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Rubí Azul

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Mi nombre es Rubi, tengo 33 años, bien parecida, flaca, bajita, con un buen par de lolas. Hace unos tres años que convivo con mi pareja, Martin, 31 años, alto, flaco, muy lindo…

Como toda pareja, tenemos nuestros altibajos, lo que alcanza también el plano de lo sexual. Si bien somos bastante desinhibidos, a veces la rutina y el pudor, nos deserotizan un poco.

Una noche, durante uno de esos periodos de poca actividad sexual, unas amigas me invitaron a salir, a lo que accedí. Claro está que no fue porque estuviéramos atravesando uno de esos episodios asexuados de la vida de pareja, sino porque los dos tenemos una vida social individual que consideramos vital para la salud de cada uno.

Fuimos a un bar muy lindo, hacían buenos tragos y pasaban buena música. Un poco cansada de bailar me fui a sentar a un sillón que estaba cerca, y en el camino me encontré por casualidad con Azul, una compañera de trabajo. Como es de esperar Azul y yo hablamos de trabajo, de nuestras expectativas profesionales, etc. Después de un rato, ya sin tema de conversación, ella levantó la  mano derecha y me acomodó el flequillo que estaba un poco revuelto, en ese instante quedé helada mirándola a los ojos. Azul es una mujer muy atractiva y atrevida, pelo corto, rubia, culo grande y redondo, bien formado, aunque no muy tetona, con un estilo casual pero atrevido a la vez. Ella deslizo el dorso de su mano por mi mejilla y luego por el cuello. Me sentí tremendamente atraída por ella y un calor inconmensurable se concentraba en mi vagina. Vertiginosamente y sin importarme la gente alrededor, la besé. Nos miramos unos instantes, comprobando que las dos estuviéramos cómodas con lo que acababa de suceder y nos volvimos a besar. Todo ocurría con total naturalidad para mí, que nunca había estado con una chica, y lo mismo le ocurría a ella, que aunque yo aún no lo sabía, ya había tenido ese tipo de experiencias.

Me tomó la mano, se paró y me dijo: ‘vamos’. Salimos a la calle, tomamos un taxi y sin pensar le dije al taxista la dirección de mi departamento. En el taxi ella se limitó a acariciarme la pierna, lo que el taxista observaba cachondo pero haciéndose el distraído.

Llegamos. En el ascensor, como para matar ese tiempo tan incómodo, seguimos besándonos, cada vez más calientes… más deseosas de lo que vendría. Al entrar a mi departamento noté que Martín todavía no había regresado, ya que él también había salido con amigos. Pasamos a mi habitación, y las dos paradas frente a frente retomamos los besos y las caricias. Nos fuimos desvistiendo lentamente, primero las blusas, y nos besamos los cuellos, luego los corpiños… besé sus pezones que estaban duros, y luego, para sentir sus tetas contra las mías, la volví a besar en la boca. Ella se agachó y en un solo movimiento me sacó el pantalón y la bombacha, se incorporó nuevamente para besarme, pero sus manos se quedaron a juguetear con mi clítoris y mi vagina, que estaba caliente y jugosa. Luego me agarró el culo, y uno de sus dedos acariciaba mi ano que lentamente comenzaba a relajarse y abrirse, deseoso de ser penetrado. Yo también la tocaba, su concha estaba hinchada, húmeda… al sentirla sentí un arrebato y la acosté en la cama y comencé a chuparle el clítoris, la vagina, era una sensación muy excitante. Después de un par de orgasmos, se incorporó y comenzó a lamer mi concha empapada, mientras metía y sacaba un dedo de mi vagina. Estaba muy caliente, por terminar, cuando me penetró el ano, en ese instante en que todo se nubla en el éxtasis del orgasmo se apareció Martín, que contrario a lo que yo imaginé, rápidamente se sacó el pantalón y el bóxer y acercó su hermoso pene a mi boca. Aún no estaba totalmente parado, pero en mi boca se sentía como latía la sangre en su tronco, en su glande. Empecé a chuparle las  bolas, me las metía de a una y de a dos en la boca mientras el se masturbaba y Azul seguía con los suyo en mi culo y en mi vagina.

Martín ya tenía la pija muy dura, muy roja de sangre, así que agarró a Azul, la puso en cuatro quedando mi cara debajo de su concha, y comenzó a penetrarla, a la vez que yo les chupaba la concha y los testículos y me tocaba, ya que seguía muerta de ganas de más y más orgasmos.

Una vez que ella terminó, Martín se colocó cerca de mi vagina, pero me penetró el culo, el éxtasis y la calentura eran extremos… Si bien no soy muy asidua del sexo anal, siempre es algo que me da vértigo y me calienta mucho… Azul, que como ya dije es una mujer atrevida, me lamió una teta, la dejó mojada y con el pezón duro, y posó su vagina en él, haciendo movimientos cada vez más rápidos mientras besaba a Martín, yo le agarraba el culo, lo dirigía en sus movimientos, le acariciaba el ano y cuando podía, por la distancia) le daba una lamida. Finalmente terminé, tuve un orgasmo de esos que te dejan knock out, Azul también estaba extenuada, pero esperamos las dos a que Martín eyaculara sobre nuestros pechos. Así fue, su leche caliente comenzó a estrellarse en nuestras tetas, y nosotras nos abrazamos jugando con lo resbaloso del semen… Los tres quedamos rendidos, nos dormimos, y al día siguiente Azul se fue.

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