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Cómo me masturbo

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Soy Karina y llevo casada varios años. En mi matrimonio practico algo que es muy rico, la masturbación, pero hay algo especial, me gusta que me miren cuando lo hago, les contaré como llevo a cabo este placer:

Cuando estoy caliente y quiero culear, le digo a mi esposo que se acueste frente a mí. Con los calzones puestos me masajeo la concha por encima del calzón, con los deditos, hasta que se humedece. Una vez que está bien húmedo, me los saco y se los paso a él para que los huela, los chupe y si quiere se los coloque (también me gusta verlo con ellos puestos). Enseguida abro bien mis piernas dejando mi conchita bien abierta, con el clítoris bien visible, lo froto suavemente y con pasión hasta que se erecta y quiere más. Mi marido mientras se hace una paja muy lenta, siempre mirándome. Yo me caliento mucho al verlo y apuro mi masaje en el clítoris. Con mucha practica lo froto hasta que comienzo a chorrear liquido lubricante. Ahora meto un dedo en la conchita, bien adentro y lo lleno de jugos, saco el dedo y se lo ofrezco a mi esposo para que lo chupe. Mi temperatura aumenta, corren por mis labios vaginales los deliciosos jugos, vuelvo a meter mi dedo en la concha y se lo paso a él por el hoyito del culo. Este comienza a mojarse, entro en una excitación plena y con dos dedos me abro la concha, le digo a él que meta sus dedos en ella para sacar más de mi líquido. Después se lo debe pasar por su culito y de a poco meterse los dedos en él. Mi calentura llega a su punto máximo.

Con la otra mano comienzo a masajear mis tetitas (señal de que voy a tener un orgasmo y él lo sabe), apuro mis masajes y comienza un interminable orgasmo. Le pido a mi marido que me penetre en el acto. Él lo hace de una sola embestida, metiéndome la verga hasta los testículos. Me revuelco de placer, cambiándome de posición, me coloco a lo perrito y le ofrezco toda mi concha. Él sigue penetrándome hasta que noto que va a acabar, me saco la verga de la concha y me la llevo a la boca para recibir su semen calientito y espeso. Lo trago todo, enseguida vuelvo a frotar mi clítoris hasta que se pone erecto. Entonces le digo a mi marido que se siente encima de él, se lo meto por su culito, y al instante tengo otro orgasmo. Le pido que se masturbe mientras se lo meto. Él ya sabe lo que quiero, y es verlo acabar mientras me lo estoy culeando. Al ver asomarse las gotas de semen en su polla tengo otro tremendo orgasmo. Ahora ya puede metérmelo como quiera y por donde quiera; mi sueño es poder agrandar mi clítoris unos centímetros y así poder metérselo todo a él. Y quién sabe si en una de esas me puedo culear a Carolina, mi mujer, sería como el éxtasis de mi calentura. Si alguien sabe cómo agrandar mi juguetito, avíseme.

Otra de mis mejores masturbadas ocurrió un día en mi trabajo. Estaba en mi computador revisando mi correo cuando, sin querer, apreté una tecla y apareció un video. Se llamaba "sin dolor" y era de una joven que estaba chupándole la tranca a un hombre. Este le tomaba la cabeza y la golpeaba contra su pene, metiéndoselo todo, sin parar, metía y metía el grueso miembro en la boca de la niña. Yo comencé a excitarme viendo el video y, como no había nadie en la oficina, que me dejé llevar. Al rato ya estaba muy mojada, subí un poco mi falda y corrí mi tanga rojo, me toqué la concha, frotándome el clítoris con ganas, y seguí haciéndolo cada vez más rápido. Ya estaba totalmente mojada y mi concha era una sopa de jugos. Metía mi dedo y lo sacaba para chuparlo, era una paja como ninguna otra que me haya pegado. Estaba caliente como nunca. No dando abasto mis dedos, me comencé a meter un grueso plumón que uso normalmente (para marcar los precios) y lo hice hasta adentro.

Me lo había metido todo. Puesto que mi calentura seguía y, al parecer, iba en aumento, lo saqué y lo puse en mi culito. Como estaba chorreando, no me costó mucho que entrara. No satisfecha con eso, lo paré en la silla y me senté encima, cargándome hacia abajo para que entrara todo. Ya había tenido varios orgasmos y mi calor no paraba. Estaba en eso cuando siento que alguien llega rápidamente. Me bajé la falda, pero no alcance a sacarme el plumón, así es que me hice la desentendida y me puse a trabajar en el PC. Mi colega Gabriel me miraba y me dijo:

―¿Estás contenta, cari? Se te ve coloradita.

―Sí ―le respondí―, me siento de maravilla.

El pobre Gabriel no podía imaginarse que, mientras conversábamos, yo estaba teniendo un orgasmo tras otro. Debieron ser unos diez, por lo menos. Cuando se fue mi colega, me saqué el juguete y miré la silla, que tenía una tremenda mancha de jugos. Al llegar a mi casa, rápidamente me quité el tanga. Mi marido me quiso hacer el amor. Accedí, me volví a masturbar y, la mar de feliz, le pedí que me la metiera por el culito. Ni comentar lo bien que lo pasé.

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