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Más que compañeros

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A veces la vida te da sorpresas y a mí me dio una bastante grande.

Todo empezó el día de cumpleaños de un compañero de trabajo, el encargado para ser más exactos. Ese mismo día nos dijo que iba a invitarnos a comer para celebrar su onomástica y al terminar la jornada laboral nos reunimos todos en el restaurante acordado.

Allí estábamos: Dani: el cumpleañero, 33 años, casado y como él dice... guapo, joven y con dinero; Sandra: una compañera de ventas; Leo: un chico uruguayo que se vino a probar suerte a España, también en ventas; Marivi: nuestra secretaria; Toni: uno de los mecánicos, el mejor; José: otro compañero de ventas de 18 años que solo estaba para ganarse unos € en verano; Valentín: mi novio. Quise traérmelo para que no estuviese solo. Todos mis compañeros sabían lo mío, creo que todo el mundo lo sabe, nunca me he escondido; Yo: poco hay que decir de mi... joven, guapo, con dinero...

Y empezamos a comer... Cada uno se pidió un plato diferente, pero todos bebíamos lo mismo: sangría y cerveza. Después de comer nos tomamos 3 chupitos por cabeza y no veas como íbamos.

Al terminar la comida nos fuimos a un chiringuito para seguir bebiendo y ya empecé a desmadrarme, comencé a lanzarle piropos a José estando delante mi novio, pero eso no me importaba ya que sabía que Valen no se iba a enfadar porque más de una vez me ha visto con alguna copa de más y sabe que de las palabras no paso.

Así estuvimos hasta las cuatro de la tarde, todos bebiendo y festejando hasta que se nos hizo la hora de volver a trabajar.

Mi novio se fue un poco antes ya que tenía que ir andando hasta su trabajo (una tienda de lámparas) y yo seguí un rato más con mis compañeros dado que entro media hora más tarde y ahí nos quedamos con las bromitas y siguiendo tirándole los trastos a José, preguntándole que cuánto dinero aceptaría por acostarse conmigo demás historias y nada, él no cedía, que solo le gustaban las chatis y que me buscara a otro. Pobrecito, la vergüenza que debió pasar.

Y llegó el momento de volver a las tiendas. Yo estoy a cargo de una, en el club náutico, solo para mí. No os imagináis lo mal que me sentía, pensando que todos los clientes se darían cuenta que estaba bebido. Para que se me pasara más rápido iba llamando a las otras tiendas y cada vez que se ponía José le insistía, ya más por cachondeo que por otra cosa y el chaval empezaba a cabrearse y me decía que me iba a zurrar cuando me viese, que vendría a esta tienda cuando terminara su turno para darme dos guantazos.

Ya no insistí mas. No quería que se mosqueara conmigo.

Me sorprendí, me asusté al verlo entrar por la puerta, pensé que realmente quería pegarme, pero me equivoqué. José vino y sabía lo que quería.

Empezó a hacerme preguntas sobre la homosexualidad y sobre mi novio y yo le respondía un poco asombrado por tanta curiosidad.

Y llegó el momento. Me dijo que quería probarlo, que era hetero, pero sentía esa curiosidad, que no me había dicho nada antes porque estaban todos los compañeros de trabajo y él no quería que nadie se enterara.

Y yo acepté ser su conejillo de indias. Lo siento por mi novio, pero no pude resistirme. Más de una vez había visto su cuerpo sin camiseta y más de una vez me había puesto a cien.

El entrenaba futbol desde los 11 años y tenía un cuerpo... moreno, con el pelo corto y todos los abdominales marcados, descubrí músculos que ni sabía que existían.

Cerré la tienda y nos metimos en el probador de ropa. No pude resistirme, le besé y me correspondió.

Nos desnudamos mutuamente y noté como empezaba a empalmarse. Le miré a los ojos y por un momento pensé en mi novio.

Ya no me importaba nada. Solo quería que José, hetero hasta la médula me hiciera morir de placer.

Me agaché y me metí su rabo en mi boca, creció hasta su máximo esplendor. Desde abajo vi todo su pectoral bien fibrado y sin ningún pelo, tenía ante mí un cuerpazo joven, atlético y dispuesto a darme placer.

Se la mamé. Me la tragué hasta los huevos. Me cogía la cabeza con sus manos y marcaba el ritmo. De pronto paró. Yo noté un sabor amargo, intuí que se iba a correr.

Me levantó y me besó, así durante unos minutos. Me dio la vuelta. Ya sabía lo que quería hacer. se lo consentí. Me incliné un poco e intentó penetrarme. Me dolía.

Se puso un poco de saliva en su mano y la llevó hasta su miembro. Volvió a intentarlo, pero esta vez con más presión. Me tenía agarrado por la cintura, me empujó hacia él.

Entró. Me dolió. Chillé. Empezó a moverse. A mí me resbalaban las lágrimas de dolor por lo que me había hecho. Al cabo de un minuto ya no me dolía.

Sentía como su pene entraba y salía de mi trasero. Podía sentir sus venas, como le latía, como me apretaba la cadera cada vez que empujaba. me mordía el cuello. Podía sentir su húmeda lengua. Me abrazaba por detrás en cada embestida. Yo empecé a pajearme y de pronto noté que me cogía la polla. Él tomó el relevo. Me masturbaba.

Podía sentir como su pelvis chocaba contra la mía. Cada vez iba más rápido. Yo le pedí que dejara de masturbarme varias veces, porque me iba a correr.

Me dijo que estaba a punto de correrse. Y yo le dije que también. Empezó a embestirme más rápido y con más fuerza. Terminé. Soltó mi polla y me cogió de la cadera. Embestía como un loco hasta que de repente paró y sentí latir su polla. Empecé a sentir mi culo mojado. Se estaba corriendo. Sentía como salía su leche, su polla se convulsionaba con cada chorro.

Al terminar de correrse dentro de mí me abrazó y dijo que no quería sacar su polla de dentro de mí. No quería que ese momento terminara. Yo le dije que tampoco pero que ese momento no podía ser eterno. Decidimos repetirlos y así lo hicimos. No podíamos parar el tiempo, pero si aprovecharlo.

A día de hoy mi novio no sabe nada y yo sigo con mis relaciones con José cada vez que quedamos. Ahora ya no lo hacemos en el trabajo, quedamos en mi casa o en la suya.

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