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39.5 Volver a empezar

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Estaban todos esperándonos en uno de los impresionantes y elegantes salones, El abuelo de Gonzalo permaneció sentado en una silla con reposabrazos y el resto se puso de pie para saludarme, fui a estrechar la mano del abuelo, me recibió como siempre, campechano y alegre y con una mirada inquisitiva, curiosa, queriendo averiguar algo y atravesar mis inseguras defensas.

A la abuela la abracé, María me comía a besos y Raúl y Borja me saludaron con un fuerte abrazo de amigos. La abuela era la que más preguntaba, de dónde venía, qué hacía en Inglaterra, hace un mes había tanta tristeza en esta casa que ahora parecía una fiesta.

Borja ayudó a levantarse de la silla al abuelo, me di cuenta entonces de lo anciano que era, tenía que rondar los noventa años, la abuela estaba mejor, se movía con cierta agilidad.

María se sentó a mi lado derecho y a la izquierda de Borja, cogió mi mano y me miró, le brillaba la mirada, la misma que tenía su hermano cuando exultaba de alegría, me enseñó su mano que sujetaba la mía.

Tuvimos que levantarnos para abrazarnos, lucía orgullosa un precioso anillo de brillantes con un azul zafiro en el centro.

-¡Felicidades! ¿Y ahora ya en serio?  -María ríe cantarina mirando a Raúl.

-Lo nuestro siempre ha sido serio.  –parece que mi sorpresa ha hecho reír a todos.

-Es una sortija preciosa, aunque menos que su dueña. ¿Y la boda cuándo será?  -mira a Raúl que se encoje de hombros.

-El año que viene.  –me parece que María acaba de señalar una fecha, dentro del año próximo.

La cena transcurre entretenida y salvo Raúl y Borja, el resto comemos poco, el abuelo nada. Hablo mucho con María o ella habla conmigo, también con Raúl y Gonzalo que los tengo enfrente y algo menos con Borja y los abuelos que me quedan más lejanos.

Gonzalo está sacando lo mejor de él y atendiendo la conversación de todos, hablando animadamente. María y Raúl se casarán y la vida seguirá adelante.

Nos trasladamos a otra sala más pequeña, al salir del comedor el abuelo de Gonzalo se despide y su esposa va con él, encargan unas bebidas al sirviente y como he comido poco pido un té.

En algún momento hablan de lo que María y Raúl están recogiendo de Ál y entiendo que algún día de la semana próxima les llevará Gonzalo a España.

Estamos hablando bastante tiempo hasta que pregunto a María por los aseos.

-Ya te acompaño.  –nos levantamos y como se quedan mirando María les dice que en un momento volvemos.

-¡Gracias por venir a pasar un rato con nosotros!   -me coge de la mano y llevo la suya a mis labios.

-Había quedado con Gonzalo.  –entramos en lo aseos y me espera en la zona de lavabos.

Me estoy lavando las manos y ella se apoya en el mármol de la repisa, me mira silenciosa, quiere decirme algo y no se atreve, tengo que ser yo el que hable…

-Ál me pidió que le cuidara…, y no sé cómo hacerlo.  –tengo que darle una respuesta a su muda pregunta.

-Viniendo a su encuentro y ya lo has hecho, no renuncies a vuestra vida, seguro que es lo que Ál desearía.  –nos abrazamos largos minutos compartiendo los recuerdos.

-¿Qué vas a hacer?  -sé que no es mi respuesta lo que quiere escuchar, pero así será de momento.

-Trabajar, terminar con mi programa...  ¡No lo sé María, no lo sé!  Ahora tengo compromisos no será tan fácil ordenar mi vida. -no insiste, su discreción no le permite avanzar más.

Volvemos donde están los demás, María no ha obtenido la respuesta que esperaba y me mira preocupada. Tengo que marchar al hotel y se le digo a Gonzalo para que me que pidan un taxi.

Estoy confundido y asustado, todos esperan de mi una vuelta al pasado y aunque yo mismo lo deseara no va a resultar tan fácil. Reconstruir lo perdido y arrasado puede suponer dolor para algunos. Ahora todo está cubierto por los escombros y el lodo que va dejando el tiempo a su paso, como el agua que arrastra el barro en la riada cubriéndolo todo.

-Voy contigo, tenemos que seguir hablando.  –ahora parece más decidido y hasta entusiasmado. Nos despedimos de todos y su abuela me pide que vuelva a comer el domingo. Es Gonzalo el que me disculpa y les dice que no tengo tiempo.

Han llamado a un taxi como le pedí, cuando llegamos al hotel y al entrar en el hall.

-Podemos hablar en la cafetería o en tu habitación, prefiero subir y hablar en privado si no te importa.

Hemos cerrado la puerta de la habitación y no me deja avanzar, me sujeta de los hombros para que me gire hacia él, veo en sus ojos lo que va a suceder, se inclina para unir sus labios a los míos, no respondo a su beso y me quedo helado por la sorpresa, no esperaba esta espontaneidad en él. El beso se va alargando hasta que muevo los míos para acariciárselos.

-Perdóname Daniel, te amo, siempre te he amado y he sido tan tonto como para perderte, no volverá a pasar, no permitiré que me dejes.  –suena como un grito desgarrador.

Es tan diferente a aquella noche en la terraza de la casa de mis padres, ponía ahora tanta pasión. ¿Sabía mi estado de ánimo y se aprovechaba de él? No, creo que es sincero.

-Tú también me amas, no lo has dejado nunca de hacer, no puedes negarlo.

Me había llevado despacio hasta el borde de la cama y caímos en ella. No cesaba de besarme en la cara y sus manos de acariciaban mi cuerpo, comenzó a quitarme la ropa viendo que aceptaba sus caricias, que acompañaban a sus besos.

-Para, para Gonzalo, tenemos que hablar, por favor, déjame que piense.

-¿Qué tenemos que pensar?, nos amamos y eso es lo importante, déjate llevar por tus sentimientos. –volvió a abrazarme y besarme con ternura, en otros momentos con arrebatos de deseo, de necesidad y yo lo hacía también.

-Gonzalo, ya no somos unos adolescentes ni unos jóvenes sin experiencia, ¡yo no soy igual!, ha habido otros hombres en mi vida, aún los hay, no se puede romper con el pasado de esta manera.

-Yo tampoco soy igual de tonto, pero tú me amas a mí y no a otro y esto es lo que importa. Tenía que habértelo dicho el día que dejé el liceo, aquella vez en el pinar y no lo hice y siempre me arrepentiré.  –no dejaba de besarme cogiendo mi cara entre sus manos y aplastándola.

-Necesito tiempo Gonzalo, por favor, por favor.  –suplicaba gastando mis últimas fuerzas.

-Lo tienes, el tiempo que quieras y necesites, pero no me apartes Daniel, déjame que sea tu amigo hasta que estés seguro, te lo suplico. No me dejes a un lado y fuera de tu vida. –se había puesto de rodillas y me miraba suplicando desde abajo, se me rompió el corazón y me arrodillé a su lado para abrazarme a él.

Me venció en aquel momento y comencé a besarle desesperadamente, a darle los besos que había dejado de entregarle durante tanto tiempo, a acariciar su amado rostro, los labios que habían sido el motivo de mis sueños.

-Sí, te amo, ¡joder!, te amo, aunque no quiera.  -había luchado contra mi sentimiento y conseguido enfriarlo y ahora él lo volvía a despertar y encender. Gonzalo, mi amado Gonzalo, niño, hombre.

Acariciaba su cara y volvía a grabar con mis dedos el retrato de su rostro, aunque lo sabía de memoria.

-Ahora ya eres mío y no volveremos a separarnos, nadie te arrebatará de mi lado.

No dejábamos de besarnos y decirnos lo que nos amábamos, como debimos hacer aquel hermoso día con catorce años, como si estuviéramos amándonos en aquel bosque, envueltos en el olor de los pinares de aquel cálido día de primeros de verano.

Nos levantamos del suelo abrazados. Comenzó a quitar los botones de mi camisa y me miró para pedirme permiso. Mi respuesta fue empezar a quitarle la suya, tardamos un montón de tiempo porque había muchas sesiones de besos en cada parte de nuestro cuerpo que iba quedando desnudo.

Estaba tremendamente delgado, más aún que David y no era ese el recuerdo que tenía de él. Su maravilloso culo seguía tan firme y redondo como siempre, se lo besé y su olor me excitaba haciendo que lo deseara. Mi polla no podía crecer más. Me abrazó para recorrer mis labios con su lengua y la introdujo con suavidad en mi boca.

Mientras me besaba mi mano buscaba su verga y comencé a acariciarla, no había descapullado del todo, el precum cubría mis dedos, chupé sus pezones cuando liberé mi boca de sus labios.

Mi mano seguía agarrando su pene y la otra acariciaba su cuello y su oreja, comenzó a suspirar, recordaba que era una zona erógena importante para él y hacía que se excitara enseguida, el único secreto que descubrí de él aquella noche.

Su boca se dirigió a mis orejas y luchamos para ver quien lamía más. Gonzalo había mejorado mucho, imagino que él pensaría lo mismo de mí y lo que descubriría en unos minutos.

Acariciaba mis pezones y me hacía suspirar borracho de gusto y placer, le aparté para hacerle lo mismo, no tiene tanto vello como Nicolás, pero para mi gusto suficiente, se repartía proporcionado en su pecho envolviendo sus tetillas, y bajaba por el centro de sus abdominales hasta abajo del vientre donde se volvía más frondoso.

Mi mano resbalaba por el tallo de su verga, no paraba de echar pre semen y me llevé la mano a la boca, me encantaba su sabor, aquí fue donde pensé que quería saborear su leche.

Llegó con su boca a mi verga, la lamió y la metió en su boca, al cabo de un momento le cabía y la tragaba entera y no es precisamente pequeña, luego lamía y se metía mis testículos, chupando de ellos logrando que suspirara con fuerza.

Yo continuaba masajeando su verga y acariciando sus huevos, los notaba grandes y calientes en mi mano, sentía la necesidad de chuparle la verga y los huevos.

-Gonzalo, quiero chupar tu polla, comértela, por favor.

Dicho y hecho, me colocó en posición y enterré mi nariz en su pubis, olía de fábula a hombre viril y muy macho, a un ligero olor a sudor y un perfume que no identifiqué, aspiraba continuamente y sus pelos se me metían por la nariz.

Sus pelotas no cabían las dos en mi boca, primero las lamí y luego las fui metiendo una después de otra, para jugar con ellas llenándolas de la humedad de mi saliva, me sabían deliciosas.

Estuve un tiempo jugando con ellas y abría las piernas para que llegara con mi lengua a su perineo lleno de oscuros pelos, hasta llegar a la entrada de su culo.

Volví a su polla que aún no había probado, es un trozo enorme de carne, muy parecida a la Nico y Rayhan, pero con alguna diferencia, el pellejo del prepucio no es tan largo y cuando erecta sale casi todo el glande, riquísimo de sabor, largo y un poco aplastado, ideal para un culo que no haya sido muy utilizado y su piel de una suavidad exquisita.

Mi boca ya había comido pollas de semejante tamaño, está acostumbrada y en pocos instantes la tenía toda dentro de mi garganta ahogándome. Gonzalo se percató de mi proeza y sin dejar su postura mamando mi polla, a la vez follaba mi boca con su duro pene.

Sacó parte de su verga para acercarse a mi ano y besarlo y chupar de él, me hacía gemir como un condenado y tenía que sacer su polla para respirar y suspirar entrecortado, no podía hacer tres cosas a la vez.

Al cabo de unos momentos metía sus dedos en mi ano y lo follaba con ellos. Era tanto el placer que dejé su verga abandonada para centrarme en las sensaciones que llegaban a mi cerebro.

-Fóllame Gonzalo, por favor. -susurré sin voz.  –Fóllame, tómame ya.

Su idea era otra y metió un centímetro de su lengua en mi culo, la pasaba por las paredes de mi recto y arañaba el anillo con sus dientes.

Abandonó mi culo para volver a mi polla y no atendía mi necesidad de estar lleno de él, quería su rabo en mi vientre.

Tiré de él para que se colocara encima de mí y le supliqué con voz de marica, porque se me quebró de angustia la voz.

-Por favor, fóllame ya.  –parece que no se atrevía, ¿qué se creía que tenía entre las piernas? Cogí su pene y lo puse en la entrada de mi ano.

-Mételo ya, dame tu polla de una vez.

Comenzó a empujar y desde luego no era un lapicero lo que me metía, me penetraba sin parar hasta que sus pelotas quedaron pegados a la entrada de mi ano, descansó un momento, sentía sus testículos moverse en mi entrada deseando vaciarse.

Unos minutos después me folla sin piedad, sudaba y yo estaba en el cielo, lleno, completamente empalado en su verga, notando la vena tan gorda que recorre longitudinal toda su polla.

Jadeábamos los dos, él por el esfuerzo y yo por el placer al que me estaba sometiendo. Iba a eyacular de un momento a otro y se lo pedí.

-Córrete en mi boca, por favor.

Pronto le llego el orgasmo, pero tuvo tiempo para meter el glande en mi boca y pude sentir los latigazos de su esperma que me llenaba y tuve que tragar para no acabar ahogado.

Mi orgasmo llegó justo cuando él se vaciaba, estaba lleno de sensaciones que no sabía atender, mi leche salió disparada manchando su espalda y su pelo, pasó por encima de él y los últimos chorros cayeron en su culo resbalando hasta mi vientre.

Aún tenía parte de su leche en mi boca cuando me besó, se la pasé y quedó paralizado pero lo acepto y jugaba con su lengua en mi boca buscando más.

Así estuvimos un rato besándonos sin poder detenernos.

-¡Por Dios!, creía que me moría Gonzalo. Vamos a ducharnos para que puedas marchar a tu casa, van a pensar que has sufrido un accidente.  –se ríe quedo en mi oído.

-No te preocupes, le dije a María que no esperaran mi vuelta y que se lo dijera a mi abuela.

-¿Sabías que esto iba a pasar, qué iba a dejar que me follaras?

-No te enfades, no lo sabía, lo quería nada más.

-Pero Gonzalo, saben que íbamos a follar esta noche.

-No necesariamente, eso no debe preocuparte. ¿Estás molesto?

-No, no estoy enojado, tampoco serviría de nada.  ¿Qué vamos a hacer entonces?

-Pasar esta noche juntos, porque yo tengo ganas de seguir, ¿tú no?

-Sigo teniendo ganas de ti, creo que las tendré siempre, pero me refería a lo qué vayamos a hacer con nuestras vidas a partir de ahora.

-Si quieres puedo influir para que te traigan a Inglaterra, cerca de Bristol tienen una planta de fabricación.

-No hagas eso Gonzalo, por favor, no vuelvas a interesarte por mí en el aspecto profesional, déjame que sea yo mismo el que me realice. Primero quiero terminar mi compromiso en Francia, hasta septiembre, y después pediré como primera opción UK para el próximo año, pero deja que funcione el sistema sin interferir.

-Ya hablaremos de todo eso, no me preocupa demasiado, yo te quiero a ti, donde estés. ¿No fue Nicolás a París por ti? Yo iré a cualquier parte del mundo y ahora no estás tan lejos.

-Quiero vivir mi vida contigo, tenerte, amarte, cuidar siempre de ti.  –me sonríe con picardía.  –Y me encanta como follas y lo que puedes hacer.  –me pone todo rojo, como si no supiera que esto iba a suceder.

-Ya te dije que no soy el mismo, ha habido otros hombres en mi vida. Tú tampoco lo haces mal, me has llegado al alma y me encanta tu verga, me vuelves loco todo tú y cuando cojas unos kilos más te comeré.

Esa noche hubo tiempo para que volviéramos a hacernos el amor, con algunas variantes, pero igual de hermoso y excitante. Gonzalo ahora era mío y yo de él, pero no me apetecía ni resultaba agradable herir a Nico, Ray y Rafael, no resultaba tan fácil y necesitaba tiempo para ir dejando todo arreglado, con suavidad, sin causar dolor innecesario, se trataba de mis amigos que tanto habían hecho por mí cuando los necesité.

No era mi idea tener una cita semanal con cada uno de ellos, solamente quería que supieran que seguíamos siendo amigos, que si me necesitaban estaría con ellos, que lo que habíamos hecho estaba bien, no me arrepentía de nada y volvería a hacerlo si ellos lo necesitaban.

Domingo

Cuando desperté Gonzalo estaba a mi lado desnudo, mirando hacia el techo de la habitación.

Miré la hora, era muy tarde, las once de la mañana, él se había quedado observándome.

-Buenos días amor, tenías que haberme despertado.

-Estabas tan bello dormido y hace poco que me he abierto los ojos, ¡hola!, amor.  –llegó hasta mi para besarme con ternura.

-Gonzalo, estas muy delgado, quiero que me prometas que te cuidarás.  –dejo deslizar mi mano por las costillas que se le marcan.

-Claro que voy a cuidarme, para ti amor mío, quiero estar mucho tiempo a tu lado.

-¿Ha estado bien lo que hemos hecho?  -yo estoy satisfecho, pero quiero saber lo que siente él.

-¿Lo dices por Ál?  -afirmo con la cabeza.

-No tienes que preocuparte por eso. Después de Navidad nos dijeron, casi con exactitud, cuándo y cómo iba a ser el final y él lo sabía, siempre quiso conocer todo el desarrollo de su enfermedad.

-Pero…  -colocó un dedo en mi boca para que callara.

-Déjame seguir, no me interrumpas. Cuando volvimos a Londres después de Navidad tuvimos el resultado definitivo, y supimos que quedaban poquísimas esperanzas de que respondiera a los tratamientos…, cambió de carácter, se hizo hasta agresivo consigo mismo e intento suicidarse, por ese motivo lo llevé a la casa de mis abuelos, para poder vigilarle.

-Ya no era el Ál que tú conociste, me odiaba a mí, odiaba a mis abuelos, se quejaba de su suerte, ¿por qué tenía que morir él siendo tan joven?, estando mis abuelos que tenían que haberse marchado antes.

-Debe de ser un proceso normal en esos momentos según nos dijeron los médicos, que no debíamos tenerlo en cuenta porque no era él el que hablaba, resultó muy penoso y creo que era él, a pesar de todo, el que peor lo pasaba.

-No sé cómo hicieron los médicos y psicólogos para que, de alguna manera, fuera aceptando su realidad.

-Dos semanas antes de que tú llegaras estuvimos hablando, entonces tampoco era muy fácil hablar con él y estaba todo el tiempo sedado.

-Quería pedirte perdón por el daño que te había causado.  –le interrumpí, aunque solo formulé la pregunta.

-¿A mí? Ál nunca me ha hecho mal alguno.  –me miraba con tristeza.

-Sabía que yo te amaba. Cuando comenzaste en el colegio a los dieciséis años con nosotros, y dejé de prestarle la atención que el requería lo supo, toda la gente que me rodeaba lo sabía menos yo, y luchó con todas sus fuerzas para apartarnos. Tampoco tu ayudabas mucho con tu innata timidez y apartándote siempre, pero no te culpo.

-Luego pasó lo de Sevilla, iba a decirte que te quería, que te amaba; habíamos hablado, discutido sobre ti y le había dicho que entre nosotros todo había terminado, desperté de mi sueño y os vi, escuché tus gemidos placenteros al recibir su mamada, recordarás como nos habíamos marchado al hotel y él se quedó en la fiesta.

-Te odié, a los dos os odiaba en aquel momento. Yo no soy como tú, en el fondo de mi corazón te odiaba, amor y odio, bonito contraste. Inclusive aquella noche en tu casa cuando te dije que te amaba no había terminado de perdonarte.

-Veo que no pudo encontrar el perdón que quería escuchar de tus labios, que no pudo hablar contigo, después de que marcharas no volvió a hablar más, si lo hacía en los momentos de lucidez era para pedir que le dejáramos marchar.   –en ese momento calló.

Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos.

-No llores, ya no te dejaré nunca.  –besaba mis lágrimas y él también lloraba.

-Solamente me pidió que cuidara de ti, tenía que amarte tanto y tuvo que ser terrible para él, pobre Ál.  –permanecimos un rato largo abrazados, cada uno con sus pensamientos.

A pesar de lo que terminaba de conocer, no podía sentir rencor hacia él, al contrario, pensaba en lo que tuvo que sufrir con Gonzalo, vivir con él sin que le amara como él deseaba, aunque le quería, como todos los que hemos estado a su lado.

Nos duchamos y Gonzalo tuvo que volver a ponerse su ropa usada, no quiso ir a su casa, deseaba estar conmigo todos los minutos que pudiera.

Era la hora de comer y no habíamos dejado la habitación, luego lo ajustaría Gonzalo en recepción.

Hicimos la comida en el comedor del hotel, Gonzalo se esforzó en comer para dejarme contento.

Seguíamos hablando, teníamos muchas cosas que decirnos hasta que me preguntó por mi situación con Nico. Le expliqué más o menos como estábamos y como él mismo me había animado a venir a Londres para estar con él y que habláramos.

-Es un gran chico.

-Sí que lo es, el mejor.  –me miraba sonriendo.

-Vas a lograr que tenga celos.

-Pero mi amor es solo tuyo, siempre lo ha sido y así seguirá, él lo ha sabido desde el primer momento. Le quiero Gonzalo ha sido para mí la salvación.

-No te pido que lo dejes de querer, lo entiendo, ahora el extraño soy yo.  –y fuimos aclarando nuestras cosas hablando sin parar.

Gonzalo quería venirse conmigo a Lille y alguna locura más.

-Tienes que dejarme un tiempo para que vaya ordenando mi vida.  –enseguida olvidaba lo acordado.

Teníamos que volver a la habitación para recoger todas mis cosas e ir a la estación.

Hacía una temperatura agradable y había algunas nubes que cubrían el cielo azul, lo mismo que encontraría en Lille al llegar.

Me separé de él con un montón de sensaciones encontradas, pero de resultado agradable, al final salían vencedoras las buenas sobre las malas.

En unas horas mi vida había cambiado y de momento me sentía como montado en una gigantesca noria y mareado.

Llegué a Lille temprano y el trabajo me distrajo, seleccionar ropa para llevar a la lavandería, la que tenía que lavar en casa, deshacer las maletas, atender la llamada de Rafael que insistía en querer hablar para contarme algo, según él maravilloso.

Sentirme en casa, mi casa, con las nuevas flores que Ray había colocado como bienvenida, hacer una lista de cosas pendientes, mirar la nevera, y tomar un té antes de meterme en la cama.

También llamé a Nicolás una vez metido entre las agradables sábanas, se lo debía, aunque no tenía ganas de hablar, él insistía, quería saber más de lo que yo estaba dispuesto a contar en ese momento.

 

-Nico te lo contaré todo, pero será cara a cara.

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