Nuevos relatos publicados: 6

Sin dignidad

  • 8
  • 19.489
  • 8,60 (40 Val.)
  • 0

Yo, un chico muy humildito aunque también muy hermoso -modestia aparte-, y dueño de esos encantos seductores que muy comunes no son -continuemos apartando la modestia-...aquella noche allá a las afueras de cierta fiesta, me encontraba fuertemente poseído por una de esas febriles sobreexcitaciones más propias de semental bestia que de ser humano como era y soy...más allá de ciertas dudas burlonas que algunas amigas sobre mí manejan.

Un grupo de exuberantísimas muchachas hallábanse alegremente compartiendo sus charlas y risas ahí en un apartado de aquel lugar debajo de una frondosa arboleda, mientras yo las contemplaba muy cerca de ellas, ahí bebiendo mi cervecita en un éxtasis de placer caliente ensimismado en la contemplación de sus femeninos encantos que en abundancia los tenían por sus generosas anatomías todas.

Robustas, piernudas, tetonas, culonas, despampanantemente vivaces, y dueñas de un desparpajo propio de chicas libres de cualquier prejuicio mojigato.

Al advertirme allí contemplándolas y captando aquél mi carácter más arriba explicado, comenzaron a reír maliciosamente procaces, mientras yo...cada vez más ingresaba en ese estado de descontrol propio de vulgares calentoncitos carentes de inteligencia siquiera estrecha, comenzando hasta a gemir y retorcerme de calentura, mientras hasta agarrando mi zona genital, amagaba casi a esbozar una práctica cuasi masturbatoria que no hacía sinó arrancar risitas de ellas todas.

Ellas, además de hermosas también inteligentes a grado sumo, comenzaron exprofesamente a contornearse y hacer una y mil cosas que motivaran aún más mi encendido estado de pasional eroticidad desenfrenada, y en aquella oscura semi penumbra cómplice de sus exhibiciones que sólo eran por mí vistas pero que las mostraba libres de otras miradas extrañas, pues...comenzaron a exacerbar mis sentidos, disfrutando hasta las carcajadas aquél mi calenturiento estado en el cual comenzaba yo hasta a gritar de puro deseo lúbrico.

Una de ellas en un movimiento de su pié pierde su sandalia la cual salta lejos entre el reír de ella y el de las demás, a lo que inmediatamente me grita dirigiéndome en tono de fingida órden dominantemente autoritaria, aquéllo de:

-"¡Esclavo...vé inmediatamente a recoger mi sandalia, y tráemela y sin dilaciones vuelves a colocarla en mi pié!"

De un salto y presto a cumplir en inmediata obediencia la órden autoritariamente recibida, corrí hasta la sandalia para recogerla y en mi trayecto hasta ella llevándola, colocarla exprofesamente sobre mi naríz aspirando su olor para que ellas lo vieran.

Sus carcajadas, estallaron a estridente coro. Riéndome cómplice, hasta ellas llegué, procediendo a cumplir, con el resto de la recibida órden...es decir, colocársela en su descalso pié.

-"¡Unnnn momentoooo..!" -Exclamó la chica, al tiempo que me detuve con su sandalia en mi mano, aguardando expectante su nueva directiva. Entonces, mientras reía y las demás también, luego de algunos segundos, así exclamó:

-"¡Antes...deberás lamer mis plantas!!!"

Lo confieso: creí...haber alcanzado allí, ¡el mismísimo cielo! Colocándome de rodillas ante ella, y sin dilación ninguna, mi lengua comenzó a deslizarse placentera y sin mezquindades, por sus húmedas y olorosas plantas que en aquella caliente noche, las tenía ella en abundante sudoración olorosa. Las risas de todas, eran una mezcla de crecientes risas sonoras, que iban rápidamente alcanzando el timbre de carcajadas estridentemente totales.

-"¡Aaaaah, noooo...sólamente ese servicio a ella, noooo!!!" Exclamó otra, a lo que las demás, inmediatamente la apoyaron.

Es decir...que debería yo, cumplir la misma tarea, ahí con todas ellas también.

Mi ascenso en la celestial posición, continuaba estupendamente "in crescendo"!!!

Mi lengua, comenzó a desfilar sus pasajes, por las plantas de aquellas chicas que ya, habían en mí encontrado a un masculino objeto con el cual divertirse, a sus más cochinas anchas.

Mirando en derredor en práctica confirmación de nuestra absoluta intimidad libre de extrañas inoportunas miradas, aquellas muchachas rieron con las más felices rositas cargadas de una lujuriosa maliciosidad donde el obvio deseo de dar rienda suelta a sus cochinas ganas, las mostraba como verdaderas cerdas capaces del desesnfreno más desmedido.

-"¡Te desnudás!" Me dijeron...

-"Vamos más hacia aquel lugar más arbolado y oscuro, y allí te desnudás que vamos a jugar un poquito con vos!" Agregaron.

A las risas todas ellas conmigo acompañandolas también con ellas riendo, hacia allá fuimos, y...me desnudé tan rápido como pudieron mis manos velozmente hacerlo.

Una despampanante erección exhibía mi vergota que dimensionalmente no se la envidia al mejor dotado, y todas ellas la aprobaron con la exclamación que simultáneamente en tidas brotó, acompañada enseguida por aquellas risotadas que demostraban el gozo de sus estados. El manoseo de sus manos descaradamente recorriéndome entero, daba comienzo a la dominante orgía aquella en la cual yo, comenzaba a ser el entregado objeto de todas.

Ya, mi entrega a ellas no era sinó la más cómplice actitud propia de un depravado inmoral que se deja hacer las cosas que ellas estaban en todo su derecho de hacer, dada mi complacencia desaforada y felíz.

Sus carcajadas, eran el aderezo que encendía aún más aquel mi estado de calenturienta depravación que me envolvía en lujuriosidades como de demonios.

Mi empinada y gruesísima verga larguísima y dura, era el jugete de sus manos y bocas, sus tetas y culos, sus coños y axilas...Yo, la sentía refregarse ya por un lado y otro de las anatomías de todas según cada cual la manejase, y mis orgasmos estallaban en eyaculaciones que las regaba de leche. Sí: aquéllo...era cosa propia de la más desenfrenada orgía de indiscutida femenina dominación absoluta.

Mi lengua era un constante hacer maravillas por cuanta femenina parte ellas ordenasen maravillas mi lengua hacer, y en aquel lugar aquellas mujeres estaban enloqueciéndome en una alocada cosa en la cual yo no era sinó lo que ellas decidiesen que yo aceptase.

Firme y valiente cumplía yo o aceptaba así cuanta cosa ellas me ordenasen o quisieran hacerme, y ellas reían con una explícita cochinéz que para nada ocultaban ni tenían porqué hacerlo. Y...con ellas reía.

En un momento llegué a pensar que si ellas quisieran matarme yo estaba también dispuesto a aceptarlo, pero para nada esa idea estaba en ningún momento en ninguna de ellas siquiera supuesta. Eran..Mujeres! O sea...eran...cosa Superior!

Exacerbaban mis sentidos  así sumergiéndome como en mares de un placer casi endemoniadamente loco, haciéndome emitir guturalismos ininteligibles donde mil chillidos, gemidos, suspiros y otras emisiones sonoras tan grotescas como ridículas, les hacía largar sus carcajadas disfrutando de aquel estado en el que me habían colocado y en el cual gozaban así teniéndome.

Una y otra sobre mí cabalgaba follándome sin lástimas ni pudores...¡qué vá!, y era yo, un masculino objeto inferior que sólo virtuoso en aquél mi desmesurado rendimiento de sorprendente fertilidad sexual, podía aguantarlas en esa entrega que me mostraba ante ellas como ese juguete con el que desaforadamente se divertían.

Sin prejuicios ni vergüenzas de ningún tipo, cuando ya las horas de la madrugada amenazaban con traer en cualquier momento las primeras claridades del alba, una de ellas ahí con total claridad delante mío exclamó a las otras:

-"¡Vamos a llevárnoslo hasta nuestra finca de campo, y allí lo tendremos como nuestro juguetito caliente y a partir de hoy ya será nuestro sexual esclavacho y así lo tendremos y será ése, su destino a partir de hoy!"

Me miraron las demás riéndose y estudiando mi reacción, a lo que yo respondí con una cómplice risa que volvió a arrancar sus carcajadas tantas veces ahí repetidas. La que la propuesta había ahí lanzado, alzaba sus brazos dibujando en su hermoso rostro la más socarrona morisqueta celebrando el éxito ya logrado, y yo se lo festejaba riéndome con ella y las demás que se miraban riéndose con risas hacia mí socarronas.

Una salió corriendo a buscar la camioneta en la que volvió al instante casi, y ya me metieron con ellas dentro, y ya salieron de allí conmigo llevándome como flecha hacia ése mi destino donde una aventura de caliente cautiverio donde una plena felicidad me embargaba, para comenzar a marcar un espacio en mi tiempo, que hasta hoy recuerdo como uno de los más dichosos de mi placer de así a aquellas mujeres vivir entregado.

Obvio, que las cosas allí en mi cautiverio vividas, serían tema, para otra historia que para no aburrirlos demasiado ahora, en otro momento tal vez les contaré, así que sin más los dejo despidiéndome hasta la próxima, donde narraré cómo aquellas Mujeres, allá me tenían, y las cosas que con mi más depravado consentimiento, ellas me hacían.

(8,60)