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Jimi, Betty y los campeonatos de tekoki: Finales en el Maná

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Quedamos con el dueño del sex shop y su exótica esposa para comer pescado y brindar con Lambrusco en un restaurante caro del boulevard que se extendía una decena de km por la costa desde el centro de la ciudad hasta la zona portuaria. Betty quiso avisar a Icarus e Iris para que se nos uniese, pero los mochileros no tenían teléfono. Paseamos frente al mar, y en un momento en que nuestros colegas se adelantaron un par de palmeras Betty me deslizó su largo brazo por la cintura tirando de mi cuerpo contra el suyo.

-Relájate pequeñín, lo estás haciendo formidable. Vamos a ganar ese concurso.

-Eres el mejor - añadió todavía con sus bondadosos ojos de vaca un poco húmedos. Acerqué la cara y dejé que me metiese profundamente la lengua.

Recorrimos el boulevard y tomamos helados, café y calvados hasta que a la propia Betty le pareció conveniente pasarse al agua. Aquella noche teníamos el segundo asalto. Me sonó el móvil. Contesté e iba a improvisar una disculpa pero la voz no era de Luna. Era una voz calmada y amigable. Era Mandy.

-Hola chico duro, pensaste en mi oferta? Ya mandé a paseo al vaquero. Estaré en el bistró de enfrente del club una hora antes de las finales.

-Uh, Mandy, eh Betty es una buena mujer, sabes. Quizá no se le aguanten tanto las tetas como a ti, pero le cogí cariño. Se merece ganar conmigo este concurso. Ademas… probablemente iría contra las normas.

Su tono de voz cambió.

-Para nada. He estado hablando con Bruno, quieren un oponente para esa tipa de los Horny. Todo lo demás es accesorio.

-Accesorio? No te imagino en el papel de accesorio, Mandy, a tanto te rebajarías para meneármela?

-Eres un puto gilipoyas –bzzzzzzz.

Antes de apagar memoricé el número. Nunca se sabe las vueltas que da la vida, y me resultaría difícil encontrar otro par de tetas parecido.

……

El formato de las finales era diferente. Tendrían lugar en el escenario del club, donde habitualmente bailaban las strippers rozando al contorsionarse a los clientes de las mesas vip, justo debajo. Las parejas rivales se enfrentaban al mismo tiempo; nada de cronómetros, cada chica trabajaba al chico de la pareja rival y el primero en escupir estaba fuera. Para ello ahora a la butaca negra se unía otra idéntica pero blanca. Estaban dispuestas una frente a otra, de modo que las lecheras se daban la espalda y los toros podían verse las caras, mientras el público podía ver a los competidores de perfil. A mayores dos pantallas gigantes de alta definición reflejaban en detalle lo captado por dos cámaras cenitales.

En la otra eliminatoria matinal había habido poca competición. Los ganadores habían sido un stripper registrado como Armando de Toro y su amante francesa llamada Candice Bordeaux. Ambos estaban tan cachondos, desprendían tal sex appeal y parecían tan compenetrados que seguramente podían correrse solo con clavarse las miradas. Por suerte cuando Betty y yo los conocimos ambos estábamos ya bajo el efecto de los focos abrasadores, las bebidas alcohólicas, las pastillas de Bruno y nuestros extraños atuendos que al contrario de la ropa normal ocultaban por completo partes anodinas de nuestros cuerpos dejando al descubierto solo las más interesantes. Me puse un albornoz y los cascos con una lista de Luna a todo volumen.

Desde el escenario apenas se vislumbraba al público pero si se oían murmullos de expectación, risas nerviosas, los gorgojeos de copas rellenándose y las cascadas de cubitos de hielo tintineando en los vasos de tubo. Por fin se interrumpió la música ambiente y un acople de micrófono introdujo al maestro de ceremonias, Bruno Manccini. Bruno agradeció el apoyo a las entidades colaboradoras: Horny Ram Productions, Mástil sex-shops –creí oír los aullidos de la mujer brasileña del dueño, e intuí el disgusto de él-, una conocida bebida energética, una marca de cremas íntimas que se anunciaba en televisión…,  y finalmente dio paso a un miembro del staff de Bizarre TV, que explicó las normas del duelo y presentó a los contendientes.

Con Eye of the tiger atronando por encima de la música de mis cascos Armando y su francesita imponente saltaron ceñidos de la cintura, exhibieron sus formas, sus músculos, sus perfecciones que despertaron todo tipo de muestras de admiración de los espectadores. Una de las strippers aristócrata saltó al escenario meneando sus implantes, asió delicadamente el miembro de Armando que incluso semirelajado lucía descomunal y le ciñó un grueso anillo retardante blanco. A él le tocaba la butaca de ese color.

Betty y yo nos besamos en la oscuridad deseándonos suerte y saltamos al deslumbrante mar de focos cuando nuestra melodía comenzó a sonar. Miré a Betty con rostro incrédulo; había seleccionado Love Boat… Mi stripper con smoking sin pechera y dientes y muslos de yegua me trabajó con dos dedos hasta alcanzar el punto de rigidez que le permitió enfundarme el anillo retardante negro. Mientras nosotros nos encabalgábamos en las butacas ellas tomaban aceites y cremas de los que les ofrecían las strippers y se las untaban en las palmas. La francesita olisqueaba con su nariz respingona cada frasco hasta seleccionas el más aromático. Betty agarró lo primero que le dieron y vació medio bote sobre sus largos dedos.

-No te preocupes, pequeñín, voy a exprimir al musculitos delante de toda esta gente hasta que llore como un bebé.

En esto mi stripper de dientes de yegua y tetas de diplodocus llegó corriendo con mi móvil. Si, aciertan, el espectáculo era digno de grabarse. Recogí el pequeño teléfono, asombrado de que sus tetas permaneciesen aún adheridas al pecho. En el display centelleaba “Mandy”. Se lo mostré a Betty, que guiñó un ojo un tanto exageradamente mostrando la punta de la lengua. Creo que no sabía que Mandy pretendía reemplazarla, y creo que de haberlo sabido hubiese reaccionado exactamente igual. Si el polaco se había cabreado por no dejarme ganar frente a su hija, Mandy era mi alternativa para mi soñado sándwich mixto, así que decidí coger.

-Escucha, Jimi, tienes razón. Tu… compañera se merece que ganéis este concurso. Serán sus cinco minutos de gloria. Luego tienes que pensar que Japón será otra historia, otro nivel. Esas asiáticas exprimen como posesas. Necesitarás a alguien realmente bueno a tu lado…

-Ya, y ese alguien no serás tu?

-Vamos Jimi… es una buena mujer, no se trata de eso, se trata de competir contra profesionales, se trata de ser los mejores.

-mmmh, sabes que podemos hacer- murmuré mientras Betty me levantaba hábilmente el ánimo- podemos quedar en casa de Betty y lo hablas directamente con ella; entre mujeres os entendéis mejor.

Betty me aplicó una potente torsión que hizo chisporrotear mis puntos sensibles. Le agarré la muñeca para obligarla a parar. Ella contempló con orgullo la obra de sus manos que se erguía a centímetros de sus ojos obligándolos a ponerse algo bizcos. Empecé a pensar que Betty había adquirido un nivel que no tenía ya nada que envidiar al de la experta Mandy, y quizá merecían un enfrentamiento directo.

-ok, lo hablo con ella. Dame su número.

-Ahora tengo que cortar. Esto va a empezar enseguida. Llámame en eso de una hora.

-ok, suerte para esta noche - Bzzzzz.

Entre tanto Bruno programaba en las pantallas gigantes espectaculares imágenes en alta definición del llamado Yokohama Pride, un evento bianual considerado algo así como los mundiales de Tekoki, y el reportero de Bizarre TV, que había estado allí para contarlo, nos lo describía como la mayor y más espectacular perversión desde Gomorra. Los primeros planos de rostros contraídos y miembros estrangulados alternaban con tomas de chicas en ropa deportiva haciendo running por los luminosos parques de la ciudad, y de nuevo con lúgubres escenas de proclamación de las extenuadas triunfadoras en los claustrofóbicos clubs donde tenían lugar los eventos. Árbitros con cronómetros al cuello ataviados como en boxeo les levantaban el brazo a las vencedoras y ellas se echaban a llorar tratando de taparse la cara con dedos empastados en semen y agarrotados por el esfuerzo. El Santa Bárbara y otra media docena de clubs participaba en una red que iba a seleccionar las primeras parejas de occidentales inscritas en el campeonato. Podíamos hacer historia.

Una de las descocadas aristócratas con pechos al aire se acercó con una bandeja. Bruno sirvió dos cremas de whiskey hasta la mitad de los hielos y ofreció un vaso a Betty, que extendió una mano brillante sin mirar, ocupada en observar en la pantalla como una menudita asiática de ojos oblicuos como una máscara de teatro y dientes idénticos como granos de arroz obligaba a abandonar a una especie de luchador de sumo tras hacerlo escupir por cuarta vez en tres minutos.

-Beba compañera, y no se lo tome tan en serio, su chico es formidable, pero Candice es campeona de Francia de estilo libre. Ningún macho de mamífero puede con su tratamiento manual más allá de 90 segundos. Y diga a su jovencito valiente que se ande con ojo, la he visto tumbar un caballo con las manos, allá en el Medoc, en las caballerizas del chateau de su familia.

-Mi jovencito valiente puede aguantar hasta que a esa furcia se le despellejen los dedos. Ponme otra.

El tráiler del Yokohama pride finalizó, las pantallas gigantes centellearon y de pronto en ellas se formó la imagen de las butacas vacías. La expectante audiencia rugió al unísono. Las chicas se llevaron mi albornoz y mis cascos, y Armando y yo nos sentamos frente a frente, polla contra polla. Ni siquiera con la imponente expansión que Betty me había sacado podía competir conél en tamaño, pero no se trataba de eso. Encabalgado, entorné los ojos para tratar de identificar al público, y me pareció vislumbrar en una de las primeras mesas a los mochileros con la chica polaca, que al verme me hicieron señas y gestos de ánimo. La chiquilla pálida sopló un beso en su palma blanca y la abrió hacia mí como una gran mariposa. Era justo de la altura de Betty, pero mullida en vez de huesuda y lechosa en vez de bronceada. A pesar de su rostro angelical podía competir con ella en dotación pectoral. Era lo único que tenían en común. Cómo sería estar en el medio…

….

Cuando quise darme cuenta tenía a Candice Bordeaux, cuyo cuerpo podría intimidar a una modelo de lencería, arrodillada entre mis piernas trabajándome con la izquierda, su mano buena. Me tenía en un agarre invertido con el pulgar por debajo que le permitía envolver mi cresta con su palma mientras con las uñas acariciaba suavemente la sensible parte inferior. Mis venas se inflaban al ritmo de sus uñas sin que pudiese evitarlo. En cada batida entreabría el puño logrando un efecto de succión que se superponía con un timing perfecto a la técnica de bombeo. Mantenía mi verga apuntando a su cara, en el ángulo justo para lograr máxima tensión sin que llegase a ser doloroso. Al contrario, un calambrazo de placer que nacía en la inserción me abrasaba el pubis extendiéndose por la espina dorsal con cada golpe. Pero los calambres resultaban un suave cosquilleo en comparación con su juego de uñas. Me ericé como un gato en celo dispuesto a despedazar un macho rival el doble de grande, inflado como una olla a presión, capaz de batir el record oficial de caudal que Betty me había registrado con unos vasos de chupito.

-Te estás excitando porque ves que aguanto tu masaje- le solté para tratar de descentrarla.

Fue torpe por mi parte. Candice levantó la vista, me dominó con sus elegantes ojos  y me sonrió tranquila y confiada. Potente y seductora.

-Morirás añorando esto, mira…

Me mandó un soplo de brisa con su aleteo de pestañas y retorció algo dentro de mi verga que hizo licuarse mi resistencia. Estaba perdido. Dejé de pensar en lo que me estaba haciendo porque iba a reventar como un volcán.

Aunque sus ánimos no me sirviesen de gran cosa, la polaca y los mochileros estaban conmigo, aullando desde la primera fila. No sabía si me hacía más mella el trabajo de Candice o ver a Armando que, aunque sudoroso, acariciaba las raíces del pelo de Betty, encajando con seguridad su enérgico bombeo.

Entonces, como si mi cuerpo entrase en un nuevo equilibrio adquirí consciencia de lo que me estaba pasando. Una criatura nacida para follar con unos ojos donde podría hundirse un transatlántico y un cuerpo que podía fundir un aparato eléctrico estaba empleándose al 200% conmigo y yo la estaba aguantando. Y Shae, una especie de semidiosa en busca de un macho a su altura, lo estaba viendo.

-Te sorprende mi aguante, eh? Tu musculitos ya hubiese escupido, a que si? Está sudando un montón, creo que no se esperaba que mi chica fuese tan buena. Esto no es un concurso de belleza, sabes?

Candice me miró, por primera vez sorprendida. Recibí sus ojos con mi mejor sonrisa. El esfuerzo hacía que se le arquease un poco el labio de arriba dejando al descubierto unos dientes robustos, ligeramente separados.

-Te gustaría follar conmigo?  Puedo llevarte hasta donde Armando con su gran polla de eyaculador precoz ni siquiera imagina. Fíjate como suda, Betty está haciéndolo polvo.

Sin responder Candice cambió de mano. Su bombeo perdió precisión. Apretaba demasiado.

En la butaca blanca Betty con la mano libre humedecía la yema de su largo dedo medio y la deslizaba sobre la tira de piel que colgaba bajo el escroto de Armando. Antes de llegar al ano el hombrón estaba corriéndose sobre el regazo de Betty. Su semen chorreaba cuello abajo y se infiltraba entre sus tetas apretadas. Ella no lo soltaba.

Entonces reaccioné de un modo que llegaría a ser luego mi marca de la casa, pero que me salió espontáneamente. Dejé de reprimir a mi miembro, me zafé de la preciosa francesita y corrí al borde del escenario. Contrayendo mi abdomen hice saltar a mi verga, que a cada rebote lanzó una potente descarga al cielo, atravesando los haces de luz y aterrizando sobre la enfervorecida audiencia, que se levantaba de las sillas para tratar de tocar la cálida lluvia blanca.

Las strippers se arremolinan entre mis piernas, pasándome pañuelos de seda como si quisiesen sacarme brillo, frotándome con sus propios implantes. Me dan un micro. Me acuerdo primero de Betty y pido un aplauso para ella. Los mochileros aplauden con rabia. La polaca, cuyo rostro tiene mis salpicaduras íntimas, está sollozando. Trepa al escenario y se funde con nosotros en un abrazo. Betty limpia sus mejillas con los nudillos y la aprieta en su regazo. El sándwich está hecho. Luego anuncio que declino acompañar a Shae a los campeonatos de Japón. Ya tengo la mejor lechera y la más buena mujer del mundo. Betty y la polaca se desengarzan, Betty se recompone y saluda. Creo que ella también llora.

Mi yegua llega con mi móvil sonando

-Mandy, hemos ganado!

Al instante un gélido estremecimiento me recorre la espina dorsal. Miro el display. Era Luna.

(9,10)