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De pija a sumisa

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Cuando ocurrieron los hechos que voy a contar a continuación Elsa y yo llevábamos casados doce años, ella hacía más de un año que había perdido su trabajo y mi empresa estaba a punto de hacer un ERE que en principio no debería afectar a mi puesto, pero la verdad es que no las tenía todas conmigo, si las cosas seguían igual de mal pronto la empresa entera se iría al carajo.

Hacía más de dos meses que Elsa y yo no follábamos, si es que se le puede llamar así a un mete saca sin otro interés que una corrida que tardó en llegar algo más de la cuenta debido a mi ansiedad por terminar el trabajo de echarle un polvo a mi mujer y que ya me estaba resultando pesado, ella ni siquiera llegó al orgasmo, tampoco quiso intentarlo.

En esta situación era solo cuestión de tiempo que desembocara en una bronca monumental como así fue.

Aquel día me tocó decirles a varios compañeros de toda la vida que la empresa los dejaba de patitas en la calle. Llegué a casa con muy pocas ganas de tonterías ¿Por qué empezó la guerra? Vete tú a saber, sé qué hacía menos de una hora de mi entrada por la puerta de casa y aquello era un verdadero infierno de gritos y cosas rotas. Llegó un momento que ya no aguante más, quería parar aquello que terminase de alguna manera, se me ocurrió que lo mejor era pasar la noche en algún hotel con la esperanza de que al otro día las cosas estuviesen más calmadas, cogí las maletas, las llene con lo que encontré y cuando no cabía un calcetín más en ellas las cerré y dije:

  -¡Me largo, no aguanto más!

Me quedé sorprendido cuando ella se tiró de rodillas abrazándose a mis piernas y mirándome con ojos llorosos me suplico.

  -¡No me dejes , haré todo cuanto me pidas, pero por favor no me dejes!

Verla allí suplicando con ojos de cordero degollado me la puso dura, muy dura, la miré con cara de malvado y le dije entre dientes.

-¿Estás segura que harás todo lo que te pida?

-Sí, lo que tú quieras, lo único que te pido es que no me dejes

Lo que hice a continuación fue puro instinto, como si alguien que no conocía se hubiese apoderado de mi ser, con una mano la cogí por los pelos de la coronilla y con la otra me desabrochaba el pantalón, luego me bajaba los calzoncillos y liberaba mi polla dura como una roca, en todo ese tiempo ella seguía mirándome con cara de suplica

−Traga, le dije sin más.

Tirando con fuerza de los pelos para clavar la verga en toda su boca. Ella nunca había tragado más de la mitad de mi polla, decía que se ahogaba, aquel día puso las manos en mi ingle para pararme como hacía siempre cuando le entraba la sensación de ahogo, tiré con más fuerza de los pelos y le dije:

−Toda, métela toda en la boca.

Y la engulló entera, la sensación de ahogo hacía que su garganta se convulsionara de tal forma que me hacía un masaje en el capullo que me volvía loco de gusto. Cuando veía que sufría por la falta de aire se la sacaba para que recobrara el aliento, la debilidad que le producía estar sin aire hacía que la baba le cayera por la barbilla hasta ir a parar a su escote que en poco tiempo estaba encharcado, verla así, a ella que siempre era tan pija, de rodillas, toda encharcada en su propia baba, con la cara desencajada, me ponía todavía más a cien. A la tercera o cuarta vez de meter y sacar en vez de poner las manos en mi ingle para parar, me cogía por las nalgas sacaba la lengua toda para afuera y empujaba con fuerza hasta que la punta de ésta tocaba mis huevos. Al cabo de un rato de estar así sentí como me llegaba la corrida, le inundé la cara y la boca de leche, otra cosa que nunca hiciera antes, siempre me había corrido en su coño, en su barriga o todo lo más en sus tetas.

La verdad es que cuando acabé estaba arrepentido, nunca antes la trate de esa manera, ella siempre era muy señorita, muy fina, en el sexo aunque practicamos posturas, oral y esas cosa, teníamos ciertos límites, la eyaculación en el coño o por el cuerpo, nunca en la cara y menos en la boca, ella siempre decía que le daba mucho asco, tampoco anal porque le dolía. La verdad es que yo tampoco lo echaba de menos me gustaba lo que hacía con ella, aunque como ya dije por aquel entonces estábamos bastante desganados.

Me senté en la cama con mis remordimientos mientras ella se limpiaba la cara con una toallita

 - ¿Qué te pasa? -Me pregunto sin dejar de limpiarse

 -Siento haber sido tan bruto -Dije arrepentido de verdad

Ella dejó de hacer lo que estaba haciendo, se puso de pie delante de mí, me miró durante un rato sin decir palabra, acto seguido abrió las piernas, cogió mi mano, la metió por debajo de la falda hasta que llegó a las bragas. Me quedé sorprendido de encontrarlas empapadas, parecía que se había meado, cuando me fijé en su falda descubrí grandes mojones, mi esposa tan pija ella se había corrido como nunca haciendo de zorra. Aún tenía la mano en su coño cuando acercándose a mi oído con voz sensual me dijo:

−Me encanta ser tuya, haz de mí lo que quieras.

La muy puta volvió a encender mi polla, la empuje contra la pared, le arranqué las bragas, le quité la falda y empecé a azotarle las nalgas, primero eran cachetes suaves, pero a cada palmada ella se retorcía y pedía más, fui aumentando la intensidad, cuanto más rojas se le ponían las cachas, mas gemía de placer y más se le hinchaba el coño. La verdad es que me estaba volviendo loco, llegue a tal punto de excitación que ya no sabía lo que hacía. La empujé para encima de la cama, la puse a cuatro patas, le mojé bien el culo y se la clave, mientras le follaba ese agujero por donde nunca se la había clavado le decía:

−Eres mi puta ¿Eh?

−Sí, mi amo -Esa sumisión me encendió todavía más

−Si me quedo sin trabajo te pongo a follar pollas

−Sí, tú quieres

−Y a comer coños

−Haré lo que tú quieras

Esa forma de dirigirse a mi tan sumisa me esclavizó a mí a ella para siempre, sentí que esa entrega total provocaba que la amase como nunca y al mismo tiempo fui absolutamente consciente de que nunca más podría vivir sin ella. Al rato mi polla explotó en otra corrida le llené el culo de leche espesa y caliente, cuando acabé de descargar poco a poco saqué mi polla, cuando estaba fuera un hilillo de semen salió de su ano, lo cogí con un dedo y metiéndoselo en la boca a ella le dije:

−Bueno ahora te lavas, me lavas a mí y haces un café que me lo vas a traer a la cama, pero en pelotas.

−Sí, mi amo –Dijo poniéndose a obedecer mis órdenes.

Me gusto el trato y desde entonces, aunque delante de la gente es la pija de siempre, en la intimidad ella es mi zorra y yo su amo, ahora tiene aros en los pezones y otro en el clítoris, donde pongo cadenas para llevarla por toda la casa como una perra o para cuando follamos.

Nunca la puse a trabajar de puta, a pesar de que me quedé sin trabajo durante una temporada y económicamente estuvimos apretados. Pero me gusta saber que si se lo pido lo hace, la verdad es que me gusta que sea mía y solo mía.

(8,11)