Nuevos relatos publicados: 13

Mis cuentos inmorales. (Entrega 27)

  • 3
  • 10.020
  • 9,50 (30 Val.)
  • 0

El ciberpolvo

Ha sucedido esta madrugada, sobre las cinco horas de la madrugada hora española, y confieso que ha sido muy gratificante.

No tenía sueño, y navegando por Internet “tome puerto” en un chat que no conocía; estaban todas las salas a tope, y elegí entrar en una de más de 40, por razones obvias. Al momento me di cuenta, que la mayoría de las que chateaban eran sudamericanas, sobre todo de Argentina y México.

Con mi “piquito de oro” pronto llamé la atención del personal femenino, y al momento me abrieron varios privados. Una me dijo: ¿Te importaría chatear con una de 24 años?

Siempre que no sean menores de edad, encantado. Y le pregunte: ¿Qué hace una chica de 24 años en un chat de más de 40?

Me respondió: me gustan los maduros.

Al instante me preguntó si tenía webcam, y le dije que sí. Le di mi messenger y al momento me agregó al suyo. Conectamos las cámaras, y mi sorpresa es que ante mi se mostraba una mujer bandera. ¡Preciosa! Me dejó alucinado. Le pregunté. ¿Te gusto? Y me respondió: ¡Me encantas! Eres un maduro que estás más bueno que un queso.

Me puse los cascos y micro en la boca, y me dispuse a hacer algo que nunca había hecho. Después de unas palabras amorosas, le pedí que me ensañara una teta. Me respondió: vamos a hacerlo poco a poco.

De acuerdo le dije, y añadí; pídeme lo que quieras y lo iré haciendo.

A la vez que se sacaba la teta izquierda decía: Mama de mi pezón hasta que no dejes ni una gota. Su voz argentina melosa entraba por mis oídos. y llegaba a mi miembro a toda velocidad poniendo “firmes” los 18 centímetros.

Se sacó la otra teta, y acercó a la cámara a los pezones, yo acerqué mis labios a mi webcam y hacía con la onomatopeya de la succión. Chups... chups.. chups...

Me dijo: ¡Qué cachonda me estás poniendo! Quiero verte la polla. Bajé la cam a “mis bajos” y contempló mi miembro a punto de reventar. Acto seguido ella me enseño “su concha”, roja como una rosa.

Cuando te corras, quiero verte la cara. Ella se masturbaba, sentía sus jadeos a través de los cascos como penetraban en mis nervios. ¡Qué coñito más precioso! Hacía siglos que no contemplaba la vulva en flor de una chica tan joven. Fue mi delirio.

Ahora era yo, el que jadeaba a la vez que me la meneaba de una forma bestial. El cuadro era de alucinación: Ella se frotaba el clítoris, y se metía dos dedos por la vagina. Durante un tiempo que no puedo precisar cuanto duró; ambos jadeábamos y suspirábamos como una perra y un perro en celo.

Cuando te corras, te quiero ver la cara. Y la cara me vio, (seguramente cara de gilipollas) porque no creo que en ese momento del orgasmo, nadie ponga otra cara que no sea esa.

De verdad, ha sido alucinante; nunca pensé que un polvo virtual pudiera ser tan excitante. Inténtenlo, es sorprendente, pero si no le echas imaginación, mejor que no.

(9,50)