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De picnic con opción a postre

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Hace un tiempo hubo un acontecimiento un tanto interesante en un fin de semana de aquellos que visitaba a mis padres. Hacía bueno y a mi familia le encantaba ir de picnic, cosa que no me disgustaba especialmente pero tampoco me parecía un plan demasiado emocionante. Solemos ir a un merendero que está a media hora en coche de la casa de mis padres, en plena naturaleza. Pasa un río cerca, hay algo de bosque, y la verdad es que es un sitio agradable. Como mi familia es bastante extensa, los niños pequeños podían jugar en los alrededores sin molestar demasiado mientras nosotros degustábamos todos esos platos tan ricos que preparan mi madre y mi abuelo. Sí, ¡mi abuelo cocina! 

Estábamos sentados en dos de esas mesas de madera con bancos y era un sábado con buen tiempo, implicando que el merendero estaba bastante lleno. Yo para ir al campo no me suelo arreglar especialmente. ¡Hay que poder diferenciar entre una salida al campo y una salida del sábado por la noche! De hecho sólo llevaba una camiseta de manga corta algo desteñida por el sol y un pantalón de deporte. Estaba sentado en el banco con las piernas entreabiertas y tomando una copita de vino en un vaso de plástico cuando, mirando a mi alrededor, vi que en el siguiente banco, y sentado prácticamente enfrente de mi a unos escasos dos o tres metros, había un chaval joven y delgado, que tendría dos o tres años menos que yo, unos 19 o 20, y que llevaba un corte de pelo bastante moderno, los cascos de música colgados del cuello, una camiseta negra de algún grupo de rock y pantalones de pitillo. Su piel era blanca y tenía pelillos rubios en los brazos y un poquito de barba. Tenía cara de niño y de pura inocencia, y me miraba de reojo. ¡Un tanto interesante!

Al principio no entendí bien qué es lo que estaba mirando pero al rato me di cuenta de que los calzoncillos apretados que me había puesto ayudaban a que se viera cómo estaba colocada mi polla a través de los pantalones de deporte. Como no podía creer del todo que ese chaval tan mono estuviera mirándome el paquete de forma un tanto descarada, me reajusté la polla con las manos dos o tres veces para ver si el chaval seguía prestándole atención. Como no paraba de mirar una y otra vez me empecé a excitar, lo cual me hizo cerrar las piernas rápidamente y mirar hacia otro lado. Pero era demasiado tarde. Sentí que ya se había dado cuenta y me empecé a poner nervioso. Entre el sol, el morbo, mi familia alrededor y el merendero lleno de gente aquello parecía un camino sin salida. Así que decidí darme una vuelta.

Cuando estaba cerca del río me percaté de que el chico estaba intentando seguirme disimuladamente. ¡Qué atrevido y descarado! Y mientras pensaba eso me estaba empezando a costar ocultar mi erección debajo de los pantalones de deporte. Ojalá me hubiese puesto unos vaqueros, pensé. Tenía que decidir, este era el momento de echarle un polvo rápido a ese chaval. Fui caminando en dirección de unos baños que había algo alejados de la gente mientras me fijaba en que el chico me siguiera. Cuando llegué a los baños me giré y le hice un gesto con la cabeza para que entrara conmigo. El chico no dudó y entró tras de mí 

Como me había quedado justo a la entrada del baño pero ligeramente escondido a la derecha, cuando el chico entró pude verle por primera vez ese culo pequeño pero respingón y apretado, marcado en los pantalones de pitillo. Mientras mi polla ya estaba a punto de explotar supe que ese chavalín iba a ser todo mío, y que estaría a mi merecer. La suerte estaba de nuestro lado, ya que había un solo baño, pudiéndose cerrar la cabina completa e incluso teniendo algo de espacio para maniobrar. Eso sí, el baño no estaba lo suficientemente limpio y había que quedarse de pie. Cuando el chico se giró le vi en la cara que estaba cachondo pero que a su vez le había intimidado la situación. Así que decidí coger la sartén por el mango, di un paso firme, coloqué mi mano en su espalda para darle un empujón hacia mí y meterle la lengua en la boca. Sabía que teníamos poco tiempo y decidí darle poco tiempo para corresponder antes de deslizar mi mano hacia su cabeza mientras me sacaba la polla erecta de los pantalones con la otra. Acto seguido le indiqué el camino hacia mi polla haciéndole arrodillarse y situar su cara de vicio a altura de mi paquete. Me sentía impresionantemente caliente mientras le enseñaba con un vaivén de cadera, y la ayuda de las dos manos en su cabeza, como había de tragarse mi polla. Seguimos así unos instantes y no creo que sea exagerar decir que sentí que toda la sangre de mi cuerpo se había acumulado en mi polla, dura como una piedra. 

Pero era demasiada la excitación y no podía arriesgarme a perderme ese culito que había visto al entrar. No es que sea precoz, pero había estado con mi familia y sin masturbarme durante un tiempo, por lo que mi corrida se acercaba a gran velocidad. Por ello dejé que el chico se deslizara unas veces más por mi polla y luego le pedí que se levantara y se bajara los pantalones. Su polla no estaba nada mal y era toda una tentación, pero quería que no nos desviaramos del objetivo final. Le indiqué que se pusiera contra la pared y él obedeció sin necesidad de mayores explicaciones. Separó sus piernas cuanto pudo con los pantalones bajados y apoyó sus manos contra la pared. Mientras yo saqué uno de esos condones de emergencia que llevaba en el bolsillo y me lo puse lentamente sólo para verle sufrir un rato con el deseo de ser follado. Los condones estaban lubricados pero aún así añadí un poco de saliva y le introduje dos dedos para ver cómo de fácil era entrar. Como pensé que no habría dificultad me bajé yo también los pantalones hasta las rodillas y coloqué la punta sobre su agujero, a lo que el reaccionó ajustando su postura y poniéndose en pompa. Ese gesto, si bien era pequeño, me hizo subir un tono más todavía. El chico estaba totalmente entregado a mí, con las manos apoyadas en la pared como si fuera un criminal y con un culo preparado para que yo metiera mi aparato.

Comencé metiendo la punta, la cual entró con mucha facilidad, bastante más de la que esperaba en una situación tan poco preparada. Cuando la tenía dentro entera y mis huevos casi chocaron contra sus nalgas, los dos dimos un suspiro al unísono. De ahí incliné ligeramente mis rodillas para ajustar mi postura, reposé mis manos sobre sus hombros, agarrándome con fuerza, y empecé un mete y saca cada vez más energético mientras sudábamos del calor y el suelo de madera crujía bajo nuestros pies. Perdí la orientación y la noción del tiempo, mi destino era correrme en ese culo, aunque no entendía bien dónde iba a parar mi pene en un culo tan pequeño cuando lo introducía al completo. Era la gloria que no debía acabar... ¡hasta correrme!

Por desgracia el sueño de correrme dentro, y que estoy seguro que los dos compartíamos, no se haría realidad porque empezamos a escuchar unas voces cerca de los baños y tuvimos que dejar de inmediato de hacer tanto ruido. ¡Menuda desesperación cuando estaba apunto de correrme! Por lo que fuera no podía dejarlo. Sentí la necesidad de mostrar a ese chaval lo cachondo que me había puesto y, como si de una película porno se tratase, le indiqué que debía arrodillarse nuevamente delante de mí para acabar lo que habíamos empezado sin hacer demasiado ruido. Le tiré ligeramente de los pelos para echar su cabeza hacia atrás y cuando quise meterle la polla de nuevo en la boca, no alcancé y me corrí en su cara, su cuello, el suelo ¡y la pared! Lo había llenado todo antes de siquiera llegar a metérsela. El chico estaba excitadísimo y me miraba con placer mientras de su mejilla goteaba mi semen. Empezó a masturbarse a la vez que pasaba su lengua por mi capullo para probar las últimas gotas de mi corrida. En unos instantes también él se corría, ocultando sus gemidos de forma bastante astuta, al introducirse aún más mi polla que aún (o de nuevo) estaba erecta, en la boca.

Nos limpiamos rápidamente. Nos subimos los pantalones y salimos del baño intentando pasar desapercibidos y disimulando las manchas de corrida y las gotas de sudor.

 

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