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35.3 La cruel realidad

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Cuando  me avisaron desde recepción de que una persona preguntaba por mi les autoricé el acceso, abrí la puerta de la habitación para esperarle, había pedido que me llamaran para indicarme que había llegado y que subía, uno de los delicados detalles de Gonzalo. Sentí consternación cuando vi el estado en que se encontrada, una dolorosa sensación de dolor que oprimía mi pecho,  se le notaba visiblemente desmejorado, muy delgado y con apariencia de estar enfermo.

Abracé su delgado cuerpo y permanecimos así mucho tiempo, de pie en la misma puerta abierta de la impersonal habitación del hotel. Tuve deseos de llorar pero él no derramaba una lágrima, dejaba que mis manos acariciaran con suavidad su espalda y me abrazaba sin apretarme, como si estuviera muerto.

Cerré por fin la puerta y le fui llevando hasta el borde de la cama para que tomara asiento.

-No era necesario que vinieras, pensaba llamaros mañana para que me dijeras la hora en que os venía bien que os visitara.  – aunque sus labios sonreían su mirada estaba ausente y era de extrema tristeza.

-Ha sido Ál, él me ha pedido que viniera, quiere que te prepare para lo que te vas a encontrar cuando le veas.  –resbalaron dos lágrimas por sus mejillas que se apresuró a limpiar con un pañuelo y volvió a su estereotipada sonrisa.

-Su estado físico está muy deteriorado y tiene apenas fuerzas para respirar.

-Pero María me dijo que había dado su aprobación para recibir un nuevo tratamiento.  –no lograba entenderlo, yo esperaba encontrar noticias esperanzadoras y estaba resultando todo lo contrario.

-Hubo que suspenderlo, no resultó compatible o está muy débil para soportarlo. –le abracé y me moría de miedo, estaba aterrado y era yo el que necesitaba consuelo.

Estuvimos hablando durante unos minutos más, y a cada instante que pasaba nos encontrábamos anímicamente peor.

-Vamos a dar una vuelta y tomamos algo mientras seguimos hablando.  –se lo sugerí para salir del impasse de nuestro silencioso dolor.

Me coloqué mi abrigo y salimos del hotel, tenía su coche esperándole a la puerta y le pidió a su chófer que volviera a casa ya que él tomaría un taxi para regresar.

Anduvimos unas manzanas sin hablar, juntos y a unos centímetros de distancia, pero parecía que hubiera un océano que nos separara, sujeté su brazo para que notara mi cercanía y cariño, me miró y señaló un bar que teníamos al lado.

Pidió para tomar un bourbon doble y sin hielo, quería animarme y pedí a mi vez una tónica con ginebra y limón, al principio se entretuvo dando pequeños sorbos a su bebida hasta que la finalizó y pidió otra igual. La pena me embargaba pero no quería que se diera cuenta.

-El bourbon se combina bien con la coca cola.  –dije esa tontería porque no sabía cómo empezar una conversación cuando ninguno de los dos desea hablar.

-Han vuelto al anterior tratamiento, sus dolores son horribles y entonces le  tienen que sedar y no se da cuenta de nada. –sujeto su mano izquierda que tiembla y lleva el vaso a su boca apurando el contenido de un trago.

Se frota las manos, envuelve la una en la otra y se las lleva a la boca, muerde con fuerza sus pulgares.

-Me ha suplicado que le ayudemos a marchar. –me sacude un estremecimiento de horror, Gonzalo habla como si la decisión estuviera tomada y decidido todo. Sin que yo intervenga continúa al cabo de un momento.

-Los médicos están de acuerdo, en poco tiempo será solamente un vegetal, tendrán que tenerle continuamente dormido y quiere irse con dignidad.

Tiene que haber llorado mucho, y ahora seguramente el dolor sea tan grande que le impide derramar una lágrima.  Siento un nudo que aprieta mi pecho, me hubiera abrazado a él para compartir su dolor, arrancárselo, hubiera sido mejor y llorar unidos hasta sacar esta congoja que tengo. Pero simplemente bebo, como antes ha hecho él todo el contenido de la copa y me quedo en silencio, mirando sus manos que se aprietan entre sí para evitar su temblor.

Me adelanto a pagar la nota y le acompaño hasta localizar un taxi para que le lleve a su casa y yo vuelvo al hotel.

Subo a mi habitación y no tengo ganas de comer en absoluto, si hubiera ingerido algo mi cuerpo lo hubiera rechazado, pensé en llamar a Nico y darle las malas noticias pero no me atreví ya habría otro momento.

¿Qué pude pensar esa noche? Nada. Todo era recordar los momentos vividos a su lado y cuando terminaba volver otra vez a repasarlos, y llorar, y llorar, y llorar hasta quedar extenuado, liberado por el cansancio y el sueño.

**********

 

Sábado

Había quedado con Gonzalo en pasar por la residencia de sus abuelos a media mañana, sería poco el tiempo que podría estar con Ál pero él le había pedido expresamente que quería verme. Le habían trasladado del hospital, quería estar sus últimos días rodeado del cariño de los suyos. María y Raúl estaban en Londres y también había venido su padre, por una vez y cuando nos iba a dejar se acordaba de que tenía un hijo. Excepto sus tíos y Ana tenía a su toda su familia en la ciudad.

El taxi atravesó el parque que rodea la casa, la verja estaba abierta, como indicando que tenían muchas visitas y el servicio de seguridad no detuvo al taxi, el mayordomo me abrió la puerta y antes de que pudiera hablar hizo su aparición Borja. No me pareció nada raro encontrarlo allí habría ido a despachar asuntos de España con Gonzalo y su abuelo, después de saludarnos me llevó a una sala que ya conocía y me pidió que esperase un momento a que Gonzalo viniera.

Antes que él llegó su abuela con María y Raúl, abracé a la anciana dama y luego nos  fundimos en un triple abrazo lleno de emoción y en silencio.

Fueron unos minutos de tensión donde nadie quería tocar el tema que nos tenía reunidos, la abuela de Gonzalo me preguntó por mis padres en una clara intención de romper el terrible silencio hasta que su nieto apareció.

 Me llevó por el pasillo que conducía a las habitaciones traseras, cercanas a la otra puerta de entrada, en el hall de acceso estaban un par de enfermeras hablando en voz baja,  callaron al vernos avanzar hacia una puerta cercana a ellas, pasamos por delante de la puerta de acceso y a través de los cristales puede ver una ambulancia parada ante las escalinatas.

Gonzalo abrió la puerta y entramos, era una habitación muy grande y la habían acondicionado como si fuera parte de un hospital, Ante una cama articulada estaba un chico que supuse  era enfermero por su uniforme.

Cuando le vi sentí  un mareo y pensé que me iba a caer al suelo. Su cabeza reposaba sobre una almohada blanca y había perdido el pelo. Su deterioro era evidente y me costaba reprimir las lágrimas.

Gonzalo me empujó para llevarme hasta la cama, tenía sus brazos extendidos a lo largo de su cuerpo y se veían moratones y marcas de las agujas que habían entrado por su piel, sus manos permanecían blancas e inertes, en su cuello le habían implantado un catéter  subclavial que se veía impresionante, sus ojos permanecían cerrados y apenas tenía movimiento en su pecho, como si no respirase.

Sus labios aparecían exangües, ligeramente rosas y cuarteados, brillaban por alguna pasta de cacao que le habían aplicado, me coloqué al lado de la cama donde no había porta suero de goteo y me incliné sobre él, toqué ligeramente sus labios con los míos en un prolongado y suave beso, noté como se movían queriendo transmitirme algo.

Elevé mi cabeza, tenía sus ojos abiertos mirándome con curiosidad, cuando enfocó su visión sus labios no se movían pero vi la sonrisa en su mirada.

-Daniel.  –fue un murmullo lo que salió de su boca. –sujeté su fría mano que permanecía muerta y cerró sus ojos, unos momentos después noté una ligera presión en mi mano, sus ojos me miraban pidiendo algo y sus labios se movían, me acerqué pegando mi oído a él.

-Tengo miedo. –era casi imposible oírle, apretó de nuevo mi mano.

-Cuida de él. –calló y su mano perdió fuerza, debía de haber entrado en un estado de sopor o sueño.

Gonzalo me había acercado una silla y tomé asiento en ella, mirándole sin poder pensar, la congoja hundía mi pecho y estaba espantado y muy asustado, sin poder llorar. No podía librarte de tu terrible destino mi queridísimo Ál.

No me di cuenta de que Gonzalo volvía a estar a mi lado y sujetaba mis hombros para que me levantara, tampoco sabía el tiempo que había transcurrido, imagino que habrían sido unos escasos minutos, me despedí besando sus labios de nuevo y no hubo respuesta de su parte.

Cuatro palabras había conseguido escucharle  decir, puede ser que dijera algo más pero esas fueron las que pude identificar y entender.

Pensé que ya estaba allí ocupando un lugar que no me correspondía, y me pareció normal que Gonzalo me guiara de nuevo a la sala donde estuve al entrar en la casa, no hubo una despedida,  desapareció y no volví a verle.

En la sala estaban unas diez personas, María y Raúl, el padre de Ál al que saludé y el resto eran desconocidos para mí, la abuela tampoco estaba allí.

Estuvimos hablando un rato, cuando me despedía de ellos María le pidió a Raúl que me acompañara, ella se quedaría con su padre.

Era la hora de comer y Raúl propuso ir a tomar algo en algún restaurante que encontráramos. Era el momento de injerir algo de comida, llevaba más de un día sin atender a mi estómago con algo sólido y le notaba resentido, no había desayunado tampoco y aunque mi cuerpo me pedía a gritos que comiera tampoco sé si sería capaz.

Ninguno de los dos quería hablar de lo que realmente nos preocupaba y comenzamos a rememorar el pasado, los momentos buenos que habíamos vivido con nuestro amigo, como si lo estuviéramos viviendo en ese momento, sonriendo melancólicos.

Continuaba trabajando con su padre y aunque el tío de María le ofrecía puestos tentadores que sabía que algún día tendría que atender, se resistía a dejar a su padre.

Habló por el móvil con María y esta le pidió que me acompañara a dar un paseo, no sé si María deseaba que Raúl se entretuviera y o si era yo el motivo, fuimos andando sin prisa hasta Kensington Gardens, cerca del Royal Albert Hall y allí nos separamos.

-Gracias Raúl por tu compañía, quizá no debía haberte entretenido tanto.  –Se abrazó a mí y acariciaba mi espalda.

-Has sido un consuelo Daniel, nuestro amigo al que queremos y has venido de tan lejos.  –podría decir que las lagrimas le ahogan y que no puedo ver porque no quiero que el abrazo se deshaga.

-Marcho mañana a la tarde y creo que no debo entreteneros más de vuestras obligaciones, no me he despedido de Gonzalo y de su abuela, en realidad de nadie, si tienes la oportunidad despídeme de ellos.

Durante el trayecto hasta el hotel veía en mi cabeza las figuras de mis amigos, estaban destrozados y los estragos del dolor se reflejaban en ellos. Temí por su salud.

**********

 

Domingo

Desperté y recordé lo que había soñado esta noche, después de haber llorado tanto el sueño me venció y al principio fue un dormir intranquilo, desasosegado que causo que me despertara un par de veces y me encontrara encima de la cama y con la ropa revuelta, como si hubiera mantenido una pelea con las sábanas.

Luego en mis sueños aparecía una figura de anchos hombros, me sentía cohibido por su tamaño, actuaba pausadamente y tranquilo no queriendo que me asustara.

Me sentía tranquilo con él, reconfortado y nada intimidado a pesar de su gran tamaño, me sentía muy bien y seguro, tenía mis brazos extendidos a mis costados y él estaba encima de mi cuerpo cubriéndome, no me decidía a tocarle con mis manos.

Me gustaba estar debajo de él y me atraía su gran tamaño, sentir su peso que me aplastaba, sus grandes manos moviendo mi cuerpo para que adoptara la posición que él deseaba, escalofríos de placer recorrían mi espalda haciéndome estremecer.

Era terriblemente bello sentir sus jadeos y su fuerza para moverme  de una posición a otra como si fuera su juguete con el que jugara a placer, lo sentía muy tierno y hermoso.

No conseguía ver su rostro, creo que me desperté en ese mismo momento mojado por todas partes, había eyaculado en mis sueños.

Me levanté tarde y a media mañana me llamó Gonzalo, quería pasar a recogerme pero conseguí convencerle y que desistiera.

Abandoné la habitación para salir a dar un paseo y comer algo, dejé el equipaje preparado en recepción y salí a la calle.

Me llevó media hora el ir andando hasta la Catedral de San Pablo y comí por allí cerca, me entretuve paseando un rato por la ribera del Thámesis y al final tuve que coger un taxi para volver al hotel.

Habíamos salido del Euro túnel en Calais y recibí una llamada de Ray para preguntarme donde me encontraba.

-Daniel, vamos a buscarte a la estación para llevarte a tu casa.  –parece que estaban en el estudio y no tenían prisa para marchar, pero me apuraba el que por mi causa llegaran tarde a su casa y tuvieran algún problema con sus familias.

-No importa Ray, gracias de todas formas, cogeré un taxi cuando llegue, no quiero que tengáis algún problema por mi culpa.  –el tono que emplee no debió de sonarle muy alegre e insistió.

-Estaremos allí, no te inquietes, no tienes de que preocuparte, ¿estás bien Daniel? Te noto triste.  –pensé en lo transparente que soy para los que me conocen, hasta por teléfono notan mi estado de ánimo.  No quería que sucediera y llevaba todo el día luchando por ello, pero no puede contenerme y las lágrimas discurrieron por mis mejillas. Solamente pude contestarle antes de cortar la comunicación con un.

-¡Gracias!

Cuando accedí donde esperaban a los viajeros pude ver a Ray, destacaba entre el público por su gran tamaño y su piel más oscura.  Apresuró el paso para recogerme entre sus brazos, me sentí tan protegido y tan querido en ese momento  que no pude evitar el besarle en los labios. Me quitó la maleta de la mano y pasó un brazo por mi cintura, parecía que me llevaba en el aire, algunas personas nos miraban y entendí que a algunos no les habría gustado ver besarse a un chico blanco con uno de los que ahora no estaban socialmente bien valorados.

-¿Denís, dónde está?  -me pareció extraño el que no se encontrara con él en ese momento.

-Le llevé hasta su casa antes de venir a buscarte, como te vi preocupado por nosotros, pensé que era lo mejor.

Cuando entramos en el estudio sus brazos me acunaron y me abrazaban con ternura.

-¿Puedo saber el motivo de esa carita tan triste que traes?  -sus negros ojos brillaban de cariño inmenso y lo que yo necesitaba en ese momento era afecto y sentirme mimado y querido.

Me cogió en sus brazos como si fuera un niño y me abracé de su cuello, se sentó en el sofá conmigo sobre sus rodillas y comenzó a besarme la frente y el pelo mientras su mano limpiaba las lágrimas que rodaban por mi cara, me abrazaba estrechamente arrullándome.

Entre suspiros ahogados por el llanto le conté el resultado de mi visita, Ray no paraba de besarme y decirme palabras tiernas.

-Tú no tienes la culpa, mi bebé. Llora si lo necesitas. ¡Cuánto debes amarle!   -me acunaba y permaneció mucho tiempo de esta manera, seguro que los brazos se le estarían quedando dormidos.

A medida que avanzaba el tiempo sus besos se volvían más ardientes y me cortaban la respiración a veces, noté que su pene cogía rigidez  bajo mis muslos.

 Ray se iba excitando al tenerme tan apretado contra él, y me sentí necesitado de que continuara con sus muestras de ese cariño que me calmaba y serenaba mi alma.

Y debo reconocer que también me empezaba a sentir caliente. Debió notar mi excitación y sus carias se trasladaron a mi pecho, para mientras me besaba, tierno, exigirme a la vez mi respuesta sexual a lo que demandaban sus labios. Aparté un momento nuestros rostros para mirarle.

-No podemos Ray, se hace muy tarde y tienes  que marcharte.  –le di un rápido beso con la intención de deshacerme de sus brazos pero continuó reteniéndome.

-No tengo prisa puedo pasar la noche contigo. –volvió a abrazarme y sin dejarme hablar se apoderó de mi boca, intentó mete su mano por la cintura del pantalón y no podía introducirla, era tan grande, reí nervioso y solté los botones.

Comenzó acariciando mi polla y tiró de los pantalones para llevarlos con mi boxer hasta las rodillas. Sentí que se me escapaba la vida cuando apretó mi glande y recogió mis jugos con sus dedos pulgar e índice y los llevó a mi boca.

-¡Ahhh!, Ray, Rayhan.  Déjame que vaya al baño un momento, mientras tanto preparas la cama.  –no me atendió y metía su lengua para arrebatarme lo que me acababa de dar.

-Por favor, hazme caso, loco.  –cuando volví tenía la cama preparada y él estaba tumbado de costado, se le veía su gran y hermosísimo culo, tan poderoso con las nalgas redondas y fuertes. Me coloqué a su lado dándole la espalda y pegándola a su potente pecho.

Me abrazaba, sentía todo su calor y su mano cubría todo mi pecho, me hubiera dormido y quedado así para siempre. Su idea no era la misma y no dejaba de acariciar mi pecho y a tirar de mis pezones, sentía su polla latir entre mis piernas y el bombeo poderoso de su corazón que se aceleraba, comenzaba a despertarse mi pene y levanté mi pierna para que metiera su verga entre ellas, lleve mi mano a mi miembro, el suyo aparecía debajo de mis huevos turgente y poderoso, mojó mi mano con su precum, la llevé a mi nariz y me embriagué de su potente olor de hombre y la chupé degustándole a él.

Su pene rozaba a veces la entrada de mi ano y golpeaba mis nalgas aplastando sus testículos contra ellas, mi culo deseaba su verga, latía desesperado  por ella, giré mi cabeza y él besó mis labios aumentando la velocidad de su frotamiento.

-Quiero tenerte dentro Ray, hazme tuyo.  –levantó mi pierna, parecía no pesarle, tiré mi pecho hacia adelante retrasando mi culo, cogí su verga con mi mano y la guié hasta la entrada de mi ano, empujé un poco hacía atrás para notar que la tenía bien orientada y Ray comenzó a empujar.

Estaba ya dilatado por la limpieza que me había hecho y la crema que había depositado en la entrada de mi ano, dolía pero era lo que necesitaba en este momento, sentirme humano, con dolor en mi cuerpo para darme cuenta de los contrastes de esta vida nuestra, dolor, placer, felicidad, tristeza, vida y muerte.

Era el trance del dolor y todos los momentos había que pasarlos y acogerlos como cosas inherentes a nuestra propia existencia. No podía casi respirar cuando al final estuvo todo él en mi interior, permanecía como una paloma herida, atravesada por una flecha pero que me llenaba de vida.

Pasé mi brazo por su cuello y le atraje hacia mí, para besarle mientras me reponía, para que compensara con el amor de su boca el dolor de la otra herida.

Comenzó a deslizarse saliendo y entrando con suma delicadeza al principio, me sabía muy rico y no dejaba de besarme y de acariciar mi abdomen apretándolo para llevarme hacía él cuando entraba y aflojando cuando salía.

Su respiración se hizo más pesada, más rápida y profunda y comenzó a inundarme de sus abundantes flujos, notaba su felicidad y éxtasis y yo me sentía feliz por él, por ser causa de su placer, por poderle devolver parte de lo que llevaba él horas entregándome.

No tuve un orgasmo pero el placer era infinito, sentir su cuerpo dentro de mi vientre depositando su semilla en tierra no fértil pero si agradecida, llevé mi mano hacia atrás para sentir su poderosa cadera pegada a mi trasero, y sujete su culo haciéndole saber sin palabras que no quería que se retirara, necesitaba esa proximidad tan humana y casi divina.

Sin sacar su verga volvió a iniciar el vaivén ahora más fuerte y jadeaba en mi oído, era todo delicioso y muy rico, comencé a decir su nombre y pedirle que me penetrara más, que entrara todo él en mi y lloraba de placer inundado en el amor de sus brazos que me rodeaban, y sintiendo su virilidad como se hundía en mi cuerpo hasta volver a fecundar mi vientre, y entonces sentí varios orgasmos pequeños y muy rápidos que terminaron en uno fuerte que hizo que me fuera sin tocarme, lanzando mi semen como si fuera una fuente.

Me dormí entre sus brazos, con su pene dentro de mí y cubierto por su cuerpo muy pegado a mi espalda, descansando al fin, venciendo a la fría muerte.

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