Nuevos relatos publicados: 13

38.1 El avance del mal

  • 17
  • 13.856
  • 9,61 (33 Val.)
  • 0

Elie ha bajado a busca el té de la mañana, no tenía ganas de hablar y le he encargado que me suba mi infusión. Las gotas de lluvia, aunque no son abundantes, tienen que ser gruesas y con peso, hacen burbujas al caer sobre los charcos del jardín, que empapado de agua es incapaz de drenar la lluvia persistente.

He llamado a Carlos y ha entendido mi intención, mi deseo de saber lo que odio tener que enterarme. La familia de Ál y Gonzalo han accedido a su deseo y los doctores lo aconsejan y están de acuerdo. Si el día ya está triste por la oscuridad de las nubes preñadas de agua que cubren el sol, ahora la oscuridad está también en mi interior, en mi alma.

—Tómalo que ahora está caliente. –coloca mi vaso en el alféizar de la ventana y el suyo también, parece que le quema porque sacude sus manos y un ligero vapor se eleva de ellos.

—Quedan pocas bolsas de té, traeré una caja mañana si tengo tiempo para comprarlo.  –desvío mi mirada hacia ella que mira a su vez el jardín.

—No te preocupes, tengo el mercado que me coge de camino y puedo pararme un momento, faltará alguna cosa más, luego bajaré a tomar nota.  –volvemos a nuestro trabajo, la taza que me ha traído es enorme y llena, me va a durar el té hasta la hora de comer.

**********

 

En la comida hablo con mi jefe y los que están en la mesa, ahora el tema prioritario de conversación es Grecia, las viejas rencillas de antaño salen a la luz, el daño que causaron los nazis, y el perdón que se otorgó al pueblo alemán después de la guerra, la ayuda económica que recibieron o se les perdonó por el resto de los estados y ahora se les empieza a ver mezquinos con los demás pueblos de la Unión.

Los agravios comparativos e intereses políticos y económicos que están vaciando de contenido el espíritu de su fundación. El caso es no hablar de trabajo en ese tiempo y dejar que las cabezas descansen.

En el camino me detengo en el Carrefour para hacer compras para mí y lo que he creído oportuno para la oficina además del té.

Rayhan ya no está, —cómo y cuánto te voy a extrañar—, su padre se dirige hacia mí, quiere que sepa que está a mi disposición para lo que necesite y su hijo le ha dejado la llave del estudio por si hiciera falta que él lo abriera.

Se lo agradezco con palabras y con una sonrisa que él no devuelve con su boca, solo veo un extraordinario brillo en la negrura de sus ojos que no se interpretar.

El florero luce nuevas y frescas flores, parece que Ray ha dejado el encargo a su padre, no me imagino a ese hombre portando en sus manos algo tan delicado como estas rosas rojas tan bellas y que no huelen.

Cuando termino mis trabajos en el estudio y escuchando música, con el volumen bastante alto, para aturdirme con ella y bailando algunas veces, me siento y llamo a Nicolás.

Sin alargarme en explicaciones y abundar en detalles, le explico lo que me ha dicho Carlos.

—¿Quieres que vaya y estar contigo?  —se lo agradezco, pero aborrezco el que quiera estar cuidando siempre de mí.

—Estoy sereno, no me pasa nada, quiero verte y si puedo me gustaría ir a París el fin de semana.  –debe estar pensando en algo y guarda silencio.

—Había pensado en proponerte pasar unos días en Dunkerque y ver algo de sus carnavales, está muy cerca de Lille y podría llevar mi coche, ¿qué te parece?

—La idea es buena, pero hay dos pegas, ¿qué va a ser de Lorian?, y no hace falta que traigas tu coche, tenemos el mío, es arriesgarte sin motivo.  –se ríe nervioso.

—Lorian puede quedarse solo, o ir esos días con Alan que lo está desando, y mi coche tengo que moverlo, no lo uso para nada en París.  Todo te preocupa Daniel, no entiendo cómo puedes vivir así.

—Tienes razón, lo acordaremos durante la semana, no creo que ahora haya problemas para encontrar habitación.

—Mira, yo voy a reservarla y si surge algún problema la anulo y ya está. Es mejor tenerla segura… Daniel, siento mucho lo de Ál, se lo que le quieres.  –la última frase la dice siseando, con miedo de pronunciarla y causar dolor.

Rafael me llama para salir a tomar algo y hablar y la verdad no me apetece, acordamos vernos mañana en la piscina.

**********

 

Le agradezco las flores cuando sale a mi encuentro a la mañana, sonrío viendo su gesto, parece que le avergüenza el recibir mi agradecimiento.

Ha resultado el momento más tierno de la mañana y lo que de alguna forma me alegra, estoy intranquilo y temeroso sin encontrar una causa, necesito ser abrazado, si hubiera sido su hijo se lo hubiera pedido, un abrazo solamente, es un momento en que la tristeza me vence y no consigo dominar mis emociones.

Antes de subir al despacho paso por la habitación del laboratorio para dejar lo que he comprado. A la hora de la comida me llama Nico, para decirme que tiene la habitación reservada en Dunkerque, para la noche del sábado y que Lorian se va a quedar solo en la casa, quiere luchar con sus miedos, además ya se va acostumbrando a ella.

—Te noto triste, o preocupado.  —intento reír para no preocuparle.

—No me sucede nada, es el día que está triste y lluvioso, algo de él se me contagia.

**********

 

La charla de Rafael me distrae, y sus juegos por una vez me sirven de diversión y sonrío cuando comienza una pelea de toallas con dos chicos, batalla que termina perdiendo arrinconado por los golpes de los otros.

Cuando los chavales se van se sienta a mi lado en el banco de madera, se termina de desnudar y sin ponerse el bañador juega con él en sus manos, luego se pone de pie para meterse el bañador por los pies.

—¿Qué te sucede Daniel?  —me mira desde la altura y elevo la mirada mirando su cuerpo desnudo, sus partes viriles en reposo, tan cerca de mí que me llega su olor, su terso abdomen y marcado pecho hasta llegar a sus ojos.

—Eres la segunda persona que me nota distinto y de verdad que no me sucede nada. Ponte el bañador y vamos a nadar, cuando me canse por el ejercicio se me pasará lo que sea que tenga.

En el pasillo, camino de la piscina pasa su brazo por mis hombros.

—Creo que hoy te voy a ganar, si hay dos calles vacías haremos la prueba.  –aprovecha para transmitirme cariño con su mano apretando mi brazo.

Solamente hay una calle vacía, hablamos con el entrenador del chiquillo que está al comienzo de la piscina esperando al niño, le ayuda a subir para envolverle y secarle su cuerpecito que tiembla al salir del agua.

Ahora tenemos dos calles para hacer realidad la prueba que Rafael quiere. Nos despedimos del niño y su entrenador y nos lanzamos al agua. Le observo al girar la cabeza para tomar aire y voy disminuyendo mi ritmo, a veces le adelanto un poco porque sé que él también me observa y a la vuelta, en el último momento le dejo que llegue primero.

Coge aire anchando su pecho y limpia el agua que le escurre por los ojos, me mira y suelta una gran carcajada mirándome y señalándome con la mano.

—Eres un tramposo, me has dejado ganar.  –me doy la vuelta y nado de espaldas, me río también, no le he podido engañar.

No hemos tomado nada en la cafetería, Rafael ha vuelto a renovar su pase, parece que le ha cogido gusto al ejercicio y piensa continuar.

En el momento de meter el coche en el patio está cayendo una lluvia muy fuerte y esperamos dentro del mismo hasta decidirnos a salir, noto la falta de Ray y la luz del departamento de herramientas está encendida. Corremos los pocos metros que tenemos hasta la puerta de entrada.

—¿No está tu amiguito hoy?  —le explico el cambio de horario en sus clases y que ya no estará regularmente.

Recojo mis cosas mientras él me observa.

—Voy a preparar un té, ¿te apetece?  —extrañaré el que preparaba Rayhan tan bueno y oloroso, le pediré que me enseñe a hacerlo con su fórmula.

—Prefiero una cerveza si tienes.  –tengo y se la llevo hasta el sofá.

Tomo asiento a su lado, sentándome a lo indio, con las piernas recogidas, después de tomar un trago de mi taza miro el vacío de la pared de enfrente, las cortinas que bajan desde el techo cubriendo todas las puertas. Me doy cuenta en ese momento de lo aburridas que son. Ya han pasado seis meses, que se cumplieron el día siete, y quizá he comenzado a aburrirme de ellas.

—¿No me vas a contar lo que te sucede?  —me mira y coloca su mano en mi rodilla.

—Pues la verdad, no me sucede nada, una llamada que recibí ayer.

Le cuento a grandes rasgos la llamada de Carlos, me coge de las piernas para obligarme a que me siente formal y me arropa entre sus brazos.

—¡Daniel!, ¡Daniel!   –era tan tierno sentirme así, cogido y acariciado entre los brazos de un amigo que te quiere y da consuelo. Unas lágrimas corrieron por mis mejillas que no vio, pero noto por los suspiros de dolor de mi pecho.

Sus manos y su cariño hicieron que me fuera calmando, fui deslizándome de su pecho para quedar recogido como un ovillo con mi cabeza sobre sus muslos, mirando hacia la pared y con mi nuca pegada a su vientre, comenzó a acariciar mi cabello y a enredar sus dedos en él, como si estuviera distraído pero notaba que miraba mi perfil.

—No tuvimos mucho contacto hasta los dieciséis años que me cambiaron de colegio y me llevaron donde estaba él. Acudía a alguna de las fiestas que organizaban sus padres o sus tíos. Mi padre dirigía una fábrica de su familia y mi madre es la madrina de su hermana María.  –me detengo un momento para recrear los recuerdos en mi cabeza.

—No, hasta ese momento no tuvimos mucha confianza y nos veíamos muy poco. Nunca habíamos sido amigos hasta entonces.

Despacio iba desgranando mi vida en lo que había sido mi relación con Ál, Rafael no dejaba de acariciar mi pelo y alguna vez se inclinaba para besar mi frente en leves besos fraternos. Después de mucho tiempo dejé de hablar, el resto del té estaba frío en la taza.

—¿Y los dos os enamorasteis del mismo chico?  —su pregunta suena intrigada.

—Sí, eso sucedió.  –era tarde y cambié de conversación, no quería más preguntas, no en estos momentos.

—Es tarde, te invitaría a cenar, pero no tengo más que fruta, lácteos, galletas y poco más. –me senté a su lado formal y besé con ternura sus labios, rozándolos simplemente.

—Gracias Rafael, por escucharme y pasar tu tiempo conmigo.  –sonrió y se le iluminó la cara.

—Puedes invitarme.  —me miraba con el rostro alegre.  –Te voy a hacer el favor de dejarme invitar, no necesito ir a un restaurante.  –tuve que sonreír a la fuerza y tiré de su mano para que se levantara.

—Vale, venga, ayúdame a preparar la gran cena.  –en lugar de acompañarme comenzó a enredar con mi ordenador, seleccionó una página, o algún canal de TV del mismo, tiene tarjeta sintonizadora de radio y tv, debían estar proyectando algo que le causaba risa.

Llevé la escasa comida a la mesa, estaba viendo una película donde ridiculizaban el mundo de la moda, una caricatura de la vida de los modelos, modistos y toda esa farándula tan vistosa y llena de glamour, pero en plan cómico.

Nos divertimos un rato largo y no puede evitar el reír con ganas durante algunas escenas. Cuando aparecieron los créditos me miró.

—¿Puedo quedarme para pasar la noche contigo?  —estaba a punto de decirle que no, sin otro motivo salvo el que mañana era día de trabajo, pero no me dejó hablar.  –Solo para acompañarte, me apetece estar contigo.

—Bien, vamos a lavarnos la boca.  –usó mi cepillo de dientes y por precaución me metí en la ducha y me lavé bien, me gusta estar preparado y evitar sorpresas de última hora.

Nos metimos en la cama, él no llevaba más que su bóxer y yo un ligero traje de dormir, me abrazó llevándome hacia él, le di un beso en la mejilla y dejé mi cabeza junto a su hombro.

—Tu amigo es un tipo muy agradable.  –sabía de quien hablaba, pero lo quise confirmar.

—¿Te refieres a Evans?  —elevó su brazo para pasarlo por encima de mi cabeza y llegar con su mano a mi espalda, su axila quedó pegada a mi frente y sus pelos la rozaban, me llegaba el olor de su sobaco y giré mi cabeza pasa aspirar su olor sin que lo notara. Me gusta ese aroma que desprenden los hombres, de los que he tenido la ocasión de probar que no son tantos.

—Sí, a Evans me refiero.  –su mano apretaba sobre mi espalda de vez en cuando llevándome hacia él.

—¿Está comprometido con alguien?, ¿vive con algún chico?,  ya me entiendes.

—Evans solo está comprometido con su trabajo, no le conozco otro amor. –no le iba a contar lo de Alan que no era importante en ese momento.

—A ti te quiere un montón, ¿habéis estado juntos alguna vez?  —me hizo reír y me aparte para besarle en el costado, donde marcaba su costillar.

—Rafael, ¡te gusta!  –vuelvo a reír besándole en el mismo lugar.  –El amor que siente por mí es diferente y nunca ha habido nada entre nosotros, ni un roce de tipo sexual y mira que esta bueno.  –no puedo dejar de reír al pensar como es de agradable Evans.

—Como tú dices está para hacerle un favor, sí, me gusta, sí.  –ahora también ríe él mientras besa mi pelo y mi frente. Nuestra alegría va quedando en una sonrisa contenta y de vez en cuando me besa y acaricia mi espalda, paso mi brazo por su pecho y elevando un poco mi cabeza poso mis labios en su tetilla.

Su respiración se vuelve violenta y su corazón late muy fuerte.

—Rafael, ¿quieres hacerlo?  —se gira para mirarme y me abraza más fuerte, une su entrepierna a la mía, tiene una erección muy potente.

—Eres tú el que no quiere y no te voy a forzar.  –sus labios están muy calientes cuando los coloca sobre el puente de mi nariz suspirando.

—Si quiero, mira como me tienes. — cojo su brazo para que deje de abrazarme y llevar su mano a mi sexo.  –gira un poco mi cadera antes de apoderarse de mi verga a través de la tela del pijama.

—Estas más duro que yo.  –se alegra besando ahora mis labios y continúa besando mientras su mano avanza por la pernera de mi pantalón hasta llegar a hacer contacto con mis testículos.

—¡Qué tierno eres Daniel! Te los estrujaría de la emoción que me haces sentir. –me río buscando los suyos con mi mano, los cojo delicadamente, me encantaba sentirlos moverse.

—Qué ni se te ocurra, o comienza la guerra nuclear donde no hay vencedores ni vencidos.  –se los aprieto ligeramente.  –Yo prefiero chuparlos, los quiero mucho.

Me deshago de mi chaqueta y pantalón quedando desnudo, y él se quita lo único que impide un contacto total entre nosotros. Solamente tenemos la luz que entra, muy escasa, por los bordes de las cortinas de las lámparas del jardín. Al tocar su polla mi mano se llena de pre semen, la sobo sobre su vientre con mi mano extendida mientras recibo su lengua en mi boca.

—Mámala mi putito, pero dame la tuya que también quiero mamarla.  –me estremezco cuando me dice esas palabras que suenan como un cariño y no como una ofensa.

Me coloco sentado sobre su pecho dándole la espalda y bajo hasta posar mis labios sobre su glande, el olor me guía porque no veo y el tacto de mis manos que van a su encuentro. Tira de mis caderas para acercar mi pene a su boca y sin preámbulos lo come entero, mi escroto se asienta sobre su frente y nariz. ¡Buff!, por poco le muerdo su glande por la impresión que recibo, es delicioso sentir mi verga en la profundidad de su garganta y mover mis caderas un poco como si lo estuviera follando.

Su glande sabe delicioso, siempre me sabe divino, aunque lo tenga mil veces en mi boca, cálido y turgente, siempre babeando, envolviéndole con mi lengua y sus jugos, apretando el cerco de mis labios y chupar con fuerza de él para extraer su sustancia que alimenta mis papilas.

Cada vez que él aspira tengo que dejar de hacerlo yo para poder suspirar y a veces flexionar mis rodillas para apartarme un poco de él, mama como si quisiera arrancarme la vida, con fuerza y con ganas mientras sus manos no paran de jugar con mis nalgas, con mis huevos que estruja cuando no lame y caricias en mi ano que será suyo en breve.

Entierro mi cara en el vergel de sus pelos, aspirando profundamente su olor de esa parte tan fuerte, aroma a hombre recién lavado y con el sudor de unas horas. Llevo saliva con mis dedos a su ano para llenarlo de caricias y vuelvo con mis dedos, los huelo y es delicioso el sentir ese aroma divino de sus partes más sagradas y ocultas.

Nos imitamos en lo que vamos haciendo, yo pienso que si lo que él me hace lo disfruto, si yo se lo hago sentirá lo mismo. Y así hubiéramos estado hasta irnos cada uno en la boca del otro, pero necesitaba ir a más, precisaba tenerlo dentro de mí y que me llenara el culo, los cuatro dedos que metía, dos de cada mano, me parecían poco y no me llegaban muy profundo, pero fue él el que tomó la decisión. Habló con voz profunda sin sacar mi glande de su boca.

—Quiero follarte ya, ¿cómo lo ves?  —dicho y hecho, dejé su polla huérfana de mi boca y mis manos.

—¿Cómo quiere hacérmelo?  —tira de mi para llevarme hacia el centro, y ríe sordo.

—A mí me da lo mismo, pero lo haremos como a ti te gusta más. –me tiendo de espaldas y recojo mis piernas elevando mis caderas, es la forma en que la siento más y me entra más profundo, además de poderle ver la cara que en esta ocasión no podrá ser, trabajamos como los ladrones en la oscuridad.

Se tiende sobre mí sin meterla, me besa con el sabor de mi verga y de la suya mezcladas.

—¡Qué rica sabe tu boca! mariconcito.  –suspiro sin poderme contener y elevo mis caderas para frotar mi polla con la suya.

—Me gustan esas cosas que me dices, me vuelves loco.  –dejo mis piernas en el aire para abrazar su cuello y comerme su boca.

—Es que es la verdad, eres una putita caliente y viciosa de mi verga que muere por tenerla dentro.  —¡jolines! cómo me pone.

—Sí, pero métela ya, la necesito hombretón, fóllame, dale tu polla a tu putita.

Se elevó colocándose de rodillas y buscó con su mano mi entrada que esperaba angustiada y trémula de deseo, fue colocar el glande en mi ano y entrar sin descanso todo él, me arrancó un alarido de dolor y placer. Flexionó sus brazos para apoyar su pecho sobre el mío y acercó su boca a mi oído.

—¿No querías verga?, ¿no la querías toda dentro? Pues ya tienes lo que pedías.  —me besa y lame mis labios, abro la boca para recibir su lengua y me siento penetrado por arriba y por abajo, es prodigioso el placer y el gusto que me causa sentirme así, vencido y entregado a lo que él quiera de mí.

Acostumbro mi recto y mi ano a su verga, aunque me deja mover poco y cuando deja mi boca, para centrarse en la otra unión que mantenemos, es para entrar y salir muy fuerte, sacando su pene hasta su glande y volviéndolo a meter con fuerza golpeando con sus huevos en mi culo.

Le pido que me dé más, que me la meta hasta el fondo, que me penetre y me llene con su polla mientras suspiro de gozo, abandono mis rodillas para abrazar su cintura con mis piernas, y mis manos acarician sus nalgas. Ahora se detiene un momento y llego con mis dedos a la entrada de su ano pasándolos por los pliegues de su entrada. Le gusta y entra muy rápido, pero sin sacar mucho su verga, no quiere alejar su culo de mis dedos ni que deje de acariciarle donde le produce placer suspirando como un loco.

Me esfuerzo y meto la punta de mi dedo en su culo.

—¡Wow! ¿Qué me estás haciendo putito?, ¿crees que me gusta que me la metan como a ti? Pues sí, me encanta sentir tu dedito en mi culo.  —vuelve a descender para besar mi boca y paso mi otra mano por su espalda manteniendo mi dedo dentro de él.

Eleva su cuerpo y empieza a follarme con saña, con una fuerza brutal, tengo que abandonar su ano y colocar mis manos en sus muslos para intentar contener su fuerza. Cuando aprecio que no puede entra más profundo sujeto las sábanas con fuerza, crispando mis puños en ellas porque tengo un orgasmo anal que me paraliza de momento y luego me hace temblar.

Es fabuloso y me deja un momento expuesto a su voluntad, entra y sale de mi a mucha velocidad, toco con mis manos el sudor que se desliza de su pecho hasta su vientre y vuelvo a sentir el frotar de su verga en mi recto, el golpeteo incesante en mi próstata al deslizarse su polla con fuerza.

—Rafael, me voy a correr no voy a poder aguantar.  –mis suspiros y temblores me impiden respirar y el semen avanza con fuerza hasta salir de mi verga, la venida es brutal y el semen ha llegado hasta mi rostro, sigo teniendo temblores de mis abdominales que se tensan sin parar, repeticiones más pequeñas de mi orgasmo placenteras y que me permiten respirar al fin.

—Voy, voy a venirme Daniel, ya, ¿dónde lo quieres?  —no le puedo responder, pero coloco mis pies detrás de sus nalgas para que no pueda salirse de mí. Me entiende y acelera hasta quedarse muy quieto y comienza a dejar su semen en mi recto, llenando mi vientre de él.

Cuando se ha vaciado en mi interior se deja caer sobre mi pecho y le abrazo.

—No te salgas por favor, quédate así.  –su peso me ahoga, pero me hace feliz sentirme aplastado por él, cubierto por su cuerpo que tiembla y le voy calmando con suaves caricias y besos.

—Ha sido estupendo, Rafael.  –mis brazos no le permiten que se separe, aunque noto como estamos unidos por el sudor y el semen que yo he expulsado, he manchado su cara con lo que cayó en mi rostro, no es importante y resulta glorioso.

En este momento no necesito estar limpio, me siento como la madre que termina de traer a la vida a su hijo y quiere tenerlo con ella, sobre su vientre y su pecho y goza de los flujos y la sangre expulsados que cubren su cuerpo.

Su pene sale de mí y aprieto mi ano para que su semen no se escurra y se escape. Sus besos son muy tiernos y sus labios van recogiendo mi semen, llevándolo de un lugar a otro de mi cara mientras me besa en silencio.

—¿Nos lavamos en un momento?  —vamos al baño sin encender la luz, nos miramos y tenemos que sonreír ante el espectáculo que ofrecemos, sucios, todos manchados de mi semen y nuestro sudor.

Nos damos una rápida ducha que se lleva por el desagüe todo rastro de nuestra actividad y noto como va resbalando de mi interior su esperma que sale incesante.

Encendemos una lámpara para poder cambiar las sábanas que mañana lavaré.

Hace un ligero frio en la habitación, me arrimo a Rafael y me abrazo, pasa su brazo por debajo de mi cuello y guardamos silencio.

—Tenemos que dormir, mañana tengo que madrugar, me levanto muy temprano.

Me doy la vuelta y me coloco en posición fetal metiendo mi culo en su vientre y me duermo sintiendo las caricias de su mano en mi cintura y de sus labios en mi cuello.

(9,61)