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Inicio a un mundo nuevo

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Hola, lo que podréis leer a continuación es un relato de una serie que he decidido escribir como recuerdo de las experiencias vividas a lo largo de años de actividad sexual plena. Son absolutamente verídicos, sin maquillaje y sin adornos para decir que nadie era super nada, ni increíblemente nada, la vida no es una peli porno ya me entendéis, sin embargo, en ocasiones te aporta facetas del sexo diferentes con sensaciones. Gracias a esas personas que han compartido conmigo esos momentos.

Respecto a mí, soy un hombre sencillo, de complexión fuerte, podría ser tu vecino, tu compañero de trabajo, tu peluquero o simplemente ese chico agradable que te produce picardía y morbo.

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Con mis 18 añitos andaba llevaba un tiempo saliendo con una chica con una situación familiar compleja, lo que me estaba dando muchos quebraderos de cabeza. Ella se sentía inestable, con altibajos emocionales y la férrea supervisión de sus padres no impedía vernos de manera normal.

Con la llegada del verano y las vacaciones las cosas se volvían más difíciles. Ella se trasladaba a Peñíscola, donde siempre pasaba el mes de agosto con sus padres, ya que tenían un apartamento, y su padre era tipo rancio, duro y de mal trato no iba a permitir que pasara ese tiempo con ella.

Ya que era imposible que yo me alojara con ellos pensamos en una solución, se nos ocurrió un truco, yo me alojaba en un camping cercano sin que ellos lo supieran y así podríamos estar juntos.

Mis aptitudes como campista eran igual q mi economía, lo más básico posible, apenas una tienda, un saco de dormir, el camping gas y mi preciada mochila. Al llegar a la playa escogí un camping cercano a apartamento y me instalé en la primera parcela con algo de sombras que pude encontrar. En la parcela contigua había una parejita que no tardo en saludarme amablemente y ofrecerme su ayuda, supongo que mis pintas debían mostrar que la necesitaba y así se sucedió, no tardaron mis peticiones, primero un un martillo para clavar la picas, un mechero para encender, … siempre se mostraban encantadores.

Elise era una francesa de 34 años con una carita preciosa y pelo corto moreno, muy francés al estilo de la película Amelie. Su cuerpo sin ser despampanante era bonito, pechos pequeños ligeramente caídos hacia arriba, cintura estrecha y unas caderas un poquito anchas para su constitución, pero deliciosas en todo caso. Raúl, un español riojano de metro setenta y complexión media me resulto muy agradable además de guapo. Como me contaron más adelante se conocieron cuando él estuvo de Erasmus en Burdeos.

Mis días pasaban entre la playa y las fiestas nocturnas. Disfrutaba de mi chica con el inconveniente de tener que separarnos para las comidas y cenas. Estos ratos los pasaba solo en el camping aprovechando para descansar ya que ella iba a su casa. Sin querer y de un modo natural estos ratos me hicieron compartir mesa en más de una ocasión con mis nuevos amigos, que al verme tan mal equipado y solo se portaban amablemente conmigo.

Una noche tuve una bronca monumental con mi pareja, hasta el punto de mandarnos mutuamente a la mierda y cortar. Cabreado como estaba volví al camping bufando como un toro, eran solo las once y al llegar a mi tienda tanto Raúl como Elise apreciaron mi estado.  Verme así provocó su insistencia, “¿Estás bien?, ven anda, cuéntanos”. Yo la verdad no estaba por la labor, pero sus palabras insistentes me llevaron a su mesa.

Estaban tomando unas copas y me ofrecieron beber algo mientras les explicaba lo ocurrido. Me costó, pero poco a poco les fui relatando lo ocurrido. Insistían en aportarme calma, me contaban experiencias suyas, “eres muy joven”, “a mí me ocurrió esto…”, “tienes que experimentar y no atarte ni complicarte aún”.

Las copas y la conversación parecían distraer mis demonios y pronto pasamos a otros temas, y de ahí…. a las risas. Elise sentada a mi lado y su chico frente a mí bromeaban sobre mi casi nulo francés. Una broma y una sonora carcajada dio comienzo a algo que aún hoy recuerdo como uno de los mejores momentos de mi vida, Elise tras un ademan puso su mano en mi pierna. Al principio lo interprete como un gesto amistoso, pero…. porque no la retiraba, no había nada extraño en el típico empujoncito queriendo decir “estas de coña”, lo que me intrigo que el contacto entre ambos no terminaba. Su mano permanecía en mi muslo, algo que provoco en mi un escalofrío. Pasaron unos segundos y seguía sintiéndola mientras intentaba mantener la conversación con ambos aparentando una normalidad que para mí no existía. Al ver que no parecían darle importancia intente relajarme.

La conversación y las bromas seguían y la mano de Elise poco a poco empezó a moverse en una caricia sutil. Raúl parecía no percatarse, o al menos no importarle, sin embargo, mi nerviosismo aumentaba por segundos y aún más cuando esa mano traviesa contactó con mi paquete. Mis pensamientos estaban bloqueados, intentaba mantener la conversación, saber si Raúl lo sabía y evitar una erección en las bermudas que poco iban a ocultar, todo al mismo tiempo.

El descaro de Elise no frenó y el roce momentáneo se transformó claramente en caricias a lo largo de mi pene cubierto bajo la fina tela del bañador. Mis ojos como platos no deban lugar a dudas, era como un conejo ingenuo ante los faros de un coche y ese coche era Raúl. Un coche que esperaba que me arroyara, que me aplastara y sin embargo lo único que me mostro fue una pícara sonrisa y un movimiento de cabeza afirmando sin decir nada.

Lo sabía, lo sabía y no le importaba, frente a él su chica acariciaba mi polla sin reparos, en una aparente normalidad que me descolocaba. “Vienes”, fue el susurro que me saco de mi estupefacción, al aliento de Elise en mi oreja le siguió un gesto ofreciéndome su mano. Casi temblando la cogí y como un perrito sumiso me dejé arrastrar fui conducido por ella en dirección a su tienda. 

Tenían una remolque de esos que se transforman en una tienda al desplegarse, con un avance que hacía más grande el espacio habitable, tras cruzar el umbral me pidió que cerrara, sin entender nada lo hice y en un segundo la sentí pegada a mi espalda abrazándome, su boca volvió a humedecer mi oído  “tranquilo, solo déjame a mí, disfruta”, sus manos se introducían en mis bermudas alcanzando mi poya, me perdía en sus caricias, hasta el punto de no saber cuál fue el instante en que me dejó completamente desnudo. Sus besos cubrieron mi cuello y se deslizaron por mi espalda, bajando y haciéndome desesperar.

Era inexperto, aún más en una situación como esa y sus besos hasta el contorno de mis nalgas descubrían nuevas sensaciones, ella mandaba y guiaba con la suavidad de una madre que enseña a un hijo, me hizo girar dejando mi polla completamente erecta ante ella. Verla arrodillada, preciosa, con la mezcla de una angelical de su rostro y el diabólico brillo de sus ojos. Mis piernas temblaron al sentir su primer beso en el glande, las caricias de sus manos no tardaron acompañadas de la sensación cálida de su boca degustando mi polla. Esa chica sencilla, agradable y con aspecto casi ingenuo tragaba con la maestría de una profesional, su lengua acompañaba cada recorrido, sus manos masajeaban mi escroto, mientras su pareja permanecía fuera, era mucho para mí, no iba a aguantar y ella lo supo, freno su caricias y poniéndose de pie me propino un delicioso beso con sabor a mí “poco a poco, tienes que aguantar, ven”.

Siguiéndola hasta la cama en la penumbra de la tienda miré su cuerpo y pude disfrutar del espectáculo, desnudándose poco a poco mientras me miraba, remarcaba con sus ojos que yo seguía siendo su marioneta, torpe, ingenua y eso parecía gustarle. “¿Te gusta?, ven quiero sentir tu boca”, se subió a la cama y me atrajo hacia ella.

Sus manos guiaban mi cabeza marcando el mejor recorrido del mundo, su boca, su cuello, sus pechos deliciosos, su vientre, todo a su ritmo, bajo sus deseos, hasta llegar a su perfumado coño, un perfume que ya concia, el perfume del sexo de mujer que inundaba mis sentidos. Mi ingenuidad no era tanta como para no entender cuál era mi cometido, mi lengua recorrió primero sus ingles de un modo travieso, yo también quería aportar mi punto malvado, arrancarle sus gemidos y su desesperación. Era hora de probar el manjar que me ofrecía, el más preciado.

La humedad intensa de sus jugos se mezclaba con mi saliva mientras sentía su cuerpo arquearse. La respiración entrecortada y sus gemidos se acompasaban con mi lengua deslizándose por su rajita, para terminar dando traviesos mordiscos en su clítoris, seguidos de suaves caricias hasta el punto que creí apreciar su primer orgasmo.

Me detuve unos segundos y salí del calor de sus muslos para mirarla y ver su sonrisa, “toma”, el preservativo que me daba no dejo lugar a dudas, los dos lo necesitábamos. Gracias a mi dedicación hacia ella había calmado un poco mi propia ansiedad, me lo puse bajo su mirada atenta y ansiosa,  sonriendo me atrajo hacia ella tal y como estaba, tumbada boca arriba con sus piernas a los lados de mi cintura. “Ssss ven yo te guio” escuche mientras su mano envolvía mi pene y lo llevaba hasta la entrada a la que tanto cariño había dedicado. Agarrando mis nalgas hacia ella sentí su calor envolviendo mi polla en cada centímetro del recorrido. Lubricado pero estrecho notaba sus paredes apretando mi pene, dándome un placer delicioso, que continuó en un vaivén marcado por sus manos. Los jadeos comenzaron a brotar de su boca dejándome en un trance delicioso que aumentaba por momentos, hasta que un sonido rompió el momento, la cremallera del avance se abrió y no tarde en apreciar la figura de Raúl, casi petrificado paré, casi me había olvidado de él, no existía… pero ahora todo se venía abajo.

Las manos de Elise tomaron mi cara y haciendo que la mirara me beso, “céntrate en mí, sigue, lo pasaremos bien”, ” fóllame”, su acento francés resonaba en mi cabeza mientras sus manos me obligaban a seguir penetrándola. Yo no alejar mi nerviosismo, oía a Raúl desnudarse y sabía que no tardaría en estar junto a nosotros y así fue. Despacio subió a la cama sin decir ni una palabra, solo con una caricia en mi espalda.

Un escalofrío y un respingo instintivo recorrió mi cuerpo provocando que mi polla casi saliera del delicioso coño de Elise, ella lo evito hábilmente con sus manos atrayendo mi cuerpo y dejando mi verga completamente dentro. Raúl se acercó a su boca y la beso a escasos milímetros de mí mientras acariciaba mi pelo en un gesto casi paternal. Siguió besándola mientras yo intentaba asimilar todo sin frenar mi movimiento, sus bocas, los jadeos ahogados de Elise me excitaban, lo sabía, y lo sabían.

Raúl se incorporó y acercándose de rodillas puso su polla erecta ante la boca de Elise que no tardo un segundo en lanzarse a devorarla, era una miembro un poco menor que la mía, pero sin dudarlo tenía algo especial. Tan especial era que tenía el honor de ser la primera polla que tenía a escasos centímetros de mis ojos,  era demasiado, todo era demasiado e iba a correrme pero de nuevo Elise supo sentirlo, adivinarlo, no lo sé, el caso es que freno con sus piernas mi cuerpo, rodeándome completamente hincado en ella. Sus ojos se fijaron en mí, sin dejar de engullir el pene de su pareja, mirando lasciva, degustaba ese trozo de carne ante mi mirada atónita. Sus manos tomaron mi cabeza, suave, dulcemente me guio ante mi falta de resistencia. Sus labios se tocaron con los míos, pero esta vez no era un beso más, el glande rosado de su chico permanecía entre nuestras bocas y no tardo en sufrir la batalla de nuestras lenguas, para mi fueron momentos eternos, nuevos, diferentes, marcaban y traspasaban una línea de la que no podría volver. La mano de Raúl en mi cabeza me indico mi total sumisión cuando me guiaba para tragar su polla, mi primera mamada, el sabor y el calor de esa verga inundando mi boca ante los ojos de su pareja. Lo acepté, lo entendí, ellos sabían cómo era antes que yo mismo lo supiera y no iba a negarme a descubrirlo.

Elise me observaba degustando la polla, “Te dije que disfrutarías, sigue”, suspiros y respiraciones entrecortadas cargaban el ambiente. No pensaba parar, ahora ya no, “¿confías en nosotros?, casi sin dejarla escapar de mi boca asentí y continué mamando. La mano de Raúl dejo mi cabeza, no necesitaba sujetarme, sabía que no la quitará, era suyo.

Poco a poco Raúl comenzó a acariciar mis nalgas. No era estúpido, si no lo paraba sabía lo que iba a pasar, aquí no mentiré, ya había jugado alguna vez con mis dedos, y algún objeto en mis masturbaciones, siempre fui inquieto pero… esto, esto era otra cosa, esto no eran mis dedos, eran los de Raúl que no perdían el tiempo y acariciaban lubricados en saliva la entrada de mi ano. Intente centrarme en su polla mientras notaba las manos de Elise separar mis nalgas dejando camino libre a los juegos de su chico.

Un dedo se deslizo dentro de mí, hábil y por poco tiempo solitario, porque le siguió otro. No era dolor, pero si la incomodidad inicial que todos los habéis probado conocéis bien. Se deslizaban y volvían a entrar con más saliva, Raúl no paraba de lubricarlos en su boca. Mi polla no había descendido un ápice y seguía profunda en el interior de Elise, sus besos eran una mezcla extraña de dulzura y obscenidad. Sujetando mi cara junto a la suya en un abrazo escuche sus palabras “¿te ha gustado su polla?, ¿la quieres?, ahora te va a follar, veras como te gusta”.

El momento llegó, tumbado sobre la Elise, con toda mi polla dentro de ella y sus manos separando mis nalgas, era hora de que esa verga deliciosa abandonara nuestras bocas y me abriera para siempre al mundo de la bisexualidad, era inevitable, era… ¿era lo que deseaba?...., SÍ, lo deseaba.

Raúl se incorporó para ponerse una goma, mientras Elise como poseída por el momento me besaba, “tranquilo” de nuevo ese tono maternal, “te encantará”, seguido de su pícara sonrisa, “me gusta que hagas esto” le escuche justo cuando sentía el glande de Raúl deslizarse por mi raja hasta alcanzar su objetivo. Mi ano virgen ante la polla que le haría perder su condición. Sentí el glande abriéndose paso mientras Elise atraía mí boca a la suya ahogando mi quejido. El paso de esa polla dilataba mi entrada y ganaba poco a poco todo el espacio, inundándome con su carne, dolía, pero lo había aceptado, era lo que tenía que pasar. Por primera vez oí decir algo a Raúl, su espalda y su cuerpo completamente pegado a mí, susurro en mi oído “ya la tienes toda”, después dar un bufido inexplicable me oí a mí mismo decir “¡dame!”. Mis primeras palabras de niño desvirgado y eran las de una putita pidiendo que rompieran su culo, sí, “dame”, era lo quería, y no tarde en sentir su follada cada vez más intensa. Elise intento bajarme a la tierra con su “tú a mí también cabrón” sorprendido por ese tono empecé como pude a acompasar mi penetración con la que sentía en mi culo, pero no mentiré, derramé en una corrida bestial en apenas unos segundos obligándome a parar.

Elise se rio condescendiente mientras Raúl no paraba de bombearme sin percibir lo ocurrido ni importarle, había perdido la dulzura y se me hacía difícil aguantarlo después de mi corrida, pero no podía frenarlo, yo había pedido eso, yo. Un bufido me indico el final acompañado de una estocada dolorosa. Lentamente se retiró dejando en mí un vacío casi más doloroso que ese último empujón. Yo también me retiré despacio de Elise y caí rendido, ella se incorporó y me hizo tumbar boca abajo, con sus manos acarició mi irritado culo y como una niña pequeña disfruto descubriendo su dilatación “¡Como se lo has dejado cariño!”. La sentí trepar sobre mi espalda juguetona, ”has estado muy bien pero a mí me has dejado a medias, sé que era mucho para ti pero no me lo volverás a hacer, ¿de acuerdo?” respondí afirmativamente.

Como prometí no volví a dejar a medias Elise porque ella se encargó de que no fuera así, aunque poco duro ya que 3 días más tarde dejaron el camping al acabarse sus vacaciones, eso sí, no sin antes disfrutar 4 veces más de nuestros cuerpos. Los añoro la verdad, pero agradezco a la vida que me dieran aquel comienzo tan especial en una vida sexual fuera de convencionalismos.

 

Gracias a todos los lectores.

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