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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 59)

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Capítulo 59

 

A la mañana siguiente llegó Lopetegui a Barcelona. Pero dejemos que nos cuente él, los hechos allí acaecidos.

Lo primero que hice fue llamar a mi amigo y ex compañero de fatigas Enrique Puig Domenech, que me estaba esperando.

--Comisaría del distrito, diga.

--Quisiera hablar con el Comisario Puig Domenech.

--¿De parte de quien, por favor?

--De parte de Lopetegui.

--Un momento.

Después de esperar unos segundos.

--¡Caramba, caramba! ¡Pero cuánto bueno! Mi gran amigo y mejor compañero Lopetegui. ¿Has llegado ya a Barcelona?

--Hace un rato.

--¡No jodas! ¿Dónde te alojas!

--En el Hotel Claris.

--¡Hosti tú! ¿Tan bé et van les coses per a allojatjarte en aquest hotel de luxe?

--En castellano colega, en castellá, que jo no parlo catalá. Pero dime.

--Disculpa Lope... Aquí si no hablas catalán, lo llevas crudo. . ¿Dónde podemos vernos?

--¿Te viene bien en Comisaría?

--Es un asunto muy privado el que te quiero comentar. ¿Puedes venir a cenar al Hotel, y te cuento?

--Son las 17:45 horas, a las ocho en punto nos vemos en el Hotel. ¿Te viene bien?

--Me viene perfecto.

A las ocho en punto de la tarde se presentó, tal como dijo.

El abrazo que nos dimos se escuchó hasta en Pernambuco, Puig es una persona tremendamente afectiva.

--Soy todo oídos Lope, tú me dirás.

Sé muy bien que a Puig le va la vida alegre más que una tiza a un tonto, y con una copa de más en el coleto, te canta hasta "la Parrala". Por eso me propuse, que durante mi estancia en Barcelona, no le faltara de nada.

--No hay prisa, antes prefiero disfrutar de la compañía de un buen amigo. ¿Tienes prisa, Enrique?

--No, "ni quien me la meta" ¡No me digas que me tienes preparada una farra como en aquellos tiempos! ¿Eh golfo?

--Hablando de "meter", si estás dispuesto, la preparamos con dos "periquitas" de "altos vuelos".

--Me tienes alucinado Lópe, Igual tienes un cura escondido en casa, y todavía no le has dicho que han entrado los Nacionales.

--¡Bueno... Bueno! No vas desencaminado. De un "cura" va la cosa. Pero a lo nuestro, que la noche es joven.

Cenemos en el Hotel, lo mejor de lo mejor; pedí una botella de Dom Perignón.

--Los buenos amigos se merecen estas celebraciones. ¡Dios sabe cuando nos volveremos a ver!

--Sabes que siempre vengas a Barcelona, aquí me tendrás siempre a tu disposición.

--Me consta, Puig, me consta. Y tú cuando vayas a Gandía, allí tienes tu casa.

--¡Ah! ¿Has cambiado tu residencia a Valencia?

--Sí, la vida en Madrid, es agobiante.

Puig Domenech ignoraba que había llamado al teléfono de contactos más prestigioso de Barcelona; información que me dio el conserje a cambio de un billete de mil pesetas.

Les dije, que sobre las diez de la noche, se presentaran en la cafetería del Hotel dos señoritas jóvenes y muy guapas, y que siguieran el juego al que se les presentara como Arturo.

A las diez, llamó la "madame" al Hotel para confirmar "el pedido", confirmación que le hizo el conserje, y que las sesenta mil pesetas, las podía cobrar en la Conserjería. Ni que decir tiene, que el conserje casi se parte el cuello, de las reverencias que me hizo cuando le di el billete.

A esa hora se presentaron las dos niñas. ¡Joder! qué dos pedazos de "titis", no se le podía más pedir a una mujer.

--¿Has visto que dos "tías", Lope?

--¿Quieres que nos las cepillemos?

--¡No jodas! ¿Crees que podemos?

--No ves que son "dos palomas de alto vuelos".

--¿Crees que follan?

--Ahora lo sabremos. ¡Ojo! si ligamos, yo me llamo Arturo. ¿Y a ti, cómo quieres que te presente?

--Como Luis, por ejemplo.

--Vale.

Me acerqué a las dos sisellas de lujo, con paso lento pero seguro. Enrique observaba con unos ojos que se le salían de las órbitas.

--Buena noches señoritas, me llamo Arturo. Le dije a la vez que les guiñaba un ojo.

--¿Habéis recogido el sobre en conserjería?

--Sí, sí. Somos toda vuestras esta noche, ¡Eh! pero otra, os cuesta otras sesenta mil.

--Luis, ven, que te voy a presentar a dos amigas.

¡Joder... Joder... Joder..! con este cabronazo de Lope, lo veo y no lo creo.

--¿Os apetece una copa de champagne?

--Sí, gracias. Después de la cena, una copita de champagne...(Al ver la marca) Y si es Dom Perignón, con más motivo  y placer.

--Su cara me es conocida, Luis. Dijo la que se presentó como Sonia.

No es de extrañar. que Puig Domenech sea conocido en Barcelona por su cargo de Comisario, aunque en Barcelona existan varias comisarías de distrito.

--No creo señorita, soy forastero y estoy de paso.

Y para reafirmarse en su afirmación, él, que conoce Barcelona como la palma de su mano, añadió.

--Vamos donde vosotras nos llevéis, porque como os he dicho, no conocemos apenas Barcelona; La Sagrada Familia, las Ramblas y poco más.

--¿Conocéis el Club The Morgans Girls? Dijo la que se presentó como Silvia.

--Hombre... Para Girls ya os tenemos a vosotras, para que queremos más. Si además sois las más guapas de Barcelona.

--Mira que galante es Luisito. Dijo Sonia sonriendo.

-¿Nos permitís que vayamos un momento al lavabo?

--¿A mear, o a sortearnos? Dijo Silvia con una cara de guasa que no se le podía aguantar.

--Bueno, yo si tengo ganas de mear. Y sobre la "elección de mis Barcelona", sin problemas, hacemos cama redonda y se aclaró el tema.

Enrique me miraba y se descojonaba de risa.

Después de tomar unas copas por diversos clubs, sobre las cuatro de la mañana, arribamos en el Hotel. Le di otras mil pesetas al vigilante de noche para que hiciera "la vista gorda", ya que la juerga la íbamos a correr en mi habitación.

--Señor Lopetegui; tendré que cobrarle habitación doble.

--Sin problemas; cobre la estancia de dos personas.

--Por la cara que puso al entregarme la llave, no sé si dijo de coña o en serio.

--Qué ustedes lo pasen bien, señores.

Para no dejar al lector con ganas de saber lo que pasó en la habitación del Hotel, si me prometen con contárselo a Manolita, lo narraré. ¿Me lo prometen? ¡Sí! Vale, entonces los voy a contar.

Enrique (ahora Luis) nada más cerrar la puerta de la habitación, ¡pero nada más cerrarla! Trincó a Sonia por la parte de atrás, y le "restregó la cebolleta" a la vez que le pegaba empujones.

--Pero qué haces cochino! ¿es que no tienes espera? Dijo sorprendida por la actitud del falso Luis.

--¡Coño Luis! Le dije aguantándome la risa. (me meaba al ver la escena) ¿Es que pretendes follarla sin desnudarte?

--Si es que tiene cachondo perdido la "rubia esta".

--Pues verás cuando me quede en pelotas, te vas a subir por las paredes. Dijo la "rubia esta" también riendo.

Silvia muy seria.

--Ahora las señoritas van a ir al baño a hacer sus cositas. ¡Por favor! los caballeros esperen fuera; son ritos sagrados en donde los varones sobran.

--Sin problemas, haced lo que tengáis que hacer, mientras voy a ver si puedo aplacar a "este aninal". Dije a la vez que miraba al faso Luis con cara de guasa.

Enrique (Luis) no lo pudo impedir, pegó la oreja a la puerta del baño.

--¡Joder cómo mea! No sé cual de las dos es, pero la que sea, debe tener el coño como el de una vaca.

--¡Calla! qué te van a oír, no seas tan descarado.

¡Bueno... Bueno... Bueno...! Las dos mujeres que salían desnudas del baño, eran de impresión. Fíjense cómo serían, que Enrique la "tenía" en el "ático", se le bajó al "sótano" de la emoción.

Dijo Sonia poniendo cara de guasa:

--¡Qué le ha pasado a mi pajarito! ¿Se ha desmayado?

Tomé a Silvia por el talle y le dije:

--Dejemos a estos dos que se las apañen como puedan; tú ven conmigo.

--Sí, cariño, que pareces más formalito que tu amigo.

No tengo costumbre de besar en la boca a las prostitutas, y mira que me acosté con todas las chicas de la Casa de Manolita, la mayoría verdaderas joyas de mujer, pero a ninguna le besé en los labios.

Sin embargo al ver la de Silvia tan jugosa y carnosa, y unos dientes tan blancos como la aurora, no pude evitarlos, pegué mis labios a los suyos, y busqué su lengua.

--No suelo besar a mis clientes, Arturo, pero tú, vas a ser un caso excepcional, me agradas. Me dijo con una carita tan tierna que me acrecentó ese deseo.

Pero que me estaba pasando, ¿Me estaba enamorando de esta niña a mis 58 años?

No folló conmigo como suelen follar las putas, ¡Si lo sabré yo! Me hizo el amor de una manera tan delicada y sutil, que me parecía que estaba echando ese polvo que se echa con la novia  a los dieciocho años. No me la mamó, me la veneró con sus labios, que parecían mariposas revolteando por mi capullo.

Con el dedo corazón de su mano derecha bien lubrificado de sus propios jugos, me lo introdujo por el ano sin dejar de lamerme el glande.

¡Joder que sensación más placentera! Yo, que decía que por mi culo no entraba ni "el bigote de una gamba", el dedo de silvia introducido hasta la última falange, me producía un estremecimiento extraño, pero no de dolor, era puro placer.

Se montó encima de mí; le tomé por sus pechos que parecían que querían romper el techo de la habitación, y me "corrí" como un irracional. No miento si afirmo, que, fue unos de los "polvos" más sublimes que he echado en mi vida.

Me sacó del letargo los gritos de Enrique:

--¡Qué me voy, qué me voy..! ¡Ah! que bien me lo haces cabrona... ¡Agggg!

 

Esto fue lo que pasó, contado a grandes rasgos. ¡Ah! y me han prometido con contarlo a Manolita. 

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