Nuevos relatos publicados: 16

Cena

  • 8
  • 27.252
  • 9,16 (57 Val.)
  • 1

Llegamos a casa realmente cansados, sin hambre pues habías comido helado como si no hubiera un mañana. Tu pequeña obsesión por tu físico se iba por completo cuando salías conmigo, sabías mejor que nadie que desde que nos conocimos en esa sala de chat me había enamorado tan estúpidamente de ti y que fuera como fuera tu físico a mí me encantabas.

Apenas entramos, me quité las zapatillas y me dirigí al sofá. De verdad la había pasado muy lindo a tu lado e inevitablemente una tímida sonrisa se dibujó en mi rostro. 

-¿Y a que debemos esa hermosa sonrisa? - Me dijiste desde la cocina mientras servías un vaso de jugo-.

-Si te lo dijera sonaría muy cursi mi amor – Dije tratando de borrar esa sonrisa-.

Encendí la tv y en el canal de anime que tanto me gustaba. Hacía un poco de frío así que me recosté y me arropé con una manta marrón que mi hermano me había regalado hace años.

-Amor, ven y vemos anime un rato.

-Ya voy, espérame un momento.

No sabía que rayos hacías, seguramente estarías cambiándote o comiendo alguna cosa. No le di importancia y volví al anime. Sentí como te sentabas a mis pies y, sin mirarte, te hice una seña para que te recostaras a mi lado. Por alguna razón escuche una de esas risitas tuyas traviesa. La curiosidad me mataba así que fije mi mirada en ti y ahí estabas. Solo con tu bóxer y tu cuerpo recién duchado. Trate de no babearme, tu cuerpo me enloquecía siempre, me encantaba verte, desde tu cabello negro, tu piel blanca y tus labios gruesos y suaves, hasta tu pecho y tu vientre.

Sin evitarlo recorrí lascivamente todo tu cuerpo con la mirada. Reíste de nuevo y te recostaste detrás mío, abrazándome para tenerme bien pegada a tu cuerpo húmedo. Ya habíamos tenido mucho sexo ese día, así que pensé que no me provocarías, que solo querías estar cómodo, así que simplemente no dije nada y traté por todos los medios concentrarme en la tv. Me fue imposible, la humedad de tu cuerpo traspasaba mi delgado vestido y como estábamos tan juntos mi trasero sentía perfectamente la forma de tu pene que ya tenía una erección.

Mi respiración aumentaba sin que lo notaras, tu solo mirabas la tv y yo estaba desesperada por que me tocaras. Me enloquecías con solo tu aroma ¿cómo podías tener ese control sobre mí? ¿Acaso el amor también viene con un pack extra de lujuria sin control? Quité esas tontas ideas de mi cabeza y cuando estaba a punto de despejar mi mente del tema, sentí como tus dientes se calvaban con fuerza en mi cuello. Se me escapó un gemido involuntario y casi por instinto dije tu nombre en un tono de súplica.

De repente me hiciste dar media vuelta, quedando frente a frente, mirada con mirada. Tu respiración estaba tan agitada como la mía, tenías esa mirada de calentura, casi devorándome con la mirada.  Tomaste mi cara con fuerza y me arrebataste el beso más sexy, salvaje y delicioso de toda mi vida.

-Gatita, no puedo evitar estar tan cerca de ti y simplemente no tener que cogerte.

-Amor, eres un travieso, pero hoy no quiero más – mentí para que me rogaras más, so me hacía sentir tu única dueña-.

-Vamos mi amor, no me hagas hacerlo a la fuerza, tengo una sorpresa para ti mi amor.

Tus palabras una a una me encantaban y me hacían tener pequeñas tensiones emocionantes a lo largo de todo mi cuerpo.  Sin pensarlo dos veces asentí con mi cabeza susurrándote a tu oído:

-Tienes permiso de jugar todo lo que quieras con tu gatita.

Esa frase sacó, sin que yo lo supiera, lo más salvaje de ti. Me diste u n tierno beso y después de eso el Alex tierno y amoroso desapareció por horas. Me prepare emocionalmente para no hacer o decir algo que quisieras sin tu consentimiento.

Sin prisa laguna, me amordazaste y ataste mis manos juntas detrás de mi espalda. Lanzaste mi ropa a un lado y me pusiste boca abajo, con mi cabeza abajo y mi trasero arriba. Con una lasciva y un morbo que jamás había visto en ti, tomaste un dildo que no sé de donde sacaste. Mis ojos se abrieron como platos y tu solo sonreías con lasciva. Esa sonrisa hacía que mi cuerpo empezara a desearte, un fuego corazón me invadió al sentir centímetro a centímetro como ese dildo tocaba todo de mí. Con violencia me hiciste abrir las piernas y me ordenaste quedarme muy quieta y no emitir ningún sonido. La punta de aquel artefacto estaba tibia y se deslizaba lentamente por los labios de mi vagina. Intentaba no gemir, esa era tu orden y no podía desobedecer. Pero simplemente mi cuerpo me traiciono y mis gemidos, aunque muy suaves, se escucharon. Sonreíste de nuevo y supe que me castigarías.  Te acomodaste de tal manera que tenía tu miembro en todo su esplendor frente mi cara, mientras aun seguías recorriendo de arriba a abajo los labios de mi vagina con el dildo.

Mi boca se hizo agua, quería desesperadamente chupártela, se veía tan dura y húmeda y casi rozaba la mordaza que tenía. El calor se hizo agobiante y la combinación de tu pene en mi cara provocándome y las caricias en mi vagina me iban a hacer explotar. De pronto sin avisar metiste el dildo por completo, yo estaba tan lubricada que no dolió nada, mi tortura empezó cuando me ordenaste de nuevo no hacer ningún sonido. Sacabas y metías el dildo rápidamente, mi cara hacia una mueca de placer y agonía que de seguro te encantó.

Seguía tu orden y no hacía sonidos, no gemía, pero mi rostro y mi mirada lo decían todo. Te suplicaba con la mirada que me dejaras gemir, no podía aguantarlo por mucho. Me diste una suave bofetada en la cara y bajaste la mordaza. Creí que ibas a soltarme, pero hasta ahora comenzabas.

Abriste mi boca y empezaste, literalmente, a violar mi boca. Metías tu verga hasta al fondo a la vez que el dildo, luego lo sacabas, me mirabas y repetías lo mismo. Mi saliva se deslizaba por mis labios, el mete y saque de tu verga y el dildo me estaba haciendo ir al paraíso.

Tu verga ahogaba los pocos gemidos que se me escapaban que por suerte no escuchaste. Podía ver tu cara de placer, cerrabas los ojos y mordías tu labio inferior haciéndome saber que lo disfrutabas tanto como yo.

Cuando sentí que me iba a correr, sin vacilar te lo hice saber apretando con fuerza mis labios a tu verga. Sabias lo que significaba y me ordenaste que no podía hacerlo. Debía obedecer de nuevo, era tu voluntad contra mi cuerpo y eso me estaba metiendo en un predicamento realmente increíble.

Sacaste tu verga de mi boca, me pusiste boca arriba haciendo que mis manos quedaran aprisionadas bajo mi cuerpo. Me incomodaba mucho, pero a ti eso no te importaba. Abriste mis piernas de nuevo, acomodaste mis caderas un poco arriba y empezaste a embestirme muy fuerte, pero no por mi vagina sino por mi culito. Embestida tras embestida gemías y casi lanzabas gruñidos diciendo mi nombre y palabras muy sucias que sabía solo me decías a mi cuando estabas a punto de tener un orgasmo colosal.

Yo aun sin gemir rogaba porque me dejaras correr, sentía como ese fluido quería escapar de las paredes de mi vagina, como se colaba esa sensación con el dolor de ser penetrada analmente.

-Vamos puta mía, gime para mí, córrete y ensúciame como la puta sucia que eres.

Esas palabras me aliviaron, y mientras me corría, grité y sentí el mejor orgasmo hasta ahora. Mi cuerpo se tensó todo, mis brazos estaban ya con una sensación cosquilleante mis piernas estabas cansadas y mi culito ardía, pero aun así me sentía muy satisfecha.

Pronto noté que tú no te habías corrido, es decir, aun tenías algo más preparado. Tomaste el dildo y lo metiste todo en mi vagina, oprimiste un botón que no había notado y empezó a vibrar, mis gritos llenaron por completo el lugar. Estaba agotada, todo me dolía, pero tenía que seguir hasta que tu quisieras. Tu verga seguía entrando y saliendo de mi culito, mientras esa sensación de la vibración llenaba mi vagina.

De pronto sentí esa sensación, no era posible, pero sentía que venía otro orgasmo. Tus gemidos y la sensación que me llenaba me hacían delirar, y en medio de todo eso grite tan fuerte que creo todos los vecinos me escucharon. No hacía más que decir tu nombre y gemir y gritar y con mi cuerpo sudoroso darte el placer que tanto querías.

Entonces, te corriste dentro de mi culito a la vez que yo me corría ensuciando todo el sofá, vi tu rostro cuando lo hacías y, aunque con tus gritos diciendo mí nombre eran muy fuertes, alcance a notar algo de amor en tu mirada. En un movimiento sacaste el dildo y tu verga al mismo tiempo y caíste casi desmayado sobre mí.

Nuestros cuerpos no daban más, y todo, almenas a mí, me dolía. Pero era gratificante tenerte sobre mí, indefenso después de ser una bestia salvaje. Me desate como pude y te abrace con mucha ternura hasta que ambos quedamos dormidos, no sin antes susurrarnos el uno al otro el “te amo” más dulce e inocente de nuestras vidas.

(9,16)