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18 y 54

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Cuando cumplí 18 años, tuve que dejar la preparatoria por problemas familiares en mi casa, el divorcio de mis papas y un montón de cosas, por las cuales me vi forzada a empezar a trabajar. Entré como secretaria y asistente a la delegación Benito Juárez, gracias al contacto de una amiga de mi mamá.

Yo era una jovencita guapa, siempre he sido guapa, bustona y nalgona, delgada, lo cual sin duda ayudó mucho a que se me abrieran muchas puertas desde puberta (me empecé a desarrollar como a los 11 o 12 años). Cuando empecé a trabajar en la delegación conocí a J.J., resultó ser el jefe de todos ahí, tenía 54 años, era feo muy feo, moreno, panzón, nada nada agraciado pero tenía algo que hizo que me fijara en él desde el primer momento (y no me refiero al dinero que si tenía y mucho pero eso jamás me ha movido) tenía poder, era un líder, un personaje de autoridad, de manos grandes y fuertes, toscas, así como sus facciones, voz gruesa, inmediatamente se notaba su presencia e imponía respeto en todas las personas que trabajamos con y para él.

Así como yo noté su presencia de inmediato, él sin duda notó la mía, cada vez que nuestras miradas se cruzaban o él se dirigía a mí para darme una instrucción o una orden yo me ruborizaba, no podía ocultar la atracción que sentía por este hombre tan poco agraciado, pero tan imponente. Supongo que la falta de un padre (se fue de casa cuando tenía yo 15 y se divorció de mi mama cuando yo tenía 17) me hacía buscar, fijarme en estas figuras paternas de autoridad.

Pasé rápidamente a ser su asistente personal por petición de él, lo acompañaba a comidas y diligencias, y poco a poco empezamos a enamorarnos. Él era casado, aunque separado y tenía dos hijas y un hijo, todos mayores que yo, pero aun así no era impedimento para salir y estar juntos. Teníamos que ser muy discretos, aunque estoy segura que la gente de la oficina notaba que había algo entre nosotros, yo no era virgen desde los 15, pero eso es algo que ya contaré más tarde, ya tenía experiencia suficiente para saber cómo complacer a un hombre de su edad.

Nos hicimos novios a los 2 meses de que empecé a trabajar ahí, yo tenía 18 años y 5 meses y él casi 55 años, le gustaba llevarme a comer o cenar a restaurantes caros, comprarme ropa, especialmente vestidos, zapatos y lencería, Al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos, recuerdo que la gente en la calle nos veía pasear de la mano y se quedaban con cara de incredulidad, un hombre mayor y poco agraciado (eso si muuuy bien vestido) con una barbie de 18 años, con vestiditos, mini faldas y tacones altos, blusas escotadas. A mí me encantaba vestirme así y a él le encantaba presumir a su mujer, a su princesa, a su hembra. En la cama realmente ha sido el mejor amante que he tenido, su experiencia de hombre de 55 años, pero con la vitalidad de uno de 20, teníamos sexo dos o tres veces al día.

Después de comer o cenar juntos le gustaba que fuéramos a escoger lencería, los ligeros, las medias, las tangas y los babydolls lo volvían loco, me compraba todo lo que yo escogía y obviamente llegábamos a la casa a estrenarlo. Desde que íbamos en el auto mientras el manejaba me metía la mano en la falda hasta removerme la tanga y llenarse los dedos de mí, me daba dos o tres orgasmos manuales antes de llegar a casa. Cuando había poco tráfico yo le mamaba la verga mientras manejaba, cuando llegábamos a casa subíamos a la recámara, me cambiaba en el baño y salía para modelarle la ropa que me acababa de comprar, le bailaba un poco como si fuera una teibolera, una putita de 18 años, hasta que ninguno de los dos aguantaba más, él con su erección enorme y deliciosa y yo con la tanga mojada a chorros y nos entregábamos el uno al otro en un intercambio de cuerpos, de sudor, de fluidos, de aromas, de sabores.

Hacíamos el 69, me subía en él para que mientras me penetraba pudiera besarme, morderme, acariciarme las tetas, después me ponía de perrito, me jalaba el cabello mientras me penetraba, me daba nalgadas y me decía que era su perrita, su putita, que le excitaba mucho estarse cogiendo a una escuincla, a una princesa de mi nivel siendo el un viejo, eso le calentaba mucho y a mi aún más. El escucharlo y el saberlo, después me levantaba las piernas y me penetraba, ya cuando estaba a punto de terminar me ponía de misionero, me gustaba sentirlo y verlo así, encima de mí, sudando, gimiendo como una bestia, fuerte, tosco, maduro, varonil, dominante, pero a la vez, tener a esa figura de tanta autoridad y poder a mis pies con mi belleza y mi sexo.

Él me avisaba y yo le decía cosas para que se viniera más rico, que era su putita, que él era mi rey, le gustaba mucho venirse adentro de mi (yo ya tomaba la pastilla así que nunca hubo ningún problema). Cuando él terminaba yo fácilmente había tenido cuatro o cinco orgasmos, a veces sin contar los del coche.

Estuvimos juntos por tres años, terminamos por un ultimátum que le pusieron sus hijas, en esos tres años él fue mi maestro en todos los sentidos, ya les contaré mucho más de lo que hicimos juntos J.J. y yo, su putita, su princesa.    

Anny

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