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Desayuno

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Me encontraba yo con una camisa tuya que apenas cubría mi trasero, unas bragas rojas y sin sostén. Hacía mucho calor ese día y me disponía a prepararte el desayuno. Saque frutas de la nevera y las deje sobre la mesa. El aroma de tu cuerpo impregnado en la camisa me encantaba, me sentía feliz por la cena de la noche anterior y por haber hecho el amor, con tanta pasión, que incluso deje rasguños en gran parte de tu espalda y mordidas por todo tu pecho.

Mire el reloj, eran pasadas las ocho de la mañana, era domingo así que ninguno de los dos trabajaba. Corte en cuadritos la fruta y, de la nada, sentí que tus manos grandes y suaves se escabullían bajo la camisa tres tallas más grandes que yo. Sin percatarme me sonroje, habían pasado años de conocernos y, aun así, cada vez que te veía mis mejillas se sonrojaban y me ponía algo nerviosa.

―Hola, buenos días mi Gatita hermosa

―Ho…hola amor, ¿co...como amaneces?

―Mmmm de muy buen humor mi amor ¿y tú?

―Bien amor, te estoy preparando el desayuno – dije conteniendo mis gemidos al sentir tu lengua recorrer mi cuello suavemente-.

―Se me antoja comer algo muy rico mi gatita.

―¿ah sí bebé? ¿Qué cosa?

―A ti – me susurraste el oído -.

―Pe.…pero amor –dije sorprendida-.

―Vamos mi amor, tengo mucha hambre.

Antes de que pudiera decir algo me diste vuelta y me sentaste en el mesón de la cocina, haciendo a un lado el tazón con frutas a medio picar.  Me tomaste de la cintura con furia y me pegaste muy bien a ti.  Casi por instinto te di un delicioso beso con lengua, de esos que te encantaba que te diera cada mañana. Sentí tu lengua húmeda frotarse con la mía y tus labios unidos a los míos. Tus manos traviesas empezaban a desabotonar mi camisa, mientras yo te rodeaba con mis piernas, haciendo que sintiera poco a poco como tenías una erección. Para entonces ya sentía tus besos estaban en mi cuello a la vez que tus manos tomaban mis pechos y los movían y apretujaba cada vez con más y más ganas. No pude evitar gemir tu nombre:

―Ahh... Alex, mi amor…me encanta que me des los buenos días así…

―Mmmm a mí también mi amor, eres mía gatita, todo ese rico cuerpito – decías mientras mordías mis pezones- es solo para mí.

―Ahh, mmm claro mi amor – dije mientras sentía como mis bragas se humedecían- te amo, gatito

―Mmmm, te amo mi gatita traviesa.

Como estabas desnudo por lo de la noche anterior, sin pensarlo bajé mi mano y empecé a jalar con suavidad esa rica pija que tanto me encantaba. Mi mano pequeña, apenas alcanzaba a rodearla, pero aun así empecé a bajar y a subir la pielcita. De inmediato empezaste a gemirme. Sabías lo mucho que me encantaba que gimieras así por mí, todo mi cuerpo se estremecía con cada gemido. Aumente un poco la intensidad y mi mano empezaba a ensuciarse con tus fluidos. En el calor del momento, tus dientes se clavaban fuertes en mi hombro derecho. Aunque me dolía eso me gustaba. Por un momento deje tu pija y baje mi mano a tus huevitos (o como yo los llamaba, mis caramelos), tu cuerpo se estremeció por un momento al sentir mi mano moverlos y apretujarlos al mismo ritmo que tu movías mis pechos.

―Ahh, gatita chúpame la pija mi amor, mi pija ruega por sentir tu boquita y tus labios.

―Llámame como me gusta que me llames, di esa frase que me hace querer chupártela sin cesar mi amor

―Vamos mi puta, mi putita, chúpale la pija a tu dueño -  me decías a la vez que tomabas mi cabeza y me hacías arrodillar frente a ti-.

―Sí, mi amo – dije obedeciendo-.

Me arrodille en el suelo frente a tu pija, que ya estaba húmeda y lista para mí. Sin pensarlo la tome con mis manos, la levante un poco, y pase mi lengua desde la raíz hasta la punta, asegurándome que me vieras, que vieras como sometías a tu putita. Me entraron unas ganas enormes de morderte, pero sabía que no debía hacerlo, así que contuve mis ganas de hacerlo. Pase de nuevo mi lengua verticalmente por cada centímetro de tu pija erecta.

―Vamos amor chúpala, no me hagas padecer así…mmm vamos puta métela en tu boquita y chupa tu paletita.

Con una sonrisa burlona abrí mi boquita, baje la pielcita con mis dedos y chupe la puntita. Pase mi lengua haciendo círculos por todo ese pequeño agujerito de la punta. Al sentir tu pelvis moverse, sabía que te encantaba lo que hacía. De repente la metí por completo en mi boca y solo alcanzaste a gemir mi nombre.

―Ahh así Angie, mi putita así, trágala completa mi amor…ahh…

Acomode una de mis manos en el suelo, y otra en mis ricos caramelos que más tarde chuparía. Empecé a mover mi cabeza adelante y atrás, adelante y atrás, subiendo y bajando por completo esa pielcita. Mi boca se humedecía cada vez más y, mientras daba pequeños gemidos, aumente más la intensidad. Intentaba mirarte a la cara mientras lo hacía, sabía muy bien que eso te hacía sentir que era solo tuya.

Poco a poco aumentaba más la intensidad mientras sentía tus fluidos en mi lengua y escuchaba tus gemidos pronunciando con más fuerza mi nombre.  Adoraba chupártela, ante los demás era una chica pura y buena, pero en el sexo mi lado de puta salía a brote solo para ti Alex. Adoraba tu pija y, en secreto, grababa cada vez que teníamos encuentros matutinos. Luego, cuando te ibas de viaje, te recordaba viéndolos sola en nuestra bañera, con aquel vibrador que me regalaste en nuestro aniversario.

―Si… ahh… así, así mi gatita puta, así ahh me voy...ahh me voy a...

Por un momento saqué tu pija de mi boca y te gemí enloquecida:

―Sí, mi amor lléname de lechita la boca, dame lechita mi amor, que tu putita se muere por tragarla.

Pocos segundos después metí de nuevo tu pija y chupé lo más rápido y profundo que podía. Entonces sentí un chorro de esa lechita salada y dulce que rápidamente se escurrió por mis labios, luego otro chorro con menos intensidad. Yo no paraba de chupar, quería probar cada gota que saliera. Otro chorro y luego otro más. De nuevo, subí la mirada y con una mano, acariciaste mi cara, como dándome las felicitaciones por tan buen trabajo.

―Eres una gatita tan buena, me encanta que seas mía...Angie- dijiste en un tono algo cansado-.

Me levante de nuevo y nos dimos un beso apasionado.

―Te amo- dijimos al unísono para después reír un poco-.

Después de eso, desayunamos fruta y cereal. Dos horas después estábamos juntos en la ducha llenándonos de caricias y lamidas. Pero eso te lo contare en otra historia.

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