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El primero de muchos dias de gran sexo.

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Llegó la tarde que desde la primera vez que lo vi había esperado, en mi casa no me esperaban hasta ya iniciada la noche, y Arturo me invito a pasar el rato en su departamento viendo una película, nos dirigimos a este, pasamos a comer algo y yo aproveche para ingresar a una farmacia y comprar una caja de condones, yo tome la iniciativa, esta vez me perdería el respeto, no saldría de aquel cuartucho sin ser suya, ya lo tenía listo, un día antes me ingenie salir para poder comprar un conjunto nuevo, algo sexy, provocativo, un brasear rosa de encaje con pequeños detalles blancos, algo tierno, un bóxer entallado rosa a juego, en el que el trasero se me veía francamente hermoso.

Caminamos hasta su casa de la mano, no pasaban más de 2 minutos entre beso y beso, y al aproximarnos más a la entrada de su edificio estos eran más intensos, me sentía excitada, y sentía su excitación también, subimos al elevador, 8 pisos en los que estábamos completamente solos y las manos ya jugaban en tercera base por nuestros ansiosos cuerpos, entramos a la casa y entre una cosa y otra nos enfriamos un poco, nos sentamos a platicar que tal el día y trascurrieron un par de horas, ya mirábamos la película que elegimos y mientras yo me encontraba recostada entre sus brazos recobre el instinto salvaje que me había hecho llegar hasta ahí esa tarde, mi piel se erizaba y solo quería su cuerpo, comencé a acariciar su abdomen y con los labios a buscar su cuello, al principio sin obtener respuesta, mi esfuerzo era nulo, creía, pero comencé a sentir su mano deslizarse por mi espalda y descender poco a poco a mi trasero, giro su rostro y nuestros labios se encontraron en un exquisito beso de lengua, casi en automático mi cuerpo se posó encima del suyo y mis caderas aprisionaban las suyas mientras sus manos recorrían mis nalgas sobre el jeans azul claro que llevaba puesto, me aleje de sus besos y desabroche 3 o 4 botones de mi blusa, de en medio de mi busto tome la caja de condones que celosamente guardaba y la lance a su abdomen, cruzamos sonrisas y me aleje de él, camine hacia su habitación y desde la puerta le indique: “Voy a ponerme cómoda y acá te espero”

Entre a la habitación entre la excitación del momento y la intriga de al fin tener a ese hombre que me fascinaba ahí, preparándose para hacerme suya, quede perpleja un par de minutos, después comencé a desnudarme hasta quedar en ropa interior, me recosté sobre la cama y espere en momento en que el cruzara la puerta. Minutos después escuche sus pasos, se paró junto en la entrada a su habitación y con una mirada morbosa mezcla de amor y deseo, recorrió mi cuerpo, intercambiamos sonrisas y se acercó a mí, me beso y con un movimiento coloco un condón en mi sostén,  soltó una risa burlona y me dijo: “Guárdame esto ahí, creo que lo vamos a necesitar” para después desnudarse poco a poco ante mi mirada ansiosa, en ropa interior se colocó sobre mí, y nos comíamos en besos arrebatados, no tardaron en caer al suelo los bóxer de ambos y lentamente me acerque a su erecto y venoso miembro y lentamente le di una buena mamada, sus gemidos y su rostro de satisfacción me excitaban y él lo sabía, me fui alejando y me recosté sobre la cama, mientras él con besos y pequeños mordiscos bajaba por mi abdomen a mi ansioso y  húmedo sexo que recibió fascinado a su lengua experta, mi piel se erizaba y mis caderas se movían de un lado al otro por la satisfacción que su boca le daba a mi sexo con esos movimientos sublimes, me invadió un orgasmo, me arquee de satisfacción, me acerque a su rostro y lo bese.

Tome el condón que se encontraba en mi busto y tras rasgar el empaque, lo coloque en mi boca y lo puse en su verga, me acerque y me senté en él, lentamente, comenzamos a cabalgar, a un ritmo suave, que se fue acelerando poco a poco mientras gozábamos la intensidad del momento, su miembro grueso llenaba mi cuerpo, me cambiaba de posición a su antojo, mientras más aceleraba el entra y sale de su pito dentro de mí, mis gritos más retumbaban en su habitación, mis manos arañaban su espalda mientras nos besábamos y el alzaba mis caderas y las dejaba caer en su miembro como de roca, que se ensartaba en mi sexo, húmedo y  extasiado de recibir a aquel salvaje visitante, me coloco de perrito y con envestidas furiosas estampaba sus testículos en mí, yo sentía venirme, mis piernas se doblaban y mi cara se estampo en la colcha de su cama y con una fuerte penetrada logre sentir la vibración de su verga que se explotó dentro del condón, continuo el muelleo lento, se recostó sobre mí y mientras movía lentamente sus caderas nos entrelazamos en un tierno beso de agradecimiento.

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