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Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 63)

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Capítulo 63

Como digo en el capítulo anterior, sobre las diez de la noche llegué al apartamento. Sonia y Fernando ya habían acabado "la función” y me esperaban en la cafetería anexa al mismo.

Sonia dijo que se iba de copas por Chueca, sobre todo al club Fulanita de Tal, lugar donde nos conocimos, como creo recordarán. Alegó que después de "la follada" con Lopetegui, le apetecía tomar unas copas.

Me venía muy bien que se fuera, ya que tenía que preparar con Lope la estrategia para mañana lunes en el programa El Caldo Amarillo con el cabrón de Ernesto.

Tomamos un piscolabis, y me dijo.

--Puedes ir tranquila y relajada, ten la absoluta seguridad de que todo lo que te comprometía está borrado.

--¿Qué pasará cuando se dé cuenta de que no es la cinta?

--No, no. La cinta es la misma; es más, tenía una marca en la cara "A" que la identificaba, marca que seguramente haría él ¡digo yo! Y sigue tal cual.

La jugada ha sido maestra. Fíjate si está seguro de su cinta, que no ha consentido que Agapito del Pino la audite antes del programa.

--Pues valiente estúpido, tenía que haberse asegurado.

--Pero si es que no puede ni sospechar que ha sido manipulada: un banco serio, la caja de seguridad con cero aperturas, ¡Quién coño va a maniobrar una caja de seguridad para robar una cinta que vale cien pesetas! Está tan seguro de su triunfo, que la caída va a ser mortal. ¡Ah! y al final del programa le espera la INTERPOL

--¿Para qué?

--Para que responda por diversos delitos cometidos en Francia e Italia.

--O sea, que irá a la cárcel.

--Lo que te aseguro, que va a desaparecer de tu vida, para siempre.

--¡Qué alivio!

--Y ahora atiende muy bien. En tu anterior entrevista que te hizo Agapito del Pino, dejaste muy claro lo que fue de tu vida pasada.  Ernesto, cree que va a demostrar que el "Cardenal bonito..." ¿Sabes que a Sergio ya le empiezan a llamar así por los círculos eclesiásticos?

--Le va... le va el apodo. Dije convencida, porque guapo, es a rabiar.

--Sigo: Ernesto cree que va a demostrar que un sacerdote, hoy cardenal, se acostó contigo repetidas veces, cosa que ya no podrá hacer. Todos suponemos que los curas, (o algunos) follan, pero nadie lo ha demostrado. Las democracias tienen estas servidumbres, que se puede atacar a las personas impunemente. Esta situación con el Caudillo, imposible de haberse producido.

--¿Qué me aconsejas que haga?

--Si te ataca por tu vida anterior, te ríes, dices que toda España lo sabe. Si te pregunta del Pino que si te acostaste con Sergio mientras era el Párroco de Los Alcores, lo niegas rotundamente, saca tu vena irónica y responde:

 

"habré sido la puta más famosa de España, pero tengo mucho respeto a la Iglesia, la prueba es que hice grandes donaciones a la misma. Jamás me acostaría con un miembro de Ella".

 

--Me parece muy bien. ¿Y si me preguntan si me he acostado con Ernesto, que respondo?

--Dices que sí, que le conociste en la Estación de Chamartín, que te le ligaste; que te llevó a comer a Jockey, y que dormiste en el Hotel Emperatriz.  Eso es innegable y lo pueden demostrar.

--¿Y si le da por decir, que fue cómplice de un chantaje hacia mí?

--No lo va a decir porque no lo puede demostrar. El Obispo aquel falleció; su hermano es Cardenal; y no existió tal chantaje porque tú sigues siendo multimillonaria.

--¡Qué grande eres Lope! ¡Qué haría yo sin ti...! --Otra cosa Lope: no creo que me lo pregunten, pero ya sabes que el morbo es el motivo de ese programa, si Ernesto dice que es mentira, que nunca se acostó conmigo ¿Cómo le desmonto?

--Sal por peteneras, o di lo primero que se te ocurra, pero algo intrascendental.

--Manolita: todo se sabe de ti, y todo se puede probar, todo menos que te has acostado con el que es hoy un Cardenal.

--Eres un sol Lope, ¡hala! vamos a dormir.

--¡Juntos...!

--Puedo dormir contigo tan segura, que será un placer hacerlo con mi mejor amigo.

Obvio decir, que dormimos con la satisfacción de un deber cumplido, sólo hubo un beso en las mejillas, y un buenas noches.

 

Lunes siguiente. 22 horas.

El plató estaba abarrotado de invitados; la expectación la había creado su presentador Agapito del Pino; se mascaba en el ambiente el morbo que había despertado.

Lopetegui había conseguido una invitación, lo que me dio más seguridad, verle allí me trasmitía confianza.

Salió el señor del Pino al plató con su habitual chaqué blanco impecable anunciando el evento.

¡Señoras y señores! Lunes de lujo para nuestros invitados y telespectadores. Esta noche se dilucidará la incógnita que mantiene al País en vilo.

Por un lado, Doña Manuela, más conocida por Manolita; la meretriz más popular de España con la Dictadura, y hoy la alcaldesa más votada en términos relativos, en Democracia.

Por otro lado; don Ernesto de la Flor Campillo, hermano gemelo de Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Sergio de la Flor Campillo.

Don Ernesto, dice poseer una prueba que demostrará la connivencia sexual entre doña Manolita y Su Eminencia. De ser cierto queridos espectadores, asistiríamos a un hecho insólito, la demostración de que los sacerdotes son hombres también sometidos a la tentación de la carne. Y que daría razón a los que pretenden abolir el celibato sacerdotal.

Pero antes de demostrar a toda España la prueba que manifiesta según don Ernesto, la componenda entre su hermano y la dama presente, voy a formular unas preguntas a ambos. Empezaremos por doña Manolita:

 

Del Pino

Manolita ¿Conoce usted a Su Eminencia el Cardenal, Sergio de la Flor Campillo?

Manolita

Sí señor, bastante, durante un tiempo fue Párroco del Municipio que tengo el honor de ser hoy su alcaldesa. Es más, fue mi confesor y guía espiritual.

Del Pino

¿Nos contaría brevemente que pecadillos se confesaba, doña Manolita?

Manolita

Hombre señor del Pino, podemos hacer un intercambio de confidencias. Usted me cuenta que hace con su novio los fines de semana, porque toda España sabe que es Gay, y yo le cuento mis secretos de confesión.

(Las risas y los aplausos atronaron en el estudio)

Del Pino quedó visiblemente perplejo. No se esperaba esta respuesta.

Del Pino. (Carraspeando)

Bien, sigamos ¿Es cierto que mantuvo usted relaciones sexuales con el sacerdote ayer, Sergio?

Manolita

Puede estar tan seguro que no, al igual que también yo estoy segura, que usted no mantiene relaciones sexuales con el Prior del Convento de los Paúles, ubicado próximo a esta emisora, y que todos sabemos de su mecenazgo.

(Más risas y aplausos) A del Pino parecía que le "patinaba el embrague".

Del Pino (Con cara de contrariedad)

Tenemos documentos que demuestran que usted y don Ernesto aquí presente, se conocían y que compartieron mesa y cama en un hotel y restaurante de Madrid. ¿Es cierto?

Manolita

Sí señor, rigurosamente cierto.

De repente se levantó Ernesto como un resorte, diciendo:

--Yo con esta... señora, jamás me he acostado. Es cierto que cominos juntos, pero mentira que nos acostamos.

Del Pino

El señor de la Flor, niega su aseveración, ¿Cómo podría demostrar que lo que usted dice es cierto?

Manolita

Muy fácil, que se baje los pantalones y los calzoncillos, y que enseñe "su herramienta" al público, verán como es descomunal, no creo que haya en España dos como la suya.

Aquí ya fue el delirio... Todo el público gritando...

¡Qué se la saque...! ¡Qué se la saque...! ¡Qué se la saque...!

No pudo aguantar más Ernesto, y extrayendo una cinta de audio de unos de los bolsillos de la chaqueta...

¡Aquí está la prueba de lo que afirmo!

Ahora sabrá esta p.... lo que es la verdad. ¡Se acabó la farsa!

Le trajeron un reproductor de cintas, y la introdujo en el departamento correspondiente.

Su eminencia el Cardenal desde su residencia presenciaba el programa; se llevaba las manos a la cabeza, en claro signo de desesperación.

En Los Alcores, todos los vecinos aguantaban la respiración ante lo que jamás hubieran sospechado.

Los empleados del Hotel, casi rezaban. No daban crédito a lo que oían.

En el plató se hizo un silencio que se podía cortar.

Lopetegui reía, pero con las manos ocultando la boca.

Con cara triunfal, Ernesto de la Flor Campillo accionó el Play del aparato... y se oyó...

 

Tachín... tachán... tachín... tachán...

Nadie en el Tercio sabía

quien era aquel legionario

tan audaz y temerario

que a la Legión se alistó.

Tachín, tachín, tachón…

Nadie sabía su historia,

más la Legión suponía

que un gran dolor le mordía

como un lobo, el corazón.

Tachín… tachín... tachón...

Más si alguno quien era le preguntaba

con dolor y rudeza le contestaba:

Soy un hombre a quien la suerte

hirió con zarpa de fiera;

soy un novio de la muerte

que va a unirse en lazo fuerte

con tal leal compañera.

Tachin... tachán... tachín... tachón...

 

Se le puso la cara a Ernesto blanca como la leche al oír el himno de la Legión. A toda prisa sacó la cinta y le dio la vuelta con tanto temblor de mano, que no atinaba a introducirla en su sitio.

Volvió a dar al play.

Otro silencio sepulcral se hizo en el estudio.

S.E. el Cardenal seguía con las manos en el pecho y con un crucifijo entre los dedos.

Los Alcores temblaban.

Del Pino ponía cara de estupefacción.

Y de ese aparato sonó:

Tachin... tachán... tachín... tachán...

Cara al sol con la camisa nueva

que tú bordaste en rojo ayer,

me hallará la muerte si me lleva

y no te vuelvo a ver.

Formaré junto a mis compañeros

que hacen guardia sobre los luceros,

impasible el ademán,

y están presentes en nuestro afán.

Si te dicen que caí,

me fui al puesto que tengo allí.

Volverán banderas victoriosas

al paso alegre de la paz

y traerán prendidas cinco rosas:

las flechas de mi haz.

Volverá a reír la primavera,

que por cielo, tierra y mar se espera.

Arriba escuadras a vencer

que en España empieza a amanecer.

Tachín… tachán... tachín... tachán...

 

Como un loco Ernesto gritaba fuera de control

¡Sabotaje... Sabotaje... Sabotaje...!

¡Puta... más que puta... tú has sido...Puta! Tú tienes la culpa... ¡Zorra... zorra... zorra...!

Del Pino tuvo que llamar a Seguridad, El público de pie gritando:

¡Estafador... engañabobos... Timador...! ¡Fuera... fuera... fuera...!

¡Fascista... facha... Carca...! ¡Fuera... Fuera...!

Los guardias de seguridad sacaron del plató a Ernesto casi a rastras, pero no paraba de gritar.

¡Puta... Zorra... Zorra...!

Dos agentes de la INTERPOL le esperaban fuera de las instalaciones, le esposaron y se lo llevaron detenido no sin antes leerle sus derechos.

Salimos de la Emisora sobre las doce de la noche. Lope y yo nos fuimos a tomar unas copas a Chueca, le dije:

--Vamos al club Fulanita de tal, que seguro estará Sonia.

Y allí estaba, bailando con una morenaza y dándose besitos.

--¡Pero leche! ¿A Sonia le van las tías? Dijo sorprendido Lope.

--Como a ti que te metan el dedo por el culo. Le respondí con guasa.

--¡Manolita...Manolita...! ¡No me jodas... no me jodas!

Tomamos unas copas para celebrar el triunfo, y sobre las tres de la madrugada, nos fuimos a dormir.

 

Miércoles de esa misma semana

 

Me encontraba en mi despacho del Ayuntamiento.

--Doña Manolita. Una llamada de Barcelona, dicen que de la Sede Cardenalicia.

--Pasa, pásamela Rebeca.

--Dígame.

--Manolita, ¿sabes quién soy?

--¡Cómo no, Eminencia! su voz es inconfundible.

--Te doy las gracias por desmontar la farsa de mi hermano. ¡Qué locura es esa de que tú y yo hemos tenido contacto carnal!

--Ya ve Eminencia, las malas lenguas. Ni de un hermano ya no se puede fiar.

Estaba segura que las cotillas estaban escuchando la conversación por algún teléfono supletorio. Por eso exageré la nota.

--Eminencia, sabe que le venero, ¡Va usted para Santo! Antes muerta, que mancillar su honor.

--Espera, espera Manolita, que antes tengo que ser Papa.

--Seguro que llega a Papa, eminencia. ¡Seguro!

--¿Qué tal tu vida sentimental, Manolita?

--Me debato entre dos amores.

--Pues si son amores como manda la Santa Madre Iglesia, y te casas, concédeme el honor que yo oficie la ceremonia de tu boda.

--¿Su Eminencia haría eso por mí?

--Sí, Manolita, y con el mayor de los placeres.

--¿Aquí, en la Iglesia de Los Alcores?

--¡Qué mejor sitio!

--Cuídate Manolita, cuídate.

--Gracias Eminencia... Beso su mano.

--Adiós.

--Adiós.

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