Nuevos relatos publicados: 13

Mi adolescencia: Capítulo 38

  • 8
  • 7.790
  • 9,29 (7 Val.)
  • 0

Pero aquella tarde me tenía deparada una sorpresa mucho mayor. Muchísimo mayor, aunque no de connotaciones laborales, sino eróticas y morbosas. Yo que ya a mis 18 años me creía muy madura y experimentada en todo lo morboso, fetichista y erotismo (lo cual no era cierto pues no hacía ni 10 meses que había perdido mi virginidad) me acabó sorprendiendo por lo imaginativo, fantasioso y fetichista que llegó a ser Iñigo esa tarde en el chalet de su tío. Y el motor detonante de la fantasía que se había montado -aparte de vestirme con ese jersey, camisa y pantalón a lo Scarlett Johansson en “Lost in traslation”- era el portátil que se trajo consigo. En un principio pensé que querría ver fotos o vídeos eróticos para ponerse o algo así. Pero nada más lejos de la realidad. Pues solo encendió el ordenador. Activó un programita y empezó a verse en una pantallita nuestra imagen. Su objetivo era grabarnos todo lo que fuéramos haciendo. Grabar todo un vídeo y luego guardarlo en el disco duro del portátil. Eso me intimidó muchísimo, me asustó muchísimo y en un principio le dice que no. Me negué en redondo. No me hacía ninguna gracia este asunto y esta fantasía de grabarnos. Me sentía tremendamente incómoda y nerviosa. No estaba preparada para algo así. Me apabulló y amedrentó la idea de poder grabarnos.

Iñigo trató de tranquilizarme y de relajarme. Le quitó hierro al asunto diciendo que ese vídeo jamás nadie lo vería. Que sería algo exclusivo entre nosotros dos. Que le pondría una contraseña para que nadie pudiese acceder a ese fichero y que solo se grabaría lo que ambos quisiéramos que se grabase. Es decir, algo en plan light y nada de cosas fuertes ahí los dos desnudos en plan pornográfico. El vídeo iba a ser algo muy light y algo íntimo entre nosotros dos. Nada erótico ni porno, solo en plan suave y solo grabaría lo que quisiésemos. Y si el resultado no nos gustaba pues entonces lo borraría. Sus palabras me convencieron por completo, aunque en todo momento estuve muy recelosa y no me hacía ninguna gracia un vídeo mío junto a Iñigo en plan cariñoso. Sabía muy bien que ese vídeo jamás saldría de su portátil y que nunca navegaría por Internet. Iñigo era ante todo un caballero y sabía que eso nunca lo haría. Por lo que poco a poco dejé de estar tan intimidada y nerviosa y le dije: “bueno, vale”. Él sonrió y antes de darle al botón de grabar solo me dijo: “Será algo muy sencillo. Muy nuestro. Solo quiero grabar como te acaricio por encima de esta ropa que tanto me pone. Solo eso. Solo fetichismo”. Acto seguido se puso a grabar y yo por fin me relajé y me convencí a mi misma que sería bonito para los dos tener grabado algo así. Aunque lo cierto, es que durante los primeros minutos de grabación los nervios no me abandonaron del todo, por lo que estuve poco natural y espontánea. Pero enseguida todo eso se me fue pasando.

El principal motivo por el que enseguida me relajé fue por la extrema delicadeza, dulzura y suavidad con que me trató Iñigo. Pues yo no hacía más que mirar la imagen nuestra en el programa del ordenador. Ver lo que estaba grabando y eso me ponía muy nerviosa, pero Iñigo se colocó detrás de mí y empezó a besarme la nuca con tan sutileza y exquisitez que enseguida me olvidé que la webcam nos estaba grabando y me dejé llevar. Por los besos en mi nuca y en mi cuello eran pura dulzura y sensualidad. Al cabo de unos minutos besándome así se me olvidó por completo la grabación y la webcam del portátil. Solo quería que siguiese besándome. La fascinación, deseo y atracción que siempre sentí por Iñigo nubló mi mente, y el sentirme tan deseada de igual manera por él me satisfacía muchísimo. Aunque para ello tuviese que vestirme de esa forma tan peculiar que tanto le excitaba a él. 

Al tenerle pegado a mi espalda pude percibir perfectamente como se le fue formando una erección en su pantalón y cómo ésta fue creciendo poco a poco hasta notarla muy entonada del todo. En ningún momento dejó de besarme, solo se limitaba a recorrer mis brazos con sus manos, acariciando suave y fetichistamente mis brazos por encima de la camisa (hay que recordar que el jersey gris era sin mangas) y esas caricias, combinadas con los besos y chupetones, me excitaron bastante, aunque a él mucho más porque notaba su erección más intensa que nunca. De repente le noté que miraba fijamente el monitor del portátil, observando nuestra imagen que se estaba grabando y deleitándose al saber que estábamos siendo grabando de forma tan íntima. De repente soltó una frase: “Hay que conseguir que esos pezones se exciten tanto que se transparente a pesar de la camisa y el jersey. Lo voy a conseguir”. Solo decir eso ya me excitó. Pero lo que hizo a continuación ya sí que me alteró y entonó más de lo que supuse.

Porque Iñigo de repente con gran rapidez se bajo su pantalón y su calzoncillo, dejando libre su excitadísimo miembro viril el cual restregó contra mi pantalón. Eso me dio mucho morbo. Y supongo que también a él. Pero lo que más morbo me dio de todo eso fueron dos factores, el saber que la webcam seguía grabando y, sobre todo, que no me dejaba mirar hacía atrás, porque cada vez que giraba mi cabeza me besaba vehemente el cuello para no poder hacerlo. Solo podía sentirlo mediante el tacto de rozar y restregar su pene desnudo y erecto contra mi pantalón. Fue todo muy excitante. Y más que lo iba a ser. Porque de repente dijo algo así como “echemos más leña al fuego” y sin que yo se lo negase me desabrochó el pantalón negro y me lo empezó a bajar. Yo no se lo impedí. Solo miré cómo lo hacía. Lo miraba como si no fuese mi pantalón el que se estuviese bajando. Como absorta por todo lo que estaba pasando y que no tuviese nada que ver conmigo. Pero vaya que sí que tenía que ver. Porque enseguida noté como empujó su pene contra mis braguitas y como, lo metió por dentro de mis braguitas, rozándolo así contra mi culo. Fue tan la excitación que solté sin quererlo un suspiro y un gemido, tras lo cual me ruboricé al recordar que estábamos siendo grabados por la webcam de su portátil.

No puedo decir que en esos momentos Iñigo fuese dulce y delicado, porque restregó su inmenso pene contra mi culo con mucha agresividad y vehemencia. Como si quisiera penetrarme por detrás pero no se hubiese decidido todavía a hacerlo. Como si se contentase solo chocando su pene contra mí. Y lo cierto, es que eso me excitaba mucho más que si me hubiese penetrado por atrás. De repente le escuché decir: “bien, bien, ya se están marcando un poco los pezones en el jersey, ayudemos un poco más a esos pezones”. Y dicho esto, empezó a acariciarme los pechos por encima del jersey. De vez en cuando, subía agresivamente el jersey y me acariciaba por debajo del jersey, para acto seguido volver a bajar el jersey y acariciarme por encima. Todo en plan muy fetichista, saboreando que yo fuese vestida así mientras empujaba su pene contra mí. También empezó a decir cosas como “sí, así, que se marquen las tetas, consigamos que a pesar de la ropa se marquen esas tetas y esos pezones se pongan duritos”. Yo, sabiendo lo que le ponía todo ese rollo fetichista de haberme vestido como Scarlett Johansson en esa película, le dije intencionadamente: “¿te pone que me haya vestido específicamente así como en la película?”. No obtuve respuesta. Solo obtuve que agresivamente me colocó para poder penetrarme por atrás y lo hizo con todas sus fuerzas. Me dolió muchísimo lo rápido y brusco que lo hizo, aunque segundos después solo sentí placer, gozo y satisfacción sexual.

Iñigo puso sus manos en mis caderas mientras me penetraba por detrás. Lo hizo con pasión. Con entrega. Casi con furia. Solo se detuvo un momento para decir: “sí, lo conseguimos, ya se te marcan los pezones a pesar del jersey y la camisa, ya se te marcan, y están muy duritos, se nota mucho, a pesar de la ropa se marcan”. No me extraña que se me marcaran a través de la ropa, pues estaba sumamente excitada por el tremendo cocktail del morbo fetichista de la ropa, del portátil grabando con la webcam y de Iñigo penetrándome por detrás. En ese momento la impaciencia se apoderó porque empezó a quitarme la ropa con gran torpeza a mucha velocidad, como si la vida le fuese en ello, quitándome el jersey, desabrochando torpemente la camisa hasta quitármela y no dejando de metérmela en ningún momento, todo en plan apresurado, ansioso y muy excitado. Pero aún me tendría preparada otra sorpresa inesperada, pues cuando creía que seguiríamos haciendo así el amor sin parar en esa posición, se salió de mí y con una amplía sonrisa me dijo: “Vístete de nuevo así. Ponte de nuevo la camisa y el jersey”. Yo algo desconcertada lo hice en plan sumisa, aunque en el fondo me molestó bastante tener que parar de hacerlo, en ese momento de máxima excitación, para otro de sus juegos fetichistas.

(9,29)