pese; Raquel merecía la pena más que yo. La fama era mía, pero mis nenas me superaban en belleza y juventud.

--¡Bien! y ahora vayamos al grano. España, va a pertenecer del pleno derecho a la Comunidad Europea muy pronto, y va a ser receptora de fondos para su desarrollo. Esto quiere decir que se van a potenciar la construcción y las comunicaciones, y que vamos a entrar en una gran fase de progreso y crecimiento.

--Sí, tengo esas noticias por varios conductos. Dije, muy interesada por el tema.

--Es un gran momento para hacer inversiones.

--¿Qué tipo de inversiones?

--Sobre todo en la construcción y en la hostelería. Te puedo asegurar, que, muy pronto el tren de alta velocidad pasará por aquí; crear un complejo hotelero sería un negocio fabuloso a muy corto plazo. Tengo entendido que posees una finca,

--Sí, en los Jarales, de 25 Hectáreas.

--¡Doscientos cincuenta mil metros cuadrados, y nada menos en los Jarales! ¿Sabes lo qué valdrá mañana?

--Mañana no sé, hoy es terreno rústico de poco valor.

--¿Y si te lo recalifican como terreno urbanizable? ¡Qué le van a negar a la gran benefactora de Los Alcores!

Quedé pensativa; lo que me estaba proponiendo el señor Barderas parecía algo muy serio. Le dije.

--Pero yo no tengo ni idea de esos negocios.

--Para eso estoy yo, para asesorarte.

No lo pude remediar, cada vez que me hablaba con esa voz pausada y cadenciosa, y le miraba los ojos, no podía evitar imaginarlo en la cama, a mi lado, susurrándome al oído. Si estaba bueno hoy, ¡cómo no estaría hace veinte años cuando intentó acostarse conmigo!

--¿Qué piensas Manolita?

--No, nada, nada, cosas mías.

--Mira, me he permitido traer un boceto de como quedaría tu complejo hotelero.

La verdad que era impresionante el proyecto: piscina cubierta y descubierta, campo de golf, saunas, zonas verdes y un edificio de catorce plantas que me dejó patidifusa. Y lo más maravilloso: el chalet anexo al complejo que iba a ser mi residencia.

--¿Qué te parece Manolita?

--La verdad: impresionante.

--Pero ahora viene lo mejor; el tren de alta velocidad tiene prevista parada en Las Lomas, a escasos doce kilómetros de aquí. ¿Te imaginas el futuro que está a la vuelta de la esquina?

--Esto hay que celebrarlo José Antonio.

Cenamos opíparamente en el parador de Las Lomas. Hablamos de mil y más proyectos futuros, estaba verdaderamente encandilada.

--¿Qué te parece el nombre? Me preguntó José Antonio.

 

Complejo Residencial doña Manolita

--¡Ummmm! que bien suena. ¿Y si trajéramos a las diez o doce señoritas más guapas del universo para relax de los clientes?

--Lo he pensado también, pero no me he atrevido ni a insinuártelo, no quería traer a tu mente recuerdos... Me dijo algo cortado.

--Pues traeremos a las señoritas más guapas. Y tú vas a ser el primer cliente.

--No te entiendo, Manolita.

--Que si hace veinte años no pudiste entrar conmigo, hoy "puedes entrar", y gratis, porque esta propuesta que me acabas de hacer bien un vale una cena y un "par de polvos". ¿O no?

Acabamos en la suite principal del Parador. José Antonio no se lo creía. ¡Ni imaginárselo podría!

Nada más entrar en la suite, me abrazó de una forma tan tierna que me entregué a sus brazos dulcemente.

--¡Manolita... mi Manolita...! ¿Estoy soñando?

--Dame un beso de tu boca y saldrás de dudas.

Sentí sus labios carnosos como se sellaban en los míos; entreabrí la mía para que su lengua pudiera buscar todas sus sinuosidades. Y su lengua caliente buscando mi paladar, hizo que revoluciona mis pobres estrógenos, y sintiera como se deslizaba por "mi cuevita", un río de placer. Me estaba excitando al máximo.

Pegó su cuerpo al mío en ese beso interminable. Estaba empalmadísimo, sentía su verga pegada a mi vientre a través de la falda. Me tomó en volandas desde la entrada de la habitación donde nos hallábamos, y al igual que a una novia, me llevó al tálamo del amor.

Me olvidé del mundo y de todo. Cerré los ojos; quería vivir este momento como si fuere eterno.

La noche fue interminable. Sentía a José Antonio tan dentro de mi alma que apenas advertía su pene metido hasta el fondo de mis entrañas. El bombeo a que estaba sometida era delicioso; me aferré a sus glúteos con ambas manos; hice palanca con mi pubis con la inútil intención de que me metiera también sus testículos, (que por cierto eran como dos pelotas de tenis, y duros como piedras) y que notaba como repicaban en mis ingles.

--¡Mi vida! ¡Mi Manolita! me decía jadeando y babeando. No quiero correrme tan pronto, deja que te "coma" el coño, como nadie te lo ha "comido" nunca.

--Espera... espera que me lo seque, que está chorreando.

--¡No... no... por favor! Eso sería un sacrilegio. Quiero beber todos tus jugos.

--Cómo quieras, cariño.

Descabalgó de mi grupa. y me situé en posición, bien abierta de piernas, y mi vulva a la altura de su lengua.

¡Uffffff! relatar los lametones es ardua tarea.     Empezó a sorber los arroyuelosque por mis muslos formaban el flujo. Su lengua aspiraba a una velocidad de vértigo. Cuando los dejó secos, se fue directo a la Fuente Sagrada de donde emanan los "chorros del amor".

Allí fue la locura, la paranoia del placer, la enajenación de los sentidos. 

Es cierto. Nadie en la vida, me habían "comido el coño" como me lo estaba comiendo José Antonio. Rigurosamente cierto.

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