Nuevos relatos publicados: 13

Masaje inolvidable

  • 12
  • 25.290
  • 9,15 (20 Val.)
  • 0

Estábamos las dos parejas en una casa rural alquilada para nosotros solos, la casa tenía tres habitaciones, en principio iba a venir otra pareja más pero no pudieron, total que sobraba un dormitorio, mi novia María y su amiga Ana, se conocen desde el colegio, y el novio de Ana, Fernando, lleva con ella desde que era una niña, Ana no conoció más hombre que Fernando, salvo algún rollo esporádico en un momento de bache en su relación.

Ana y María son muy diferentes físicamente, Ana es bajita (1,60m) y rellenita, no está gorda ni mucho menos, es terriblemente coqueta (o es la impresión que a mí me da); María es alta (1,70m) y delgada, aunque tiene unas curvas deliciosas y unas tetas cada vez más hermosas, firmes y del tamaño de unas buenas naranjas, las de Ana son más grandes, pero no tan firmes, aunque, con los escotes que le gusta lucir la verdad es que se ven maravillosas.

Tras esta breve introducción voy al grano, Ana llevaba toda la tarde quejándose de la espalda, y yo me ofrecí a darle un masaje sin segundas intenciones, íbamos por la calle los cuatro y yo le echaba las manos a la parte posterior del cuello y apretaba suavemente, ella gemía de gusto, demostrando lo que le gustaba, a pesar de que estábamos ante nuestras respectivas parejas, eso a mí me calentaba, porque, aunque no lo he dicho y como posiblemente habréis adivinado, aunque Ana no sea "mi tipo", despierta en mí un morbo tremendo, con sus miradas pícaras, sus gemidos cuando le toco el cuello, la naturalidad con la que me deja bucear con la mirada en su escote cuando se sienta frente a mí en una cena, o en cualquier otra ocasión, y ya no digamos cuando bailamos juntos algo de salsa, como se me arrima y la manera en que mueve su melena oscura, al estilo de las bailarinas de los videos musicales, como me pone…

En fin cuando llegamos a la casa después de cenar algo, agotados como estábamos tras un día de playa, decidimos irnos para la cama, cuando íbamos a subir a los dormitorios le propuse a Ana darle un buen masaje, para que descansara mejor, aceptó, María y Fernando se fueron cada uno para su habitación a descansar.

Ana y yo nos metimos en la habitación que sobraba, le dije que se tumbara en la cama de espaldas, se tumbó sin desvestirse ni un poco, yo también estaba vestido más o menos como ella, un vaquero y una camisa, empecé a masajearle el cuello y luego la espalda por encima de la camisa, pero al arrugarse reducía considerablemente la efectividad del masaje (he de decir que mis masajes no son ni mucho menos profesionales, se reducen a un puro sobeteo, ella lo sabía también como yo, pero creo que también le daba morbo estar conmigo a solas), el caso es que le sugerí que levantara un poco al menos la camisa, y ya de paso desabrochara el sostén, lo hizo como lo hace todo con suma naturalidad, sin entrever segundas intenciones por mi parte (o no dándoles importancia si las entreveía) comencé a acariciar –masajear– sobar la blanca piel de su espalda, la acariciaba por los costados, rozando "involuntariamente" sus senos, de arriba abajo, de abajo arriba, me paraba sobre sus omóplatos, sobre su cuello, amasaba sus agarrotados músculos y ella gemía levemente, a mí eso, junto a la visión de su hermoso trasero enfundado en los vaqueros elásticos, me ponía a dos mil, mis manos se volvieron atrevidas y comencé a bajar acariciando sus muslos, por la cara externa, desde la espalda hasta la rodilla, lentamente, deleitándome en sus curvas.

Ella parecía que se estaba quedando dormida bajo mis manos, ya llevaba más de media hora amasándola, cuando decidí cambiar el masaje por unas caricias, ahora pasaba mis manos muy suavemente por su espalda, casi sin rozarla, y luego acercaba mi boca y le soplaba ligeramente, su piel se erizaba al sentir mi soplido, se estremecía bajo mis caricias, volvía a soltar sus excitantes gemiditos.

Yo no sabía cómo iba a reaccionar si le decía lo que me estaba apeteciendo hacerle, al fin y al cabo es la mejor amiga de mi novia, que dicho sea de paso, estaba, al igual que su novio en una habitación del otro lado del pasillo, para romper el hielo (que ya no había) le propuse un juego que hacía de pequeño con mi hermana, escribir cosas sobre su espalda y ella iba adivinando lo que ponía, empecé poniendo tonterías como Hola, Ana, pero luego le empecé a poner otro tipo de palabras, para ver su reacción, y porque no oírselas decir, en medio del juego y haciendo bromas le escribía: SEXY, FOLLAR, PAJA, FÓLLAME, cuando adivinó esta última palabra, me acerque a su oído y le susurré medio en broma, medio por ver su reacción... ¿En serio quieres que te folle?

Ella se dio media vuelta y se puso mirando hacia mí, con cara seria (yo me esperaba un bofetón por atrevido, o un… bueno, me tengo que ir…) pero ella me dijo:

-¿te atreverías si te dijera que sí?

Yo estaba ardiendo y me quedé de piedra, no me esperaba esa reacción, (a pesar de lo mucho que había fantaseado con que se produjese desde que la conocí).

Me armé de valor, y por seguir con el pique y ver quien decía basta primero proseguí…

-Si, a menos que seas muy ruidosa porque igual nos oyen…

Me dio un inesperado beso en los labios y me dijo, vamos a ver si duermen…

Salimos de la habitación y comprobamos que estaban profundamente dormidos, incluso se les oía roncar (a ambos), lo que nos hizo sonreírnos cómplicemente…

Volvimos a la "sala de masajes" y cerramos la puerta, de pie tras la puerta nos fundimos en un ardiente beso, yo creía que era el único que llevaba tiempo deseando un encuentro así, pero comprobé que el deseo era mutuo, desabotone su camisa, dejando al descubierto, después de muchos años de insinuaciones, aquellos pechos que tanto llamaban mi atención desde el balcón de su escote, ella no tardó en buscar mi verga que quería salir del pantalón, se acercó a mi oreja y con su dulzura habitual me susurró, esta noche quiero toda tu polla para mí.

Yo ya no podía más de la calentura, apretaba sus cachas sobre los vaqueros elásticos, mientras ella trataba de quitarme los pantalones y liberar mi falo, lo que no le llevó mucho tiempo.

Lo agarró con sus suaves manos y lo comenzó a agitar, mientras nos besábamos y yo acariciaba su cuello y su espalda, bajando hacia su trasero y tratando de bajarle los pantalones, tarea en la que colaboró ella con una de sus manos, sin soltar en ningún momento mi pene, después me desabotonó la camisa con los dientes (nunca había visto tal habilidad).

Fue poniéndose de rodillas frente a mí, acercando su cara a mi polla, que seguía en su mano, estábamos ya completamente desnudos, apagamos la luz de la habitación, y comprobamos gratamente que la luna llena se encargaba de iluminar la escena casi como si de una película se tratase, era perfecto, ella besó la punta de mi glande, yo me entretenía acariciando su cabello largo, oscuro y abundante, ella iba ensalivando mi miembro, deleitándose y deleitándome, sus manos agarraban ahora ambos hemisferios de mi trasero, mientras mi polla desaparecía y volvía a aparecer dentro de su cálida y húmeda boca…

La avisé de que estaba a punto de correrme (llevaba excitado desde que empecé con los masajes, lo raro es que no me hubiese corrido cuando me dijo que sí a lo de follar), sacó la polla de la boca, me miró y me dijo… dúchame! No tardé ni treinta segundos en eyacular sobre su linda tez, ella se relamía las gotas que notaba cerca de sus labios, y con los dedos extendía el resto de mi leche como si de una crema hidratante se tratara, la cogí de la mandíbula con ambas manos y atraje su boca hacia la mía, el olor de mi semen sobre su cara me resultaba extraño en un principio pero terriblemente excitante al mismo tiempo, la besé al tiempo que, sin dejar de besarnos, la llevé hacia la cama.

Seguí besándola, pero mis besos dejaron sus labios y fueron recorriendo su piel, primero su cuello, ella cerraba los ojos y suspiraba, bajé hacia sus preciosas tetas, algo flácidos comparadas con las de mi novia, pero con unos pezones que estaban duros como piedras, a los que dediqué una serie de leves mordisquillos mientras mis dedos buscaban ya su coño, cuyo calor ya había sentido sobre mis muslos mientras me deslizaba por su cuerpo abajo, su coño estaba ardiendo, una pequeña mata de pelo flanqueaba la entrada, estaba mojado como una mañana de rocío, y el intenso olor de su sexo empezaba a inundar el ambiente.

Me entretuve en su ombligo, mientras mis manos subían por sus flancos buscando sus tetas y el premio de sus erectos pezones, mi boca bajaba hacia las profundidades de su selva púbica, mi lengua rozó su clítoris y eso le provocó un espasmo inmediato, introduje mi lengua en su coño, libando su néctar, dulce, caliente, maravilloso, ella empezaba a agitarse con más violencia ante mis pellizquitos sobre sus pezones, mis lametones sobre su coño y acercándose también a por su ano.

Ella tapó su cara con la almohada para ahogar el grito de placer que soltó al sentir llegar su orgasmo, casi no lo consigue.

Me agarró fuertemente del pelo, y me atrajo junto a su cara, me miró, y entornando los ojos, como una niña tímida me dijo… ¿me metes ya tu polla guapo?

Acerqué mi glande a ese bosque empapado, con los dedos aparté un poco sus labios inferiores y metí mi polla dentro de la mejor amiga de mi novia, su coño era caliente, húmedo y estrecho, sus blancos muslos flanqueaban los míos, mis manos acariciaban secuencialmente sus tetas, sus caderas, sus muslos, su clítoris, cogí su pierna derecha y la moví por delante de mi cara, colocándola sobre su pierna izquierda, todo esto sin sacar mi verga de su cómoda morada, de esta forma, con sus dos piernas hacia el mismo lado el panorama era impresionante, sus muslos hacia un lado, su culo de otro lado y mi polla ensartada en su coño, en el centro, ella volteada de medio lado recibía mi verga más adentro de lo que había tenido polla alguna antes (no tanto por la longitud como por la posición).

Yo la embestía lenta y cadenciosamente, al alcance de mi mano tenía ahora su ano, los jugos que salían de sui coño, y en la posición anterior bajaban hacia su ano, seguían allí, y los aproveché para humedecer mis dedos e introducir primero uno, luego dos, y así sucesivamente hasta cuatro en su ano, que se notaba que no era la primera vez que era dilatado, seguía entrando y saliendo de ella, haciendo rebotar sus tetazas al compás, llevé uno de mis dedos empapados de sus jugos hacia su boca, lo lamió como si se tratara de un pequeño pene mientras me miraba con esa cara de gata en celo.

Me dijo, quiero tu leche en mi culo, dentro o fuera, donde prefieras, pero no en mi coño…

Es como si hubiese adivinado el momento, yo estaba a punto de correrme dentro de ella, sabía que solía tomar la píldora por lo que no me había preocupado del tema, saque mi pene con apenas tiempo para correrme sobre sus blancas posaderas, ella esparció la leche sobre su cuerpo con sus dedos y luego los lamió.

Yo no podía dejar pasar el momento, a pesar de que ya me había corrido, mi polla seguía dura y la metí en su dilatado ano, la cogí de sorpresa y emitió un pequeño gemido, pero enseguida empezó a mover su culo para facilitar la entrada de toda mi verga, mis huevo botaban contra su cacha izquierda, pues ella seguía de medio lado, sin dejar de embestirla, la agarré de la cintura y la ayudé a ponerse a cuatro patas, con mi polla dentro de su redondo culo, bombeando como un loco, por suerte para nosotros la cama no hacía ningún tipo de ruido, yo la embestía cada vez con más furia, y ella le daba a su melena de un lado para otro como en los anuncios de champú, puse mi mano sobre su clítoris, y como si le hubiese dado a un interruptor se agitó de nuevo, estaba teniendo otro orgasmo y yo no tardé tampoco mucho en tener uno también, no eyaculé (no soy una central lechera) pero mi cuerpo se estremeció como si me hubiera dado un gigantesco escalofrío.

Detuvimos nuestros movimientos, agotados, extasiados, y nos dejamos caer sobre un lado, todavía fundidos en la penetración, estábamos sudando, nuestros corazones latían a dos mil pulsaciones, nos vestimos y nos fuimos cada uno para su dormitorio después de rehacer la cama y tras pasar un momento por el baño a comprobar que no quedaran pruebas en nuestra ropa o en nuestra piel, de lo que habíamos hecho. Nuestras respectivas parejas seguían roncando (literalmente) nos despedimos con un beso en el pasillo antes de meternos en nuestros respectivos cuartos.

No sé para ella, pero para mí fue una noche inolvidable.

(9,15)