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Michell y Silvy, preciosas y diferentes

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Hola, lo que podréis leer a continuación es el segundo relato de una serie que he decidido escribir como recuerdo de las experiencias vividas a lo largo de años de actividad sexual plena. Son absolutamente verídicos, sin maquillaje y sin adornos para decir que nadie era super nada, ni increíblemente nada, la vida no es una peli porno ya me entendéis, sin embargo en ocasiones te aporta facetas del sexo diferentes con sensaciones. Gracias a esas personas que han compartido conmigo esos momentos.

Respecto a mí, soy un hombre sencillo, de complexión fuerte, podría ser tu vecino, tu compañero de trabajo, tu peluquero o simplemente ese chico agradable que te produce picardía y morbo.

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Lo que hoy os quiero contar en como conocí e invadió mi mente Michelle, una preciosa y despampanante mujer que podía aportar algo especial a mi vida que otras damas no tienen.

Sería precioso decir que a con mis 28 años en mi vida todo era perfecto, pero no, no era así, mis relaciones siempre tormentosas y el mundo laboral patas arriba por la crisis me estaban creando demasiados problemas. También sería precioso decir que mis encuentros siempre eran convencionales, pero no, como la mayoría de los hombres en momentos de estrés acudimos a la ayuda de una profesional, creo que me entendéis, esta es una historia sobre esa profesional.

Tras recibir la noticia de que me quedaba sin curro mi cabeza estallaba, no paraba de pensar sin obtener nada fructífero en el esfuerzo, necesitaba parar, desconectar. Di paso a la pornografía, esa que a todos nos ayuda a distraer la mente, esa que hace que la sangre deje de obstruir el cerebro y descienda a otras partes del cuerpo. Aun así, no era suficiente y di un paso más allá, necesitaba algo real. Me centré en una página de contactos de una ciudad próxima a la mía, buscando aumentar la calidad y la oferta, no tarde en fijarme en alguien muy especial, Michelle (podéis encontrarla en internet), una travesti preciosa de Cartagena que estaba de paso por mi tierra.

No era la primera vez que caía en las redes del tercer sexo y esta era una ocasión en la que necesitaba algo intenso, diferente y desde luego ella lo era. Recorrí una a una sus fotos devorando sus curvas, se notaba elegancia, sensualidad, no padecía como muchas otras del grotesco exceso de la cirugía, era sencillamente perfecta. Sus tatuajes le aportaban un toque morboso, sus labios carnosos pedían ser mordidos y su esbelta figura ser tomada.

Marque el número y escuche su voz, sensual, aunque ligeramente forzada para encandilar de un modo muy propio del oficio. Me explico sus servicios e impetuoso concerté una cita. Colgué y los remordimientos empezaron a brotar en mi mente, “¿Qué haces?, ¿Porque vas a ir?, ¿y el dinero?, estas sin curro joder”.

Los pensamientos golpeaban mi cabeza, el ángel bueno, el pequeño demonio…. decidí llamar y cancelar la cita. De nuevo su voz, me encantaba, me atraía, pero no podía ser. Aún sin saber cómo ella percibió mi nerviosísimo, mi estado de ánimo, sabía que algo me inquietaba y sin darme cuenta, en unos segundos, estaba contándole mi situación. Michelle desplego toda su amabilidad, “No te preocupes”, fueron sus palabras, “Ahora estamos solas, si quieres ven, aunque no hagamos nada podemos charlar, así te relajas”. No lo entendía, sin conocerme de nada se mostraba tan amable conmigo, quizás era el canto de sirena que yo quería oír y ella sabía interpretar.

Una hora más tarde estaba ante su puerta, entornada con ella asomándose ligeramente lo que me permitió por primera vez ver su precioso rostro al natural. De un modo tímido pase al interior del piso recibiendo su primer beso de bienvenida, un piquito que me hizo ruborizar. Me sentía muy pequeño ante ella, no solo por su altura, por su belleza. Me hizo pasar a la habitación siguiendo el contoneo de su cuerpo y el martilleo morboso de sus tacones. Sentados en la cama la conversación comenzó a fluir, parecía que nos conociéramos de siempre lo que hizo que comenzara a relajarme, le contaba mis problemas y ella me explicaba los de su hermano que estaba en una situación muy parecida.

Mientras hablaba mis ojos recorrían su cuerpo y ella lo sabía, la bata de seda japonesa no le cubría apenas el cuerpo perfectamente embellecido con una lencería de encaje. Adivinaba unos senos preciosos y una piel delicada cuando me sorprendió la entrada en la habitación de otra chica, “ahhh esta es silvy, mi compañera, siempre viajamos y trabajamos juntas”. Sus dos besos me sacaron de mi asombro, la salude de forma tímida mientras la observaba. Su ropa era escasa e insinuante, su media melena morena acompañaba a una cara bonita enormemente pícara. El cuerpo precioso y sus turgentes pechos medianos apenas podían esconderse en el pequeño picardías.

Silvy salió de la habitación tras coger unas cosas y si mi imaginación volaba mi libido estaba mucho más arriba aún. La sonrisa de Michelle me despertó de mi ensoñación, sin decirlo conocía mis pensamientos. Casi sin explicármelo me oí decir: “Quiero acostarme contigo”.  La sonora carcajada de Michelle no se hizo esperar “Jajajaja, lo sé”, “Pero…. ¿Quieres acostarte conmigo o con las dos?”, ufffff mi mundo estalló y por poco también mi pantalón, seguí escuchándola, “Hacemos servicio juntas, aunque quiero que sepas que entre nosotras no tenemos penetración”, en ese momento ese era un problema que estaba lejos, muy lejos, de preocuparme. “Ok” le dije y aboné el servicio.

Ella sabía que esto ocurriría y creo que yo también porque traje dinero más que suficiente, ambos nos habíamos mentido a medias en nuestros deseos y gracias a eso no habría mentiras en nuestros cuerpos.

Michelle reclamó la presencia de su compañera que no tardó en venir en su ayuda. De pie y una cada lado de mi cuerpo sus manos se ocuparon de mi ropa, sus cuerpos calientes me rodeaban y mi erección pronto salto a la vista de ambas.

“Joder como está el niño”, Michelle se separó un poco para mira bien mi polla.

“Veras como te gusta, seguro que nunca te han follado como lo vamos a hacer nosotras”, las palabras de Silvy en mi oído y su cuerpo bien pegado a mi espalda me erizaron la piel.

  Por delante y por detrás sus 4 manos jugaban saturando mi cuerpo y colmando con besos en mi cuello.

“Túmbate”, ¿alguien diría que no a una orden así?, mi cuerpo obedeció y puede ver un espectáculo impresionante, de pie frente a mí comenzó el sensual ritual del desnudo entre piquitos de ambas. Por segundos apreciaba más y más rincones, dos mujeres igualmente bellas y a la vez tan diferentes. Su mayor diferencia por primera vez estaba ante mis ojos, el pene de Michelle. Su elegancia y las de sus fotografías en la web evitaban mostrar de manera grotesca su atributo y mis dudas sobre el no habían parado desde que la vi. En experiencias anteriores con damas del tercer sexo había podido ver de todo, desde pequeños penes frustrados por la hormonación a vergas realmente desproporcionadas, aunque generalmente flácidas. Ninguno de los casos anteriores era el suyo, su pene a media erección era bonito, similar al mío, una buena longitud y grosor, una delicia que no podía dejar de mirar.

Como dos gatas en celo recorrieron la cama hasta mi cuerpo y los besos y caricias se sucedían sin piedad. Desde mis pezones, desde mi cuello, desde mi vientre notaba las descargas de placer de sus bocas y mi punto máximo fue verlas devorar glotonas mi polla completamente tiesa, una y otra se afanaban en recorrer y engullir con pequeños mordisquitos mi polla.

“¿Te gusta?”, la pregunta de Michelle tenía una respuesta obvia, me encantaba y tenía el reflejo en el modo de arquear mi cuerpo inquieto con cada descarga eléctrica provocada por sus caricias.

Estaba listo, quería más, y así fue.

“¿Te follas a Silvy?”, Michelle claramente dirigía la escena y le importaba poco mi respuesta. Tras enfundarme la dichosa pero necesaria goma Silvy se subió acomodando sus piernas a los lados de mi cuerpo y comenzó a cabalgar mi polla. Verla desaparecer en su rasurado coñito deleito mi sentido del tacto, el calor de su coño me envolvía hasta cubrir por completo todo el tronco. Silvy dio paso a un delicioso vaivén. Ningún sentido se podía quedar fuera de esta orgía de sensaciones, la vista colmada por sus cuerpos dejo paso al gusto, agitado y colmado por el sabor de la preciosa polla de Michelle ya en completa erección.

“Trágatela putita”. No era la primera vez que me otorgaban ese honor y distinción, pero sonaba diferente de su boca. Me hacía afanarme en mi esfuerzo, degustaba vicioso su glande, mi lengua lo envolvía y mi garganta seguidamente trataba de albergarlo entero. Buscaba mi propia arcada arrancada de la profundidad de mi garganta. Michelle me acompañaba con su mano, mi cabeza era suya, aunque no necesitara enseñarme el camino. ¿Quería que fuera su putita?, pues lo iba ser.

 El suave y delicioso tacto de su polla me embriagaba.

“Como chupa el niño, tendré que probar esa lengua en mi coño”, escuche a Silvy juguetona sin parar su juego.

Como una zorra egoísta me negaba a soltar aquel dulce de mi boca, pero esta vez no era yo el que quería más sino Michelle:

“Silvy túmbate bocarriba, a ver como se porta el niño”, Silvy obedeció sin rechistar y dejo su cuerpo caer sobre la cama, sus piernas abiertas dejaban a la vista su precioso y dilatado coño, como un autómata me lance a comerlo. Mi posición me dejo expuesto, a cuatro era la victima perfecta para los juegos perversos de Michelle, unos juegos que se prodigaban en mi ano, rozándolo, jugueteando, lubricándolo con una idea que conocía perfectamente.

“Dilatas bien putita”, los dedos de Michelle acompañaban su afirmación hundiéndose en mi interior, “Te voy a follar a gusto”.

Los gemidos de Silvy se mezclaban con los míos. Pese a todo el placer intentaba no apartar mi boca de su precioso coño y provocar el ansiado orgasmo. Ver retorcerse su cuerpo confirmo mi objetivo.

“Vamos, métesela, que la niña ya no se queda a medias”, oí a Michell con tono socarrón.

Obediente me situé sobre ella y mi polla se envolvió de nuevo con su calor, el vaivén no era marcado por mí, los dedos de Michell en mi ano hacían de mi una graciosa marioneta sexual que empujaba y salía de su amiga a su antojo. Tras un minuto dulcemente eterno fue Michell de nuevo la que iba a tomar el dominio esta marioneta de un modo distinto, su cuerpo tras de mí, situado entre mis piernas me anunciaba lo inevitable. El roce del precioso pene que había atrapado en mi boca ahora estaba enfundado y listo para asaltar mis entrañas. Lo deseaba, vaya si lo deseaba.

“Aguanta putita que ahora me toca disfrutar a mí”, Michelle freno mis caderas y ayudada por Silvy, en un momento que me recordó al pasado, sentí su rabo abrirse paso. Descarado y continuo separaba las paredes de mis deseosas entrañas. No tarde en sentirlo completo, esta zorra que os escribe estaba llena en sus deseos, extasiada en el mayor emparedado de placer.

Bombeado ya sin miramientos mis gemidos eran claros, como me gustaba, tanto que mi eyaculación no tardó. Silvy la recibió, pero cómplice supo lo que yo quería, esperar a que Michell también acabara, sentir su orgasmo en mi cuerpo y así fue, los espasmos y su bufido dulcemente femenino me enseñaron su éxtasis.

“Ufff, putita…”, sentía a Michell derrumbada sobre mi espalda.

Nunca he odiado más algo que sentir como una polla deliciosa me abandona o perder el calor envolvente de un coño. Poco a poco esa verga hermosa salió de mi cuerpo.

Relajados por unos minutos hubo silencio y mirada cómplices. Tocaba recoger mientras conversábamos de forma amena. La triste despedida se cubrió con la promesa de que volvería a suceder. Y sucedió, pero de un modo distinto que prometo contaros.

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Un saludo y mi eterno agradecimiento a Michelle, Silvy y desde luego a vosotros por leerme.

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