Nuevos relatos publicados: 11

No sé cómo ocurrió, ni cómo dejé que ocurriera 2

  • 31
  • 69.037
  • 9,30 (64 Val.)
  • 1

Después de lavarme, me metí en la ducha, abrí el grifo del agua y dejé que cayera sobre mi cabeza, sobre mi cuerpo, era como si pretendiera purificarme… ¿pero en realidad era eso lo que quería? Empecé a enjabonarme muy despacio, sentía cada poro de mi piel enervarse con el frescor del agua, ¡me sentía viva! ¡por fin, me sentía viva!

―Laura! …oí decir a mi marido sacándome de mi pensamiento.

―Dime cariño, ¡habéis vuelto ya! contesté.

―¿Salimos a cenar esta noche o sigues cansada?

―Noooo….la verdad es que he descansado bastante esta siesta…si quieres vamos a dar una vuelta y así nos vamos ambientando…¿No?

―¡Sí…eso había pensado!

De repente lo sentí detrás de mi…metido en la ducha, desnudo… Sentí cómo me abrazaba por detrás y apretaba mis pechos atrayéndome hacia él…

―La puerta! susurré

―Tranquila, la he cerrado con el pestillo.

Me dejé acariciar, la verdad es que estaba todavía caliente a pesar del polvo que acaba de echar y noté que mi marido también. Llevábamos una semana sin hacerlo y sentí cómo su polla apretaba mi culo intentando buscar su entrada. No pude evitar comparar el tamaño con la de Raúl. La verdad es que salía perdiendo mi marido y por amplio margen.

¿Qué me pasaba, Dios mío?  estaba a punto de follar con mi marido y estaba pensando en su sobrino, en cómo me había follado y en que no podía quitármelo de la cabeza.

Mientras, mi marido seguía acariciando mis tetas y descendiendo hacia mi sexo, donde al llegar, notó lo caliente que estaba….

―Ufff!!..tienes el coño ardiendo, ¿tenías ganas verdad?

―¡¡Síii…métemela, no puedo más!!

―¡Espera! voy a por un condón… dijo mi marido.

―¡Nooo... fóllame así, sin nada!

―Cariño ¿¿y si la jodemos??

―Tranquilo, ¡por una vez!... tenía que hacer que se corriera dentro de mi…así podría tapar un posible embarazo de Raúl (cada vez estaba más cachonda) no entendía ese descontrol en mi…esa calentura de hembra caliente…. definitivamente se me estaba yendo la cabeza!

Entonces sentí cómo Gustavo apoyaba su glande en la entrada de mi coño y cómo su polla entraba sin apenas resistencia… ufff!! empujé mi culo hacia atrás buscando su miembro… noté cómo mi marido ya estaba dentro de mí y la desilusión se apoderó de mi… nada que ver con la polla que había tenido hace un rato dentro …esa sensación de plenitud, de sentirme llena, de no tener que buscar nada, sólo dejarme llevar y dejarme follar….

Mi marido empezó a bombear, poco a poco, yo acompañaba el movimiento intentando sentir, intentando llegar al orgasmo una vez más, poniendo todo de mi parte sin esperar nada de él…ahora lo veía más claro…pensaba en Raúl cada vez que me embestía, intentaba creer que la persona que tenía detrás follándome era mi sobrino y no mi marido…de pronto empecé a sentir cómo mi marido aceleraba sus embestidas y sentía que estaba próximo a correrse….

―¡Córrete dentro cariño! ¡quiero sentir tu leche dentro de mí! le dije entre gemidos.

―Estas segura Cielo? preguntó mi marido mientras bufaba de gusto.

―Síii…. contesté empujando hacia atrás intentando evitar su huida (necesitaba que se corriera dentro y después ya pensaría que hacer)

―¡¡¡Me corrooo!!! mientras sentía cómo su leche inundaba mi coño. Notaba su descarga después de una semana de abstinencia, larga, abundante…caliente…y entonces me corrí yo también… más despacio, más suave, nada que ver con lo que había pasado hacía un rato con Raúl…

Notaba los espasmos de la polla de mi marido mientras se vaciaba y cómo me besaba la espalda, el cuello. Mi pensamiento no estaba allí, estaba en otro sitio. ¡Estaba de vacaciones! Me negaba a pensar con claridad.

Sentí cómo se salía de mi sexo, sin apenas notarlo. ¡Joder!  todo eran comparaciones.

Una vez terminado, mi marido salió fuera de la ducha y oí cómo se secaba y abría el pestillo de la puerta saliendo del baño.

Seguí con mi ducha. ¡Al rato entró mi hija gritando!

―Mamá! Déjame ducharme contigo. Y sin esperar respuesta se metía en la ducha conmigo.

¡Casi nos pilla! (debería tener más cuidado pensé) estaba teniendo un día de perros , aunque los perros también tienen descuidos. ¡Las perras más!  una sonrisa acudió a mi cara. ¡Me sentía feliz! Es este calor, pensé.

Bañé a mi hija con cariño mientras mi cabeza no dejaba de pensar en lo sucedido hacía un rato en el salón de la casa. Ni su charla interminable ni sus intentos por llamar mi atención hacía que centrara mi pensamiento en ella. Estaba ausente, mi pensamiento sólo acertaba a ver cómo me follaba Raúl sentada en el borde de la mesa. Salí de la ducha con mi hija detrás, mientras le secaba el cuerpo   su pelo con la toalla, me vi reflejada en el espejo algo empañado por el vapor. Vi una sonrisa en mi cara: joder Laura! ya te vale, dije en voz alta a lo que mi hija con su desparpajo habitual contestó: estás hablando sola Mamá?? y empezamos a reírnos las dos juntas.

Acompañé a mi hija a su habitación y comencé a vestirla para salir un rato a pasear y así intentar aclimatarme al calor de la tarde que ya empezaba a decaer. Me entretuve recogiendo la ropa de las dos del cuarto de baño, mientras mi hija se asomaba a la ventana de su habitación.

―¡Ten cuidado Laura! ¡sepárate de la ventana anda!

―¡Es una chica mami! ¡está hablando con el primo Raúl!

Picada por la curiosidad me acerqué a la ventana y desde dentro sin apenas asomar vi a una chica rubia, muy joven, insultantemente joven, con un pantalón vaquero muy cortito, casi pegado a las ingles ( supongo que por detrás dejaba ver los cachetes del culo) y una camiseta con un escote donde debía haber un par de botones abotonados pero que no estaban en su lugar dejando ver todo el canalillo por  donde asomaban un par de tetas que parecían pelear por no salirse del sujetador y que desde arriba no dejaban nada a la imaginación. Imagino cómo estaría Raúl ante esa vista tan espectacular.

―Vamos a estar dos días! le oí decir a la chica.

―No sé, la verdad es que no me apetece mucho ir, los campings no me entusiasman mucho la verdad sea dicha.

―Venga! nos lo pasaremos bien ya lo verás…decía la chica muy mimosa.

―Está bien! deja que haga la mochila y se lo diga a mi abuela.

―Biennn! saltó la chica de alegría.

Noté una punzada en el vientre y una oleada de calor que subía hacia mi cabeza (joder, ¿estaba celosa?)  nooo! pero a mi cabeza vino la imagen de Raúl comiéndole las tetas a la chica y una rabia contenida hizo que tirara el cepillo que llevaba en la mano sobre la cama.

―Mami: ¿qué te pasa?

―¡Nada cariño, es que hace mucho calor! Dije al darme cuenta de lo que había hecho.

―Mamá ¿dónde están mis vaqueros cortos? Dijo mi hijo llamando mi atención y haciendo que volviera a la realidad de mi vida.

―Está peinándome a mí! yo estaba primero, dijo mi hija intentando llamar mi atención.

―En el cajón de abajo de la cómoda Marcos. Le dije a mi hijo mientras comenzaba a peinar el cabello de mi hija y así controlar la situación de nuevo.

Esa era mi vida, mis hijos lo primero, mi marido, mi casa. Lo de esta tarde con Raúl había sido un lapsus que no debería volver a suceder. Sería horrible que alguien se diera cuenta de la situación y ocurriera la tragedia. ¡No me lo perdonaría en la vida!

Empezaba a procesar lo que había pasado, me lo había pasado increíblemente bien. ¡Nadie había conseguido que me corriera de esa manera, pero hasta ahí debía llegar! yo controlaba mi vida perfectamente hasta ahora, lo de hacía un rato sólo había sido eso, una bajada de defensas, una trampa debido al calor y a la falta de sexo durante una semana.

¡Si me vieran en mi trabajo, con tantas dudas, yo que siempre lo tenía todo tan claro!  aunque nadie sabe en realidad cómo es cada uno. Una vez oí decir a alguien, que cada persona tiene tres vidas: ¡La pública, la privada y la secreta! Creo que llevaba mucha razón, nadie sabía lo que llevaba en mi cabeza desde hace tiempo. ¿Acaso lo sabía yo misma?

Me vi bajando la escalera junto con Laura, mi hija, cogida de la mano. Mi marido estaba en el salón. Al verme me guiñó un ojo y yo sonreí sabiendo lo que quería decirme con ese guiño. Me sentí mal al pensar que no se merecía que le hubiera engañado y menos con Raúl, casi un crío, aunque no podía quitármelo de la cabeza. No asimilaba que hubiera podido dejarme llevar de esa manera.

¡En fin! Intenté volver a mi vida normal (si era posible que, a partir de ahora, mi vida volviera a ser normal). Fui a ver si podía ayudar a mi suegra en la cocina. Estaba recogiendo los platos y cubiertos que estaban sobre la encimera cuando oí a mi suegra hablar con Raúl en el salón. Sentí una punzada en mi vientre y mi corazón empezó a latir cada vez con más fuerza.

―Cuando vuelves? oí decir a mi suegra.

―En un par de días Abuela, me voy con Gema al Rincón de la Victoria, a un camping.

―¡Vale, pero ten cuidado anda!

―Abuela que tengo 21 años! oí decir a mi ¨sobrino¨.

―Llevas dinero?

―Sí Abuela, no te preocupes.

―Adiós Tía Laura! oí como se despedía de mi cómo si no hubiera pasado nada.

―Adiós Raúl! dije intentando parecer lo más normal posible.

Rápidamente salió al jardín y en ese momento sentí una sensación cómo de alivio y tristeza a la vez. ¡Dios!  vamos a ver si te centras de una puta vez Laura! pensé casi en voz alta.

Esa noche salimos a cenar con mis suegros y después paseamos por el puerto y el paseo marítimo, llevando después a mi hija a unas atracciones para los niños donde se lo pasó como se lo suelen pasar los niños en vacaciones y en la playa. ¡Sin darnos ni un segundo de descanso!  sobre todo, a mi claro.

Volvimos ya pasada la medianoche al chalet de mis suegros y mi hija al mismo llegar y después de pasar por el baño se metió en su cama y no tardó ni medio minuto en quedar dormida como un tronco. La besé en la frente y suspiré en voz alta.

Entré yo también al baño y sentí una punzada de dolor en mi vientre. Vaya, una buena noticia, acababa de bajarme la regla. Un problema menos, no me tocaba todavía, pero con tanto ajetreo se ve que se adelantó la naturaleza. Volví a lavarme y me acosté enseguida, yo también estaba muerta de cansancio.

Cuando subió mi marido dormía y no me enteré hasta que noté su mano acariciar mi culo. Lo miré entre sueños y le dije la situación en que me encontraba, rápidamente me dejó tranquila. Se dio la vuelta en la cama y se durmió también.

Al día siguiente desperté a eso de las nueve y salí de la cama rumbo al baño. Antes de entrar en él me asomé a la habitación de mis hijos y comprobé que los dos dormían todavía sin dar señales de querer levantarse. Tapé a mi hija con la sábana y entré en el baño.

Pasaron tres días y tocaba lo que normalmente se hace en vacaciones, bajar a la playa por la mañana con la niña. Por la tarde nos quedábamos en casa y tocaba piscina y hamaca, mucha hamaca y sol…mucho sol.

Yo cuando estoy con la regla no me gusta bañarme, así que me quedaba en la orilla tomando el sol y vigilando a mi hija. Por la tarde, tumbada en la hamaca en el jardín, unos ratos al sol, otros a la sombra. ¡Muy amenos, como veréis!

―¿Cuándo vienes?  ¿mañana? ¿vamos a recogerte a la estación?

―Cómo quieras! oí decir a mi suegra.

―Es Raúl, regresa mañana por la tarde. Dice que lo acercan en coche hasta aquí.

Noté cómo se aceleraba mi corazón al oír las palabras de mi suegra. Una punzada de deseo acarició mi vientre y noté cómo mi sexo se humedecía y eso que ya casi no manchaba (la regla me suele durar muy poco tiempo). Empezaba a notar esa sensación de excitación que había sentido la primera vez que lo vi en la cocina. Centré mi pensamiento en el libro que estaba leyendo, mientras de reojo observaba a mi hija cómo entraba en el agua con sus manguitos puestos.

A la mañana siguiente, me levanté algo más nerviosa que de costumbre. Mi pensamiento estaba en el regreso de Raúl.  No sabía cómo sería el momento en que volviera a tenerlo delante de mí y en mi nerviosismo, creía que todo el mundo se daría cuenta. Tenía que relajarme e intentar controlar la situación. Esa es tu especialidad ¿no, Laura? Me oí pensar en voz alta.

Comimos todos juntos después de subir de la playa. Mi piel empezaba a tener ese color miel que coges cuando llevas unos días tomando el sol en la playa y empezaba gustarme a mí misma. Subí a echarme un rato acostando antes a mi hija a pesar de sus quejas sobre que no tenía sueño y quería quedarse a ver dibujos en el salón. No hice caso y conseguí acostarla después de convencerla (volvía a controlar la situación).

Me quité el pantalón corto que llevaba y me dejé sólo la camiseta y las bragas debajo. Me saqué también el sujetador y rápidamente en la penumbra de mi habitación me dejé llevar por el sueño.

Me desperté pasado un buen rato cuando oí a mi hija gritar desde abajo que había vuelto Raúl. Rápidamente me levanté y salí a asomarme cuando de repente me lo encontré en el pasillo avanzando hacia mí con su bolsa de viaje en la mano. Sentí su mirada fijamente sobre mí, sintiendo como mis pezones se habían puesto muy duros sobresaliendo de la camiseta y entonces me di cuenta de cómo iba vestida. La camiseta apenas tapaba mis bragas a pesar de que yo tiraba de ella hacia abajo para taparme.

―Hola Tía Laura! ¡sí sé que me ibas a recibir así hubiera venido antes!  dijo con una sonrisa de lujuria en sus ojos.

―Hola Raúl! dije, intentando aparentar normalidad.

―Te lo has pasado bien? pregunté.

Se acercó hasta donde yo estaba, sentí cómo se aceleraba mi respiración y veía su sonrisa de autosuficiencia, de controlar la situación. De pronto vi que subía mi hija y volví a la realidad entrando rápidamente en mi habitación notando la mirada de mi ¨sobrino¨ sobre mi culo apenas cubierto por la camiseta.

―Mamá ponme el bañador y los manguitos porfa! ¡me está esperando la abuela en la piscina!

Me puse a cambiar a Laura y conseguí ponerle los maguitos después de ponerme seria con ella. Me acerqué a la ventana y desde allí apoyada en el alféizar vi llegar a mi hija corriendo y a mi suegra sentada en la hamaca cómo le ayudaba a quitarse las sandalias ante la impaciencia de mi hija por meterse en el agua.

―Carmen (así se llama mi suegra): Dónde paran los hombres?

―Se fueron a pescar… jajaja j… o a intentarlo al menos.

―Han dicho cuando vuelven al menos? ¡lo digo por la cena!

―Cuando oscurezca han dicho! contestó mi suegra.

―¿Marcos también ha ido con ellos? pregunté.

―Sí. Dice que quería ver quién pescaba más, ya ves, ¡cómo si no los conociéramos!

―Al final dirán o que hacía aire o que los han echado de nuevo, vete tú a saber! contestó mi suegra.

De repente sentí la presencia de alguien detrás de mí. Cuando quise echarme hacia atrás noté algo duro sobre mis nalgas y unas manos que me apretaban las tetas y a la vez me empujaban hacia dentro.

―Hola tía Laura ¿me has echado de menos? yo a ti mucho, ya ves cómo vengo.

―Suéltame capullo! ¡tu abuela está ahí abajo!  intenté soltarme pero él era mucho más fuerte que yo y me tenía abrazada por detrás aprisionándome las tetas con sus manos mientras sentía su polla en mi culo, queriendo atravesar mis bragas que era lo único que la separaba de su destino.

Empezaba a ponerme muy nerviosa, a la vez que notaba cómo mi coño empezaba a mojarse sin que lo pudiera evitar. Temía que mi suegra se diera cuenta de lo que estaba pasando.

Raúl estaba como loco, lamiendo mi cuello y mi oreja mientras seguía sujetándome a la vez que intentaba soltarme cada vez con más fuerza. Con la mano derecha bajo por mi vientre hasta llegar a mi pubis, apretándolo con fuerza con la mano abierta.

―¡Por favor Raúl, suéltame!  ¡o grito!

―Grita si quieres, me decía al oído jadeando.

―Dios!! estaba como loco y me estaba excitando a mí también, pero no podía ceder otra vez (¡esta vez no!).

―Laura! oí decir a mi suegra desde abajo.

―Suéltame joderrr! conseguí que me soltara y me asomé de nuevo a la ventana.

―Dime Carmen!

―Qué hacemos de cena? ¡si te parece hacemos una tortilla de patatas!

―Muy bien! conseguí responder sin que notara mi nerviosismo.

De repente sentí como Raúl se agachó y tiró de mis bragas hacia abajo. Intenté sujetarlas con una mano, pero de un tirón consiguió bajármelas del todo y sacarlas de mis pies. Allí estaba hablando con mi suegra mientras el macarra de mi ¨sobrino¨ tenía una perspectiva de mi entrepierna y sobre todo de mi coño que empezaba   a no poder controlar el flujo muy a mi pesar y a sentir cómo lubricaba mi vagina.

―Estaba loco por volver a follarte Tía Laura! le oía decir mientras mi suegra no paraba de hablarme.

Sentí como pasaba uno de sus dedos por los labios de mi coño y un temblor empezó a recorrerme la pelvis dando vueltas y concentrándose en mi raja que poco a poco y ya sin freno comenzaba a inundar mi coño mientras Raúl introducía un dedo dentro de él.

―Ufff! no pude evitarlo mientras mi suegra me preguntaba si me pasaba algo, que me notaba muy roja.

―Es el calor Carmen! (respondí mientras notaba como Raúl metía otro dedo dentro de mi coño y lo dejaba dentro sin moverlos).

―Voy a ducharme a ver si se me pasa! mientras metía mi cuerpo en la habitación y cerraba las cortinas.

―Pero que te has creído imbécil! ¡ha estado a punto de darse cuenta!  dije mientras le empujaba para intentar separarme de él.

Entonces se abalanzó sobre mí y me abrazó intentando besarme en la boca. Yo me negaba moviendo la cabeza de un lado a otro mientras él me besaba en el cuello, la cara, los labios cuando no podía esquivarlo, era una lucha sin cuartel donde estaba claro que la que iba a perder era yo, él era mucho más fuerte y nuestros cuerpos entre el esfuerzo, el calor y la excitación del momento comenzaban a empaparse de sudor.

De repente él parecía que me dejaba en paz, pero me confié y agarró mi camiseta y la rompió por mi pecho dejando mis tetas al descubierto. Eso lo puso fuera de sí.  Me tiró sobre la cama, cayendo encima de mí, mientras aprovechando su peso y su fuerza lamía mis pezones, primero uno y después el otro mientras yo sollozaba y le pedía por favor que me dejara ya.

Él, cuanto más le suplicaba más se excitaba, hasta que noté como abría mis piernas con las suyas y colocándose en medio de mi sentía como apoyaba su polla en los labios de mi coño y con un golpe de cadera y sin miramientos, metió su polla hasta los huevos dentro de mi coño.

Diosss!! me agarré a sus hombros para sujetarlo. ¡Entró como si mi chocho fuera de mantequilla!  y se quedó ahí empalándome, sin moverse, mientras noté como me faltaba el aire, como boqueaba de gusto al sentir ese pedazo de carne dentro de mí y de una sola vez.

―Qué gusto da follarte Laura! ¿quieres que siga?

Permanecí callada mientras intentaba sacarlo de dentro. Cada vez que me movía, una oleada de placer subía por mi vientre, seguía intentándolo. ¡El cabrón no se movía!  intenté moverme yo y sentí cómo mi coño empezaba a estrujar su polla, como se había rendido a semejante arma. Mi cabeza quería parar, mi coño quería seguir….

― ¿Dime? ¿Sigo?

Iba a contestarle y cuando abrí la boca metió su lengua dentro y me besó como si le fuera la vida en ello. Intenté resistirme, pero cuando me di cuenta me encontré respondiendo a su beso, metiendo mi lengua dentro de su boca también mientras intentaba follármelo moviendo mis caderas, empujando hacia él. Empezaba a desesperarme de ver que no se movía. Quería acabar cuanto antes, en parte porque lo estaba deseando y en parte por el peligro que suponía la situación.

―Sigue cabrón! ¡acaba cuanto antes!

―No así no! ¡pídemelo como se piden las cosas!

―Por favor!

―Por favor qué! ¡sigue moviéndote!

―No! ¡así no!

―Sigue follándome! ¡vamos, no te pares ahora!

Se salió de mi dejando su glande en mi entrada y empujó de golpe de nuevo volviendo a entrar dentro mí. Ahhhh!!! ahora empezó a bombear cada vez más fuerte, notaba sus huevos chocar con mi culo con cada embestida…siii…sigueee….ayyyyy ….notaba su juventud en cada empujón. Abrí mis piernas y las cerré sobre sus caderas. Agarraba mis tetas como si se le fueran a escapar, notaba mi coño apretar cada vez más fuerte. Lo oía bufar como un toro empujando, mi chocho ordeñando su polla. Que bien me follaba el cabrón, mandando, manejando la situación, sentía mis tetas como se movían con cada empujón una y otra vez. Empezaba a notar cómo se nublaba mi vista, como llegaba a mí, esa sensación de bienestar, de palpitación en mi sexo….

―Te voy a follar cuando y donde quiera, ¿me entiendes?

―Vas a estar deseando que te la meta, que te trate como a una zorra. Te gusta, ¿verdad putita??

―Siiii…me encanta, sigue, no te pares! quería meterlo dentro de mí, dentro de mi coño. Sentía la punta de su polla chocar contra el cuello de mi útero, era una sensación nueva, distinta a cualquiera que había sentido hasta ahora y de golpe noté como llegaba el temblor, el éxtasis, los calambres. Empecé a gemir en voz alta, ya no me importaba en ese momento, quería dar rienda suelta a lo que tanto había deseado y había buscado, el dominio sobre mi persona, sobre mi coño. Empecé a temblar sin parar y en ese momento noté como Raúl, empezaba a bufar y su polla a contraerse y empezó a correrse, los dos a la vez buscándonos deseándonos, los cuerpos unidos por el sudor pegajoso y al final el clímax, mis piernas abrazadas a sus caderas impidiéndole salir de mí, mientras sentía las contracciones de su polla descargando su leche en mi chocho, llenándome.

―Hasta que nos quedamos abrazados, juntos, notaba su miembro aflojarse, rendirse, aunque no quería que saliera de dentro de mí, no quería notar su vacío y salió como había entrado. Se fue y me dejó sola en la cama, tapándome el coño con mis manos, disfrutando de una parte de él. Me acurruque sobre mí, abrazando mi vientre, hasta que reaccione y me di cuenta de donde estaba y empecé a sollozar, con espasmos. No entendía nada, era una sensación entre felicidad y tristeza, una especie de locura,

De repente me vestí como pude, me puse las bragas y rápidamente me puse un vestido corto y salí corriendo hacia el baño. Cerré la puerta y me apoyé en ella. Una sensación de agobio me invadió y empecé a llorar, sin consuelo, sin esperar a nadie para aliviarme. Estaba en sus manos, lo que me había dicho era cierto, iba a estar deseando que me follara, que me poseyera, que hiciera conmigo lo que quisiera. Era lo que había estado esperando desde siempre. ¡Lo había encontrado!!

Esa tarde y después de cenar, estuvimos un rato en el jardín tomando el fresco y yo estaba como ausente, en otro mundo. Mi marido se dio cuenta y mi suegra también.

―Qué te pasa Cariño? Tienes mala cara… dijo mi marido.

―Esta tarde ya la noté yo también bastante rara! dijo mi suegra.

―Tengo un dolor enorme de cabeza y no se me pasa, me voy a acostar enseguida a ver si se me quita…dije como disculpa.

En cuanto pude me disculpé y subí a mi habitación a acostarme. Me hice un ovillo en la cama y me quedé dormida muy pronto, con un sueño pesado y profundo. ¡Muy profundo e inquieta, muy inquieta!

Al día siguiente me levanté más tarde de lo habitual. Mi suegra ya había hecho el desayuno a mi hija y estaban preparando las cosas para la playa. Decidí irme con ellas también, no me atrevía a quedarme sola en casa con Raúl, no respondía de lo que pudiera volver a pasar. Mientras, ni rastro de él. No quise preguntar para no levantar sospechas. Parecía que se me notaba en la cara lo que había pasado.

Bajamos a la playa y entre juegos con mi hija y algún baño que otro mientras tomaba el sol, se fue pasando la mañana y así empecé a sentirme mejor y a disfrutar de mis vacaciones.

No paraba de pensar en todo lo que me había pasado en estos días. El cambio que había tomado mi vida. Sabía que ya nada iba a ser como antes. Había iniciado un camino hacia una pendiente que, si bien era lo que tanto había estado esperando, no sabía a dónde me iba a conducir. No tenía la sensación de manejar la situación, pero eso era lo que más me excitaba… ¿o no?

Volvimos a eso de las tres de la tarde al chalet y nos enfrascamos mi suegra y yo en preparar la comida para todos.

Enseguida aparecieron los hombres que hoy habían estado en la lonja y traían pescado fresco para la cena, aunque al parecer ya tenían planes para irnos a cenar a Salobreña, mi suegro quería ir a un restaurante que le habían recomendado. O sea que el pescado lo dejaríamos para el día siguiente.

Después de comer y recoger la mesa nos echamos un rato de siesta hasta las seis de la tarde.

Esa tarde se quedó mi marido en casa. Mejor, así evitaba tener que andar con cuidado de nuevo. Aunque ni rastro de Raúl. Yo seguía sin preguntar por él.

A eso de las nueve y media empezamos a salir de la piscina y a arreglarnos para irnos a Salobreña. Salobreña está cerca de Almuñécar, a unos 15 km, pero a esas horas de la noche lo normal es que tardáramos sobre unos 45 minutos en llegar por el tráfico tan intenso que hay en esa carretera en pleno agosto.

Nos duchamos y duchamos a la niña. Mi hijo Marcos dijo que había quedado con sus amigos y se quedaba en Almuñécar. De repente apareció Raúl. Mi marido le dijo dónde íbamos y si se apuntaba. ¡El me miró de arriba a abajo y dijo que vale!  que se apuntaba.

Me puse bastante nerviosa sin que nadie se diera cuenta. No me apetecía estar toda la noche pendiente de que no se me notara nada y no sabía si Raúl estaba por la labor de comportarse y no dar la nota.

Comencé a vestirme muy despacio. Me puse un tanga blanco con un hilo bastante fino y por delante apenas tapaba mi sexo con el vello muy cortito que apenas se notaba. Me puse un sujetador también blanco y muy suavecito para que no me apretara y así ir fresquita. También me puse un vestido corto, unos cuatro dedos por encima de mi rodilla, muy vaporoso y que se abría cuando me sentaba para estar cómoda ya que teníamos que montar en coche un rato. El vestido tenía un escote bastante generoso que resaltaba el canalillo de mis pechos.

Cuando bajé al comedor, Raúl me comía con los ojos, no pude evitar mirarle para ver su expresión y el muy fresco se pasó la lengua por sus labios mientras lo miraba. Rápidamente le retire mi mirada.

Salimos al coche (el de mi marido es un todoterreno grande) y ahí empezó el primer problema de la noche. El asiento de la niña iba en el centro del asiento trasero. Y para no coger dos coches decidimos ir todos en el mismo. Mi marido tuvo la genial idea de que fuera encima de Raúl ya que mi suegra iba también en el asiento de atrás al lado de la niña. Raúl abrió los ojos de asombro cuando vio la oportunidad que se le iba a presentar esa noche, aunque esperaba que tuviera un poco de sensatez y valorara que íbamos todos juntos y podían darse cuenta si cometía alguna tontería.

Até a la niña en su asiento y mientras me agachaba para meter mi cuerpo en el coche buscando los anclajes del cinturón de seguridad de la silla observé de reojo que Raúl no me quitaba ojo de mi culo que tan sugerente se le ofrecía. Tomé aire, dejé que pasara al asiento y me senté encima de sus piernas, cerrando las mías para así evitar abrirlas y facilitarle el asedio.

―¿Vas cómoda cariño? preguntó mi marido.

―¡Sí, no te preocupes!  contesté con la mirada fija en el salpicadero del coche.

Durante el viaje intenté no moverme sobre las piernas de Raúl y él se comportó más o menos bien hasta que llegamos a Salobreña y al bajarme del coche me tuve que escurrir de sus piernas hacia afuera y con la idea de ayudarme puso su mano en mi culo y mientras me ayudaba lo apretó más de lo deseable para ser un empujón y de pasó apoyó su mano por debajo de mi vestido tocando mi nalga derecha que se erizó al contacto de su mano.

Descendió él también del coche y me incliné para soltar a la niña no dándome cuenta que, con el trajín de la tarea, mi vestido se había quedado subido, mostrando más de lo que sería deseable. Cuando me di cuenta, lo bajé sin darle importancia, total ya había visto bastante más de lo que estaba enseñándole ahora mismo. Noté mis pezones endurecerse (ya empezamos, pensé).

Entramos los seis en el restaurante. Era un sitio con una terraza bastante grande y con un jardín muy bien cuidado, la verdad es que era un sitio acogedor. Nos sentaron en una mesa en forma de U. Raúl se las ingenió para caer a mi lado al fondo de la mesa, mientras que mi marido y sus padres se sentaron alrededor dejando a mi hija a mi lado para atenderla.

El sitio era poco iluminado con la sola excepción de un par de lámparas pequeñitas que había sobre la mesa que daban suficiente luz para ver los platos y de paso no dar mucho calor en una noche ya de por si calurosa a pesar de estar al aire libre. La mesa tenía un mantel que caía a los lados de la mesa y en parte tapaban un poco las piernas.

Pedimos las bebidas y poco a poco empezamos con la cena que se fue animando a medida que iba cayendo una de las botellas de vino que pedimos. Mi marido apenas lo probó ya que era el que tenía que conducir a la vuelta. Yo tomé un par de tragos de la botella y eso unido a que antes me había tomado un par de cañas ya empezaba a pasarme factura y me encontraba un poquito alegre (un día es un día, pensé).

Me ocupé de mi hija durante la cena y con el paso de la noche iba notando que mi vestido, entre lo corto que era y el estar tanto tiempo sentada se me iba subiendo dejando gran parte de mis muslos al descubierto. Me encontraba feliz allí con mi familia. En un momento de la cena y debido a la cerveza y al vino me entraron ganas de ir al baño. Como estaba en la parte interior de la mesa y a mi derecha estaba mi hija y mi suegra después, decidí salir por la izquierda, es decir tuve que pasar dando la espalda a Raúl y después a mi suegro. Al pasar por encima de Raúl, noté como su mano acariciaba la parte interior de mi muslo que ante la sorpresa y la caricia hizo que sintiera una oleada de calor que ascendió hacia mi sexo sin que lo pudiera evitar. Lo miré como si lo pudiera fulminar con la mirada y seguí hacia mi destino.

Hice cola ante el aseo de las mujeres y cuando pude entrar baje mis bragas y eliminé parte de la bebida que había ingerido durante la cena. Al secarme noté como mi sexo estaba algo húmedo. Joderr!!! si solo ha sido un roce, pensé.

Volví a la mesa y tuve que hacer el camino opuesto a como salí. Primero pasé dando la espalda a mi suegro y después pasé sobre Raúl esperando que volviera a hacerme lo mismo, pero me equivoqué y me dejó pasar. Me senté en mi sitio y coloqué bien la servilleta a mi hija para que empezara con el postre. En ese momento la mitad de las luces de la terraza se apagaron dando paso a la música de cumpleaños feliz y a una tarta con bengalas que hizo que todos los que cenábamos allí mirásemos en esa dirección. Mientras casi todo el mundo cantaba en dirección a la mesa donde estaba situada la tarta, noté como una mano acariciaba mi muslo izquierdo y me dejaba helada con el atrevimiento. Era Raúl que con total disimulo había metido la mano y miraba hacia donde todos mientras llegaba hasta mi entrepierna, acariciando mi raja por encima de mis bragas. Cerré las piernas de golpe impidiéndole llegar más lejos y sujetándole la mano, mientras le fulminaba con la mirada. El hizo más fuerza y llegó hasta mis bragas apartándolas por un lado y metiendo un dedo en mi coño ya de por si algo mojado. Estaba muy nerviosa, notaba su dedo dentro de mí y como se movía. De repente encendieron las luces y con toda la calma y el disimulo del mundo sacó su mano de dentro de mis muslos y con total descaro y mirándome se metió el dedo en la boca saboreándolo con cara de vicio sin que nadie reparara en su gesto. Le di un pisotón con el tacón de mi zapato y dio un respingo.

―Qué te pasa Hijo? preguntó mi suegra.

―Nada abuela, que me he dado en la rodilla con la mesa…mientras me sonreía el muy cabrón.

No volvió a intentar nada el resto de la noche y después de acabar de cenar, la casa nos invitó a un par de chupitos que hasta mi suegra bebió y así pedimos la cuenta y pagamos yéndonos poco a poco hacia el coche. La verdad es que me notaba un poco achispada y como si fuera pisando huevos. Ya era sobre la una de la madrugada y Raúl tuvo que cargar con mi hija que ya a esas horas andaba muy cansada. Llegamos al coche y el chico sentó a mi hija en  su asiento  y mientras mis suegros ocupaban los suyos (mi suegro delante junto a mi marido que también estaba ya dentro del coche y mi suegra detrás al otro lado de la niña) me incliné hacia delante para colocar el cinturón a mi hija y entre que estaba algo oscuro donde habíamos aparcado el coche y que con la bebida me notaba algo torpe, tardé un poco más de lo que debiera quejándome de que no encontraba donde abrochar el cinturón, momento que aprovechó Raúl para en un movimiento muy rápido y sin que nadie se percatara meter sus manos bajo mi vestido y tirar con fuerza del hilo de mi tanga hasta romperlo. Me quedé de piedra y rápidamente abroché el cinturón y me hice hacia atrás para dejarle que se sentara todavía estupefacta por lo que acababa de hacer delante de todos. Notaba mi tanga colgando y mi sexo al aire con la acción del imbécil de mi ¨sobrino¨.

Una vez sentado Raúl, intenté meterme en el coche encima de él notando como elevaba un poco las piernas haciéndome abrir las mías para colocarme encima. Noté como al sentarme había echado mi vestido hacia atrás yéndome a sentar encima de sus muslos ya sin la barrera del vestido ni del tanga que me acababa de romper. Mi marido puso el coche en marcha y apenas habíamos hecho unos cientos de metros, mi hija empezó a dormir y mi suegra casi que también apoyada en el asiento de mi hija.

Conforme entramos en la carretera que nos conducía a casa empezamos a notar gran cantidad de tráfico que hacía cada vez más lento el viaje. Ya contábamos con eso.

―Vas cómoda Tía? me preguntó Raúl.

―Sí, no te preocupes contesté a mi vez.

De pronto empiezo a notar las manos de Raúl acariciando mis costados y bajando hasta mis muslos por debajo del vestido. Un escalofrío recorrió mi espalda ante el avance del joven al cual intenté sujetar agarrando sus manos para detener su avance. Su fuerza era mayor que la mía y para evitar algún movimiento que delatara lo que estaba pasando tuve que ceder ante lo que era una locura propia de la edad y de la que no había calculado las consecuencias que podían derivar si mi marido se daba cuenta de lo que estaba pasando.

Sus manos siguieron hasta la cara anterior de mis muslos acariciándolos por debajo del vestido. Notaba como se erizaba la piel de mis muslos ante su avance. Sus manos descendieron hasta el interior de mis muslos buscando lo que yo tanto temía. Al no tener puesto el tanga, su mano derecha llegó hasta mi sexo, acariciándolo por encima de mi monte de venus y lo hacía con la palma de la mano abierta abarcándolo en su totalidad y descendiendo con un dedo hasta mi raja que iba señalando hasta buscar su abertura y llegar hasta mi clítoris que ya estaba inflamado y esperando ser acariciado.

Intenté una vez más detener el avance de sus manos ante el pánico mezclado con la excitación que empezaba a sentir, pero no pude al sentir como con su mano izquierda llegaba hasta mi pecho y empezaba a acariciarlo amasándolo y apretando mi pezón que empezaba a sobresalir a pesar del sujetador. ¡Me estaba poniendo a cien el muy cabrón!

Mientras, con su mano derecha seguía acariciando mi clítoris que ya estaba para reventar. De repente el tráfico se paró y oí a mi marido como empezaba a protestar mientras veía a mi suegro como apoyaba su cabeza en el respaldo y al igual que mi suegra se quedaba dormido. Mi marido puso un poco de música para crear un ambiente distendido supongo y casi sin volverse me preguntó cómo iba. Yo le contesté que bien que no se preocupara (si tú supieras, pensé para mí).

Notaba la mano de Raúl sobre mi coño metiendo el dedo cada vez más dentro ante mis esfuerzos por no delatar lo que estaba ocurriendo detrás de mi marido, sintiendo como poco a poco, mi sexo respondía a sus caricias y empezaba a mojarse cada vez con más intensidad. Su osadía como me estaba temiendo no paró en tocar mi coño si no que al poco de volver a iniciar la marcha, sentí como me levantaba un poco de sus rodillas y con la otra mano vi como se bajaba la cremallera del pantalón y soltaba el botón. ¡De repente me di cuenta de la que pretendía hacer!!  estaba más loco de lo que creía!

Sentí como su polla, una vez fuera de su pantalón, tocaba mi coño por fuera alojándose entre mis muslos sobresaliendo por encima de ellos. Sentía su roce sobre mis labios y como apretaba mi raja con su dureza.

Yo estaba muerta de miedo al ver lo que podría pasar si mi marido o alguno de mis suegros se daba cuenta de lo que pasaba, aunque el cabrón lo había disimulado muy bien entre el vestido y la rotura de mi tanga. El coche iba muy despacio ante el monumental atasco que había en la carretera. Mi marido muy pendiente del tráfico porque lo mismo andábamos que nos parábamos de golpe.

Al pararnos de nuevo, sentí como me elevó con sus manos agarrando los cachetes de mi culo y enfiló su polla hacia la entrada de mi coño y al momento se encajó en ella (parecía conocerse el camino muy bien, pensé). Una vez en mi entrada me fue dejando caer mientras mi coño se iba abriendo y engullendo la cabeza de su miembro: de repente mi marido hizo ademán de seguir, pero el coche de delante frenó y esta vez su polla entró de golpe y un ¡¡ahhhh!! salió de mi boca al sentir como se abría camino dentro de mí y me quedaba ensartada en ella sin dejarme fuera ni un centímetro.

―Te has hecho daño cariño?

―No, sólo me he dado en la rodilla y me he asustado, pero ya está…

Raúl seguía con su polla dentro de mi coño. Mi respiración comenzaba a agitarse muy despacio sin querer delatar lo que estaba pasando dentro de mí. Oía a Raúl como se acercaba a mi brazo y lo besaba mientras movía su culo en el asiento intentando mover su polla dentro de mí. Me apiadé de él y buscando mi propio placer y que acabara pronto empecé a mover mi culo girándolo cada vez en una dirección mientras el joven me levantaba como podía y me dejaba caer cada vez con más fuerza sintiendo como su polla horadaba mi coño y apretaba el cuello de mi útero con cada embestida.

Los pezones los notaba cada vez más duros. Mis tetas parecían quererse salir del sujetador y mi coño empezaba a querer cada vez más y más rápido a pesar de la incomodidad de la situación. Raúl empujaba su polla con sus 20 años y esa barra de carne iba haciendo su trabajo empecé a concentrarme apoyando mi cabeza en el asiento de mi marido, mientras con mucho cuidado levantaba mi culo y me dejaba caer sintiendo como en cada embestida mi corazón se aceleraba cada vez más y empezaba a llegar lo que tanto esperaba. Mi coño empezó a palpitar ante la inminencia del orgasmo y mi vagina haciéndose dueña de la situación empezó a cerrar sus paredes apretando la polla intentando sacarle todo lo que llevaba dentro y a la cuarta vez lo consiguió al oír como el chico, apretando su boca contra mi espalda, para no gemir en voz alta, empezaba a correrse con espasmos cada vez más fuertes que dejaron mi coño encharcado entre su leche y mis jugos. Seguí contrayendo mi coño, intentando dejar lo máximo posible de su descarga dentro de mí para no manchar el coche y que mi marido no sospechara nada al día siguiente.

Una vez acabamos, me quedé empalada esperando que una vez satisfecho bajara su miembro y poder salir del coche sin que nadie se percatara de la situación. Seguí con su polla dentro hasta que llegamos al chalet de mis suegros. Allí con la ayuda de Raúl, la saqué de dentro de mi coño dejándome el vacío al que ya estaba acostumbrada. Dejé caer mi vestido y tapándolo un poco dejé que se abrochara el pantalón no sin antes guardársela dentro de su calzoncillo.

Solté a mi hija que seguía durmiendo y Raúl la cogió en brazos subiéndola a su habitación. Le seguí cabizbaja pensando que estaba yendo demasiado lejos y que me estaba dando cuenta una vez pasado el peligro. Nunca había sentido lo que sentía con este chico, eso también era cierto.

¿Merecía la pena tanto riesgo?

 

CONTINUARA….

(9,30)