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Amiga madura

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Cuando estudiaba en la universidad siempre tenía como salida de tensiones un pequeño bar atendido por una pareja de personas mayores (mujer y hombre de aproximadamente 70 años) y por una mujer de 30 años, alta un poco gordita, de tez blanca, labios gruesos, cabello largo, caderas muy pero muy grandes y se resaltaban más por el pantalón de vestir color negro que usaba como uniforme, unos senos grandes. Me encantaba ir además de despejar la mente con unas bebidas, verla a ella me encantaba, además que su trato era muy amable, hasta que un día al ir a tomar con unos amigos, me tocaba a mi pagar la cuenta y voy hacia su caja y le digo:

Yo: la cuenta por favor.

Ella: ya, ok, yo te la llevo.

Yo: pero los precios con cariño (medio confianzudo).

Ella: si quieres con cariño te dejo mi número.

Ambos nos reímos y me senté nuevamente en mi mesa, esperando que pasaran con la cuenta. Al rato se me acerca y me da la cuenta. Todos se están retirando mientras voy nuevamente a la caja a pagar, le entrego el recibo con el pago y…

Yo: acá está.

Ella: gracias.

Yo: no me diste tu número.

Ella, medio sorprendida y medio roja (se le noto por el blanco de su piel), me dio un papelito y escribió en él su número.

Yo: ¿Cómo te llamas?

Ella: Stefany  ¿y tú?

Yo: Andrés, no le molesta a tu pareja si te llamo ¿no?

Ella: No tengo, pero igual si deseas llámame.

Yo: ok, así será, nos vemos, cuídate.

 

Llegue a mi casa y, cerca de las 12 de la noche, se me ocurrió lanzarme a ver qué pasaba.

Ella contesta con un tono serio y pregunta quién es. Al decirlo que soy yo, su tono cambia.

Ella: no pensé que me llamarías.

Yo: Por algo te pedí tu número.

Ella: Ha, sí, ¿y porque me lo pediste?

Yo: para poder llamarte.

Ella: ¿Cuántos años tienes, eh?

Yo: 24 años.

Ella: eres un niño.

Yo: ¿tú crees? (algo empinchado)

Ella: bueno, la cara no te ayuda tampoco, te ves muy joven y tierno.

Yo: jaja, no te creas, que los que tienen cara de tranquilos... ¿qué, pero tú qué edad tienes? No te ves tan mayor.

Ella: ... ¿Cuántos me echas? (la clásica)

Yo: te echo... (me pones como burro)... (una pequeña risa delató mis pensamientos)

Ella: ¡me refiero a edad!! Veo que no eres tan niño. Tengo 30.

Yo: te ves muy bien para 30, mañana también trabajas (era sábado)

Ella: No mañana no, ¿qué, me piensas invitar a salir?

Yo: por qué no. Ya me disté tu número, no creo que me lo hayas dado solo para poder conversar por móvil.

Ella: Si que no eres un niño........ pero está bien, conozco un lugar cerca del bar pero más tranquilo.

Yo: perfecto, paso por ti o nos encontramos.

Ella: mmmm, que caballero. No, mejor nos encontramos a una cuadra del bar. ¿A las cuatro de la tarde te parece bien?

Yo: Esta bien, quedamos entonces, nos vemos, cuídate.

Al día siguiente llegue 10 minutos antes

Cuando ella llegó, me la comí con la mirada y ella se dio cuenta, estaba con unos tacos pequeños, una falda que debido a sus caderas y trasero grande se le pegaban y definían esa delicia de forma magnifica, unas medias tipo malla que se le veían muy, pero muy sexy, y su blusa dejaba muy marcados sus grandes senos.

Al saludarnos me dijo que ella conocía un lugar tranquilo. Era un bar pequeño que estaba a la espalda de varios hoteles que yo conocía.

Al sentarnos me preguntó si tenía novia, a lo que respondí, obvio que no.

La conversación era muy amena, pero sin llegar a ningún tema profundo, hasta que me pregunta…

Ella: ¿Por qué me llamaste?

Yo: tenía tú número y, la verdad, me pareces una mujer muy interesante.

Ella: interesante... uhmmmmmmmm…

Yo: Tú, tranquilamente podías decir que no, ¿Por qué aceptaste?

Ella: porque me gustaste (y sin más, nada tipo película, me sobó la pierna con la suya) ¿Qué pasa, te pone nervioso una mujer mayor?

Yo: me pone, sí, pero no nervioso (tomando su mano le doy un ligero beso en ella), eres una mujer muy bella.

Ella: puedes sentarte a mi lado, quiero decirte algo al oído.

Me acerco y ella al acercarse a mi oreja le da una pequeña mordida, a lo que yo respondo dándole un beso profundo, que ella corresponde con mucha pasión, y bajo mi mano a su pierna y ella se separa y me dice:

Ella: que rápido eres, niño.

Yo: (acariciando su piernota) que suaves piernas tienes.

Ella: si quieres puedes verlas, hoy mismo.

Yo: preferiría separarlas.

Al decir estas palabras se excito y comenzó a sobarme el pene por encima del pantalón; yo ya estaba muy erecto.

Pagué la cuenta rápidamente y nos fuimos a un hotel cerca que yo conocía. Al entrar, rápidamente nos comenzamos a besar apasionadamente; esta mujer era toda una experta en los oficios amatorios.

Me tumbó en la cama, me desabrochó la correa y el pantalón y comenzó a hacerme una mamada riquísima. Se lo metía todo, sacudía mi pene contra su lengua y me chupaba hasta los huevos. Tanta era la mamada que me daba que casi me vengo en su boca; tenía que contenerme; esta mujer se merecía un buen polvo.

al levantarse, le digo es mi turno comienzo a besarla y voy desabotonando la blusa dejando ver un brasier muy sexy. Realmente esta mujer sabía cómo excitar a un hombre. Se separó me dio la espalda y agacho enseñándome como se alzaba su falda y su hermoso culo solo lo cubría un casi imperceptible hilo, se sacó los tacos y la falda ahí la tenía, ante mí una mujer riquísima con unas piernas hermosas, macizas, cubiertas por unos pantis a cuadros, y un hilo que dejaba ver la magnitud de esas grandes y hermosas nalgas y que con los justo cubría su sexo, que ya se notaba húmedo, un poco de barriga, pero a mí las gorditas me vuelven loco, así que esto solo aumentaba mi morbo, y sus senos grandes gritando por salir del ajustado brasier, que se quitó de inmediato. 

La acosté en la cama y le comencé a lamer los pies, morderlos. Los tenía muy cuidados y se veían deliciosos, mordía suavemente e iba subiendo hasta sus hermosas piernas, lamiéndolas, acariciándolas, llegué a su húmeda cueva, moví la pequeña tela que cubría su vagina y vi su depilado y rosado sexo, que me invitaba. Mi lengua actuó por sí sola, lamiendo, succionando. Ella comenzó a apretar mi cabeza, se mordía los labios y entre dientes me repetía que no iba a gritar, pero sus gemidos eran música para mis oídos. Levanto sus hermosas nalgas y se quitó totalmente el hilo, se paró de la cama y ella me desvisto totalmente, besándome todo el cuerpo para llegar nuevamente a mi pene, pero ahora al recostarme ella se subió encima, en un 69 espectacular. Ella sentía tanto placer que puso su vagina en mi cara y se sentó ahí.

Se incorporó y empezó a cabalgarme de manera que podría ver sus riquísimos senos morderlos y lamerlos, estaba en el cielo.

Ella: que rico, mi niño.

Yo: que rica eres tú, eres una ricura.

Ella: tú a mí, me encanta como te mueves, oh...

Yo: tú eres una calienta huevos, me tenías excitado desde que te vi llegar.

Ella: sí, te he visto como me miras el culo cuando estoy trabajando.

Yo: me encanta que te pongas así, tan sexy; me encantan tus piernas, tu trasero, tus senos; me vuelves loco.

Ella: que rico está tu pene. 

Yo: quiero ponerte en perrito.

Ella: ya te estabas demorado.

cuando comencé a darle de perrito, ella empezó a gritar, pero más que gritos, eran aullidos... uh uh uh ohhhhh. Se corrió riquísimo y con esa escena viendo su culazo blanco amasado y gritando no pude contenerme y ella me dijo:

Ella: dámelo papi, que yo siempre me cuido, dámelo, lléname, quiero tu leche dentro de mí, confía en mí.

Yo ya estaba dándole, así que no iba a salir de ninguna manera. Le llené su cueva y terminamos abrazados de costado, ella restregándome su culazo blanco contra mi pene ya perdiendo su fuerza.

Ella: me encantó, mi niño, eres una ricura.

Yo: tu más, mi reina, sí que sabes cómo calentar a un hombre.

Ella: quiero repetirlo otro día.

Yo: ¿y porque no hoy mismo? (mientras le besaba los senos)

Ella: eres incansable, ohh, ohh, qué rico.

Yo: Quiero hacerte mía cada vez que pueda.

Ella: soy tu esclava; cuando quieras voy a ser tuya.

 

Volvimos a hacer el amor hasta tarde. Desde ese día coincidimos siempre que podemos, aunque tenemos parejas estables, siempre nos entendemos de maravilla en la cama.

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