Nuevos relatos publicados: 11

Sexólogo por un día

  • 26
  • 15.615
  • 9,57 (65 Val.)
  • 4

Desde siempre he sido un asiduo seguidor de redes sociales y chats, gracias a ello he tenido la fortuna de conocer chicas agradables, y otras que la verdad no lo son tanto.

En mi tiempo de universitario, rente un apartamento en esta nueva ciudad a la que tuve que desplazarme buscando la independencia de mi hogar y procurando un espacio propicio para desarrollar mis estudios, aunque a la postre resulto más bien un espacio propicio para otros menesteres de la juventud.

Habiendo equipado mi nuevo hogar con lo necesario para mi nueva vida de independencia, pasé unos primeros días de aburrimiento, pues aun no iniciaban las clases en la universidad, no tenía servicio de internet y mucho menos tenía conocidos en la ciudad.

Al iniciar las clases, mi interés no se centraba tanto en ser aplicado en las materias, sino en explorar ese nuevo mundo para mí, atrás habían quedado las niñerías del colegio, los besos escondidos y los sonrojos al ver alguna chica que me gustara, este mundo era algo nuevo, maravilloso y excitante. Mi universidad, se precia de ser una de las mejores de mi país, y no es de menos, la verdad es que es muy buena su calidad académica y estudiantil, y al decir estudiantil me refiero a todas esas universitarias hermosas que pasean por su campus exhibiendo una hermosa mezcla de belleza e inteligencia. Aun así, en mi clase la verdad no es que hubiera mucho de donde escoger, todas mis compañeras eran niñetas que se preciaban de ser muy inteligentes, y la verdad podrían serlo, pero les faltaba la belleza que sobraba en otras facultades, lamentablemente había inscrito todas las mis clases en la facultad de leyes y no matricule ninguna en otra facultad. Con el tiempo fui haciendo amistades entre los muchachos de la facultad y todos coincidíamos en la desdicha que nos había correspondido por estudiar en la facultad que menos mujeres hermosas tenía en todo el campus.

Y así transcurrían mis días de universidad, entre lamentos y pesares, y aunque no faltaba que con algunas de las chicas de la facultad, se presentaran ocasiones para tener algún encuentro entre las clases, la verdad ninguna clasificaba como para invitarla a inaugurar mi nuevo apartamento.

Habiendo contratado ya el servicio de internet, mis tardes las pasaba perdido en el Facebook, agregando a los amigos que había hecho en la universidad y como siempre mirando paginas porno dejando que mi imaginación volara deseando que una de esas actrices de los videos fuese una flamante compañera de la universidad que al fin había dado la talla para llevarla a aquel espacio en el que ahora vivía.

Por aquellos días estaba muy de moda una sexóloga que tenía un programa de televisión en el que daba consejos sobre sexo a la juventud y que adicionalmente tenía una página en la que resolvía dudas a quienes se estaban iniciando en el extenso y muchas veces incomprensible arte de las labores amatorias. Fue viendo una página porno que apareció la publicidad de este consultorio al que por curiosidad ingresé. Ya estando en este portal, empecé a leer las preguntas que hacían algunos jóvenes precoces y preocupados por el tamaño de su pene, por su falta de fortuna en las conquistas, por sus complejos, por su escaso desarrollo de pechos, por su baja estatura, por su inexperiencia etc. Pero hubo uno en especial que desde un comienzo me llamó la atención allí escribía una chica que afirmaba llamarse Sara, que tenía 18 años y que se sentía triste porque por más que se le insinuaba a su novio, este aun no tomaba la decisión de complacer sus inquietudes sobre la sexualidad y acabar de una buena vez con el carma de su virginidad, seguidamente solicitaba consejo a la sexóloga sobre cómo hacer para que su amado se decidiera sin parecer ella una cualquiera, concluía dejando su correo electrónico y agradeciendo una pronta orientación.

En ese instante mi cerebro empezó a fantasear nuevamente pensando en cómo el novio de Sarita no se le media a complacer a esa jovencita que en su desespero acudía a consejos de una especialista para lograr convencerle de convertirla en mujer, fue en ese momento en que se me ocurrió la idea de copiar aquella dirección de correo electrónico y fungir como orientador sexual ante la necesidad de aquella mujercita. Sin saber realmente que escribirle, la agregue como contacto en mi mail y empecé a redactar un nuevo mensaje en el que me le presentaba como un joven que comprendía su situación y le explicaba que si su novio no se decidía a convertirla en mujer muy probablemente se debía a que ella no era lo suficientemente provocativa para su gusto, que de pronto no entendía la fortuna de que su novia le ofreciera su virginidad o que se podría llegar al extremo de que ocultamente fuese gay y no sintiera apetito de sexo por una mujer, concluí mi consulta poniéndome a su disposición para cualquier otra duda que tuviese.

La verdad le escribí más como resultado del tedio de una tarde en soledad que por cualquier otro motivo, la verdad yo pensaba que si el tipo no se le media a tener sexo con ella debía ser por que posiblemente ella no fuera muy agraciada y que su físico no algún otro motivo le llevaba a tenerla como una simple distracción sin llegar a querer tener la responsabilidad de ser recordado en ella como el primer hombre de su vida.

Pasaron algunos días sin que me acordara de aquella consulta.

En la universidad, las cosas iban mejorando y ya empezaba a hacer amistad con algunas chicas de la facultad de odontología y de enfermería, que eran las facultades destacadas por poseer un casting digno de cualquier pasarela de moda.

Una tarde en que volví de la universidad, ingrese a revisar el correo y como sorpresa encontré un mail de respuesta de Sarita.

- Hola Alvaro, agradezco tu gentileza en dar respuesta a mi inquietud, la verdad me turbe un poco al comienzo, pues pensé que las consultas las contestaba personalmente la doctora y no alguno de sus dependientes, pero ya entrados en tema te cuento que me inquieta mucho tu orientación pues la verdad no considero que no sea provocativa para un hombre, por el contrario tengo muchos admiradores y he visto como en la calle algunos tipos se quedan mirándome con deseo y morbo. Y respecto de que él pueda llegar a ser gay, ja ja ja ja ja ja,  la verdad podría sospecharlo pues nunca ha tenido la capacidad de pasar de un beso conmigo, te agradezco tu disposición para contestar mi consulta. La verdad Alfredo (así se llamaba su novio) es mi primer y único novio, lo amo, pero me da realmente ira que no pasemos de ahí, a mi edad todas mis amigas ya lo han hecho y yo me he quedado atrás por culpa de su falta de decisión y arrojo, espero que me aconsejes sobre cómo convencerlo de una buena vez. Ahhh y por cierto para que te convenzas de que si soy provocativa te dejo mi link del Facebook para que mires mis fotos y me digas si es que me falta algo.

Yo me quede de una sola pieza cuando vi las fotos de aquella angelical mujercita, a mis 22 años, me preciaba de haber tenido a cuanta mujer quise en mi pueblo, pero ahora en aquella ciudad, no había tenido la dicha de llevar alguna a mi apartamento y cumplir cuanta fantasía se me había ocurrido hasta entonces. Sarita era un primor, me había aceptado rápidamente en el Facebook, pues estaba convencida de que era un dependiente de la sexóloga y que en virtud de este cargo había dado respuesta a su mail. Al ver sus fotos, no tarde en escribirle un nuevo mail en el que alababa todo lo que Dios le había concedido, ya en un tono más informal seguí asumiendo el roll de pseudosexólogo, con el paso de algunos días, ya hablábamos con una familiaridad que haría pensar que nos conocíamos desde hace mucho tiempo, y el hecho de haber iniciado nuestras conversaciones con el tema del sexo, contribuyo a que me ahorrara muchas de las preguntas que generalmente uno realiza cuando está conociendo a una chica por internet, ya sabía que tenía novio, que era virgen y que deseaba saber cómo se sentía tener sexo. Además confiaba en mí porque pensaba que era un dependiente del despacho de la profesional en temas sexuales. Todo aquello trascendió y se convirtió en una amistad, le comente que estaba en la universidad, que vivía solo, que con el trabajo en el consultorio sexual pagaba mis gastos (una mentira piadosa) pues en verdad mis gastos los costeaban mis padres. Todo llevo a que le propusiera que nos conociéramos personalmente.

Aunque en un comienzo ella lo dudo, al final quedamos en que nos veríamos el siguiente viernes en la tarde, obviamente en plan de amigos, sin que aquello comportara algo más que la continuación de una amistad que surgió por coincidencias de la vida.   

Ya a estas alturas, yo había decidido que haría todo lo posible y hasta lo imposible, para que fuera sarita la que me brindara la dicha de inaugurar mi apartamento.

Pero para que ella no sospechara de mis intenciones, obviamente no propuse como punto de encuentro para nuestra primera cita mi apartamento, sino que por el contrario le dije que nos veíamos en el campus de la universidad y que de ahí iríamos a algún lugar a compartir algún helado o algo, lo que ella no sabía es que mi apartamento queda a tres cuadras de la universidad, la hora sería a las 3:00 PM.

Todo el resto de la semana se me fue pensando como lograría convencerla de ir a mi apartamento, y aunque esto era muy poco probable en la primera cita, si aprovecharía para propiciar un escenario futuro en el que no pudiese negarse a darme un poco más de confianza y llegar a dejarme intentar mi propósito de hacerme a su inocencia ya que su novio no había querido.

Como si fuera una maldición, pasada la 1:00PM de aquel viernes se desprendió un impresionante aguacero que no permitía ver ni la calle de enfrente, todos mis planes ahora estaban convertidos precisamente en eso, planes, pues con esa lluvia, era poco probable que Sarita se decidiera a acudir a nuestra cita. Sin embargo, estuve pendiente.

Ya eran las 3:15PM y seguro de que no vendría aun la esperaba en la caseta de la parada de autobuses. Una última mirada al tráfico frente a la entrada de mi universidad, me permitió comprobar que efectivamente era un caos el tránsito en aquella tarde. Ya me estaba disponiendo a partir rumbo al apartamento cuando logre ver a una chica que se acercaba caminando rápidamente por la acera intentando protegerse de la lluvia cubriendo con una chaqueta su ya entrapado cuerpo, - era ella – había venido a pesar de todo.

Caminaba bajo la lluvia porque había tenido que bajarse del transporte unas cuadras antes de llegar a la universidad debido a que el bus en que se desplazaba había sufrido un desperfecto mecánico que sumado a la inclemente lluvia habían hecho de su llegada a nuestra cita una verdadera odisea, su pelo estaba completamente mojado, por sus mejillas descendían hilos de agua cristalina que resaltaban como estrellas sus ojos claros, lucía un jean claro, una camisilla blanca y el atuendo lo complementaba la chaqueta con la que intentaba infructuosamente cubrirse de la tormenta.

Nos saludamos agradablemente con un pequeño beso en la mejilla, era aún más hermosa en persona. Rápidamente saque de mi maleta una sombrilla que a estas alturas serviría solo para protegerme a mí, pues ella estaba hecha una con el agua de la lluvia. Allí nos quedamos un instante mientras ella intentaba componer su cabello y yo agradecía por la dicha de conocerla al fin.

-Lamento que me conozcas en estas condiciones.

Me dijo ella, sin saber tan siquiera que la lluvia en su cabello y su mano fría que ahora la mía sostenía hacía que no hubiese querido conocerla de otra forma. Sus zapatos eran un desastre. ¿Y ahora qué hacemos?, fue lo que le pregunté sin tener claridad de que podríamos inventar en una tarde como aquella y en las condiciones en que ella se encontraba, entrapada y tiritando de frio, al ver esa imagen de desprotección tome su chaqueta y rápidamente me despojé de mi abrigo y se lo ofrecí, ella no atino a recomendar un plan para aquella tarde pues el frio no le permitía emitir sonido diferente al tiritar de sus labios.

Aproveche entonces la oportunidad para decirle que la verdad es que yo vivía a unas pocas cuadras de allí, y que si estaba de acuerdo podríamos ir a mi apartamento y que allí le prestaría una toalla y esperaríamos a que cesara la lluvia para decir que hacer. Ella aceptó mi invitación asintiendo con la cabeza y lanzándome nuevamente una mirada que parecía decirme que se estaba muriendo de frio.

Al llegar al apartamento aun escurría agua por donde se paseaba, el ascensor quedo con un pequeño charco y el pasillo parecía ser el escenario de un caminito en el que se podía saber a qué apartamento había ingresado el ser que escurría agua. Al ingresar, yo le indique donde estaba el baño y le entregue una toalla bastante grande, también le ofrecí una bata de toalla y unas pantuflas de lana para que las usara mientras veíamos que haríamos con su ropa, la que recomendé depositar en una sesta dispuesta para este fin en el baño.

Al poco tiempo ella salió ya con su cabello a medio secar y portando aquella bata blanca y las pantuflas de lana, aprestándome a ser aún más servicial le ofrecí depositar aquella ropa en la lavadora para después ponerla en la máquina de secado, pero con una mano ella interrumpió mi ingreso manifestando que le daba pena porque allí estaba la totalidad de la ropa que llevaba puesta bajo la lluvia. ¡Toda su ropa estaba en aquella cesta!, es decir que debajo de aquella bata estaba su cuerpo completamente desnudo. Sin proponérmelo tan siquiera sentí un estremecimiento tremendo al imaginarme que todas aquellas circunstancias de esa tarde habían trabajado maravillosamente en armonía para permitirme tenerla en el apartamento y ahora completamente desnuda bajo una bata de toalla.

Le sugerí entonces que fuese ella quien pusiera su ropa en la máquina, mientras yo me encargaría de preparar un café.

Serían ya casi las 4:00PM y en la calle la lluvia no cedía, sin embargo, en el apartamento, Sarito y yo nos encontrábamos sentados en el sofá degustando un delicioso café, su temblor había desaparecido entre la bata y una cobija que le había entregado para que se abrigara mejor aquella refugiada que había rescatado de la calle bajo una inclemente tormenta. Todo aquello era ideal, ahí estaba la chica virgen que deseaba con ansias que su novio la hiciera suya, el problema es que su novio no era yo, y aunque habíamos hablado mucho y existía una amistad, no encontraba la forma de romper el hielo que genera una conversación en persona con alguien con quien has hablado tantas veces por medio de una computadora.

Sus manos empuñaban la taza de café como buscando una fuente adicional de calor a la bata y la cobija, le pregunte que si aún tenía frio y me dijo que tan solo un poco, tímidamente le extendí mi mano como lo había hecho en la caseta de autobuses y ella me alcanzo su mano izquierda la cual albergue entre la mía procurando un pequeño masaje que en vez de proporcionarle calor a ella me lo produjo fue a mí. Fue imposible ocultar lo mucho que me gustó tan solo acariciar su mano, y es que no era para menos, desde hacía días, había estado esperando el momento de tenerla a mi lado, había fantaseado muchas veces pensando que yo era el suertudo del novio y que ella deseaba entregarse a mí.

Disimulando la tremenda erección que se había apoderado de mi pene, inicie un dialogo en el que le manifestaba lo mucho que me gustaba que estuviera allí conmigo, a lo que ella manifestó sentirse bien a pesar de las circunstancias, posteriormente empecé a alagar su belleza y a decirle que en verdad el novio era un tonto al no darse cuenta de la suerte que tenía, lentamente la conversación se fue haciendo más agradable y el hielo que había en un comienzo desapareció.

A medida que íbamos hablando me fui acercando a ella y ya a esta altura mis manos tenían las de ella arropadas como brindándole protección contra el frio que ya estaba haciendo parte del pasado.

El susurro de la lluvia se armonizaba con el ruido de la máquina que lavaba la ropa de mi virginal visita. – Debe de ser acá a donde traes todas tus conquistas – afirmó ella saliendo del tema de la conversación, en ese momento no supe que contestar, pues su afirmación buscaba poner cierta distancia, dándome a entender que ella presentía que yo tenía acostumbrado llevar mujeres a mi apartamento y en cierto modo también sentí que buscaba recordarme que ella tenía novio y que lo amaba, en ese instante sentí perder cualquier posibilidad con ella. No obstante acerté a decirle que estaba equivocada, que en verdad ella era la afortunada de ser la primera en ser invitada a mi fortaleza, sin perder tiempo le dije que me encantaba que hubiese sido ella, que no me gustaría que hubiera sido alguien más, en ese momento sentí como sus manos empezaron a sudar entre las mías, ella se ruborizo y no supo que contestarme

-Eres en verdad hermosa

Le dije mientras me aventure a acariciar un mechón de su cabello que se ponía sobre su rostro y que ella no había querido acomodar por no soltar mis manos, este acercamiento me permitió sentir un suave aroma a una loción dulce pero que por un instante me llevo a desear devorarla allí mismo. Por un momento sentí que ella estaba dudosa de permitir que me siguiera acercando y efectivamente buscó nuevamente sortear la situación.

-Tu novia es una chica afortunada al tener alguien como tú a su lado.

-¿Por qué lo dices?

-Pues, porque eres un hombre que sabe cómo hablarle a una mujer, Ojalá me hubiera enamorado de alguien como tú y no de un estúpido como Alfredo.    

En ese instante sentí que su nuevo intento de hacerme recordar que tenía novio no había salido bien y que en contraste, me había dado la entrada para poder desenvolverme como su sexólogo personal.

-En primera instancia, no tengo novia, pues hace poco llegue a esta ciudad, y en segunda, nada impide que te enamores de mí, así como yo lo estoy de ti.   

Un incómodo silencio surgió entonces.

Permanecimos allí sin que nos atreviéramos a mover un solo músculo, sus ojos se posaron en los míos sin saber que decirme, ahora el sudor en las manos era el mío, pues estaba declarándole a aquella hermosa chica lo que sentía por ella. Aprovechando la situación pensé que era la hora de hacer algo arriesgado, así que con la mayor naturalidad que pude lograr en aquel momento tome su barbilla y lentamente me fui acercando a su hermosa boca. Estando cerca de sus labios le dije – No te imaginas cuanto me encantas- .

Acerque mi boca lentamente mientras apretaba con mi mano la suya hasta llegar a unir nuestros labios. Fue un beso muy suave, un beso de esos en que contienes la respiración con tal de parecer que ni siquiera estas ahí, ella me correspondió muy tímidamente, sin perder tiempo introduje un poco mi lengua y ella me correspondió abriendo un poco su boca para recibirla, sin mucho apuro pero si con mucha seguridad, lleve ambas manos a su espalda y la abrace mientras la besaba, metí mis manos entre la cobija y la bata y allí pude sentir el calor que ahora manaba de su espalda.

No sé cuánto dure besándola, lo cierto es que fue uno de los besos más dulces que he dado a alguien y que alguien me ha dado. Mientras la besaba degustaba su rico perfume y pensaba como haría para evitar que aquel encuentro quedara en tan solo un beso, así que con avidez empecé a darle pequeños besitos en las mejillas, alternando con suaves besitos en la boca, de tal manera que ella se familiarizara con la situación. Tenía que obrar con mucha cautela para evitar hacer algo que a ella le molestase y entonces todo se echaría a perder, cuando sentí que ella estaba cómoda con la situación aproveche para bajar un poco y besar su cuello y emitir unos pequeños resoplidos en su oído, esto le gusto, pues pude sentir como su respiración cambió y con la poca luz que permitía aquella tarde nublada pude ver como la piel de su cuello se erizó.  

-Eres hermosa

Le repetía mientras la besaba con el cuidado con que se trata una fina porcelana, a esta altura mi pene estaba que estallaba dentro de mis jeans, la posición en el sofá no era lo suficientemente cómoda como para poder abrazarla como deseaba y lamente no habernos sentado en la cama que estaba a un escaso metro de donde nos encontrábamos pues el aparta estudio solo tenía una habitación que hacía las veces de sala y de dormitorio al tiempo, el baño, una pequeña cocina y un mini cuarto en el que estaba la máquina de lavar.

Continuamos besándonos, ella me abrazaba y su respiración cada vez se agitaba más, ya a estas alturas la cobija nos estorbaba, así que como pude y sin dejar de besarla, intente sacarla pero ella estaba sentada sobre parte de la cobija, así que sin dejar de besarme, se levantó un poco y me ayudo a sacarla, en ese instante, la bata se abrió un poco y dejo al descubierto uno de sus hermosos senos, pusimos la cobija en el suelo y continuamos besándonos sin que ella se inmutara por tener descubierta una de sus bellas tetas, en vista de la situación, aproveche para nuevamente besar su cuello intentando bajar un poco mis besos hacia su pecho, eso sí con todos mis sentidos pendientes ante cualquier señal de incomodidad de su parte.

Pero no ocurrió,  ya a estas alturas ella estaba invadida de gusto y sus ojos cerrados parecían haberla transportado a un mundo en el que no era tan siquiera consiente de lo que estaba pasando, lentamente fui bajando mis besos hasta llegar a la base de aquella hermosa fruta, seguidamente comencé a darle pequeños besitos más cerca y más cerca como el que no desea la cosa y para sorpresa mía fue ella la que busco acomodarse de tal manera que mi boca tuviese el primer contacto con aquella hermosa aureola que estaba dura por el frio y por la pasión, comencé a mamar aquella hermosa teta como si no hubiera un mañana, mi mano presurosa se coló entre la bata buscando la otra, como si quisiera averiguar si tenía celos de lo bien que lo estaba pasando su gemela, sentí sus manos acariciar mi cabeza y jugar con mi pelo, rápidamente libere su otro seno y empecé a acariciarlo mientras con mi índice y pulgar apretaba con delicadeza el otro pezón, fue cuestión de tiempo para que por acción de mi movimiento la bata se continuara abriendo hasta descubrir que efectivamente ella se había quitado toda la ropa, como pude hice movimientos forzados con mis brazos para abrir más la bata sin dejar de besar y acariciar sus ricos senos. En vista de que la bata ya estaba abierta, ella se acomodó contra el espaldar del sofá y abrió un poco sus piernas, de tal manera que quedó al descubierto su bello tesoro.

No había necesidad de decirle nada, ya ella lo había decidido, quería que aquella tarde yo fuera quien la convirtiera en mujer, lleno de lujuria, pero también con mucha ternura, mis labios besaron su vientre, mis manos acariciaban sus pies, que por su posición quedaban a mi alcance, estaban helados, aún permanecían mojados a pesar de haberse puesto las pantuflas, sus manos no paraban de empujar mi cabeza hacia su cuerpo como si quisiera que mis labios se fusionaran con su piel hasta hacerse un solo elemento, yo empleaba mi lengua para saborear aquella deliciosa  diosa centímetro a centímetro, lastimosamente en esa posición , por más que buscaba no lograba bajar más pues su pierna se interponía, al percatarse de mis intenciones, fue ella quien se inclinó aún más hacia atrás buscando al mismo tiempo subir sus pierna al sofá de tal manera que yo quedara en medio de aquellas preciosas extremidades, de esta forma tuve acceso pleno a una hermosa rajita que par mi sorpresa estaba inundada con sus deliciosos jugos, sin dudarlo ni un pequeño instante le bese esa hermosa cuevita que hasta ese entonces no había sido explorada y que ahora yo en mi calidad de sexólogo de cabecera me disponía a degustar a plenitud. Sabia a gloria, nunca había probado una conchita tan deliciosa, mis labios se acoplaban a los de esa hermosa vagina como si se tratara del beso que minutos antes nos habíamos dado y que había sido el preludio de todo lo que a estas alturas estábamos haciendo, la bese, le introduje mi lengua y con un sube y baja amenizado por sus pequeños gemidos pude sentir como su estómago se contrajo muy suavemente para después manifestarse en un jalón de pelo que me pegaron sus manos, de inmediato sentí en mi boca como lava ardiente manando de un volcán sus deliciosa venida, sin soltar mi pelo, dirigió mi cabeza hacia su rostro y temblorosa me beso, esta vez su temblor no era de frio, era de pasión.

Ya no había vuelta atrás, todo estaba decidido, aquella tarde inauguraría mi apartamento y que mejor forma que desvirgando a una diosa. Nuestros besos continuaron, por inercia nos pusimos en pie al tiempo, allí aproveche para echar por el piso la bata  y un solo paso nos bastó para tumbarnos en la cama, sin dejar de besarla y sin saber cómo me despoje de mi ropa, por fin pude liberar a mi pene de la opresión que le ocasionaba estar completamente erecto y atrapado entre mi bóxer. Allí estaba Sarita, completamente desnuda y dispuesta a ser desvirgada, mis manos recorrían su cuerpo, sus piernas, sus senos, nuestros labios parecían haberse fusionado, pues no se separaban mientras mis manos centímetro a centímetro se desplazaban por aquel maravilloso cuerpo, lentamente me fui posando sobre ella como queriendo arroparla, mientras ella se puso completamente boca arriba completamente decidida y como pidiendo que hiciera con ella cuanto se me antojara. No había palabras, y en verdad no se necesitaba decir nada.

Haciendo una pausa la mire a los ojos, me acomode de tal manera que mi pene quedara a la entrada de su rajita, al hacer contacto con su vulva, pude sentir nuevamente su humedad y un intenso calor que manaba de su interior, esta vez fue ella quien me besó, sus manos se posaron en mi espalda y sus piernas se abrieron como invitándome a seguir por primera vez al interior de aquel bello edén inexplorado, con suaves movimientos fui acoplándome a su cuerpo, poco a poco empecé a acariciar su vagina con mi pene, haciendo leves movimientos y sin parar de besarla intensamente logre que se excitara hasta el límite, sus piernas estaban abiertas a mas no poder y su cadera hacia movimientos hacia adelante como pidiendo que parara el suplicio y la ansiedad a la que la tenía expuesta y que de una buena vez la partiera como desde hace tanto tiempo lo deseaba.

Muy lentamente me deje ir dentro de ella. Primero ingreso la cabeza de mi pene, a esta altura sentí una leve oposición interna que con un suave movimiento de ella cedió. ¡Estaba desvirgada!, un pequeño quejido ahogado por el incesante beso, y una pequeña presión de su boca sobre mis labios y de sus manos sobre mi espalda confirmaban que mi hermosa paciente estaba lista para recibir el resto de mi verga dentro de ella, y así fue, habiendo superado el primer obstáculo impuesto por su virginidad, centímetro a centímetro le introduje mi pene hasta llegar a la base, ahí permanecí unos pequeños segundos mientras lograba que su hoyito se amoldara a aquel extraño visitante que la invadía por completo.

Comencé con el típico movimiento de meter y saca pero muy suave y lento, tanto para no lastimarla como para contener mis ganas de explotar con toda mi leche en su interior, pues lo estrecho de su rajita hacia que la presión que ejercía sobre mi pene fuera de tal magnitud  que me hacía sentir que no podría resistir mucho tiempo antes de inundarla por completo.

Apoyándome en la cama, estire mis brazos cuanto pude y al tomar altura pude dimensionar lo hermoso de aquel cuadro, ahí estaba Sarita con esos hermosos grandes como luceros, me miraba en silencio, su rostro dibujaba una pequeña sonrisita que se transformaba en tenue expresión de dolor con cada una de mis envestidas, pero que se volvía a dibujar inmediatamente.

Era increíble la sensación de estarla desvirgando, nuevamente la bese y por primera vez se rompió aquel extenso silencio que había rondado la habitación y que hasta la lluvia había dejado existir, pues a estas alturas la tormenta había cesado dando paso a una penumbra típica de ese preciso momento en que el día muere para dar paso a la noche, fue en ese instante en que ella dijo: - ¡Me encanta!, acto seguido nuevamente acerco mi cabeza a su rostro y me besó, esta vez fue ella quien a pesar de estar debajo de mí, empezó a moverse como si quisiera que mi verga se hundiera en ella hasta el extremo de perderse por completo en su interior, sus piernas como serpientes constrictoras se enrollaron alrededor de mi cintura y arrastraban mi humanidad hacia el hoyito que hasta hace unos pocos minutos permanecía virginal, sus manos tomaron mi rostro y sus ojos me miraron muy de cerca mientras su boca exhalaba los quejidos y jadeos de una fiera que había permaneció enjaulada desde hace mucho tiempo, pero que ahora tenía la libertad suficiente para acechar al que hasta hace muy pocos segundos era su depredador, tuve que apelar a toda mi fuerza de voluntad para no correrme dentro de ella, sus jadeos se convirtieron ahora en auténticos gritos que se combinaban con la incansable presión que ejercía mi cuerpo atrapado entre sus piernas, después de unos segundos pude sentir como una ola de calor expulsaba de su rajita una cierta cantidad de delicioso jugo que termino por empapar toda la base de mi palo a punto de explotar.

Ante la inminencia de mi eyaculación decidí hacer una pequeña pausa para decirle que debíamos utilizar un condón ya que no quería dejarla embarazada, ella asintió con su cabeza. Como pude y con un inexplicable temblor en mis manos y un frio sudor que bajaba desde mi cabeza pasando por mi cara y escurriendo en mi pecho, logre abrir el preservativo, para instalarlo en mi pene tuve que limpiarlo con la bata que quedo impregnada de un color rojizo producto de la sangre y la corrida de mi preciosa amante. Me disponía a ubicarme nuevamente encima de ella para volver a penetrarla cuando fue ella la que se levantó y me recostó a mí sobre la cama. Sin ningún reparo, me acosté ahora yo en el lugar que ella estaba ocupando, su mano se dirigió hacia mi pene y lo tomo como queriendo saber que contextura tenía la verga que instantes antes la había desvirgado, como si no hubiese descubierto nada extraordinario, se acomodó encima mío y lentamente ella misma se fue dejando caer hasta volver a tenerla toda dentro de su bella cuevita, empezó a moverse con unos pequeños y torpes movimientos que me hicieron sentir un poco de dolor en mi verga, de tal manera que con mis manos puestas en su cadera empecé a dirigir con lentitud las iniciativas de mi bella amante, desde esta posición pude observar nuevamente el esplendor de sus tetas, eran hermosas, ahora su silueta era borrosa, pues lo único que nos iluminaba era la luz de la calle, pero aun así, pude observar lo magnifico de aquel par de dulces melones, eran unas tetas muy bien formadas, no muy grandes como para ahogarse en ellas, pero tampoco tan pequeñas como para tener que buscarlas entre las manos, simplemente eran perfectas, alteraba entonces una mano para dirigir sus movimientos y con la otra acariciaba uno de sus senos, así estuvimos por un pequeño lapso de tiempo hasta que se me ocurrió la idea de levantarme un poco para chupar sus senos, aquel movimiento hizo que mi verga en su interior adquiriera un ángulo diferente que le causo cierto dolor que se tradujo en un quejido que calle rápidamente con un beso mientras la acomodaba nuevamente en mi aun erecto palo. Teniendo a disposición aquellos bellos senos dirigí sus movimientos de tal manera que se elevara levemente y luego se dejara caer hasta llegar a la base de mi verga y nuevamente levantarse hasta casi extraer por completo de su humanidad mi falo y retornar a introducirlo por completo, rápidamente ella entendió la dinámica y como aquel patito que aprendió a nadar independientemente fuera de su madre, empezó a cabalgarme, mi boca se deleitaba con sus hermosas tetas, sus manos se posaron en mis hombros y sentí entonces como una terrible corriente eléctrica recorrió por completo mi espalda traduciéndose en la más espectacular corrida que he tenido en mi vida, sentí como salía gran cantidad de esperma llenando el preservativo por completo, simultáneamente logre sentir sus uñas rasgar mi piel, habíamos terminado al tiempo.

Permanecimos allí por un pequeño momento, pero al saber que mi pene ya estaba perdiendo su erección y que el semen se almacenaba en el interior del preservativo, decido extraerlo para evitar cualquier accidente inesperado.

Ella se tumbó en la cama resoplando y con una cara de felicidad que no se la creía, rápidamente la bese, me recosté sobre su pecho y así dormimos alrededor de dos horas, cuando el frio de la noche nos despertó nuevamente.

(9,57)