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Jugando al despiste (1ª parte)

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Oía pasos acercarse a mi habitación, o eso creía yo. Abrí los ojos lentamente, como si al hacerlo de esa forma “el intruso” no se daría cuenta y podría aturdirlo (Ja) para salir corriendo. Eso sí es afrontar los miedos. Me incorporé lentamente y saqué los pies de debajo de la sábana, arrastrando el resto del cuerpo hasta quedar de pie mirando la puerta. Abrí de golpe, para asustar, ideas estúpidas ¿no?

Resulto ser Pistacho, el pequeño gato persa que Marta, mi amiga, me había regalado tres meses atrás por mi cumpleaños. Supongo que pensó que me haría compañía, ya que entrar a mi apartamento era prácticamente imposible, me pasa el tiempo metida en la universidad y por consecuencia esto hacía que nunca estuviera en casa. Pero primero, me presento. Me llamo Katherine y soy estudiante de primer año de psicología. Físicamente no me puedo quejar, soy alta de complexión delgada pero atlética, mido 1,72 y pelo negro, lo que destaca con mi piel blanca y siempre, absolutamente siempre llevo gafas de vista tintadas de negro, lo que impide ver mis ojos.

¿Por qué? Por un “problema” que tengo en la vista, tengo los ojos altamente fotosensibles, y así también evito que la gente se me quede mirando fijamente... por el color que tienen. Vienen de familia paterna, que no conocí, o eso me contaba siempre mi madre de pequeña. No me contó casi nada referente a mi padre, ella siempre lo definía como “algo que no tenía futuro” y evitaba hablarme de él. Lo único que sé, es que se fue por miedo a comprometerse con ella, aun sabiendo que estaba embarazada de mi.

Hablo en pasado de mi madre porque murió cuando tenía doce años por un accidente de tráfico. Fue impactante, pero desde ese tiempo, me he vuelto muy reservada con mi, prácticamente nula, vida persona.

Desde entonces, y no es delirio mío, me siento observada constantemente. Desde que ella no está. Siempre, cuando salgo a por un café, cuando voy a la biblioteca, cuando salgo a comprar algo de comer, cuando voy al supermercado, cuando enciendo mi moto, y así constantemente. Claro que, debería destacar que siempre he sido un tanto especial... voy tapada siempre, es decir, no dejo ninguna parte de mi cuerpo, excepto mi cara y mis manos, al aire. La razón es simple pero compleja. Mi olor atrae demasiado a las personas. Las atrae hacia mi. Las deja confusas. Y hace que solo exista yo y mis ordenes.

¿Por qué no me aprovecho de eso? Porque no sé manejarlo, y ya han intentado violarme dos veces. Tal como lo lees. Y ahí fue cuando di gracias a que mi madre me apuntara a clases de aikido. Está claro que normal no soy, como podrás ver, pero ¿quién se lo creería si se lo dijera? Imagínatelo. Una auténtica locura.

En conclusión para esta presentación; me llamo Katherine y esta es mi historia.

He conseguido volver a dormirme. A veces odio a Pistacho, me produce más ataques cardíacos que sensaciones agradables en su compañía. He dormido cinco o seis minutos, y ahora me he puesto a prepararme un café, falta poco para que tenga que irme a la universidad. Me visto y cojo rápidamente las llaves de mi Harley-Davidson Sportster XR 1200 X.

Una vez en la universidad, me encuentro con Marta en la cafetería repasando antes de entrar al examen, ella está en la misma carrera que yo, y si nos conocimos fue porque se interesó por mi moto curiosamente.

-Deberías pasar a por mi con esa preciosidad. En serio, plantéatelo- Dice aun concentrada en sus apuntes.

-Quizás. Pero para tal cosa debería madrugar más, y sabes que no es algo que me encanta.-Contesto quitándole un folio de apuntes.

Suelta un bufido por contestación y vamos directamente al aula. Lo cierto es que el examen ya lo había estudiado mucho antes, con “tanta” vida social no tengo problema a la hora de estudiar. Pero últimamente me concentro menos, mucho menos de lo normal, y no sé la razón...

Me acomodo las gafas y salgo dirección a la biblioteca, bajo el brazo el casco y los apuntes de “psicología para el mundo contemporáneo” para repasar, aunque queden dos semanas. Y ahí sucede, derrepente me veo en el suelo, el casco ha salido disparado a la derecha por mi caída y los apuntes siguen planeando en el aire cayendo lentamente. Levanto la vista para encontrarme con una chica rubia, de ojos verdes y bastante guapa, mirándome avergonzada y diciendo:

-¡Ahg! Lo siento muchísimo, ha sido culpa mía, no miraba por donde iba-Dice ofreciéndome la mano.

-Nada, nada -Le contesto recogiendo mis apuntes, y en eso ella me pasa el casco.

-Soy Victoria-Me ofrece la mano- Y te debo unos folios de apuntes que has perdido por mi culpa-Acaba sonrojada.

-No pasa nada, se los pediré a mi amiga.-Sacudo mi chaqueta.

-No, no, de ninguna forma.. Al menos, ¿puedo invitarte a un café?-Me pregunta con una media sonrisa. Realmente perfecta.

-Bien, si insistes... allá vamos-Acabo siguiéndola a la cafetería.

Una vez allí, sentadas en una mesa al fondo, intento ordenar mis apuntes. Mientras lo hago noto su mirada, sé que me está dando un chequeo que ni mi médico, así que levanto la vista rápidamente y la pillo mirándome los pechos. Sonrío y ella automáticamente mira hacia otro lado intentando disimular. Pillada.

-Así que... estudias psicología, ¿no?-Empieza intentando sacar un tema y dejar de lado lo que acaba de pasar.

-En eso estoy, ¿y tú?- Le pregunto mirando de nuevo mis apuntes. No es que no estén ordenados ni nada por el estilo. Pero se que no le gusta que la mire fijamente, al menos no le suele gustar a la gente. -¿Alguna rama de medicina? Como esta parte del edificio pertenece al campo científico...-

-Sí, excelente razonamiento -Me contesta sonriéndome- Estoy en oftalmología, en segundo año.-Acaba mirándome, ahora sí, fijamente a los ojos. Aunque tengo las gafas, parece que pueda verme de verdad. Loco, ¿no crees?

-Vaya, oftalmología tenía que ser. Es una carrera complicada, como cualquier otra, pero precisamente esa tiene un grado bastante alto de dificultad. O eso he oído.-Le comento, aunque está claro que me ha sorprendido- ¿Cómo lo llevas?

-Fácil no es, ahí sí que te doy la razón, pero si te gusta lo puedes sacar.-Me contesta riéndose. Me encanta y tengo que decirlo, su forma de reír. Aunque... me resulta extrañamente relajante.- Y lo llevo bastante bien hasta el momento. Se que posiblemente no sea de mi incumbencia pero... ¿por qué siempre llevas gafas? Es que te he visto varias veces durante este curso y las llevas constantemente aun estado dentro del recito, ya sabes, que aquí mucho sol no hace...

-Oh... verás, un problema de fotosensibilidad en mis ojos, tú lo comprenderás bastante bien. La luz directa y abundante me ciega bastante y me produce dolor de cabeza.-Le expliqué, omitiendo que también me servían para ocultar mis curiosos ojos. ¿Por qué tanto complejo? De pequeña, siempre se burlaban de mi por tener unos ojos tan “extraños” y era objeto de burla y mofa constantemente. Un trauma infantil en una futura psicóloga, si lo que no me pase a mi...

Terminamos hablando de asuntos más personales. Ella es de Canadá, y estudia aquí en España porque parte de su familia paterna es española y ella es bilingüe. Tiene un hermano de 26 años y sus padres viven en Canadá con la mayoría de su familia. Curiosamente no me pregunto por la mía, cosa que agradecí y al mismo tiempo me hizo preguntarme si no le interesaba realmente. Miré el reloj y empalidecí, faltaban 10 minutos para que empezara la clase que le daba a Daniel, el hermano de Marta, de canto.

-¡Mierda, qué tarde es!-Digo levantándome rápidamente. Empiezo a recoger mis cosas mientras le explico-Tengo que irme a dar clases, gracias por el café y no te preocupes por los apuntes, de verdad, los volveré a conseguir. Ya hablamos y un placer.-Termino prácticamente corriendo hacia el parking donde he aparcado la moto.

-¡De acuerdo, ya hablamos entonces!-Me contesta casi gritando, ya que yo estaba bastante lejos.-Te tomo la palabra...- Acaba susurrando y volviéndose a sentar. Esta vez, con una otra sonrisa en su cara, más sincera.

Arranco y pongo la moto a toda velocidad para no llegar tarde y bueno... porque me encanta correr, todo sea dicho. Llego justo a tiempo a la casa de Marta, que vive con sus padres y su hermano Daniel, y toco al timbre un poco jadeante por la prisa. Abre el padre de Marta y sonriéndome me dice:

-¡Puntual como siempre, eh?! Ojalá Marta fuera así, esta muchacha... no sé como algún día no se olvida la cabeza en casa-Dice sacudiendo la cabeza y sonriendo al mismo tiempo- Pero pasa, pasa mujer, Daniel está en el piso de arriba, preparándose.-

-Gracias, Sr.Marcos, no se preocupe, que aunque su hija sea algo impuntual siempre acaba llegando- Le contesto, subiendo a la habitación de Daniel.

-Ya te he dicho que me tutees Kat, me hace sentir más viejo de lo que ya soy- Y soltando una  carcajada, acaba yéndose dirección al salón.

Entro a la habitación y veo al chico en el ordenador, acabando de imprimir las partituras que le dije que se bajara para estudiar. Se da la vuelta rápidamente, mientras dejo el bolso y el casco a un lado, me doy la vuelta y mirándolo le digo:

-¿Qué?¿No te has mirado lo que te dije, verdad?-Le pregunto mientras me siento en la silla que queda libre.-Bueno, te lo perdono porque sé que estabas en época de exámenes.

-Lo siento, pero estaba hasta arriba de trabajo.-Me contesta disculpándose y mirando por la ventana-Pero me he preparado la clase estos dos últimos días, que conste- Acaba sonriéndome.

-Bueno, bueno, que no pasa nada, a ver, en pie y respiración diafragmática, vamos a ello.-Le digo recordándole las pausas para calentar la voz antes de empezar.

Llegué hasta nivel superior de canto lírico en el conservatorio, pero decidí dejarlo ya que la universidad me ocupaba mucho sitio y apenas tenía tiempo para el canto. Pero llevo ya dos meses dando clases particulares, a Daniel y así de paso me saco algo de dinero por mi cuenta y no tengo que gastar de la herencia que me dejó mi madre.

Dos horas después, ya fatigado, Daniel y yo bajamos al salón, y me encuentro con Marta tirada en el sofá con la tele apagada.

-¡Yepa!-Grito derrepente, haciendo que se levante asustada del sofá. A lo que Daniel y yo empezamos a reir por su reacción y ella poniéndose roja empieza a regañarme por haberla asustado.

-Lo sieeeeeeento, es que... ¡no me he podido contener!- Me disculpo y me despido de ellos. Ya es tarde y debería repasar para ese dichoso examen.

Cuando llego a mi apartamento, lo primero que hago es hacerme algo de cenar y engullir la comida. Estoy muerta de sueño, y Pistacho no para de maullar. Me levanto del sofá hacia él y le pregunto:

-¡Eh! ¿qué pasa?-Mientras miro por la ventana como mira él. Veo algo moverse por la calle, pero una sombra, apenas se podía apreciar bien. Sorprendida me incorporo y me quedo mirando, pero ahora todo está tranquilo.

“Imaginaciones mías” pienso “me voy a la cama”: -Y tú, vigila y si ves algo, ¡ataca!- Le digo a Pistacho, pero no hace más que mirarme y girar la cabeza hacia un lado.-No te veo yo a ti pinta de portero de discoteca, ¿eh? Anda, tira- Y me acompaña hasta mi cama, haciéndose un ovillo a los pies de esta. Dejo las gafas en la mesita de noche, y apago las luces. Cierro los ojos e intento relajar mi cuerpo para dejarme caer en los brazos de Morfeo.

Un ruido de cristal roto. Abro los ojos asustada. Pero no veo nada. Respiro y hay algo que huele extraño. Y de pronto, me duermo profundamente.

(10,00)