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39.1 Robin

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Aún no habían bajado todos al comedor, pero vi a Robín que anoche no había llegado. Robín es uno de los pocos chicos que cogieron en la selección de la primera convocatorio, en la que me eligieron a mí también. Es inglés y de color negro, negro ceniza, es altísimo de un metro noventa, con un cuerpo impresionante y de cara no está mal, lo que más me gusta de él es su forma de llevar los trajes, los luce con una innata elegancia como si hubiera sido modelo.

Se ha dejado crecer la barba, una perilla de chivo con no muchos pelos y a juego un bigote unido ligeramente a la barba en sus extremos, no le sienta mal y realza su impronta de hombre viril y masculino, las chicas se le comen claramente con la vista y yo lo hago con disimulo, lo que sí que lograba la perilla era alargar su cara dándole un carácter más serio.

Nos saludamos con un apretón de manos, como si nos acabáramos de conocer, no hemos hablado mucho en otras ocasiones, pero creí por un momento, la última vez que nos vimos, que se interesaba de alguna manea por mí.

Está acompañado por dos de las chicas compañeras, las saludo con un beso y voy al encuentro de otras personas de la empresa que han llegado y están desayunando en otras mesas.

Están todos vestidos con pantalones vaqueros o casuales como les gusta decir, hoy a la mañana comenzamos nuestras clases al air libre en esta escuela de los Hollowford Center, las actividades para hoy son tiro al arco y escalada. Con lo torpe que soy yo para estas cosas seguro que sufriré un accidente.

El hotel residencia es diferente al de la anterior ocasión donde nos reunieron, aquel era elegante y fino como una residencia campestre en aquel viejo palacio reconvertido, y éste resulta bastante más espartano y sencillo, en las habitaciones no tienen wifi, lo limitan a las zonas comunes, sin embargo, disponen de TV

No dejo de dar vueltas en mi cabeza a un recuerdo de la noche, Gonzalo me llamó al hotel, no a mi móvil. ¿Cómo sabe el teléfono del hotel donde me encuentro? Yo no se lo he comunicado a nadie y solo lo conoce la empresa.

Subimos a la habitación para lavarnos la boca y coger ropa de abrigo. En el grupo que subimos viene Robín, su habitación está muy cerca de la mía. El día está nublado, pero no llueve. En el programa nos advierten que la semana va a resultar de mucho trabajo físico y mental, quieren que nos vayamos preparando.

Nos reúnen para conformar los grupos de cuatro personas, dieciséis personas en total en cuatro grupos. Además de nosotros trece se han añadido otros tres chicos más, jóvenes también que no sé por qué les ha agrupado la empresa en nuestro bloque.

Me toca en el grupo de Robín con dos chicas, están bastante rollizas y creo que no haré el peor papel, tenemos un monitor por grupo. En el campo de tiro nos instruyen y no sé lo que esperan de nosotros, creo que no hay uno que logre hacer una diana, pero es divertido y se crea camaradería con nuestras risas al burlarnos los unos de los otros.

En la escalada se produce un incidente digno de reseñar. Después de las instrucciones, sobre todo en temas de seguridad, comenzamos a escalar. Hay algunos que tienen conocimientos como Robín. Vamos avanzando muy lentamente bajo la supervisión del monitor, estaba sudando del esfuerzo y el no saber nos obligaba a forzar nuestros cuerpos. Iríamos por la mitad de lo que debíamos de hacer, cuando caí libre unos dos metros al no sujetar ben mi argolla, quedé colgando de la cuerda de seguridad y otra se me enredó en una pierna quedando en una postura forzaba casi boca abajo.

El susto fue tremendo y se me escapó un grito que hizo reír a los demás cuando me vieron colgado. Antes de que llegara el monitor para socorrerme, un cuerpo se interpuso en mi visión, Robín me miraba desde la posición invertida que mantengo con una sonrisa burlona en su rostro. Pasó su mano por mi cintura y me elevó para retirar la cuerda que sujetaba mi pierna y colocó la argolla de subir en su sujeción.

Comenzó a pasar sus largas y fuertes manos por mi pierna haciendo una ligera presión.

—¿Sientes dolor?  —negué con la cabeza, aún no se me había ido el susto. Continuó su exploración llegando hasta donde me sujetaba el arnés, creo que en esa parte lo que hacía era acariciar.

—¿Todo bien?, ¿tampoco te duele aquí?  —le miro sorprendido por su atrevimiento que solo lo notaba yo.

—No tengo ningún dolor, no me debo haber roto ninguna parte del cuerpo, gracias Robín —mientras hablaba le retiré las manos.

—Hubiera sido una lástima que unas nalgas tan bonitas hubieran resultada dañadas —sonreía travieso y me guiñaba un ojo, consiguió que me desestabilizara emocionalmente, jamás pensé que a Robín le fueran los chicos y nunca le había notado nada en las tres ocasiones que hemos estado juntos, mejor dicho, algo sí, pero creía que era mi imaginación.

A pesar del incidente no resultamos los peores y coronamos la meta antes que otros dos grupos. La clase tiene que ser interrumpía antes de que termine al comenzar a nevar con fuerza.

Al terminar resulto el bufón de turno, y aprovechan para reír de la situación que creé, son bromas amistosas que no ofenden, pero me ponen rojo.

Robín se porta bien y no vuelve a realizarme sugerencias de tipo sexual si es que lo fueron, es más, casi no me dirige la palabra. Nos tenemos que duchar para ir a comer y la comida es un murmullo de voces altas. Ahora ya, con la confianza del tiempo común compartido, quieren hablar de todo.

A la tarde tenemos talleres de trabajo, primero para realizar una evaluación de lo hecho a la mañana, qué es lo que ha estado mal o bien, cómo se podía haber hecho mejor, cómo ha trabajado el equipo y cosas de ese estilo. Después tenemos que ensayar presentaciones para hablar en público, servir de animadores para conseguir la participación de los demás en discusiones abiertas.

Tenemos que pensar, pero resulta divertido y más o menos este será el programa de la semana, un par de tardes tendremos las visitas de algunos directivos que nos hablarán y espero que Joel aparezca por aquí en esta ocasión.

Nos dejan libres un par de horas para divertirnos en las salas de juegos de que disponen, o cada uno aprovecha el tiempo para lo que desee hacer. Hubiera llamado a Vasiliy, pero la ciudad de Leeds no está cerca precisamente, y tampoco quiero que tenga esperanzas de que nos vayamos a ver ya que es poco probable.

Cuando salgo de mi habitación Robín está buscando algo en sus bolsillos que no encuentra, me pide que le espere un momento y vuelve a entrar en su habitación, le sigo atendiendo una indicación de su mano.

Mientras sigue buscando me fijo en una foto que tiene en el mueble de la TV, es un niño de unos siete u ocho años con un hombre mayor, están en una playa posando para la fotografía. No pregunto, pero Robín habla con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mi hijo y mi padre. ¿A que es guapo el condenado?  —coge la foto y la besa.

—Es un chico muy lindo —le miro a él que luce como un pincel con su traje azul marino y corbata burdeos de líneas blancas, el niño se parece a él.

Después de cenar hablamos y algunos juegan a las cartas y al billar, todos toman sus copas, imagino que como la vez anterior permanecerán hasta muy tarde. Pido una tónica perfumada de unas gotas de ginebra y limón. Subo a por mi ordenador para trabajar un poco en el salón y usar el wifi que aquí sí que funciona.

Era tarde y me despedí para ir a la habitación, Robín me siguió y subimos en silencio, cuando llegamos a la puerta de su habitación se detuvo sin abrirla.

—Estaría muy bien el pasar la noche juntos, así hablamos y nos conocemos mejor, creo que los dos lo necesitamos —el chico era directo, aunque no estaba muy seguro de mí respuesta, a su sinceridad le respondí de la misma manera.

—En otra ocasión será, ahora no tengo humor —pensé que me faltaba alegría y me sobraban las ganas. Abrió la puerta y agarrando mi brazo me metió detrás de él.

Empujó la puerta con el pie y abrazó mi talle con sus brazos, no me podía mover con la maleta del ordenador en mi mano. Atrapó mis labios con su ardorosa boca y me obligó con la fuerza de su lengua a dejarle paso. En un momento estaba respondiendo al beso y abrazando su espalda con mi mano libre, Su barba y bigote me hacían cosquillas, pero por lo menos, al ser sus labios tan gruesos, no estaba rozándome en todo momento con sus pelos.

—Robín por favor, será en otra oportunidad, ¿qué iba a decir tu hijo y tu padre si te vieran? —se lo dije para gastarle una broma y así lo cogió él soltando una carcajada estruendosa.

—Dirían que me lo pase bien y disfrute —no paraba de reír y no reducía la fuerza de su abrazo. Sentí en mi cintura la dureza extrema de su verga. Juro que me retiré porque quería llamar a Nicolás o esperar su llamada. Estaba muy caliente y Robín, por lo que se podía apreciar, era capaz de dar placer a cualquiera, hombre o mujer.

Le ofrecí mi boca que besó desesperado y coloqué el maletín del ordenador entre los dos cuerpos, entendió que hoy no había nada que hacer y lamiendo mis labios me dejó marchar.

Me lave la boca antes de que Nico me llamara. Estaba metido entre las sábanas, lamentando haberle negado a Robín el placer cuando recibí la llamada.

—Daniel, amor, ¿cómo fue tu primer día?  —no me dejó contestar su llamada y ya me estaba hablando él. Le expliqué como había ido todo resumiéndolo, menos lo de Robín.

—¿Y tú viaje? ¿Cómo has encontrado a Lorian?  —pregunté a mi vez.

—Llevo en París varias horas y todo ha resultado como estaba previsto, ¿quieres hablar con Lorian?  —hablé con mi amigo que estaba muy cariñoso y contento de tener a Nico con él, luego me volvió a pasar con mi chico.

—¿Cómo te encuentras?, ¿has vuelto a tener noticias de Gonzalo?  —se detiene para que yo le conteste y al ver que no lo hago continúa hablando.

—Te necesito, me gustaría estar contigo entre tus brazos y dormir a tu lado toda la noche —pensé en cómo le diría la intención de Gonzalo de hablar conmigo, pero fui directo.

—Gonzalo quiere que hablemos, aclararme según él cosas del pasado que le ha pedido Ál que me explique —hay un silencio ominoso que hace que se me encoja el estómago. Tengo que seguir hablando o la frialdad nos congela.

—¿No me dices algo? ¿Qué debo hacer?  —respira hondo.

—¿Qué te voy a decir? Ahora las cosas han cambiado y tú continúas amándole, ya no hay alguien que se interponga —tenía que haberme callado, pero me estaba poniendo nervioso.

—Sí que lo hay, y aunque no lo hubiera…  —y guardo silencio, él también, pasan los segundos sin que hablemos.

—Tienes que hablar con él, escuchar lo que te quiere decir, saber lo que pretende y ser sincero contigo, aclararte tú también sobre lo que deseas y si estás dispuesto a dar y recibir —su voz sonaba triste y decidida a la vez.

—Necesitaba que estuvieras cada segundo del día a mi lado —se ríe y me hace burla.

—¡Buuu!, pero si tu no lo deseas realmente.

—Te quiero Nico, eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida. El día trece hará diez meses que estuvimos por primera vez juntos, ¿lo recuerdas?  —sigue riendo divertido.

—¿Cómo no voy a recordarlo?, el trece de junio en Bristol.

Después de hablar unos minutos más de otros temas nos despedimos.

***************

 

Desayunamos y me coloco en otra mesa distinta a la que ocupa Robín, está ocupada por tres chicas y por él que se sabe interesante riendo con ellas. Ha llegado un nuevo grupo de otra empresa, y ahora en recepción están más animados atendiendo y dando la bienvenida a los nuevos “estudiantes”.

Robín me ha mirado una vez para hacerme una mueca curiosa, como si me lanzara un beso, poniendo redondos sus gruesos labios. Hablo con mi compañero español y otras dos chicas, comentando el programa de hoy, estoy asustado, si lo de ayer fue difícil, en lo de hoy no quiero pensar, pero todos están de parecidos ánimos.

Hoy toca escalar por puentes improvisados y pasarelas que se mueven, es mareante pero asumible ya que el monitor nos acompaña. El problema surge en el último ejercicio, hay que escalar por un madero, para mi muy alto, tiene hierros para poderte sujetar con las manos y los pies, como si subieras una escalera y además vas sujeto por cuerdas de seguridad.

El monitor nos muestra cómo se realiza el ejercicio, una vez haber escalado el madero, en la cumbre, hay que colocarse de pie, en un espacio reducido al tamaño de los pies. Luego hay que lanzarse al vacío, hacia una especie de balancín o trapecio y quedar sujeto y colgando de él. Yo conozco ya que no voy a ser capaz de hacerlo y empiezo a quedar de los últimos, escondiéndome detrás del grupo.

Hay chicas que se niegan a subir a pesar de la insistencia del monitor, animando con su cantinela de que no hay riesgo y las risas nerviosas del resto ya que creo que todos estamos asustados.

Una de las chicas se ha acercado y comienza a escalar los primeros peldaños, cuando ha subido media docena de ellos comienza a bajarlos de nuevo, Robín se acerca y la sujeta del culo para evitar que baje entre risas de los demás hasta que el monitor le pide que se retire.

Solamente consiguen hacer el ejercicio completo dos de los chicos, el español y Robín, esté parece como si ya lo hubiera hecho otras veces, no tan perfecto como lo ha realizado el monitor, pero tenemos que aplaudir cuando logra dar el salto al vacío y queda colgando del trapecio como un mono. Se le ve un cuerpo de infarto al moreno chico.

¿Y yo, qué hago? Subir como hasta la mitad y al mirar hacia abajo, agarrarme al madero como si fuera el cuerpo de una persona, un salvavidas en un mar enfurecido, rogando por no caerme del mareo que siento. Me cuesta respirar por el temblor que me agita, y con las recomendaciones del que nos instruye logro bajar al suelo. Ya es suficiente experiencia. Creo que me miran compasivos y nadie ríe.

Vuelve otra vez a nevar, pero con menos fuerza que ayer. Camino del edificio de nuestras habitaciones jugamos a tirarnos bolas de la nieve que está cuajando en las zonas verdes.

Cuando llego a mi habitación cojo decidido el teléfono, voy a seguir la recomendación de Nico, llamaré a Gonzalo y veremos lo que quiere.

—¿Gonzalo?  —le pregunto, aunque sé que es él quien contesta su móvil.

—¡Por fin!, no perdía la esperanza, pero comenzaba a dudar de poder verte.

—Te escucharé lo que tengas que decirme, ¿Cuándo quieres que nos veamos?

—Termináis el curso el viernes después de comer, puedo recogerte en el aeropuerto de Manchester.

—El viernes quiero ir a Derby para ver a un amigo, podría ir el sábado a Londres, tengo que pasar unas horas con David, podría estar el sábado para comer contigo y hablar.

—Como quieras, ¿te quedarás a dormir en la casa de mis abuelos?, estoy viviendo con ellos —creo que se le oye satisfecho.

—Prefiero ir a un hotel, al mismo de la otra vez que me coge cerca de la estación —y en ese momento se me enciende la luz en mi cabeza.

—Gonzalo, ¿cómo sabes tú que el viernes después de comer terminamos?, ¿y cómo conoces el hotel donde estamos y el teléfono?  —se crea un incómodo silencio.

—Se ve que no soy discreto ni se disimular y enmascarar lo que digo —calla un momento y espero que continúe.

—Tengo contactos por medio de mi abuelo, es accionista de ese grupo y puede conseguir información —no quiero que sea realidad lo que estoy pensando.

—¿No tendrás algo que ver con mi trabajo? Dime que no Gonzalo.

—Te prometo que no tengo nada que ver, solamente me intereso por saber cómo y dónde estás. No he intervenido para nada más.

—Pero si saben que te interesas por mí ya es intervenir, jolines Gonzalo, no debiste hacerlo.

—Si no hemos hecho nada, nosotros nos enteramos de tu trabajo cuando estuviste con Nicolás en Londres y nos lo dijiste tú mismo. Hablaremos también de esto, te prometo que lo sabrás todo, que no es para nada deshonesto, no imagines otra cosa.

—Ahora sí que soy yo el que deseo que hablemos, puedes ir preparando tu discurso —notó que estaba enfadado.

—Daniel, lo que menos quisiera es que te molestaras conmigo, con nosotros, habremos hecho cosas mal y causado daño, pero te quiero y eso es lo importante y lo que me gustaría que valores.

Hablamos durante un rato hasta que llamaron a la puerta, sin cortar la llamada fui a abrir y era Robín vestido de tarde con traje para la comida, le dejé pasar continuando mi conversación.

—Han venido a buscarme para comer, te dejo.

—Me gustaría enviarte un beso y que lo aceptaras —sonaban tan dulces sus palabras, queriendo hacerme sentir bien y que no me molestara por lo que había escuchado.

—Gonzalo, sabes que me encanta, mi enfado no llega a ese nivel. Besos y también para tus abuelos.

—Les gustará verte por aquí.

Ya me despedí, Robín me miraba curioso y aún no me había duchado ni vestido.

—Lo siento Robín, tengo que ducharme aún y vestirme, puedes bajar y entretenerte con los demás que estarán abajo.

—Prefiero quedarme y así te curioseo —no le hice caso y cogí un bóxer limpio que me llevé al baño. Me duché como una exhalación y me coloqué mi ropa interior.

Cuando salí a la habitación Robín estaba escuchando música de mi iPod sentado en una silla cerca de la ventana, comenzó a mirarme curioso mientras me vestía la camisa y mi traje gris oscuro.

—Listo, ya estoy preparado, podemos bajar —pasó a mi lado hacia la puerta.

—Qué bien hueles —aspiró cerca de mí un par de veces y esbocé una sonrisa, la colonia de Nico encantaba a casi todo el mundo.

Llegábamos con tiempo a pesar de mi retraso y fuimos al bar a recoger al resto y tomar algo, Robín pidió su bebida y con ella en la mano nos dirigimos al comedor, al haber más público habían dispuesto una mesa exclusiva para nuestra empresa.

Resultaba difícil entenderse entre la algarabía de tantas voces hablando al mismo tiempo, para mí lo era, seguía sin entenderles cuando hablaban comiendo o con la cabeza baja murmurando las palabras. Me concentraba en observarles sus movimientos y viendo como engullían sin parar, como si hubiéramos trabajado en las minas.

La conversación se me hizo entretenida cuando mi compañera de al lado comenzó a preguntarme por mis trabajos en Francia y a interesarse por ellos.

Todo el resto de la tarde la pasamos encerrados, llovía de vez en cuando, y en el momento que nos dejaron libres suspiramos, teníamos unas horas para nosotros y enseguida organizaron grupos para partidas de naipes, preferí subir a la habitación y descansar un tiempo.

Bajé para la cena y después de tomar una infusión en el bar participé en alguna charla y vi jugar al billar, como una hora más tarde me dispuse a marchar a la cama, no me apetecía pasar tres horas bebiendo cervezas o copas.

Me cambié de ropa colocándome un pantalón ligero para dormir, en el hotel hacía mucho calor, me eché sobre la cama para escuchar música con la idea de escribir un poco antes de dormir y llamaron a la puerta.

Era Robín y traía en su mano una bolsa de plástico, cuando me vio vestido como estaba enarcó las cejas. Se quedó en la puerta y yo me retiré hacia el interior

—Igual molestó —pero entró cerrando tras de sí. Depositó la bolsa sobre el mueble de la TV y saco de ella unas latas de cerveza, me ofreció una y no la acepté.

Volví a tumbarme en la cama, él bebió largamente de su cerveza, le veía al tragar y como se movía su nuez de Adán, con ese sube y baja que me parece tan varonil y erótico. Se había cambiado de ropa y llevaba una camiseta de cuello en uve sin mangas y un pantalón jean negro pegado a su cuerpo que dejaba muy poco a la imaginación, un bulto como una manguera discurría desde su entrepierna bajando por la pernera de su pantalón, estaba provocador y había salido a cazar y escogido su presa.

Fue acercándose poco a poco y me estudiaba, se sentó en el borde de la cama, cerca de mis pies, llevó una de sus manos a ellos y los acarició, había comenzado a jugar sus cartas y explotar sus dotes de seducción.

—Tienes unos pies muy finos —le dejé que siguiera en su juego, su mano estaba un poco fría y acariciaba mis dedos separándolos entre los suyos tan duros, comenzaba a halagarme y me gustaba, volvió a beber, era un pillo redomado, se había dado cuenta de que como le miraba tragar la bebida y me ofreció una vista de perfil de su cuello, bebiendo lentamente, quería embaucarme en su juego. Decidí jugar con él ya que así lo quería, este pavo real que tenía sus dotes a la vista sin necesidad de mostrar más.

—Me ha encantado tu hijo, ¿cómo se llama?  —su cara brilló en una sonrisa de amor.

—Pensar que al principio no lo quería tener y ahora me vuelve loco. Neil, se llama como su abuelo —se tendió a mi lado mirando al techo y se olvidó de que había venido a seducir y conseguir una presa que le apetecía y que le diera placer.

—Lo tuviste muy joven, si tiene siete u ocho años que le he calculado.

—Siete, acaba de cumplir siete, pero está muy crecido —el orgullo por su hijo le salía por los poros, giró la cabeza y me sonrió.

—¿Te gustan los niños? —me miraba sin pestañear al preguntarme, tiene unas pestañas larguísimas que parecen abanicos cuando abre y cierra sus ojos.

—Muchísimo, a ti también parece que te gustan —tenía sus piernas colgando por el lateral de la cama, se quitó los mocasines con los mismos pies y saltó de la cama, apuró lo último que le quedaba en la lata y fue a por otra. Volvió a beber de la misma forma, creo que acabó con la mitad de la lata.

—No, a mí no me gustan los niños, salvo el mío —me miraba provocador y fue hacia la ventana, sus pasos eran elásticos como los de un felino, dejó un momento la lata para subirse los pantalones consiguiendo que se le marcara más su bulto, ahora se le notaban también la redondez de sus testículos. Claramente se me estaba exhibiendo. Se inclinó sobre el alféizar y sacó ese culo que tiene pequeño, redondo y breve y se puso serio mirando hacia la calle.

—Esa puta quería deshacerse de él y yo no le decía que no —se dio la vuelta y apoyó su culo donde antes tenía los codos mirándome a mí.

—Mis padres y los suyos se opusieron a que hiciéramos esa barbaridad, renunció a él y ahora es mío —sonríe divertido. Mis padres lo cuidan y no parecen sus abuelos.

—Estoy contento de tenerle —se lleva la lata a la boca y la termina, va a por una tercera y vuelve junto a mí. La deposita sobre el dosel de la cama y de costado mirándome alarga su mano para pasar el blanco de la yema de su dedo por mis labios. Saco la punta de mi lengua y lamo su yema al pasar, deja quieto su dedo unos segundos y hace fuerza para entrar con él en mi boca.

Lo acojo y lo envuelvo cerrando mis labios sobre él, lo chupo aplastándolo contra mi paladar, mamo de él como si fuera un pequeño pene y cierra sus ojos a la vez que se estremece.

Coloca su cabeza sobre la mía y saca su dedo.

—Eres un chico muy guapo, demasiado bello para ser chico, ya te lo habrán dicho.

—¿Podemos follar?  —el cazador ha sido cazado, pide por favor si poderme follar, se ha enredado en sus redes. Le miro sujetando su rostro con mis manos.

—Pero solo follar, sin otros líos. Me gustas Robín, eres tan viril y muy especial —no me deja decir más y encierra mis labios entre los suyos para morderlos.

Devora mi boca metiendo su lengua con sabor a cerveza muy dentro de mi hasta llegar a mi garganta, intento que vaya más lento. Movía su lengua en círculos dentro de mi boca con mucha brusquedad y luego la dejaba muerta rozando la mía.

Saltó de la cama y sin darme lugar a recrearme con su cuerpo lo tenía desnudo ante mí, fue hasta la bolsa y recogió algo de ella, su culito era un prodigio de perfección donde se le formaban hoyuelos en sus laterales. Sin darme cuenta le tenía otra vez sobre mí, ahora desnudo y me llegaba un olor dulzón de él.

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