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Solo en casa

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Ese día me quedé solo en casa, y como cualquier adolescente en tales circunstancias decidí masturbarme, pero esta vez quería que fuera diferente, ya que disponía de tiempo suficiente para hacer algo más que la simple gallarda que todos conocemos. Así pues, aun no sabiendo muy bien lo que iba a hacer, me quité la ropa y me quedé desnudo, me dirigí a la habitación de mi hermana mayor para "investigar" un poco.

Mi hermana, aunque sé que no lo debería decir, está muy buena. Aunque no tiene unos pechos muy grandes, tiene un culo redondito, que más de una vez me ha provocado alguna erección inoportuna y difícil de pasar inadvertida en el desarrollo de la vida familiar.

Abrí el primer cajón de su mesita de noche y debajo de su ropa interior blanca, encontré su diario. Como comprenderéis, la tentación era muy grande, pero cuál fue mi sorpresa al descubrir, que aquello no era un diario convencional, ante mí tenía, las memorias de la vida sexual de mi hermanita.

En la primera página del diario, se narraba la primera vez que se masturbó, según contaba, fue el día antes de su comunión. Ella se estaba bañando, para según mi madre "ir bien limpia a ese acontecimiento de tal envergadura", y la "inocente" chiquilla, empezó a limpiar a conciencia aquellas zonas más conflictivas higiénicamente hablando. Al llegar a su zona púbica descubrió una sensación nueva y confortante, con lo que os puedo asegurar que mi hermana, una persona muy tenaz, puso todo su esmero en adecuar la zona. Ni el mayordomo de la tele encontraría un pelo de suciedad.

El libro narraba, detalladamente, todas aquellas experiencias que la habían marcado, desde, la primera vez que un chico la hizo llegar al orgasmo, la primera polla que se comió, la primera vez que hizo el amor. Yo iba hojeando el diario con mi mano izquierda, porque la otra la tenía en faenas mayores, y ojeándolo por encima, para sacar unas primeras impresiones para luego dedicarme a una lectura más profunda de esa obra maestra de la literatura.

En el momento en que llegaba al último escrito y vi que databa con fecha de ese mismo día, escuché como alguien abría la puerta de la entrada, pero antes de cerrar el libro y guardarlo en su sitio pude leer lo que allí ponía; "querido diario hoy me van a desvirgar mi culito". Una vez guardado no me quedaba tiempo para esconderme, y recordemos que yo estaba en la habitación de mi hermana, desnudo y con el rifle cargado. Así que sólo me dio tiempo de esconderme en su armario.

Justo cerrar la puerta del armario, ella abría la de la habitación. Pensé que seguramente, al igual que yo, ella sabía que nuestros padres no estarían en casa y había aprovechado para divertirse en casa. Supuse que habría quedado con algún amigo para completar los deberes que en su diario tenía pendientes. En la cara se me dibujo una sonrisa de oreja a oreja al pensar como disfrutaría luego leyéndolo, ahora que ella para mí no tenía secretos. Entonces me di cuenta que no haría falta que lo leyera, con un poco de suerte, su habitación sería el lugar donde se consumaría el acto, y yo sería un invitado de lujo.

También me di cuenta que, con las prisas, llevaba, en la mano una de sus braguitas blancas.

Inspiré profundamente para captar la esencia más prohibida de mi hermana, y empecé a masturbarme con ahínco. Sin duda era la situación más erótica en la que jamás me había encontrado. Pero reaccioné y bajé el ritmo, había que reservar fuerzas, porque la batalla que ahí se iba a librar, podía pasar a los "anales" de la historia.

El armario era de lamas horizontales, lo que permitía que desde mi escondite pudiera ver la estancia.

Vi a mi hermana desnudarse y quedarse en ropa interior. Tenía una figura preciosa. Su piel morena, contrastaba fuertemente con la ropa interior blanca que llevaba. Se dirigió al lavabo y trajo una toalla, jabón y una cuchilla de afeitar. Tendió la toalla encima de la colcha y se sentó encima. Querría al igual que la primera vez que se masturbó estar limpia para un acontecimiento de tal envergadura, pero para verga dura la que a mí se me estaba poniendo. Tenía a mi hermana allí delante mío abierta de patas, afeitándose su conejito. Lo dejó totalmente rasurado, cosa que a mí me encantó. En ese momento, para mí, mi hermana era una diosa, una santa, una abanderada de la higiene, una chica sin un pelo de tonta.

Fue otra vez al lavabo a guardar su guillotina personal. Volvió y se dirigió a su mesita, abrió el segundo cajón y sacó su traje de faena. Se enfundó unas medias de licra negras hasta la altura de medio muslo, se puso un tanga del mismo color que realzaba sus dos preciosas y bien formadas nalgas. Un sostén a juego recogía sus pechos, aunque menudos, preciosos y dulces, con unos pezoncitos respingones realmente deseables.

Yo estaba a cien, me la estaba cascando a placer, pero entonces me di cuenta que quizás ella necesitaría alguna prenda del armario, y entonces me puse las bragas que llevaba de mi hermana. Me iban terriblemente ajustadas, y a duras penas podían contener mi caballo desbocado.

Fue entonces cuando abrió el armario, fue una situación violenta porque los dos íbamos en ropa interior. SU ropa interior. Me hizo salir del armario. Observó lo ridículo que estaba. Yo tapaba mi entrepierna, pero lejos de bajar la erección, se hizo más intensa, nunca había tenido la polla tan grande, tan salida, tan viciosa.

Mi hermana me dijo que qué escondía entre las manos, qué si escondía alguna otra prenda suya. Yo le dije que no, y me dijo que le enseñara las manos. Yo me negué y ella insistió. Pero luego, abrí las manos y le mostré que no escondía nada en las manos, que sólo intentaba ocultar mi erección. Esa erección culpa del deseo que sentía por ella. Quería que viera lo capacitado que estaba su hermano, que viera el gran asunto que llevaba entre manos. Que viera que era un hombre bien dotado, capaz de hacerla gozar mil veces más que el mierda que se iba a follar ese culito para mí tan querido.

Ella lo vio, apartó las bragas hacia un lado y con su mano izquierda y mirándome profundamente a los ojos me agarró la polla y los huevos. Una vez fuera, se tiró un paso atrás para observar la prueba del delito. Me dijo riéndose;

—Así que mi hermanito pequeño aún juega a los soldaditos. Pues tengo una misión para el sargento que no sé si será capaz de llevar a buen puerto.

—¿Por qué dices eso?

 

—Porque me parece que este sargento no ha salido nunca de maniobras.

Yo me sonrojé, mi hermana sabía que yo era virgen y me estaba humillando, y era lógico, pues había invadido su intimidad.

Ella notó mi enojo y dijo:

—No obstante, le daremos una oportunidad. Su misión es la siguiente; tiene que hacer una incursión en tierras que le son desconocidas, se trata de tierras extrañas que el pie humano nunca ha pisado. ¿Será capaz?

Asentí con la cabeza, ella me tendió la mano y me llevó a su cama, me dijo que me estirase en ella. Abrió un cajón i sacó cuatro pañuelos con los que me ató las extremidades al cabezal y piecera de la cama. En ese momento yo era el buque insignia de la familia, y así lo indicaba mi mástil.

Una vez atado, vertió sobre sus manos el contenido de un bote, era una crema viscosa que luego frotó sobre mi miembro. Le pregunté que para que era, y me contestó;

—Tienes un buen pollón, y no querrás hacerme daño.

Esos halagos fueron música para mis oídos y me dieron confianza. Notaba, como me masajeaba y cerré los ojos. En mis pajas de experiencia, jamás me había tocado como ella lo estaba haciendo. Estaba en el paraíso y oí una vez que me dijo;

—Noto que aún no ha empezado la misión y el soldado está derrochando energía.

Me sonrojé otra vez, se notaba que tenía más experiencia que yo. Se dio la vuelta, y se quitó el tanga de espaldas a mí para mostrarme el culo que yo sabía que iba a poseer y ella aún no me había dicho. Luego se acercó y me dijo:

—La ruta habitual, es poco segura, no hay vegetación donde esconderse.

Y me mostró su linda vagina recién afeitada.

—Por eso habrá que buscar una vía alternativa.

Se dio la vuelta y me mostró su trasero. Introdujo un dedo untado de dicha pócima, luego dos y tres.

—Ya estoy relajada. Llega el momento de la batalla.

Se puso a horcajadas mirándome a los ojos y se dejó empalar. Era como un rompehielos cuando se abre camino. Noté como entraba dentro, muy dentro de ella. Empezó a galopar sobre mí.

Estaba súper excitado, veía su cara de placer, como se tocaba su coñito depilado. Y me dijo:

 

—Un deseo.

—Mordisquearte un pezón.

Dije con voz temblorosa. Se bajó el sostén y me enseño un pecho, lo acercó a la altura de mi boca y me dejó morderlo. No aguantaría mucho más, estaba al límite. Ella lo notó, y salió de encima mío. Me agarró los huevos y la polla y los volvió a introducir en las bragas que aún llevaba puestas.

—Tendrías que haber pedido correrte dentro.

Y me fui. Dejé las bragas empapadas. Me desató y me dijo que ya era suficiente reprimenda, pero que no volviera a entrar a su habitación sin permiso.

Al día siguiente, fui a su mesita en búsqueda del diario, y allí estaba, lo abrí por la mitad y estaba en blanco. Fui a la primera página y estaba escrito mi nombre. La segunda página tenía fecha del día anterior y ponía;

"Ayer perdí mi virginidad con mi hermana, la cual me ofreció su culo también virgen en muestra de cariño.

P.D.: Este soldado ya puede ir a la guerra".

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