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Estoy en el estudio

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Estoy en el estudio, preparando mi nuevo libro de filosofía, un tema, por lo demás, trillado, una propuesta ya caduca que dice, grosso modo, que la verdad está en la relación de las cosas y no en las cosas mismas, pero dónde encontrar esa relación, cómo tocarla. Pienso eso y otras cosas, mis ojos se clavan como pequeñas agujas en la hoja en blanco, meneo el lápiz amenazante, como un verdugo amenaza pero no liquida al condenado, esa espera que es peor que la muerte. Sabes que no me gusta ser interrumpido, pero me percato de tu presencia por el aroma, un aroma a roble, a esencias de jazmín, agua de rosas y celo. Hueles a celo y eso me encanta, por eso, antes de que te acerques más, decidí que no me enojaré contigo, al contrario, sin que lo sepas relamo mis labios. Escucho el tintineo de tus tacones, la pisada firme y sensual a un tiempo de una mujer inmanente, material, hermosa, de carne y hueso. Un amasijo de dudas, celos, atrevimiento y miedo en sensuales medias de red y en tacones altos. Te acercas más, siento pronto el estallido del apocalipsis, mi alma de nihilista lo celebra, me besas el lóbulo de la oreja, sabes bien que si haces eso te perdono todo y que, al mismo tiempo, electrificas mi cuerpo, mis sentidos y hasta mi alma, si alguna tengo, la electrificas cuando me besas el oído. Te sujeto de la mano y te atraigo a que te sientes en mi regazo, abres las piernas y te sientas frente a mí sobre mis muslos, hueles exquisitamente bien, creo que te acabas de dar una ducha, traes el cabello algo húmedo, un ligero toque de champú me llega al olfato. Me gusta olerte, lo sabes bien, como un depredador olfatea a su presa, sin embargo, esta noche estás decidida a ser tú la guerrera, la cazadora. Abres la boca para besar mi boca, nuestras lenguas hacen una canción. Tu aliento está fresco, el mío huele a café y cigarrillo. Nuestras lenguas juguetean un poco como niños traviesos al atardecer, en el malecón. Con mis manos grandes y mis dedos largos atraigo tu culo para ceñirte a mi pecho, aprovecho para acariciar tus nalgas y olfatearte un poco el cuello. Traes una blusa transparente, observo con claridad tus pezones endurecidos, pequeños y eléctricos, poderosos como si fueran dispositivos para hacer detonar el mundo. Los lamo por encima de tu blusa, mi lengua aun a través de la tela alcanza a intuir su delicioso sabor. Así estoy atrapado, como en una sofisticada tortura china, con mi boca en tus pezones y mis manos en tus nalgas cuando desabrochas mi pantalón y bajas mi zíper, entonces te encuentras con mi erección, tomas mi verga entre tus manos como si fuera un colibrí herido, le das calor, la acaricias y ves cómo poco a poco va creciendo.

Está bien, me has excitado, te cargo de las piernas y te sostienes en mis hombros, en el camino te voy mordiendo los labios al final de un apasionado beso. Coloco tu dulce culito sobre nuestro escritorio de caoba que escogiste personalmente. No pensamos, sinceramente, que algún día le daríamos ese uso. Te quedan los pies colgando un poquito y mueves los pies, como una niñita. Te contemplo y nunca antes o después de eso te había visto más hermosa. Ni siquiera me inquietan los libros de Heidegger y Foucault que fueron a dar al suelo por nuestro intempestivo arrebato.

Me acerco y te cargo para ponerte un poquito más atrás, subo tus pies también al escritorio y flexionas un poco las rodillas de tal manera que quedas recostada y con tu sexo arrojado a mis ganas como un reto. Lo acepto, comienzo besando tus pies, subo por tus pantorrillas y tus muslos, finalmente, meto mi lengua de lleno en tu vagina, pruebo con gran placer tus jugos, paso mi lengua discretamente por tu clítoris, veo cómo te vas volviendo fuego volcánico, arqueando un poco la espalda y gimiendo, muevo mi lengua en pequeños círculos, lamiendo y mordiendo con la comisura de mis labios tus labios vaginales, meto mi lengua haciendo zigzags diminutos, dibujo triángulos, pentagramas de saliva y arremeto de lleno, como si fueras el alimento más rico del mundo, porque eres el alimento más rico del mundo y comienzo a lamer tu coño con glotonería y obscenidad, meto hasta mi nariz, me mojas toda la cara, te viertes en mi lengua, en mi boca, mojas mi nariz, inundas y ahogas mis miedos, me haces fuerte y poderoso, bendiciéndome con tu esencia. Sigo besando tus piernas, paso mi lengua por mis labios para no desperdiciar ni una sola gota de tu savia, árbol del conocimiento eres. Entonces te atraigo un poco hacia mí, te inclino un poco y alcanzo tu boca para besarte los labios con tu sabor todavía en mi boca. Entonces acaricio tu vientre con delicadeza y bajo mis dedos largos y gruesos para acariciar tu clítoris, lanzas un suspiro.

Antenoche soñé contigo, te digo, íbamos en un automóvil a toda velocidad por la carretera a Cuernavaca, íbamos discutiendo, no me acuerdo por qué, pero era una tontería académica, tú sostenías una postura y yo otra, te digo sin dejar de magrearte, entonces yo perdía el control del auto y nos estrellábamos contra un árbol grande, de hojas verde oscuro. No sé por qué recuerdo con claridad el árbol, como si significara algo, pero no lo puedo relacionar. Meto un dedo en tu vagina, lo muevo con destreza por tus paredes húmedas. Entonces íbamos a pedir ayuda, sólo había una especie de casa grande y tétrica, ya sé, es como un típico cuento de terror, recuerdo que dentro del sueño también lo pensé, esto es algo de terror típico, tocamos la campana (obvio no tenían timbre ni electricidad) entonces nos abría un tipo muy guapo con una vela en la mano. Le preguntábamos que si nos dejaba usar su teléfono, el tipo dijo que no tenía teléfono. Le dábamos las gracias y nos despedíamos cuando cayó una tremenda tormenta, se vino la tromba con una fuerza tal que sacudía los árboles hasta casi arrancarlos. Entonces el tipo guapo con la vela nos decía que podíamos pasar en lo que se pasaba la tormenta, le decíamos que sí. Meto dos dedos dentro de ti, los sientes acariciarte como dos serpiente, moviéndose, te agitas, muerdes tus labios, entre cierras los ojos, sudas, mojas mi mano a torrentes. Ya dentro había una fiesta, puros hombres, todos guapos y vestidos igual que el primero, ellos llevaban trajes azul oscuro, yo una playera con jeans y tú un vestido negro, largo, como para fiesta de noche. Te veías muy bonita, pero no tan sexosa como luego te vistes. Ese no es el punto, el punto es que en cuanto llegaste todas las miradas se posaban sobre ti, sobre tus pechos y tu culo y yo en lugar de ponerme celoso y loco, me sentía orgulloso de que tipos tan guapos (y al parecer cultos) se fijaran en mi mujer. La casa estaba llena de libros antiguos, casi tenía libros en cada pared y estaba muy iluminada y alta, todo con velas, pero eran muchas y se veía con claridad. Tú quédate ahí, me decía uno de los tipos y antes de que pudiera decir algo me quedaba como congelado, sin poder mover los pies o la lengua, ni un solo dedo. Entonces se acercaban a ti y te tomaban por la fuerza, oponías resistencia pero eran alrededor de nueve, sacaban largas uñas y te desgarraban el vestido hasta dejarte completamente desnuda, excepto por los zapatos que no se tomaron la molestia de desgarrar. Llorabas y pedías que se detuvieran, yo me sentía impotente, lo veía todo pero no podía hacer nada para ayudarte. Meto tres dedos y lanzas pequeños estertores de dolor y placer. Tú sabes que no dejaría que te pasara nada, te digo, pero no podía moverme y sentía una gran angustia, tú pataleabas y estaba claro que aquellos tipos querían violarte. Pero antes de penetrarte te sujetaban y te llevaban ante mí para mostrarme cada parte de tu cuerpo, luego te volteaban para que pudiera ver tu culo y tu espalda, tu nuca, la verdad es que pese a la situación, tu desnudez me excitaba, ya sé, dirás que estoy enfermo, pero es verdad. Entonces un tipo metía su pene en tu boca y otro en tu culo, uno más en tu vagina y algunos más se masturbaban con tus manos, alguno incluso envolvió su pene con tus cabellos y eso pareció excitarlo mucho. La situación se tornó en una especie de gang bang y la verdad es que más que celoso o angustiado, comencé a sentirme caliente, más caliente que nunca, de ver cómo te follaban. Eran tipos guapos, te digo y tenían el pene más grande que el mío pero tampoco exagerado, todos se volvieron exactamente iguales, como nueve clones de la misma persona, no se desnudaban sólo sacaban el pene de su pantalón y se turnaban para penetrarte. Ahora, esto es lo interesante de contarle a mi psiquiatra: cada que un tipo eyaculaba, yo sentía el orgasmo, es decir, sentía como si eyaculara yo. Tú parecías percatarte de mi placer, volteabas a verme a los ojos y entonces te comportabas más guarra que nunca, lamiendo vergas, sacudiendo vergas, recibiendo vergas a diestra y siniestra e incluso inclinándote provocadora y altiva pidiendo más y más sexo y más semen y más perversión. Finalmente los tipos quedaban tirados y exhaustos en el suelo… Entonces el mismo que me había congelado se acercó y me dijo que podía moverme. En cuanto pudo moverme, fui a por ti, te cubrí con mi playera y con mis brazos. Yo me sentía en el cielo, por primera vez había sentido nueve orgasmos consecutivos, la verdad es que la sensación fue muy real, por eso te desperté esa madrugada para follarte como loco.

Mojas el escritorio y no nos importa, por suerte todavía estamos en esa etapa en la que importa más nuestro placer sexual que el valor económico de los muebles. El que te haya contado mi sueño al parecer te encendió todavía más, gimes, te veo casi con ganas de aullar y yo meto mis dedos cada vez más profundo y fuerte en tu pequeña cavidad. Saco tu blusa y meto tus pezones en mi boca, muevo la lengua dibujando laberintos y al final los muerdo encajando los colmillos sin piedad. Me encanta verte excitada y gritando, incluso sonrío con picardía después de morderte ambos pezones, luego los mamo como un lactante. Mi verga está durísima, siento que explotara, la saco, la muevo un poco, la acaricio como diciendo No creas que me he olvidado de ti. Lo ves y te acercas a tomarlo entre tus brazos, lo diriges dentro de ti, Espera, te digo, y lo tomo del tronco y sólo lo paso por tu vuelva y tu clítoris, golpeo con él tus labios vaginales, estoy jugueteando cuando lanzas tus caderas y entra, apenas poquito, dentro de ti, sentir esa calidez me enloquece y lo meto entero, de lleno, violentamente. Entra con facilidad, estás mojadísima. Lo meto y lo saco una y otra vez, embisto con furia, mi pene se erecta y se pone grueso dentro de tus paredes vaginales, tú lo aprietas y succionas, la sensación es riquísima. Lo saco y al sacarlo correamos toda la mesa. Te tomo con fuerza y te pongo de pie recargada contra el escritorio, aprovecho para besar tu nuca y tu cuello, tu espalda. Me agacho y tomo con los dientes tu tanga, la bajo utilizando sólo la boca. Subo para besar tu culo. Muevo mi verga cerca de tu esfínter, golpeo tus nalgas con mi glande, Me pides que no, que por el culo no, que eres virgen. Entonces te comienzo a nalguear, primero haciendo hueco y luego con la palma abierta. Me pides que me detenga, entonces de nuevo pongo mi verga dura lista para penetrar tu culito, Me dices que no, que eres virgen, que te va a doler mucho. Me quito el cinturón, lo doblo en dos y comienzo a azotarte las nalgas, están rojísimas, veo pequeñas estelas de sangre, y me pides que no más, por favor, no más, entonces me agacho para lamer tus heridas, pruebo el sabor de tu sangre, de tu carne. Meto mis dedos en tu entrepierna y para mi sorpresa está incluso más mojada que antes. Comienzas a balbucear algo, entonces acerco mi oreja para escucharte bien, dices Soy tu puta, tu niña mala, haz conmigo lo que quieras. Te sujeto del cuello y paso mi lengua por tus labios, te beso con mucha ternura mientras mi mano aprieta cada vez más fuerte tu tráquea. Veo que estás a punto de desmayarte, te suelto del cuello y te tomo de las caderas, resuellas y en ese mismo momento tomo tu virginidad anal, bufas, gruñes, lloras y apenas he metido medio pene. Acaricio con mucha suavidad tus pezones y tu clítoris, meto mis dedos en tu boca para que los chupes mientras veo tu nuca y tu espalda bellísima, una vez que te sientes más confiada y excitada, meto la otra mitad. Vislumbro, para mi placer, como pequeñas lágrimas cristalinas surcan tus sonrosadas mejillas, entonces me apresuro a hincarte para recoger esas lágrimas con mi glande. Lo meto con la mezcla de tus jugos en tu boca, lo recibes con placer, me miras a los ojos con tus ojos grandes y llorosos, acaricio tu cabello como si fueras una criatura inocente, entonces meto mi verga lo más hondo posible, lloriqueas un poquito más, pero te gusta, mueves la lengua y te sientes contenta, quieres provocarme, quieres que me venga en tu boca, mueves los labios con destreza, aprietas mis testículos y estimulas mi periné. Te tomo de los cabellos, me muevo con salvajismo hasta que me derramo en tu garganta.

Te limpias y me dices que si quiero un sándwich, te digo que sí. Tú te vas a la cocina y yo regreso al trabajo. Estoy escribiendo un libro de filosofía, me digo, como si todo lo demás fuera un sueño o el aleteo de alguna idea. Veo tu culo contonearse y cierro los ojos para recordar, una vez más, el sabor de tus pezones. 

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