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37.3 Algún cambio de vida

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Había algunas nieblas y la temperatura era totalmente diferente a la que había tenido estos días de atrás en Barcelona, pero el cielo estaba con muy pocas nubes, preludio de que el día no estaría tan mal.

El padre de Ray se acercó al coche y me sostuvo la puerta para que metiera mis cosas en el asiento trasero, aparte de la bolsa de deportes quería llevar el ordenador por las notas que tenía recogidas en mi estancia en Barcelona.

-Buenos días, gracias por lo que le entregó a Rayhan.  –supongo que se refería a las ensaimadas que le traje de mi viaje.

-No es nada, espero que les gusten los dulces que se hacen en España.  –hizo una señal con su cabeza de asentimiento, sonrió de una manera que no sabría explicar y se dirigió al portón para abrirlo.

Vi su figura alejarse mientras ponía en marcha el coche, un gigante con esa sonrisa que parecía tan tierna y que no encajaba en su cara, a veces tan sería con su barba de señor respetable.

Le imaginé llevando sobre sus anchos hombros a Ray cuando era pequeño, igual a como recordaba a mi padre que hacía conmigo, cuando había aglomeraciones de gente y temía que alguien pudiera pisarme.

Me parecía un padre encantador, enamorado cuando pronunciaba el nombre de su hijo primogénito, aunque Ray tenía hermanas mayores y hermanos más pequeños que él. Eran una barbaridad de hijos y él un macho en toda regla, le imaginé sobre el cuerpo de una mujer a la que no podía poner rostro. Me puse rojo al pasar por su lado y darme cuenta de lo que pensaba de él.

Excepto el tiempo en que tuve que participar de las reuniones, el resto fue un proceso de búsqueda, por parte de mi jefe, de todo lo que había podido observar en Barcelona, en un interrogatorio exhaustivo y que llegó a cansarme.

Debió de darse cuenta y me permitió que saliera del trabajo a mi hora, fue agradable el volver a la rutina y hacer lo de todos los días, también recibir el abrazo de Rafael y su despreocupada alegría. La vuelta a verle jugar con los chicos de la piscina y hacerse bromas.

Sutilmente Rafael iba cambiando, o así lo veía yo, ya no era exigente conmigo y casi pasaba a ser uno más del resto de los que estábamos en los vestuarios o las duchas.

No era objeto exclusivo de su persecución y me dejaba despejado el terreno para que, tanto él como yo, pudiéramos interrelacionar con otros. Esa actitud hacía más espontánea la relación, más abierta y todo fluía con naturalidad como si fuéramos dos amigos sin más, aunque hubiera en realidad otra relación más íntima, me sentía muy a gusto así.

                                                         -------------------------

Cuando llegamos al estudio entró en él, estaba Ray estudiando sin Denís, le preguntó por él y se pusieron a hablar entre ellos mientras yo colocaba mis cosas.

Al cabo de un rato dejamos a Ray para ir hasta su casa, me había cambiado de ropa para ponerme unos viejos vaqueros y un jersey, gordo y de cuello alto, además de colocarme un fular, realmente hacía mucho frío.

En su casa encontramos a Ramón, yo me quedé con él en el salón mientras se cambiaba de ropa y luego salimos sin rumbo, nuestros pasos nos llevaron a los lugares de siempre, hasta que encontramos a Natalia y un grupo de amigos.

Pasamos un par de horas con ellos hablando de mil cosas, a veces de las tonterías de incidencias entre algunos, y comentarios sobre los demás, y tenían cosas que preguntarme sobre mi viaje a España. Una charla sin tener que estar en tensión y hablando sin preocuparte de las tonterías que en esos momentos puedas decir.

No le dejé que me acompañara hasta el estudio y nos despedimos en el bar, quedamos desde ese momento para mañana viernes ir a bailar y apuntó a alguno de sus amigos como Natalia, que ya estaba deseosa de acudir después de escuchar a Rafael hablar de las bondades del lugar.

**********

El tiempo que las reuniones nos dejaban libres seguíamos trabajando sobre mis observaciones recogidas en la fábrica de Barcelona, Elie pronto se hizo cargo de mis notas.

Estábamos tomando el té de la mañana asomados a la ventana, de vez en cuando caía algo de lluvia y soplaba un ligero viento que hacía que el agua se estrellara contra las ventanas, bajaba por los vidrios en gotas gruesas, formando hilos que caían rápidos hasta perderse en los ladrillos de los alféizares.

Los árboles de los bosques que rodean la fábrica están sin hojas, inmensos hayedos que parecen secos como esqueletos vivientes, y en el verde del césped del jardín resalta el blanco de las primeras chiribitas, florecen entre los restos dispersos de granizo y nieve que el agua que cae va consumiendo. Falta un mes para que la primavera llegue y los pimpollos aparecen anunciando su presencia.

Encuentro a Ray en mi casa, estudia escuchando música de mi iPod, tengo grabadas algunas canciones suyas en árabe que me gusta escuchar por su hermoso ritmo y música, aunque no entienda nada.

No tarda en recoger sus cosas para marchar, no dice dónde va e imagino que será al encuentro de Denís, extraño al dulce francesito que ahora veo tan raramente.

-Vendré mañana para llevar el coche a lavar.  –deja su mochila en el suelo preparada y se acerca hasta mí que estoy recogiendo la ropa que he traído de la lavandería.

Me abraza por detrás muy delicado y besa mi cuello, me giro para abrazarle.

-No es necesario que vengas, no tengo otra cosa que hacer a la mañana y puedo hacerlo yo.  –ríe sofocadamente en mi cabello, seguramente pensando en mi torpeza para hacer esas faenas y viéndome enredado en la goma de la lanzadera de agua.

-No te preocupes, tengo que hablar contigo, recuerda que el lunes no estaré todas las tardes aquí.  –besa mis labios y creo que marcha sin ganas.

Rafael me espera en un bar de la Gran Plaza Charles de Degaulle, Natalia y algunos chicos más le acompañan, entre ellos una de las chicas de su piso. Hoy somos un grupo numeroso, seis personas dispuestas a bailar y pasarlo bien.

He podido bailar y olvidarme de todo inmerso en los eróticos momentos de la danza, Rafael está entretenido hoy y sobre todo bebiendo demasiado. Paul aparece a mi lado en un momento del baile y sujeta mis caderas para acercar su boca a mi oído.

-Te mueves como nadie, no puedo dejar pasar la oportunidad de bailar contigo.  –es un piropo que me brinda generoso, él lo hace mucho mejor que yo y sabe que otros lo hacen también, se lo agradezco ya que muestra su lado amable.

Estoy un rato con Evans que siempre está ocupado con su trabajo y me da las gracias por los nuevos clientes que dice le he llevado al ver nuestra mesa ocupada con nuevos rostros.

La noche pasa y para mí solamente hay baile y algún descanso. Cuando marchamos cogemos dos taxis, en uno vamos Rafael, la muchacha de su casa y yo, Natalia y el resto cogen el otro. Les pido que me dejen en mi casa, mi querido amigo no tiene nada que decir por el estado en que está, y la chica me dice que ella se encarga de meterlo en la cama, aunque no va mucho mejor que Rafael.

Me duermo inmediatamente cuando me introduzco entre las sábanas, derrotado por el cansancio de mi cuerpo.

Sábado

Despierto al notar como la cama se mueve, al abrir los ojos encuentro la negrura de los de Ray que me observan. No le he sentido entrar en el estudio y se ha tumbado a mi lado.

-Parece que ayer llegaste tarde, estabas dormido como un niño.  –se gira y mira al alto techo.

-Los estudios del centro tienen unos techos muy bonitos con pinturas antiguas.  –se calla mientras yo voy tomando consciencia de la hora que es, las once de la mañana y no tengo ganas de levantarme.

Ray se baja de la cama, no me ha dado un beso, o por lo menos yo no lo he notado.

 -Mientras te duchas y preparas voy recogiendo esto y poniéndote el desayuno.  –no me da tiempo a contestarle y ya se encamina descalzo a la cocina.

Cuando salgo desnudo del baño está recogiendo mi ropa que dejé anoche sobre una silla y terminando de recoger la cama, el olor de su delicioso té impregna mis fosas nasales, tengo mi zumo sobre el mostrador, un plato con pastas que adivino son compradas por él y la tetera con un brick pequeño de leche.

Me coloco un bóxer y Ray no deja de observarme, en la postura en la que estoy, agachado para meter mis pies por la pernera, veo la parte baja de su cuerpo y creo que su entrepierna se mueve.

Voy desayunando y tengo que alabar su desayuno, tomo dos tazas de su té, la primera con leche y la segunda de la infusión sola hasta que la termino y no hay más en la tetera.

-He pensado en dejar las llaves de tu casa en el departamento de trabajo, así mi padre puede tenerlas si alguna vez le pides algo o si yo vengo y tú no estás aquí. Es una sugerencia y todo depende de lo que tú decidas.

Pienso un momento en su proposición y le doy mi acuerdo, no veo pegas objetivas en lo que dice, y necesito que alguien tenga la llave por si surge algún problema o pierdo la mía. Podría dejarla en la casa de Rafael, pero creo que es mejor la solución que da Rayhan.

 -Me parece una idea excelente, pero tu padre no eres tú y no sé si podré pedirle algo si lo necesito.  –el chico me mira enarcando sus pobladas cejas.

 -Mi padre te aprecia y mucho, puedes pedirle lo que necesites y estará encantado de hacerlo, no tengas dudas o puedes llamarme a mí y se lo pido yo.

Llenamos el tanque del coche de combustible, ha vuelto a subir el precio de los carburantes. Algunas veces cae algo de lluvia y no apetece lavar el coche, pero tiene mucha suciedad. Ray se presta al momento y es él el que maneja el vehículo, no importa aquí lo que me a mí me pueda agradar o no, él ha salido a realizar unos trabajos y los tiene que cumplir.

-Ray podemos comer fuera de casa o compramos algo para llevar.  –sujeta mi pierna con su manaza y la pasa por la pernera de mis pantalones.

-He dejado nuestra comida en el frigorífico ya había pensado en ello cuando iba para tu casa, comida árabe, te gustará y así comes algo diferente.

No digo nada y me mantengo callado, estoy servido en todo con Ray, me da la impresión de que actúa como si fuera una despedida y no es así.

Me acerco a él mientras cocina, o calienta la comida, el olor es delicioso pero muy fuerte, debe contener muchas especias, me recuerda los aromas del restaurante árabe al que me llevó Nico en París y creo que este es más fuerte aún.

Ray es un armario en la pequeña cocina, me siento en el mostrador para observarle abstraído en su trabajo, algunas veces me mira sin decirme una palabra y como creo que le entretengo salto de mi asiento para ir a la sala, tengo cosas que hacer mientras el termina de preparar la comida.

-No te marches, ¿me vas a dejar solo?  -me hace gracia su salida, si vamos a estar a unos pasos de distancia.

-Voy a escribir un poco mientras terminas.  –no puedo resistir la tentación y al pasar a su lado le doy una palmada en su poderoso culo.

-Eso ha sido un golpe traicionero.  –me amenaza con la espátula de madera para cocinar que compró mi madre.

Comemos en parte en silencio escuchando las noticas de la radio, cuando hablan de la situación de los refugiados palestinos en Gaza, veo como las mandíbulas de Ray se contraen en un gesto de rabia. Hablan de algún programa de casas prefabricadas para dar cobijo a la población. Le observo tenso e irritado, aunque cuando me mira sonría.

-Me gusta la comida que has preparado y esta deliciosa.  –cambia su rostro y esboza una sonrisa, contento.

-Se trata de cordero con arroz como ingredientes principales, si alguna vez fuéramos a la tierra de mi padre podrías probarla en su autenticidad, aunque mi madre no la hace nada mal, mi padre siempre le dice que no tiene ni idea de cómo se prepara.  –al fin le veo sonreír y comer con ganas.

Le ayudo a recoger porque el que dirige es él y el que lo organiza todo, las noticias han sido interrumpidas por música que alegra el ambiente.

Prepara un té mientras yo termino de recoger, y mientras voy bebiendo de mi vaso pone en funcionamiento mi reproductor iPod con la música árabe que tiene grabada.

Inicia movimientos de baile árabe y le miro asombrado, admirado más bien, es torpe moviendo su gran cuerpo, pero denota ternura en los movimientos de sus brazos y sus manos parecen acariciar el intangible aire.

Me hace señas con sus manos para que me integre al baile, en silencio, en una invitación muda con mucho de imperativa orden. A veces me desconcierta, tan sensible y tan mandón, tan sencillo e imperativo. Imito sus pasos, toca mis manos para que las mueva y siento el asombro de verme acariciando el aire como si lo sintiera y cierro mis ojos y es como si estuviera en el espacio flotando, acariciando las nubes que son seda. No puedo evitar que la sonrisa aparezca en mi boca hasta que el me detiene abrazando mi cuerpo.

-Ya vale, te vas a marear y caerte.  –nos sentamos y bebemos el té que se está quedando frío. Me acurruco en el refugio de su halda y dejo que me acaricie, como sin querer, pasando su mano por mi frente, depositando sus dedos en mis labios que beso.

Es como un sexto sentido pero noto que tiene necesidad de mí, de cualquiera que pueda darle amor en este momento. Introduzco mi mano debajo de su camisa y acaricio su pecho que siempre me impresiona. Elevo mi cabeza y sobran las palabras en ese momento, sus labios tapan mi boca, mi respuesta es inmediata enredando mis dedos en los rizos de su cabello y atrayéndolo hacía mí.

Respira desasosegado e impaciente y paso a ser su juguete, activo pero un muñeco entre sus grandes manos que ardorosas me acarician y van retirando mi ropa.

-Vas muy rápido Ray. Deja que te bese.  –tiene una necesidad muy grande y decido colaborar y mitigar cualquier dolor.

Soy yo el que termino de quitarme mi ropa, y de ir al baño a buscar una crema, y de ponerla en mis dedos para llevarlos a mi ano. Desnudos no deja de mover sus manos por mi cuerpo de acariciarlo y besarlo mientras yo voy lubricando mi ano, introduciendo mis dedos y aceptando lo inevitable, pidiéndoselo, porque soy yo el que le suplica que me posea.

-Ya, ya puedes meterlo.  -me siento a horcajadas sobre su pene inmenso y de una dureza increíble en una polla de ese tamaño y me lo voy metiendo dejándome caer, disfrutándolo y sufriendo, soy yo el que manejo y dirijo, aunque en su impaciencia, empuja de mi cintura hacia abajo.

Emito un pequeño quejido cuando consigo estar sentado sobre sus testículos y abrazo a su cuello, hace fuerzas para meter más su miembro y es fácil para mí elevarme sobre mis rodillas y huir de él y sus involuntarias y fuertes acometidas.

-Bésame y estate quieto unos segundos.  -mis brazos se enroscan en su cuello dejando pendientes mis manos sobre su espalda que acaricio, me encanta su inalcanzable espalda con sus hombros tan anchos y poderosos.

-Discúlpame, tengo tantas ganas que no me controlo.  –sin movernos su inmensa verga se agita en el interior de mi recto, simplemente con el bombeo de su sangre se le nota sus contracturas de ansiedad, paso con suavidad mis manos por sus hombros para calmarle.

-Mi niño, ya me tienes, soy tuyo, házmelo con suavidad.  –le voy dando suaves besos en sus rizos, acariciando sus orejas y obligándole a que me ofrezca su boca de toscos labios negros y rojos.

Mi ano se va adaptando y puedo moverme sin sentir dolor alguno, solamente un exquisito placer de tener ese volumen que me oprime estirando la piel de mi ano y comprimiendo mi recto.

Ray nota mis movimientos de adaptación y sabe cuándo estoy relajado y disfrutando de su invasión. Se levanta sin perder nuestra unión y me coloca de espaldas en el sillón. Su polla sale de mí dejándome vacío y sin salir del todo, vuelve a meterla apretando cuando llega la parte más gorda.

Le miro extasiado, casi con lágrimas del placer y felicidad, se ha calmado y es un maestro entrando y saliendo, dándome placer sin parar, me concentro en las sensaciones exquisitas del bombeo y la visión de su divertida cara de ensueño, su morder el grueso labio inferior, sus ojos cerrados viviendo la emoción del momento, el movimiento de los músculos de su cuello y pecho, la nuez de adán de su cuello subiendo y bajando cuando traga con esfuerzo, la fuerza de sus caderas empujando.

-Qué bien estoy Ray, dame, dame tu leche. –parece que estoy delirando y noto su risa en mis oídos y como vibra en mi cuerpo poseído y dominado todo él.

Me estremezco cuando siento un orgasmo sin eyacular que me deja paralizado, sin aliento, contrayéndose en espasmos mi vientre, es soberbio y detrás de él llegan otros orgasmos más pequeños mientras él no para de entrar y salir de mí.

Sus movimientos se vuelven incontrolados y me la mete hasta reventarme, lo que va soltando y su polla no caben en mí, me llenan todo, tirito de felicidad abrazando su cintura con mis piernas, abrazados totalmente pegados por el sudor, y no sé dónde llevar mis manos que no cesan de pasar por su espalda y sus costados.

-¡Buff! – me habla y lo siguiente no le entiendo está hablando en su lengua a la vez que da golpes de cadera queriendo llegar a más.

- ¿Qué me dices loco?  -aparto un poco su cabeza para mirar sus negros ojos que brillan y su boca que ríe. Controla un poco su risa.

-Tienes un culo increíble, eres el ser más delicioso del mundo, no me canso de follarte, de estar dentro de ti y si me dejaras no saldría nunca, nunca. Te digo palabrotas que prefiero que no entiendas.

Imagino cuales serán esas palabrotas de las que habla y no puedo evitar la sonrisa en mi cara.

Su verga continúa en mi recto como si fuera su casa, tiesa y dura, y poco tiempo después comienza a moverse de nuevo y vuelvo a gozar de él hasta que vuelve a correrse, no sé cómo puedo contener dentro de mi tanto esperma, aunque algo sale y corre por mis piernas. En esta ocasión consigo eyacular masturbando mi pene en el momento crucial en que me llena.

Y vuelve a haber una tercera sesión. Y todo ello sin sacarla de mí, todo seguido con pequeños descansos. Mi glorioso amante, mi apasionado muchacho, que consigue igualar la fuerza y bravura de Nicolás. Mi galán que ahora se vuelve sensible y tierno, ahora que ha descargado su fuerza y está rendido, ahora que su verga va perdiendo consistencia el amor sale por los poros de su piel en cariñosas palabras y caricias tiernas.

Le pido con harto dolor que salga de mí, para que mis piernas se recuperen, están dormidas, y poder ponerme de pie e ir al baño a vaciar mi intestino saturado.

- ¿Qué sucede con Denís?  -estamos vestidos después de ducharnos y hemos recogido todo el desastre que habíamos producido, sentados en el sofá uno al lado del otro.

-Nada, creo que nada importante, ahora tiene menos tiempo, no puede venir hasta aquí y no tenemos otro lugar para desahogarnos.  –sonríe y creo que hay algo más que no me cuenta.

-No le gustan mis amigos.  –sus palabras suenan imperiosas y sacadas con fuerza como si no se atreviera y en un acto de valor las escupiera.

-Como a tu padre, tampoco a él le gustan.  –me mira como si yo no entendiera.

-Es diferente, a él no le gustan porque son árabes.  Yo lo soy y dice que me quiere, pero no le gustamos. ¿Tú lo entiendes?  -la verdad es que no era muy comprensible según lo contaba él, seguro que habría alguna explicación

-Tú eres francés también, como él y como lo serán tus amigos.  –me mira incrédulo, como si yo fuera un ingenuo y quizá sea así.

-Daniel, por favor nosotros somos árabes, aunque hayamos nacido en Francia. Así nos ven y nos obligan a que nos sintamos de esta forma. ¿Tú sabes la diferencia que hay entre este barrio donde tú vives y el mío? Y lo mismo es si lo comparas con el lugar donde vive Denís.

Tengo que callar por desconocimiento del tema, no estoy preparado para evaluar las cosas como él y tampoco tengo argumentos para rebatir nada, si hubiera motivo para hacerlo.

- ¿Te apetece que demos un paseo? Nos ayudará a despejarnos un poco.  –me mira maliciosamente.

-Ya sabrás lo que prefiero, me encuentro descansado y dispuesto a repetir.

Suelto una carcajada asombrado, será posible que todos mis hombres estén siempre dispuestos para ir a la cama y no precisamente a dormir.

- ¿Quieres follarme de nuevo?  -le toco la entrepierna, aunque no es necesario el bulto es manifiesto y no le voy a dejar con las ganas.

Bajo la cremallera de su bragueta, su verga está toda hinchada y es imposible sacarla, le ayudo a bajar sus pantalones y tengo ante mí la polla que estoy dispuesto a comerme.

El precum sale abundante y comienzo a recogerlo con mi lengua, despellejo su glande que sale morado para meterlo goloso en mi boca, rodearlo con mis labios y chupar con fuerza. Cada día me gusta más mamar una verga que sea de mis muchachos, me saben a divina golosina, separo sus piernas para poder acceder a sus testículos gordos y pegados a la base de su polla, los mimo entre mis manos y voy metiendo uno y otro en mi boca, los dos a la vez no caben.

Ray suspira, gruñe y a veces se agita queriendo ir más rápido, intenta sujetar su verga, pero no le dejo, voy a sacarle su leche sin ayuda y a mi ritmo, a la velocidad que yo quiero.

Mi cabeza sube y baja engullendo su falo, a veces tragándolo todo hasta ahogarme y la baba discurre por mi barbilla, es fluida y muy abundante, disfruto tirando del pellejo de su prepucio con mis dientes y llevarle hasta el final con mis labios, chupo y lamo sin parar tragando la saliva para degustar el manjar que es su verga, quiere correrse y empuja mi cabeza para que la meta toda, como si me estuviera follando la boca,  hasta sentir como discurre por su conducto la leche que avanza rápida y se desborda saliendo con fuerza en mi boca.

Juego con el semen sacándolo y dejándolo escurrir por la cabeza y el tallo, lo vuelvo a recoger y lo repito hasta que termino tragándolo todo. Lamo todo lo que ha escurrido y los pelos de su base, la saliva que discurre por sus testículos dejándole reluciente y brillante.

Cuando se la limpio del todo aún no se ha bajado y creo que está más consistente que cuando comencé a mamarla, es una joya de polla, podrá dar placer a diez culos o diez bocas.

-Voy a limpiarme la boca para salir.  –cuando me voy a levantar me sujeta y me lleva hacia él, me besa y mete su lengua en mi boca.

-Sabe a frutas, no debías lavártela.  –me separo y voy para el baño.

-Claro que sabe a frutas y huele a esperma y a polla.  –Ray comienza a reírse, yo también, lo he pasado muy bien este rato jugando con sus atributos viriles, no sé en lo que me estoy convirtiendo y lo pienso, pero no me importa.

En las calles centrales el público comienza a llenar los bares, paseamos un rato observando el ambiente, a la gente yendo de un lugar a otro, realizando compras y como entran y salen de las cafeterías.

Llegamos hasta la catedral y los bares enfrente de ella están también con público, el día se está haciendo más largo y dos horas más de luz se notan en que anochece más tarde.

Tomamos un refresco y una cerveza mientras seguimos hablando, no me comenta más sobre Denís y el hecho de que no diga que va a recogerle me hace pensar que están enfadados además de las impresiones que antes me ha trasladado.

Parece que me lee el pensamiento, cuando salimos del bar se despide para ir a lo que yo pensaba que no iba a hacer, ir en busca de su chico. Le pido que le de recuerdos y que me hubiera gustado estar con él, es verdad, hubiéramos estado mejor juntos, pero no quiero meterme en problemas y donde no me llaman.

Una vez que se ha ido doy una vuelta para buscar a Rafael, no le encuentro y le llamo por teléfono, me acerco al bar donde se encuentran, estoy con el grupo un par de horas y marcho para casa después de despedirme de Rafael y quedar con él para ir a correr mañana domingo.

Domingo

Hace un frío polar, tengo que llegar hasta el parque zoológico en la Citadelle, donde había quedado con Rafael, para comenzar a sentirme a gusto, el cielo está nublado, pero aún no llueve y el frío sin agua es más tolerable, tampoco sería extraño que si llegara a llover lo hiciera en forma de nieve.

Después de un efusivo abrazo donde nuestro aliento, como nube vaporosa, se mezcla en la gélida y húmeda atmósfera del parque, comenzamos a trotar por él siguiendo el cauce del canal. Cuando llegamos al campo de futbol decidimos cruzar el ultimo puente, están llegando coches que transportan pequeños niños para jugar algún partido, y en lugar de hacer el mismo recorrido de vuelta, cogemos Rue Royale ahora desierta.

En Notre Dame Rafael quiere que desayunemos en un bar de los que ya están abiertos, no me apetece en absoluto, el frío anterior se ha convertido en sudor que cubre nuestros cuerpos y no quiero que nos quedemos fríos, decidimos separarnos y cada uno seguir nuestro camino. Nos despedimos con el compromiso de llamarnos más tarde.

El resto de la mañana lo paso trabajando en casa además de ducharme y hacer otros deberes. Cuando me llama Evans para preguntarme si me apetece comer con él no lo dudó ni un momento.

- ¿Te importa que lleve a un amigo a la comida?  -no conozco si Evans tiene otros propósitos aparte de comer y por eso le pregunto.

-Puedes traer a quien quieras, lo que deseo es verte, esta semana apenas hemos hablado.  –inmediatamente llamo a Rafael para preguntarle si le apetece comer con nosotros. Quedamos en el restaurante del amigo de Evans y que conocemos de alguna manera todos.

Cuando llego al bar me están esperando los dos, hablan entre ellos, casi no se conocen salvo por haberse visto en algún corto momento cuando vamos a bailar.

Están con un vaso en sus manos y al llegar yo se acerca el dueño del bar para saludarme y saber lo que quiero. Le digo que no quiero nada y me mira sonriendo, a veces aparenta que se ofende.

-Tú no necesitas beber, pero comer es indudable que sí, van a pensar mis clientes que aquí no se come bien y no se atiende a la gente.

Indudablemente es una broma, pero me pongo rojo, es una indirecta a mi delgadez ya que comparado con él puedo parecer escuálido. Al rato vuelve con algo para comer en un plato y lo coloca delante de mí, no pregunto lo que es y cojo un trozo de lo que supongo es algún tipo de carne. Está muy caliente y tengo que volver a dejarlo en el plato.

Vuelvo a intentarlo porque está aquí de pie y no piensa moverse hasta que lo pruebe, ya no quema y puedo sostenerlo entre mis dedos, así debe comerse porque no ha colocado cubiertos. La verdad es que resulta delicioso, como tiene unos huesitos imagino que pertenece a algún tipo de pajarito pequeño.

Espera mi decisión y saber si son de mi agrado, el resto también están pendientes de mí.

-Realmente riquísimo Martine, de qué tipo de pajarito se trata, está muy bueno, pero me da pena que un animal tan pequeño excite mi paladar de esta forma.  –sale una carcajada de su boca.

-Te equivocas no se trata de pájaro alguno, son ancas de rana, “cuisses de grenouille”.

- ¿Qué?  -No le entendí o no quería creerle, tuvo que repetirlo dos veces.

- “Cuisses de grenouille”, pero no pongas esa cara, te ha gustado y eso es lo importante.  –Evans y Rafael no pueden contener la risa al verme la cara que pongo entre un poco de asco y repugnancia exagerada. Comienzan también ellos a comer y les encanta.

La comida y la tarde resultan amenas y entretenidas, con muchas risas. Mis amigos…, no sé, no dejan de hablar y se dirigen miradas disimuladas entre ellos que no me pasan desapercibidas, han conectado muy bien.

Rafael se ríe de mi cuando Evans cuenta anécdotas de cuando me conoció, lo que le extrañó encontrar a un chico como yo, tan mayor, acompañado de una señora anciana, aunque no lo aparentara, de blanco cabello y que se encariñó con él. Todos esos recuerdos que hacían reír a Rafael y que nos conociera un poco más a los dos.

Iba a despedirme y decidieron acompañarme hasta la puerta de mi urbanización, volvieron para atrás los dos, Evans tenía que pasar por su trabajo. A partir del lunes la disco se iba a cerrar para acometer una importante reforma y nos dio la dirección de otra que pertenecía al grupo y que también había sido recientemente sometida a obras de mejora, era la más próxima y también más alejada de mi casa.

Abracé a los dos y les vi partir, estuve unos segundos observándoles hasta que volvieron una esquina para coger otra calle.

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