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Mis cuentos inmorales. (Entrega 22)

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Confesiones de la Marquesa de Tócame Roque

25 de mayo de 1950

-Ave María Purísima.

-Sin pecado concebida. Buenos días hija. Qué te trae otra vez por aquí, si sólo hace tres días te fueron perdonados todos tus pecados. ¿Otra vez pecando contra el sexto mandamiento?

-Sí, padre, sí. Por más que lo intento, por más que me mortifico no puedo controlar mis deseos. Es algo superior a mí. ¿Es qué El Señor me ha abandonado?

-No-hija, no. El Señor lo que hace es poner a prueba la fe de sus hijos.

-¡Claro! Ahora me explico porqué me ha enviado a ese jardinero tan macizo, para poner a prueba mis deseos carnales, seguro.

-¡Pero leches! señora marquesa. ¡Uy! Perdón Dios mío, que no sé lo que digo. ¿Pero no fue con el chofer la otra vez?

No padre. Pedí a la agencia de empleo un jardinero, y me han enviado a un tío de uno noventa y más guapo que el Rock Hudson ese. Y...

-Bueno hija, bueno. Relájate y cuéntame cómo ha sido.

-Salí como de costumbre a tomar el desayuno al atrio de mi mansión. Había pasado una noche muy inquieta luchando con mis pensamientos impuros.

Siguiendo sus consejos me levanté de la cama y me dirigí a la capilla dispuesta a rezar hasta que se me pasara el furor. Me arrodillé delante del Cristo, ya sabe, la talla tan valiosa del siglo XVI que preside el altar. Miré a los ojos del Señor y me sentí avergonzada, por lo que aparté la vista de los suyos. Bajé mis ojos, y fueron a estrellarse justo en el lienzo que cubre sus sagradas partes.

-Nunca jamás había reparado en ello ¡Se lo juro padre! Pero una fuerza irresistible me impedía apartar la vista de aquel bulto que sobresalía de entre sus piernas. Una voz que sin saber de donde provenía retumbaba en mis oídos de una forma obstinada.

-¡Pero qué puta eres! ¡Pero qué puta eres! ¡Pero qué puta eres...!

El cura con cara de mucha preocupación.

-¡Hija mía! Sin duda es un mensaje del Demonio. Tu alma se halla en una encrucijada, y si no quieres condenarte al fuego eterno debes ponerte en gracia de Dios. Casarte y satisfacer tu carne como Él manda.

-Pero padre, ya le he dicho que mi Donato que en paz descanse, dejó escrito que si me casaba perdería todos sus bienes, salvo la legítima ¡claro! pero que son "dos reales" comparado con su fortuna, y que la heredaría el convento de los Frailes Berenjenos.

-¡Pero hija! ¿Es qué prefieres condenar tu alma eternamente por unos millones?

-No padre, no. Además ya sabe que cuando muera toda la fortuna ira a parar a ese convento, pero mientras viva quiero disfrutar de ese patrimonio.

-Bien hija mía. Prosigue tu confesión.

-Salí muy preocupada de la capilla; la voz de: ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta..! no cesaba de repicar en mis oídos... Al infierno irás para purgar tus pecados. ¡Puta! ¡Más que puta!

-¡De pronto! En mi carrera loca tropecé, y fui a caer en los brazos hercúleos de mi jardinero, que no sé cómo se encontraba allí. Eran sobre las dos de la madrugada. Me tomó en sus brazos y muy delicadamente me llevó a mis aposentos. Me sentía tan feliz, que el contacto con su carne disipó todos mis miedos.

El cura muy circunspecto.

-Seguro hija que era un ángel, tu ángel salvador. El que te devolvió el pudor.

-¡Caray! Es cierto, ¿Cómo lo sabe?

-Hija mía, es mi oficio. Pero prosigue.

-Me colocó con suma delicadeza ente mis sábanas de seda, y dándome un beso en la frente me dijo con voz dulce y canora: descanse señora Marquesa;  sus demonios ya se han disipado.

-Le pedí por favor que me acompañara un ratito más. ¡Tan feliz me sentía a su lado..! Qué mis pensamientos lascivos se tornaron puros ante la presencia de aquel mozo.

-¿Ve como es un ángel señora marquesa? ¿Ve cómo el Señor no la ha abandonado? Dijo el pater con cara de satisfacción. –¿Se da cuenta hija mía, que por muchas satisfacciones que de el cuerpo, son efímeras, y las del alma son infinitas?

-¿Y qué pasó después? Inquirió el cura con los ojillos vivillos.

-Me dijo que sí, que se quedaba conmigo hasta que me durmiera. Pero ¡imposible! Los ojos de aquel galán me atraían tanto... ¡Y sus labios! Labios sensuales como hespérides celestiales. No, no podía dormir. Otra vez el deseo invadía mis carnes. Tomé su mano en un arrebato con el ánimo de llevarla a mis pechos para que sintiera los latidos de mi corazón, pero muy delicadamente y con esa voz que parecía salida de un pórtico celestial, dijo.

-Señora Marquesa.

-No me llames marquesa. ¡por favor! Para ti desde ahora soy Fifí.

-Lo siento señora marquesa, pero soy un hombre puro y casto, y sólo haré el amor a la mujer que Dios me de por esposa.

-¿Ves? Dijo el cura muy convencido. Es un ángel que El Señor le ha enviado para satisfacer tus instintos voluptuosos dentro de los preceptos de la Santa Madre Iglesia. Pero sigue, sigue hija.

-Que sí, padre Matías, que no me quiero condenar al fuego eterno del infierno, y aunque pierda la fortuna de mi difunto Donato, no puedo vivir en pecado mortal; el furor uterino devora mis entrañas; la lucha entre mi alma y mi cuerpo es terrible. No puedo vivir así padre. ¡No puedo!

-Calma hija, calma. No llores, que todo tiene solución. El Señor Todopoderoso te está poniendo a prueba. Te casas con un hombre bueno, eres feliz y no vives en el eterno pecado. ¡Qué importan unos millones más o menos! La felicidad no tiene precio hija mía, nuestro Señor sólo te pide que seas pura y casta de obra y de pensamiento. No dudes que te ha enviado a tu ángel salvador en forma de jardinero. Nunca olvides que sus designios son incognoscibles.

-Sí, padre, sí.

-Ve con Dios hija. Ego te absuelvo en el nombre del Padre, del hijo....

 

Mismo dia: 12:34 PM

 Rinnnng... rinnnng... rinnnng...

-¡Diga!

-Es la parroquia de San Apapurcio.

-Sí, aquí es.

-¿Está el padre Matías?

-Soy yo. ¿Quién es?

-¡Ah! Hola Matías. Soy Fray Peponcio, no le había reconocido por la voz.

-Es que acabo de confesar a la marquesa de Tócame Roque, y es acabar con la garganta irritada.

-Precisamente de eso quería hablarle. ¿Cómo va el asunto?

-Viento en popa, padre prior. Seguro que la casamos. ¡Oiga! Menudo galán que le han enviado esta vez. Manolo, el jardinero ese, la tiene en "el bote". El chofer que le enviaron hace unos meses, ese tal Paco, no ha dado resultado. El muy cabrito se la ha "cepillado", pero de matrimonio, nada.

-Oiga padre, que si Manolo no da juego, tengo en reserva a un gachó parecido a Cark Gable, hasta con su bigotito y todo. Hay que casar a la marquesa como sea, que son muchos los millones que entrarían en el convento.

-Y de lo mío... ¿Qué?

-Su diez por ciento asegurados. No hay problemas.

-¿Qué tal ha funcionado ese aparato que nos han traído de Alemania, ese que habla?

-¡Superior! Lo puso en marcha Manolo en el momento oportuno, y creo que ha sido definitivo para convencer a la marquesa que se case. Seguro padre Peponcio, seguro. La marquesa se casa... ¡Vaya que si se casa! Cuente con la herencia del excelentísimo señor Donato, marques de "No me Toques" que en gloria esté.

-Así lo espero.

-Descuide.

-Espero pronto sus noticias.

-Las tendrá y muy agradables.

-Adiós..

-Adiós.

(8,95)