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Vacaciones de placer para ella (2ª parte)

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Después de la experiencia de las últimas vacaciones, nuestra vida sexual mejoró considerablemente, follábamos más a menudo y con sólo recordar la experiencia vivida echábamos unos polvos de espanto.

Estas vacaciones, Teresa y yo, decidimos no ir a la playa y realizar un viaje por Europa.

En nuestro grupo de excursiones había muchas parejas y dos hombres que viajaban solos. Uno de ellos era un negro dominicano de unos 40 años llamado Eduardo. Estaba casado pero su esposa no fue al viaje para poder cuidar de su madre enferma.

Hicimos muy buenas migas con el, era muy simpático y pasábamos ratos muy divertidos.

Una noche fuimos a la discoteca de uno de los hoteles donde nos quedábamos durante el viaje, estuvimos bailando y agarramos una buena borrachera. Al día siguiente a duras penas nos enteramos de las explicaciones que ofrecía la guía de la excursión.

Esa noche volvimos a salir, pero nos acostamos temprano. A Teresa le caía muy bien Eduardo y además, según ella, no estaba nada mal, yo le dije que a mi también me agradaba.

El siguiente día lo teníamos libre, así, que nos levantamos un poco más tarde de lo habitual, desayunamos y nos dedicamos a visitar museos en compañía de Eduardo. Llegamos pronto al hotel y decidimos dormir un poco para luego salir a cenar.

A eso de las nueve, nos encontramos con Eduardo en el hall del Hotel y salimos a buscar un restaurante, casualmente encontramos uno donde además había zona de baile y esa noche tocaba música caribeña.

Eduardo nos pidió que entráramos y nos pareció bien, nos sentamos, pedimos unos cócteles, una botella de vino y algo de cenar. Cuando terminamos la cena brindamos con un poco de chanpán y pasamos a la zona de baile. Cogimos una mesa y pedimos unas copas.

El lugar estaba animado y nosotros también. Entre Eduardo y yo nos turnábamos para bailar con mi esposa. En una ocasión que Teresa tuvo que ir al servicio, Eduardo comentó lo afortunado que era de tener una mujer como ella. Le contesté que si, que en verdad lo era.

Luego me lancé y le pregunté que si le apetecería follársela .

―Lo dices en serio.

―Totalmente

Entonces reconoció que le encantaría, que estaba muy buena y que tenía la impresión de que era una mujer a la que le encantaba follar.

―Pero que pensará ella.

―No sería la primera vez que follara con otro, pero tampoco te puedo asegurar que le apetezca hacerlo esta vez.

Entonces le propuse que cuando volviera, la sacara a bailar e intentara calentarla un poco a ver que ocurría.

Así lo hizo, cuando ella volvió el la sacó a bailar y durante ese tiempo le tocó varias veces el culo , como sin querer le rozaba las tetas y le dio algún beso en las mejillas. Hasta ahora ella respondía bien.

Después de un par de canciones se sentaron.

―Parece que no habrá ningún problema.

―A que te refieres, preguntó ella

―A Eduardo le gustas mucho y le apetece follarte.

Eduardo estaba tenso.

―A mi también me apetece, ya he notado que tiene un buen rabo y si folla tan bien como baila lo voy a pasar muy bien.

Ya que estábamos todos de acuerdo, decidimos irnos al hotel y subir a nuestra habitación.

Nada más cerrar la puerta, Eduardo, desde atrás con un brazo rodeó a Teresa por la cintura, con la otra mano le apartó el pelo y le besó el cuello.

Teresa le pasó una mano por detrás de la cabeza y con la otra comenzó a tocarle la polla por encima del pantalón. Yo me puse delante de ella, le desabotoné la blusa y empecé a comerle las tetas. Eduardo siguió bajando su mano le levantó la falda y le acarició el clítoris por encima de la braga.

Ella suspiraba, se dio la vuelta y comenzaron a entrelazar sus lenguas, mientras le iba quitando la camisa dejando a la vista su musculado torso. Dejó de besarle en la boca para con sus labios recorrer desde su cuello pasando por su torso hasta llegar a los pantalones.

Le desabrochó los pantalones, los dejó caer dejando al descubierto una enorme erección bajo el calzoncillo. Ella empezó a morderle la polla por encima del calzoncillo mientras el glande iba asomando cada vez más.

Terminó por bajarle el calzoncillo quedando a la vista una impresionante y gruesa polla. Ella suspiró y se apresuró a recorrerla con su lengua para luego empezar a mamarla. Siempre había fantaseado con tener a su disposición un rabo negro y esta era la segunda vez que saboreaba uno.

Estuvo comiéndole la polla por lo menos 10 minutos, se la puso tan dura que parecía que estaba chupando un palo. Ella se dirigió hacia mi, que ya estaba desnudo , me besó y me pidió que la preparara para que Eduardo la penetrara.

Así lo hice, la desnudé, la tumbé sobre la cama, le separé las piernas y empecé a comerle el coño. Mientras ella masturbaba a Eduardo para que no perdiera ni un ápice de su erección.

Estuve comiéndole el coño hasta que estuvo a punto de correrse. Entre mi saliva y sus flujos estaba suficientemente lubricada para que Eduardo la ensartara.

Yo me aparté y dejé que el se colocara entre las piernas de ella, colocó la punta de la polla en la entrada de la vagina y empezó a empujar, no sin esfuerzo, fue entrando poco a poco, mientras, Teresa disfrutaba con cada centímetro de polla que la invadía.

Cuando la tuvo toda dentro, la volvió a sacar y esta vez de un solo golpe se la clavó hasta el fondo. Teresa lanzó un grito, el volvió a hacer lo mismo, ella volvió a gritar. Eduardo repitió otra vez pero ahora a mas velocidad, los gritos de ella se transformaron en jadeos mientras se retorcía debajo de el.

Cambió el ritmo de las envestidas, ahora se movía despacio recorriendo toda la vagina desde la entrada hasta lo más profundo. Mientras el la follaba, yo le comía las tetas y mordisqueaba sus pezones, estaba a punto de tener un orgasmo.

Eduardo sacó la polla y ella lo maldijo, quería correrse. El sonrió, se tumbó a su lado y se dedicó a besarla mientras con un dedo la masturbaba llevándola hasta el límite del orgasmo para luego parar. Yo seguía dedicado a sus tetas y ella movía su pelvis con desesperación en busca de un orgasmo que Eduardo le negaba por ahora.

Una vez se hubo tranquilizado un poco, la penetré con movimientos lentos, su excitación volvía a subir, entonces empecé a moverme mas deprisa y cuando ella estaba a punto, la saqué volviéndola a dejar al borde del orgasmo.

―Me volvéis loca, quiero correrme ya por favor.

Eduardo se apiadó de ella y empezó a joderla con tal fuerza que el golpe de sus testículos contra el culo de Teresa retumbaban en la habitación. Ella no dejaba de jadear mientras le pedía más. El iba a mil revoluciones, la envestía con tal rapidez que apenas se apreciaba como entraba y salía su polla.

Yo cogí un pezón en cada mano y empecé a masajearlos, a los pocos segundos ella se retorció y alcanzó un orgasmo tan intenso que parecía que le faltaba el aire.

Dejamos que se recuperara un poco y nos dedicamos a besarla por todo el cuerpo, poco a poco volvía a excitarse y pronto estuvo dispuesta para otra ración de polla .

La pusimos a cuatro patas y mientras ella mamaba la polla de Eduardo, yo la penetraba desde atrás. Tenía la vagina tan distendida por la polla de Eduardo que me costaba sentir su roce.

Mientras la penetraba pasé una mano por delante y le acariciaba el clítoris, cada vez se humedecía más. Su cabeza subía y bajaba recorriendo el enorme miembro de Eduardo.

Me resultaba difícil no correrme viendo como tragaba golosa la polla de Eduardo mientras yo la follaba. Al final me abandoné al placer y me corrí como hacía mucho tiempo no lo lograba.

Me salí de ella y me senté en el sillón a disfrutar del espectáculo que mi esposa y Eduardo me ofrecían.

Ella seguía comiéndole la polla con auténtica pasión, Eduardo tenía un aguante fenomenal, le pidió que parara, se sentó al borde de la cama, Teresa se sentó encima introduciéndose su miembro y empezaron a moverse. Ella estaba muy excitada y no paraba de besarlo.

Eduardo se levantó agarrándola por la cintura y se la folló de pie durante unos minutos, luego dejó de penetrarla el tiempo suficiente para darle la vuelta, apoyarla contra el espejo del armario y separándole las piernas ensartarla desde atrás .

Se la estaba follando con todas sus fuerzas, con cada envestida la separaba del suelo. El espejo reflejaba el placer en la cara de mi esposa que ni por un momento paraba de jadear.

―Que gusto, si, si , fóllame, no pares fóllame . Me encanta sentir tu polla desgarrándome por dentro.

―Yo también disfruto haciéndote mía, es una delicia sentir como tu estrecho coño aprieta mi polla y te estremeces a cada envestida.

―Joder, que bien follas, como te mueves , siento que me vas a partir en dos, sigue por favor.

―Te voy a dar polla hasta que me supliques que pare y luego me la vas a comer hasta que me corra.

―Haré lo que me tu me pidas, pero no pares.

Eduardo le dio la vuelta quedando frente a frente, la agarró por el culo, la levantó un poco y la ensartó aplastándola contra el espejo. Ella se agarró de su cuello, el la follaba con dureza y ella no paraba de gritar.

―Si cariño, un poco más, estoy a punto.

Eduardo hizo un esfuerzo y la envistió con más fuerza.

―Ya, cariño, me corro, joder que gusto, dios mío me voy desmayar.

El seguía con sus movimientos.

―Para, ya no puedo más, de verdad. Ahora te toca a ti.

Teresa se arrodilló frente a él y se metió la polla en la boca iniciando una frenética mamada al tiempo que lo masturbaba. Tardó por lo menos cinco minutos en correrse y cuando lo hizo salió tanto semen que parecía que no se había corrido en un año.

Durante la semana que faltaba de viaje repetimos la experiencia un par de noches más.

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