Nuevos relatos publicados: 16

Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 48)

  • 5
  • 6.523
  • 9,38 (8 Val.)
  • 0

Capítulo 48

 Año 1992  De mi entrada en política

Mi gran amigo José Antonio Barderas, aparte de ser el amante perfecto, entre otras cosas porque está felizmente casado, (no me crea problemas sentimentales, sólo me da placer), ha dado un nuevo rumbo a mi vida; impensable haberlo tomado por mi propia iniciativa hace tan sólo un año. Sin duda, es la persona que mejor sabe prever el futuro. Por eso le he contratado como mi asesor fiscal y comercial, además de Director General.

Hemos creado la empresa: Construcciones Manolita. S.L. con el propósito de hacer de la comarca un maravilloso lugar de recreo y relax. El entorno es propicio: dos lagunas naturales, la autopista del Norte atravesando el territorio, y el tren de Alta Velocidad en ciernes; se prevé en dos años su puesta en servicio.

Una buena mañana, después de echar los "dos polvetes" de rigor, y cunilingüosa que me tiene tan acostumbrada, me dijo muy seriamente:

--Manolita: llevo haciendo gestiones a nivel comarcal para valorar las posibilidades que tienes, y las tienes todas.

--¡Posibilidades! ¿Para qué? Le dije extrañadísima; no me asustes.

--Vas a ser la nueva alcaldesa de Los Alcores.

--¡Estás loco tú! ¿O qué?

--Lo que estoy es muy cuerdo. No existe en la localidad persona con más notoriedad. El Pueblo te adora. Y como me has concedido plenos poderes, firma este documento.

Se levantó de la cama y se dirigió a la mesa en donde había dejado su cartera de mano; cartera de piel, que fue un regalo mío con sus iniciales grabadas, cuando le nombré Director General de: Construcciones Manolita.

Aproveché el momento para admirar su culo, redondito y algo respingón. Cuando hacíamos el sesenta y nueve, me gustaba estar yo debajo, me encantaba darle besos y mordisquitos, y sobre todo, meter en la boca "sus dos maravillosas bolas"; una cada vez. (Porque las dos no me cabían en la boca)

Me puso sobre la cama una serie de papeles escritos a máquina, de lo que yo no tenía ni repajolera idea que eran.

--Manolita; esta es la documentación pertinente para que te inscribas como militante activa del Partido Para el Pueblo (PPP); ganadores seguros de las próximas elecciones. Y tú serás la candidata como regidora municipal del pueblo que te vio nacer.

Quedé atónita, yo alcaldesa de mi pueblo, y según José Antonio, estaba al alcance de mi mano.

--Creo sabrás, que el actual alcalde está remiso a recalificarte los terrenos.

--¿Pero le has "engrasado" cómo me dijiste?

--Sí, y con un millón más que le demos, nos recalifica lo que queramos. Pero... ¿para que untarle? Si tú vas a ser la próxima regidora.

Tenía tanta fe y confianza en José Antonio, que no lo dude, firmé la documentación que me presentaba, y me dispuse a hacer planes para cuando tuviera el bastón de mando.

Me arrimé a él con la intención de sacarle otra "racioncita de semen"para mi "conchita" que se había calentado con la noticia tan grata.

-- Manolita, cariño. ¡Qué tengo cincuenta y cuatro años! ¡Coño! y me tienes en la reserva.

--Pero con la lengüita podrás. ¿Verdad?

--Sí, cariño, sabes que mi lengua es incansable.

--Pero antes "que me lo comas" deja que yo "me coma"tu culito, que nada más verlo, "me sube la calor".

Me lo plantó en la misma boca, para como de costumbre le mordisqueara los glúteos y los testículos, acción que tanto me gustaba realizar. De repente me pasó una cosa por la cabeza, cosa que jamás había hecho a varón alguno; salvo a Margarita : el beso negro.

 No lo pensé dos veces, con los dedos pulgares de ambas manos, le abrí la raja del culo, y metí en ese valle poblado de espesura la lengua, en busca del ídolo marrón que le habita. Pegó un respingo al sentir mi lengua en su ojete, pues ni se imaginaba semejante guarrada.

¡Qué verdad es! Con la libido a tope, todo lo arrolla si se desea a alguien con pasión y con deseos irrefrenables, uno o una se come los detritus de quien te provoca tanta lujuria. Y de José Antonio me lo comía todo.

¡Joder...joder...joder..! lo que hacen los años.     Recordaba mis veinte, cuando don Servando, el Marqués me pedía que le defecara y le orinara; cosa que me daba un asco terrible, pero él sentía un gran placer.       Ahora ese morbo lo tenía yo. Pero un pudor femenino impedía llevarlo a la práctica

--¡Manolita! ¡Pero coño estas haciendo!

--¿No te gusta?

--¡Joder que si me gusta! que gusto tan fino. Sigue, sigue...

Pegó su ano a mi boca. Con la lengua se lo circundaba en lametones precisos. ¡Joder, no vean como  se le puso la cosa!

El "polvo" que me pegó después fue de antología, porque no se corría debido a que era el "tercero que echaba" en esa noche, cosa que aproveché para tenerla dentro de mi un cuarto de hora por lo menos, y como soy multiorgásmica, perdí la cuenta de los culminaciones que tuve.

(9,38)