Ahora era mi turno, te puse frente a mí y me quité lo que me quedaba puesto, agarré tus manos y las puse sobre mi pene, erecto como nunca antes, con unas ganas de follarte que poco importaba el no traer protección
Tu mirada lo decía todo, fóllame, hazme tuya. Empecé a recorrer mis manos por tu cuello, tetas, vientre, acerqué mi lengua hacia tu ombligo para ir camino a tu sexo.
Desciendo hacia tu cintura, y, mirándote de arriba hacia abajo recorro mi camino hacia tus labios, cerrando los ojos puedo percibir tu feminidad.
Ese aroma… me perdí con la sensación de estar saboreando lo deseado y prohibido a la vez.
Tu respiración agitada deseaba mis labios besando tus otros labios, de arriba hacia abajo, de un lado a otro, te movías constantemente deseando mi lengua pasar por tu coño, y de un solo suspiro sentiste como entraba hacia tu sexo, saboreando cada uno de tus fluidos que hacían que mi excitación llegue a su máximo punto.
Estabas tal y como te imaginé cuando te vi, siendo solo mía.
Ahora era tu dueño, me pertenecías, retorciéndote de placer al sentir mi lengua en tu coño empezaron a salir los gemidos, el solo escucharte creó una atmosfera en la que dos personas se convirtieron en una sola.
Llegaste al orgasmo retorciéndote de placer, diciéndome que sabía complacer a una mujer, no dudaba al ver tu cara de satisfacción.
Hace tiempo ya fuiste mía en mi cabeza, ahora estaba plasmando todo lo que alguna vez imagine.
Pase mi pene por encima de tu sexo, tan mojado, tan delicado, tan excitado que entraba fácilmente, tú, temblorosa, no querías hacerlo, pero poco a poco iba penetrándote y tu virginidad desapareciendo.
Llegue a un punto en el que sentías como abría paso dentro de ti, agarrándome la espalda me susurraste al oído “soy completamente tuya”.
Y ahí estábamos… dos idiotas, una locura que se transformaría en nuestro secreto.